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domingo, 29 de enero de 2017

Deepwater Horizon / Hacksaw Ridge

La Humanidad siempre se ha complicado la existencia de manera recurrente, con los hombres y mujeres, intentando definir el motivo de su misión en esta Tierra. También, para dilucidar o justificar alguna explicación definitiva a sus miedos intrínsecos, ha creado una división idealizada de sus sueños o pesadillas. Algo que defina siguientes pasos correctamente, o un castigo eterno que consumiera a los pecadores... prefiero llamarlos malvados.
Lugares imaginarios que hemos bautizado con distintas denominaciones, si bien la más extendida sea la de infierno, o su contrario.
Todas las religiones han mirado a esas fronteras oníricas, fuera de la naturaleza y basadas en la iconografía representativa de la mitología. Por tanto, no existe fundamento ni justificación científica, sólo romanticismo ideológico o la llamada fe. Lo único verdadero, es que los seres humanos hemos construido o perpetuado, estos abismos incendiados en el mundo real.

Estas historias fotografiadas con todo lujo de detalles y expresiones diferentes, convienen que el infierno se identifica con aspectos económicos y la codicia humana o, a través de los conflictos armados. Luchas eternas de la literatura clásica, desde el Hades de los libros sagrados a La Divina Comedia de Dante Alighieri, donde los mitos se han ido reproduciendo en nuestra memoria, para justificar nuestros propios errores como especie.
Hemos adquirido en la cultura, una estratégica postura respecto a los datos que pervierten la fe o creencias del individuo, un espacio para guardar el arrepentimiento moral por los supuestos pecados cometidos en la vida. Pero realmente, el verdadero averno del que deberíamos sentirnos avergonzados, es este espectáculo o desastre continuo que hemos producido en el planeta, heridas infringidas contra la propia naturaleza. Es decir, contra la propia supervivencia o fracturando el futuro de las próximas generaciones, con sobreexplotación de productos básicos o materias primas para el comercio mundial, paraísos que nos ofrece nuestro hogar, y episodios sangrientos para administrar riqueza o poder, en nuestra historia. Injustificables comportamientos...

Comparando la existencia del Universo desde el Big Bang con la creación de la Tierra hace menos de 4500 millones de años, han pasado escasas horas del reloj histórico. Mientras que los seres humanos estamos aquí, hace apenas un suspiro de tiempo. Si dividiéramos en espacios cuantificables a simple vista o con diminutas manecillas atómicas, nuestra especie violenta e inteligente, dicen Homo Sapiens, lleva respirando unos 10 minutos en el planeta azul. Y, ya hemos producido problemas anteriormente, para lograr la propia extinción y acercarnos a nuestros últimos segundos de existencia. Este sería el verdadero infierno en combustión espontánea, acercando la llama de nuestros excesos, visto a través de dos filmes que tocan temáticas distintas, reflejando acciones contraproducentes para la salud de sus protagonistas. Como la distribución de la riqueza natural o repartición de los beneficios, tan amoral, o la apuesta por el uso de las armas, como solución a discusiones o problemas colectivos, que carbonizan cualquier resto de humanidad, o clemencia con el medio ambiente. Son el averno energético de la Deepwater Horizon y la guerra particular de Mel Gibson en Hacksaw Ridge.


Marea Negra (Deepwater Horizon).

En el océano Atlántico, un abril de 2010 se avecinaba muy caluroso, para los trabajadores de la Deepwater Horizon, una plataforma petrolífera con avances submarinos. Antes del desastre, avisado anteriormente, un joven cantante de rap en Marky Mark & The Funky Bunch, no tiene en perspectiva formar parte de la familia del cine. Vive su momento, alocado y semidesnudo.
Pero, su espectáculo vocal y muscular, tiene un hermano en New Kids on the Block, abandonaría sus sonidos dubstep con movimientos provocativos, desde su ciudad natal de Dorchester en Boston en dirección a Hollywood.
Se puede decir que Mark Wahlberg estaba dotado para estas actuaciones, dirigiéndose al mundo publicitario, en la campaña de una conocida marca de ropa interior masculina, siendo elegido como una de las figuras más sexys y apolíneas de Norteamérica, incluso por encima de actores tan deslumbrantes como Brad Pitt o George Clooney.

Decididamente, su carrera viró hacia la imagen y la interpretación, convirtiéndose en una prometedora estrella en ciernes, cuando aparece junto a una Juliette Lewis, ya consagrada pese a su escasa edad y la sustitución forzosa del mítico River Phoenix, por el revolucionario Leonardo DiCaprio. En The Basketball Diaries o Diario de un Rebelde, Mark adquirió su primer papel de éxito en el cine, al que seguiría una entrada estelar en la meca cinematográfica, con Boogie Nights de Paul Thomas Anderson, hoy director de calidad incuestionable. Ahí demostraría sus cualidades para este nuevo "baile", convertido en protagonista principal y artista con cualidades técnicas e interpretativas, que mutaría a hombre de acción en sus próximos trabajos (Equipo Mortal, Tres Reyes), hasta cuestionables estrenos como la revisión de El Planeta de los Simios o Transformers: The Last Knight.

Veinte años después de aquella estimulante aparición en la gran pantalla, Mark parece decidido a continuar el carácter rebelde y aventurero de juventud, participando en proyectos que denuncian situaciones degradantes, con sistemas explotadores e individuos ambiciosos, en busca de cuantiosas ganancias para elementos de moral dudosa... ahora, desde un punto de vista familiar a sus 45 años, que abre abanico de papeles en periodo de paternidad y conflictos generacionales.
Marea Negra o, propiamente dicho tal que su auténtica y derruida estructura, Deepwater Horizon, trata sobre la seguridad laboral de los ciudadanos, en una claustrofóbica caldera o juego de responsabilidades. Una película de Lionsgate, con una base de estilo años 80 y, masivo desastre visual alimentando una máquina que devora el planeta, poco a poco, o grandes saltos. Paralelamente, abunda en las mafias comerciales sin escrúpulos, que describiera el artículo del New York Times, adaptado por investigadores y protectores de la verdad, como Matthew Sand y Matthew Michael Carnahan.

Su director es el neoyorkino Peter Berg (aquel de Very Bad Things), zambulléndose en la profundidad de filmes comprometidos con el medioambiente y entretenimiento de cintas con efectos especiales colosales. Saltando a la acción policial, desde Cop Land, Collateral o The Kingdom, o batallas cuestionables como Hancock, Battleship o Hércules. Se podría decir que Marea Negra o su Horizonte Profundo en el Golfo de México, es la más recomendable de esta categoría.
Mr. Walhberg se corresponde con el trabajador Mike Williams, real superviviente de la conocida plataforma de perforación, al cargo de un complejo sistema de control oceánico y material, como técnico de mantenimiento y seguridad en la misma. Acompañado en distintos puestos, por grandes profesionales del Séptimo Arte como la hogareña esposa Kate Hudson, o la batalla sistemática entre el beneficio y la lógica, con John Malkovich y Kurt Russell. Este es el diseño, de la tragedia acontecida en las proximidades de Nueva Orleans en Louisiana. Y alrededores.

El argumento es una tragedia, promovido por oídos sordos y ocultaciones comerciales, tan sonoras como un suspiro subterráneo del fondo marino, que produjo aquel ´accidental` suceso, a unas escasas 100 millas de la costa. Una maniobra desastrosa que, acabaría provocando su destrucción y triste fallecimiento de varias personas en la nómina de la británica petrolera BP. Como una cadena de intromisiones y egolatrías, apuntadas en cuentas de resultados, al margen de cualquier seguridad complementaria. Maniobras sumergidas de la economía, que incitaron al verdadero cuento de la lechera, cambiando la espuma del vegetariano por la del oleaje marino, y el beneficio por una supuesta idea del colectivismo laboral y el mantenimiento de puestos administrativos, curiosamente caldeados. Puestos taladrados en las grandes ciudades, dentro del juego energético, aunque más dramático que el valor cabalístico de los pensamientos o sueños de aquella granjera.
La turbia realidad ajedrecística de los poderosos, en su apuesta por el color negro. Produjo el infierno de explosiones y humo irrespirable, lanzó su mierda pegajosa, elevó cientos de metros de contaminantes en el horizonte del Delta del Mississippi y propagó el calamitoso vertido por las costas y la fauna. No obedeciendo la señal, fallidos cálculos narrados con voces de alto standing y personalidad cinematográfica. Mientras... familias sufrían colgadas a través de comunicaciones imposibles y ayuda sanitaria, demasiado alejada del luctuoso acontecimiento.
El averno contra la ecología y la ciencia de energías alternativas, es la materia con que amenazan los nuevos mandamases del mundo, ¡trágico!

De forma curiosa, sobre la carrera de Mark Wahlberg se percibe una conexión con este mundo del crudo y el mar (al lado del mencionado George Clooney), respectivamente con producciones como Tres Reyes o La Tormenta Perfecta. Además, su relación laboral con Martin Scorsese, quizás le llevaría a producir cine de calidad como The Fighter o Prisoners y, televisión con la serie Boardwalk Empire; relación con el mismo Peter Berg en la fallida Lone Survivor o El Único Superviviente, sobre una misión de la Marina de los EEUU durante la guerra en Afganistán. También su siguiente proyecto común, titulado Patriots Day, coprotagonizada por Michelle Monaghan, John Goodman y J.K. Simmons.
Pero volviendo a lo más crudo, desoyendo advertencias, a la realidad que nos ocupa, vemos un duelo explosivo entre Russell-Malkovich, la justicia laboral con el puro negocio, que dota de más entidad a la catástrofe y un épico salvamento. Al que sumamos a la actriz de origen portorriqueño Gina Rodríguez, antes de su colaboración en la esperada Annihilation, del director Alex Garland (Ex-machina) con Jennifer Jason Leigh (Westworld próximamente), Oscar Isaac y Natalie Portman, o el joven Dylan O´Brien, emergiendo en la industria visual, con cierta solvencia y desparpajo.

Por tanto, hay que mojarse e ir en favor de otras alternativas, modernizar y abaratar los costes, antes de nuevas conferencias ardientes y perdones masivos, llantos y abrazos tras otros sudores fríos... en el apartado técnico, sobran primeros planos, mayor realidad titánica adaptada a la tensión de aquellos Colosos o Poseidones, control de efectos digitales y muy sonoros, nervios catastróficos, discusiones y despedidas... lo típico en una cabezonería recurrente de los poderosos, ante una pérdida de tal calibre, tanto humana como ecológica.



Hasta el Último Hombre (Hacksaw Ridge).

Mientras, actuales congéneres se empeñan en fracturar el planeta en busca de nuevas explotaciones petrolíferas y gasísticas (calor que quema y calienta a los bien colocados), el mundo parece más y más dividido. Para dilucidar estas cuestiones económicas (y otras), la terrible alternativa fue un uso desmedido de la fuerza, entre seres humanos.
El resultado es la multiplicación de la agresividad en las calles actuales, tras el desarrollo de armas capaces de barrer la vida a miles de kilómetros con el poder de un impacto atómico, devastaciones medioambientales y radiactividad que se cuela en cualquier resquicio del organismo, produciendo llagas y enfermedades terribles. Generaciones condenadas a una limitación de sus libertades como especie reproductiva o distintas destrucciones morales y mentales.

Se habla de la permisión de algunos países por la tenencia de armas en la población, pero la realidad (sin llegar a la horrible apuesta nuclear), es que las armas han ido colándose en nuestras vidas occidentales y calientes. Evolucionando en distintos ámbitos de la sociedad, hasta ser noticia en los telediarios de nuestras naciones, calibrándose dependiendo de los nuevos enemigos que aparecen en rostros de familiares y vecinos, a una escala más reducida y mantenida de la muerte.
Una herencia de las guerras, que alimentaron la máquina con fuego y piel desprendida, cuerpos carbonizados o agujereados por doquier, alaridos de agonía y mutilaciones salvajes, campos regados de sangre, lágrimas de familiar y barro mezclado con pedazos sin identidad.

Ahora, más sociables aparentemente, vamos admitiendo esos asesinatos causados ante nuestra propias narices de ciudadanos como nosotros, sin vida gracias a los objetos de la muerte. A pesar de su prohibición, caen por las balas, criminales o agentes de la ley, transeúntes familiares que estuvieron en el lugar inadecuado, en el momento menos oportuno.
Soy uno cualquiera, paseando junto a sus amigos del pasado juvenil en busca de la diversión sabatina, sin prestar demasiada atención a otras cuestiones. Cuando un desconocido se acercó y ofrece la venta de un arma en plena calle (probablemente con algún tipo de condena a sus cachas), lógicamente, pasamos de largo sin mirar hacia atrás. Fue real, si alguien necesitara algún instrumento ilegal y peligroso, puede conseguirlo sin demasiado esfuerzo. Pues como dije, sucede a menudo, con resultados terribles e inseguridad frente a nuestro hogares o trabajos.
Con estas palabras sobre mercados negros, y dudas respecto al entorno callado, pasaré a comentar otras imágenes que te sacuden en la butaca del cine.

Es la historia de un muchacho preocupado por la salud pública de sus semejantes, que vio (o mejor dicho, sintió) la necesidad de ser útil, sin pretender ir contra las reglas dictadas por los hombres poderosos o sus gobiernos. Defendiendo sus derechos, sin tener que tocar el frío acero de aquel objeto de muerte, produjo un caso casi inédito en la historia bélica y, sobre todo... un filme increíble e historia real, admirable.
Si tuviera que explicar su paso por la Segunda Guerra Mundial, la del soldado Desmond Doss es una metáfora salvaje que subyace entre el caos del fuego y la fuerza de voluntad. No sé si exagerado o acrecentado, pero sorprendente en su aspecto más humano y antibelicista. Un hombre enfrentado a todo, condecorado por realizar una acción que no deja indiferente. Pues, lo ocurrido en la altura de aquel precipicio o Hacksaw Ridge, en el intento de los marines norteamericanos para lograr tomar las posiciones en territorio del propio ejército japonés y contra sus feroces combatientes, estableció un hecho truculento y salvajemente milagroso.

El actor, productor y director Mel Gibson (tan cuestionado en algunos foros cinéfilos, por su expresión gráfica de la violencia), escoge a su hombre de palabra y acción, el guionista Randall Wallace para elaborar dos elementos cinematográficos bien diferenciados. En su último filme, como ocurrió en el pasado con otros bélicos de la historia de Hollywood, en la traducción de Hasta El Último Hombre, se cuestiona la responsabilidad de los movimientos belicistas, frente al carácter individual y pacifista, a la cura con mucha saña. A veces, considerado un cuestionable intento por despertar conciencias.

El actor Andrew Garfield da vida a este joven sargento, de firmes ideas religiosas y primer objetor del Ejército de lo EEUU, que se convertiría en especialista sanitario, por encima de cualquier fundamento o la propia rivalidad de sus compañeros. Jóvenes concienciados u obligados, amigos, esposos y padres primerizos, deportistas... etc.
En primer lugar, nos hallamos ante un enamorado frente a la muerte, el respeto y la fuerza carismática del padre, que iniciaría una batalla (de qué manera) con su incondicional negación del manejo de mortíferas armas en sus manos, casi celestiales. El Pacifismo atado solamente con una simple cuerda en forma de sujetador, para aferrarse a la vida y su joven esposa, interpretada por Teresa Palmer (Memorias de un Zombie Adolescente, Nunca Apagues la Luz), una bella australiana de quién seguiremos oyendo hablar en el futuro. Mediante una ambientación de la época de los 40, cuidada al máximo y lujoso detalle artístico, se va a producir esta división temática en el filme. Hombres y mujeres, partidos en dos concepciones.

Los hechos narrados, pasan de una captura sistemática del hombre débil, como aquellos depredadores intransigentes que intentaban clavar sus garras sobre el Recluta Patoso en la película La Chaqueta Metálica o Full Metal Jacket, del gran Stanley Kubrick (hoy 30 años después), a una terrible exhibición de la violencia y rostros grotescos, entre el humo y el barro, entre crueldad y voces de auxilio.
Casi, hasta la exaltación de lo obsceno en las guerras modernas y su masacres (entiendo a la gente que no resiste las escenas, a mí me ocurrió en determinados momentos), pero con una sola misión... el escarmiento. En ese primer tramo, se hace eco de personajes casi irreconocibles después, presentado a un grupo de actores que recuerda a aquellos castings apocalípticos del pasado cinematográfico y bélico de Hollywood. Tantos grandes artistas, desaparecidos y recordados... hoy me despido de un gentleman británico, carismático y querido, experto en dramas shakesperianos o encadenado a la agónica guerra, admitiendo la monstruosidad. Experta voz de Aragorn en El Señor de los Anillos y primer pasajero del tiempo, protagonista de una película maldita de Sam Peckinpah y del 1984 de moda, vaquero crepuscular, Hellboy narrador con Von Trier, propuesta de Hillcoat, amigo de Indiana y melancólico entre reliquias de la muerte. John Hurt, inmenso, amante eterno del cine y los cinéfilos, que nos deja algunas películas rodadas e inacabadas... y bastante solos. Descanse en paz.

Un grupo de nombres sugerentes y personalidades definidas frente a lo imposible, al lado de un eslabón no engrasado en el engranaje militar, que engrandecen esta parte subjetiva del uso de la fuerza, o las contundentes Hazañas no tan Bélicas, que leímos y están por venir. Luego borrados bajo el fango y los deshechos de la humanidad, con Hugo Weaving desenfundando los recuerdos grabados a sangre y fuego, haciendo gala de su especial carácter paternal, en dualidad de luchador arrepentido. Como la apariencia galante de otro australiano, Sam Worthington poniendo cara a lo increíble, a pesar de sus fundamentos beligerantes y marciales; y especialmente, el mando interpretado por Vince Vaughn, que realiza un trabajo inaudito para retratar esa especial visión del hombre sencillo, dialogante y alejado de ciertos parámetros habituales para un valiente y duro sargento... o estúpido soldado.
Todos lucharon por la libertad de muchos, con armas, ante los regímenes totalitarios... eso me recuerda a algo, en este instante histórico, codo con codo, si es que todavía tenían brazos a los que aferrarse u ojos para condensar el infierno de Okinawa... cuando Johnny cogió su fusil. Es una odisea bélica rodada en dos actos separados, que van desde la pura dramatización personal, hasta esta ralentizada visualización del horror, igual que produjeran directores como el propio Kubrick, Peckinpah, Francis Ford Coppola en Apocalipsis Now, o el mismo Steven Spielberg con sus tonos cenicientos en La Lista de Schindler o tiñendo de rojo, la costa de Normandía, en aquel impactante y cruel desembarco. Y muchas vidas más, dedicadas al cine, abriendo los ojos a otros.

No parece demagogia, pues el aire pacifista impregna gran parte de, las más de dos horas de proyección. Sin embargo, tras la presentación del reparto coral, Mr. Gibson se encarga de impactar o epatar con grandes dosis de violencia, que estallará en nuestras retinas en todas las direcciones a discreción. De repente, avecinando una explosión atómica, quemando nuestra incómoda posición supina en la sala, taladrando las cabezas de hoy y percutiendo sobre la resistencia coronaria de ayer.
Hasta El Último Hombre, duele, porque está grabada desde la primera fila, mostrando chicos u hombres como nosotros, desintegrarse en pedazos. Colegas o vecinos que compartieron la infancia y las clases, reventados como aquellos otros hombres apostados en el otro frente... enemigos los llaman, pero sangran igual. Trincheras para subvertir la comparación pacífica, en primeros planos y conversaciones dinámicas, antes de la ralentización de escenas, armas en acción masacrando, un director que te desarma a base de violencia efectista y sufrida, buscada adrede o todo lo contrario, interpretada... esa es la cuestionable respuesta de críticos ante el creador, una magnificada orgía de fluidos y órganos voladores. Como contraposición al silencio de una mente pacífica en la aparente sombra.

Aquellos seres despedazados, tenían aptitudes semejantes al resto, desde inteligencia emocional o sentido del humor, superioridad moral o una respuesta vindicativa, básica y animal. A una reflexión interior, del humanismo llevado al extremo más divino. Pero, en esta batalla épica y milagrosa de Mel Gibson (algo desconocida para los no estudiosos de la Gran Guerra), aquella misión inicial persigue hoy, remover nuestras conciencias como espectadores del averno, más terrenal que celestial. Más humano que divino, aunque sus creencias o fe, trasmitan un verdad incómoda para los no devotos.
Provocación o polémica audiovisual al margen, este nuevo recluta patoso en apariencia, es algo sorprendente como dije. El Andrew Garfield de Hacksaw Ridge, reivindica su lado más heroico y asombroso, tras impactar en incursiones de un mundo futuro en Nunca Me Abandones o el universo de superhéroes de Stan Lee, sin necesidad de retoques ni de mallas.

Cabal e insistente en su labor o su entidad objetora, en principio apocado en el amor, se muestra incansable frente a la violencia desatada frente a la asistencia médica, salvadora. Dentro de una caldera oscura y encolerizada, alimentada con carne y huesos, un primer plano del personaje especial y verídico, frente a la falta de inteligencia a su alrededor, antes de pasar al recuerdo y el homenaje. Un invitado a la fiesta infernal de la Segunda Guerra Mundial y espíritu insólito ante poderosos destructores de fuego y acero.
Dos partes, del infierno personal y el colectivo. Involucradas a la fuerza en un desastre iniciado por la crueldad del nazismo y los complejos, pintando un óleo demasiado real, con texturas viscosas, sonido estruendoso y olor inaguantable. Fétido festín de vísceras y sangre, no recomendado para personas con delicada salud o cuyas imágenes pueden dañar su mente o moralidad, aún no encallecida con la violencia diaria. Posiblemente... seguro, demasiado extenso en su exposición en pantalla, aunque directa para despertar un movimiento real contra esta decadencia armamentística y violenta que arrolla a nuestras sociedades, para dejar de alimentar a esa bestia irreflexiva en que nos convertimos los, llamados humanos.

Por tanto, hasta que no caiga ese Último hombre libre, de cerebro calmo y carácter pacífico, tendremos la opción de cambiar una situación que se descontrola a menudo. Elevando a los altares a gobernantes intolerantes y horriblemente históricos, acabar con provocaciones y posturas irreconciliables, para garantizar una verdadera objeción de conciencia, la que no destruya el planeta y la raza humana. El fuego de Vulcano, lo atizamos nosotros por orden de Marte...
Es necesaria esta reflexión objetiva de Gibson, que redirija el valor o la decisión última hacia nuevos horizontes y el respeto por todas las vidas, amigas y contrarias. Dioses y monstruos, alejando la vista del propio ombligo, nada sobrenatural sino humano.
En estos días tan divergentes, divididos en dos como ayer, sirve el ejemplo de este hombre bueno, que demostró su integridad frente a dudas y poder, armado de compasión y una cuerda (de la que se rieron), creando una alternativa paralela y ciega, al infierno de la "humanidad", diluyendo aquellas hazañas bélicas en charcos, cargando con el peso de la culpa. Recordando documentales que no se cuestionan, limpiando sudor en blanco y negro y lágrimas coloreadas, grabando figuras fantasmales... sin rumbo fijo en sus pupilas perdidas, y desapareciendo al fin, en el horizonte. Hasta la salvación de un último ser vivo, más. Amigos o pedazos de ellos, en su particular infierno.


sábado, 21 de enero de 2017

Nocturnal Animals / Arrival.

La Serenidad ´Azul` de Amy Adams.

La llegada de Amy Adams al mundo fue, casi accidental. Diríamos que estaba predestinada a convertirse en estrella, menos luminosa que el resto de las estrellas. Pues su sobriedad y simpatía (a partes iguales), aportarían a su carrera, una línea paralela, entre comedia y drama. Sin llamar demasiado la atención, aunque su trabajo siempre sea destacable y perfecto.
Un advenimiento azaroso, ya que su padre militar estaba destinado en Italia y sus grandes ojos azules vieron la luz en la bella ciudad de Vicenza (Veneto). Hasta que regresaran a su procedencia en Castle Rock... (Colorado) y una familia con fuertes valores religiosos. Allí, comenzaría su carrera artística, sus primeros pasos, donde trabajaría como bailarina en distintas producciones musicales y, posteriormente, ampliaría su faceta interpretativa. Amy se dedicaría a la actuación en obras de teatro, cuando, su gran animadora en Hollywood, sería Kirstie Alley, con la versión de Intenciones Crueles para la televisión.

Un traslado aéreo y el tiempo, la convertirían en una promesa emergente para la gran pantalla, siendo contratada para un llamativo papel en la cinta de Steven Spielberg, Atrápame Si Puedes junto a Leonardo DiCaprio. De ahí, su vuelo estratosférico al estrellato, sin alzar la voz ni ruido alrededor (aunque lo pasara mal junto a David O´Russell), pero no ha parado de incrementar su valor, hasta conseguir auparse entre las 10 actrices mejor pagadas en el pasado año 2016.
Sus dotes para la interpretación sugerida y su mirada inteligente, han dotado a sus papeles de una especial presencia y calma escénica, con sus antepenúltimos proyectos (The Master, Her) cargados de sensibilidad y esa interesante faceta tragicómica que la hace única en ciertas esferas comunicativas familiares y cinematográficas. Recordando que ella, primero creció como cuñada embarazada en el filme independiente Junebug, y fue la siguiente Lois Lane o la ingenuidad romántica dentro de la sombría película Batman v Superman, que repetirá este año con la esperada producción también de Zack Snyder, Justice League.
Por tanto, Amy Adams y su dulce expresión, pisa firme, mientras lee sus próximos guiones con aires predictivos para el éxito. Es ágil tanto en su aspecto físico como en su labor lingüística, que produce una agradable sensación de seguridad en las escenas que representa, y la entrada de aire fresco en el panorama cinematográfico. No es la actriz típica, sin embargo es, un verdadero amor de chica, con un futuro estelar y silencioso.

Nocturnal Animals (Animales Nocturnos).

En la superficie del filme Nocturnal Animals, entre geometría y líneas perfectas, cuadros compuestos de luz y sombras, blancos y negros delimitados, se refugia una historia habitual como la traición. Cuando se rasga el papel brillante, emerge una profunda alegoría o metáfora existencial. Tan sangrienta y magnética, que un mínimo rasguño en la mente del espectador-lector, produce un socavón emocional con cierto sabor a pérdida. Una montaña rusa de dudas y amenazas veladas, o directas al corazón, que el director de Austin (Texas), Tom Ford, camufla en las inhóspitas carreteras del desierto y la mente.
Destaca con su segundo guion propio, tras aquella adaptación de Un Hombre Soltero o A Single Man (dejé escapar entre el trío Colin Firth, Julianne Moore o Matthew Goode, y por allí andaba también el joven Nicholas Hoult de Equals)... pero eso es otra historia apasionada, dentro del romanticismo tortuoso y crítico de su nueva etapa. En su interior espeso, fluye una corriente guiada por rescoldos de odio, que algunos avispados, podrían declarar como una locura oculta y delirante.

Somos como Animales Nocturnos, que planean y otean el horizonte, tratando de apresar a la víctima en sus garras afiladas. Tal que halcones o lechuzas apostadas sobre la rama solitaria, con ojos avizores, mente despierta... donde la caza se manifiesta en forma de gran metáfora de la vida. Al menos, de algunas basadas en la apariencia, la falta de comunicación y la teatralidad del día a día.
Frente a frente, depredadores en camas separadas... cuando los seres humanos sonrientes, mirarían a otro lado para no ser heridos, y donde sus personajes arquetípicos demuestran que dicha felicidad es un roedor que escapa en la noche.

Leyendo los indicios en la naturaleza salvaje de las cosas y metiéndose en diferentes madrigueras, iremos desde el engaño y los celos, a una captura racial contra el foráneo. Una invasión carnal que deriva en sexual, descrita con todo detalle y angustiosas páginas de llantos familiares, propagados por el pasado del ahora. O relaciones antiguas, amparadas en la medianoche, a la luz de una lamparilla amarilla para la lectura.
Es una bifurcación de los caminos del ayer, de aquella juventud nuestra o la que deseábamos tener, que prevalecen sobre las dudas de hoy o se alimentan de ellas. Como los carroñeros nocturnos atravesando una carretera, tras la inocencia, repiqueteando los neumáticos y las botas de cowboy sobre el asfalto de los 40, enfriado. Invadidos por un instinto voraz y insaciable, de torturas maquiavélicas, de intenciones sospechosas bajo el capó y las letras, somos violadores del verso inocente de un escritor... todos, aparentemente, en apuros. Presas.

En la sinécdoque oculta, todos estos animales del anochecer o el hastío de la madurez, se nutren de las mismas historias y cosas, con iguales defectos o formas de pensar, que te podrían llevar a enloquecer. Quizás, todo sea una broma o una caída en la espesura vital, disminuyendo la felicidad esperada entonces, el amor que se escurría entre los dedos, sobre unas manos entrelazadas... mejor no, atadas a la espalda. Y al despertar de una nueva era, te hallas más solo y aterrado, confuso, o habrás inventado una historia de terror. Es probable que, te hayas enviado una nota al domicilio, ideando lo que no ocurrió o desapareció de pronto. Cuando ya no te entienden o reconocen, abandonado en cualquier vía inesperada.
Cubierto de mugres, con elegantes culpas efímeras, encuentros con el mañana ausente y la muerte cíclica, tan violenta como una persecución a ciegas, a dentelladas certeras sobre esa inocencia, la de ellas y la nuestra.
Entonces, vas arrancando las páginas y las conviertes en realidad, en aquella otra tortura que soñaste en la noche, saltando en tinieblas como un cervatillo herido. Mientras el depredador acecha, te acorrala y mira a tus ojos olvidadizos, azulados, esquivos... dándose cuenta que, cada uno, nació con unas arraigadas costumbres o singular apetito.

Sabiendo que, cuando termine de rebañar tus huesos, otros animales o rondadores nocturnos se abalanzarán sobre tus restos, congéneres o propia familia, acosándoles con palabras y hechos, humillaciones, depravación, consumo de carne, rapiña, mentiras, traiciones, fugas... desapariciones bajo la luz de la luna. Sombras enfermas.
Tras la pareja, hallada entre rasguños y peleas, se esconde el trasfondo que les llevó a esta situación imposible, improbable. A un encuentro con los textos y el arte, grabados sobre una palabra enmarcada en una exposición cultural, y natural, que odias, pues no te pertenece. O sí. Porque, la apreciación romántica se borró de un plumazo, ante la insoportable levedad del ser vacío o del artista frustrado. Del actor y sus papeles que otorgan otras vidas, del escritor miserable que encuentra su horma del zapato y su historia, enlazada con grapas.

Entre ella y él, entre ella y su imaginación, se suscita un enfrentamiento inmortal. Con colmillos clavados sobre los sentimientos y ciertos desgarros vaginales, mientras las hienas en su tortura existencialista e histriónica, lanzan sus carcajadas al cielo estrellado. Ríen sobre sus cartas no enviadas, con los libros no escritos e historias no contadas, otean la debilidad para extraer consecuencias, se confabulan mentalmente, en silencio sepulcral. Ahora, al lado de la muerte neuronal, y vuelven a emitir su sonido fantasmagórico, como el eco de pensamientos ocultos y caretas sociales.
Amy Adams y Jake Gyllenhaal parecen ser tal para cual, y viceversa. Se leen entre líneas, pero no se escuchan, ¿son reales o invenciones? No se ven en la distancia ni el tiempo. Son meros recuerdos o simples aves de paso, huesos descarnados, cruzando el horizonte de sucesos ficticios, o verdaderos, ¡vaya usted a saber! Si la carne, fue devorada en alguna otra ocasión... en otra conexión.

En estos dos niveles del relato, de la imaginación de Tom Ford y la reconstrucción de un sueño alimentado con la narración paralela, más original si cabe, un actor tal que Michael Shannon, se viste de ángel caído con punteras de cuero y estrella de vaquero. Acento profundo que marca las líneas de su rostro quemado y las heridas de su corazón, hastiado con el trato proferido por la ley, en tantos casos sin resolver o desleídos sus informes. Pero, su papel tiene que crecer hacia la enfermedad que algunos pintan o deletrean, sobrevolando sobre la mental, en una galería de monstruosidades u obras de éxito efímero; porque se enfrentarán en un duelo desigual, tal que un hombre y una mujer, en busca de una segunda oportunidad.
Las aves emigran hacia lugares más cálidos, aparentemente reconfortantes y vindicativos sobre un óleo o collage, aquellos rincones conocidos o precalentados con los años, siempre que aún se consiga avivar la llama. O se provoque una pequeña ignición interna o nocturna, invadida de nostalgia y errores, de ausencias. Mientras, nos transformamos en insectos aplastados sobre el cristal y segados por un tenaz limpiador, zig-zag, zig-zag... ahora estás, ahora no. Y las hienas se sonríen, viendo los trozos de insectos, el arrastrar de pies y la bajada de cabeza, las luces palpitantes de la ciudad de los Ángeles en el horizonte, la lujosa iluminación de interior de una mansión de Malibú, al contraste tenebroso y el resplandor del sol en el desierto de Mojave, en California. No sé, si volverán a irradiar su imagen paradisíaca.

Las voces se desvanecen en pocos minutos, las actrices... hija y esposa, los depredadores aparecen tras años de anonimato..., como los invitados se despiden en una fiesta de apariencias y trajes de etiqueta, tremendamente aburrida como sus vidas. Esconden su verdadera apariencia, todos, hasta evitan el contacto de su picadura mortal, los unos, fantasmas, los otros, escorpiones camuflados en la arena. Familiarmente espanzurrados sobre la luna, mientras los murciélagos disparan contra los restos, sus chillidos de baja frecuencia, revoloteando remotamente. Todos los Animales Nocturnos, tarde o temprano, se encuentran con la horma de su zapato o garra afilada, tal que los últimos minutos de un documental de la naturaleza salvaje, narrado por una voz en off o tercera persona. Cuando el cazador despliega sus armas y el pequeño roedor salta a otro lugar indeterminado, una localización abrigada del frío de la noche, en busca de una palabra plasmada en obra artística... algo relativo a la sangre inocente, derramada.
Una vez, sus huesos están limpios y libres de culpa, lo menos relevante o superficialmente inocuo, reside en su banda sonora, que funciona como un desesperante lamento de ayuda. No aprecio su valor intrínseco dentro de la historia, o el sueño o juego narrativo, pues las imágenes son suficiente motivo para acabar su lectura. Cuando los padres abandonan a sus crías, según su propio instinto reproductivo, sobre expuesto con ADN residual y arañan la piel del otro futuro, también abandonado. Envuelto en otra metáfora siniestra y real, que en el fondo parece otra película de terror o, simplemente, una pesadilla camuflada sobre deseos incumplidos y exigencias ridículas. Abortado desde su origen, un tanto empobrecido o débil de espíritu, como un pequeño gorrión aterrorizado.

De aquellas dos almas nocturnas, lector y escritor, siempre uno vence. Pues, su sombra se retuerce bajo la lamparilla de la mesilla o el deslumbramiento de un faro de coche americano, y una mente profunda como una madriguera. Son dos elementos de adorno, personajes de una ficción entrelazada, hasta la muerte. Pesadilla de uno o ambos, víctimas de sus pronósticos familiares y pasados, de su extraño movimiento titubeante o ronda nocturna. De sus ojos cerrados ante el fracaso personal o la reapertura, del nuevo amanecer y sus historias por separado, sin tocarse ni herirse, tal vez no.
Los nocturnos son actores y escritores, por tanto, que deambulan entre errores y mentiras, personajes de novela o un best-seller que no va más allá. Dos figuras convalecientes, seleccionados por su naturaleza o fuerza empírica, animales de la escena del crimen, o la cinematográfica, que exhiben sus cualidades ante la cámara.

Incluso, motivan más otras, pues son vidas errantes, mientras el guion principal ha permanecido siempre inmóvil, parapetado en la oscuridad, enloquecido con sus renglones torcidos por la violencia, en la frontera del lujo y la Texas más salvaje. Ellos, permanecerán atentos a cualquier indicio de peligro, igual que lechuzas con sus pupilas dilatadas o fantasmas sin vida, como vaqueros tísicos de vidas cancerígenas, para el otro.
Al final, resta un rumor sobre la vela encendida, un canto desesperado. El rescoldo de una relación pasajera y huérfana, humillada, rendida, ideada... ya no arropados ni amenazados con aventuras sangrientas, sino huyendo de todos los animales, propios y extraños. El ganador es el fuerte, siempre, poco evolucionado intelectualmente, incluso. Con deje calmado y asintomático, de profundo malestar, calculado. La trampa que se extiende para cazar a la víctima, ataviada de pequeños obsequios para llamar su atención... asesinatos literarios, madrigueras pretéritas, o nidos imposibles. Otro plato que se sirve frío, extremadamente gélido, una sopa de letras hecha con tibieza, errática, cambiante... y vuelta a tachar, palabras que empiezan por r o v. Novelas titubeantes, sobre ese mínimo rayo esperanzador del nuevo amanecer. Esperanza o la muerte.

Arrival (La Llegada).

Este año (probablemente no resultará vencedora, no es pronóstico), porque Amy Adams no se refugia ni se tapa ante el riesgo. Su segura apariencia y mirada fresca, soporta las inclemencias y la rigurosidad de una atmósfera contaminada, posee la paciencia para leer y enseñar, es la heroína que podría salvar a este planeta condenado.
En el exterior, parece preocupada con el paso inescrutable del tiempo. Pero, internamente, se decanta por el acercamiento y la comprensión de lo diferente. Dicho de otro modo, reabre sus perspectivas como actriz segura del momento, con vis cómica y crecimiento dramático. Cuando se pone la piel y la escafandra de aventurera lingüística, u otros papeles como el anterior, en una filmografía que representa su identidad y su realidad más familiar. Sus mujeres interpretadas, establece en pantalla, sus miedos con aceptación y riesgo, haciendo cara a los problemas y sus relaciones, pasada o futuras, con los hijos.

Mientras que el director Denis Villeneuve (el del fuego de la guerra en Indendies, el maltrato de Prisoners, el existencialista pesimista de Enemy... y el Sicario vengativo), en plena forma física e intelectual, concurre a este espacio con una visión positivista del género de la ciencia ficción. Algo, raramente alcanzado por ningún otro. Firme como una aparición sobre nuestras cabezas, plegado a cualquier imagen o palabra prestada, a través de la adaptación de Eric Heisserer (Nunca Apagues la Luz) sobre el relato "Story Of Your Life" de un novel escritor llamado Ted Chiang. Donde se abunda en la desunión y la falta de comunicación, generalizada.
Desde luego, la carrera del director canadiense es de otro planeta, se salta todas la reglas y sintaxis cinematográfica, para describirnos un concepto científico que se aparta de lo divino.
Aquí en Tierra, Villeneuve introduce a los protagonistas en un gran laberinto, sopa de letras invertido, casi otro sueño.

En Arrival, La Llegada de una anunciación (no virginal), aquellos padres de escritos arcaicos y dotadores de experiencias únicas a las antiguas civilizaciones (supuestamente), propagaron la semilla de la inteligencia emocional, incluyendo la paz, la comprensión y la reflexión en las nuevas generaciones venideras. Son los dioses de siete tentáculos, como las arañas de la maternidad, son los padres de la comedia existencialista, del surrealismo vertical convertido en horizontal, de la respiración de los pequeños pájaros y la escritura avanzada. Son la voz gutural de la expresión bondadosa, o monstruos incomprendidos, ante nuestra manifiesta incapacidad comunicativa.
Entre alumnos perdidos, desprotegidos y asustadizos como animales heridos, su expresión es la revelación, ante todos aquellos problemas causados por la incomunicación, o la falta del deseo para hacerlo. Siempre, las cosas más relevantes parecen desintegrarse ante el espacio más terrenal, de los ciudadanos, esperando las decisiones de seres poco inteligentes, humanos.

La señal en el horizonte, amenaza, o ilumina el futuro. Es una señal de odio o de esperanza... terror recurrente que se instala en las mentes, negando la realidad de un entendimiento, una y otra vez, como en el pasado histórico, en los albores de la civilización de Kubrick. Una muestra sordomuda, una lectura ciega, cuyo sentido desconoce el ser humano plegado a su debilidad, la mortalidad. Siempre divididos, atacados entre sí.
Para ello, Mr. Villeneuve (antes del Blade Runner de 2049), basa toda la estructura narrativa en el propio lenguaje y el contraste artístico, de brumas y ciencia avanzada. Como único método posible, para no caer en otras soluciones más drásticas y habituales del cine scifi, plagado de violentas respuestas, sin apenas silencios. Su solución no es belicista, aunque los ecos lo anticiparan como conquista, pero sí, una posible amenaza o aumento del terror nuclear, alrededor del planeta. Donde la profesora y lingüista interpretada por Amy Adams, es el centro ´virginal` de todo, protagonista de un encuentro onírico, cubierto por paralelismos metafísicos, entre dioses y monstruos tentaculares, comunicadores y oídos sordos.

Arrival, visita el pasado y descubre un futuro confuso (rodado en Québec, Montreal), un mundo perceptivo que envía una especie de obsequios fonéticos en otro plano dimensional e intelectual. E irá descifrando la realidad, con formas elípticas o circulares, un rompecabezas sintáctico para asombrar con su pacífico testimonio sobre la vida y la muerte. Pues, estos visitantes no parecen primerizos, vinieron junto a dinosaurios o monos, fueron el sonido del espacio y el monolito, propagaron la semilla mental, planificaron, dejaron a nuestro albedrío las respuestas, promocionan la confianza, sin ocultación del rostro o los ojos azules. Sin indefinición en el discurso, sino profundidad para comprender que la naturaleza ofrece todos los conocimientos, y la tecnología.
Las secuencias, más surrealistas no lo son, pues esto es la ciencia ficción. Imaginación en la repuesta a las vanas plegarias, para ayudar a someter a nuestros miedos más recalcitrantes, el temor al otro, al llegado de fuera. Al que viene a aportar, no a destruir. Podría ser (o debería), la sangre de un nuevo futuro.

Frente a esa superioridad moral, del humano, La Llegada confirma las apariencias y disfraces de la sociedad y algunos mandatarios, las diferencias entre bípidos y supuestos heptápodos más avanzados, la comunicación básica contra la universalidad del lenguaje. La frustración contra la esperanza. El amor a otro nivel, haciendo cara a nuestros odios acérrimos. La profundidad de lo dicho por 12 enviados, contra la beligerancia ante lo desconocido o mal interpretado, la inteligencia de Villeneuve y el texto escrito, frente a la desesperación de los que abandonan sin calma, este espacio cinematográfico.
Incapaces de entablar una comunicación fluida con las imágenes, incluso, entre ellos mismos al cruzarse en el pasillo o el baño. Con sus vecinos, desconocidos. Sin duda, un defecto que refleja nuestro lado más intolerante y despreciativo, la inseguridad ante lo extraño, que depara siempre una confrontación desigual e invasiva. Como aquella borrosa aparición en el pasado de nuestro antepasado, quizá.

En el aspecto técnico, más material, destacan los efectos digitales bien empleados y la calma para enlazar las secuencias, con movimientos precisos y palabras claras. También, aportan las apariciones casi sugeridas, flotantes, de actores como Michael Stuhlbarg (Dr. Strange y tercera temporada de Fargo), el hongkonés Tzi Ma, un cuidadoso Forest Whitaker (Rogue One) y el abducido por la mirada e inteligencia del papel de Amy Adams, Jeremy Renner, el Ojo de Halcón que visitará Wind River, del actor y director primerizo Taylor Sheridan, acompañará a Vengadores, Hombres Hormiga y los sonidos de otros animales del Ártico.
En definitiva, Denis Villeneuve vuelve a escoger la figura representativa de la maternidad, alargada de nuevo, para trasladarnos la idea tutorial de unos seres "lenguaraces" y protectores, si bien, la estrategia elegida se desenfoca en diversos advenimientos y predicciones, no tan asumibles por un cerebro corriente, basado en la apreciación visual. Sobre todo, en la divulgación de hechos emocionales y reproductores, donde el futuro pertenece a los genes, vinculados a las estrellas. Es decir, a una docena de apóstoles evolucionados.

Dice Amy Adams: "El Oscar de Hollywood, no es necesario para tener una carrera exitosa"... y añado: "Ni unos ojos transparentes y limpios".

Jóhann Jóhannsson - Heptapod B [From "Arrival" Soundtrack]


Nocturnal Animals Soundtrack - Suite (de Abel Korzeniowski)

Martyrs.


El borbotón de la sangre francesa

Comienza la película, estoy preparado para ver algo impactante.
Director francés...
Creo que el camino del gore no es mi predilección, aunque los directores galos le dan al género un toque distinto, y muchas veces, más bestial y descontrolado de lo habitual. Vamos que, la expresión se te queda congelada ante la invasión visceral y la cruda realidad, escandalosa de la sangre.

Además, dos actrices muy atractivas: Mylene Jampanoï, con una carrera en pleno despegue y la novel exótica, Morjana Alaoui.
En principio se trata de un comienzo al estilo Haneke, pero de pronto...
Mucha sangre, pero, bastante más que "funny games".
Cuando ya estás lanzado en el estallido hemoglobínico, la enfermedad mental se apodera de la siguiente parte.
La venganza da paso, al terror y al desasosiego emocional.

¿Qué me está pasando...?
No me siento a gusto viendo la depravación, pero no puedo dejarlo. No sin ver que me quiere contar este nuevo director.
De pronto, todo se detiene.
Todo, menos el sufrimiento. Nos adentramos en los obscuros entresijos del martirio, en toda su extensión (religiosa incluida).
Parece una secta. No, no lo es. Es la muerte.
Y después ¿qué...?

El director Pascal Laugier, lo ha conseguido, me ha hecho reflexionar.
No ha dejado títere con cabeza. Termina el filme y ya puedo respirar.
¡Ufff! Que hora y media en tensión.
Es de esas películas, que visionas como por una rendija, y al final, te dices que no la volverás a ver de nuevo.
Y tú, ¿no?.
No, si tu cabeza no está bien amueblada.
Fin del suplicio físico y psíquico.
Como calificaría esta película. Otra vuelta de tuerca al género.
Los franceses se reinventan y se destacan en el cine terrorífico-gore.
Un interesante horror.

*** Interesante ***

Películas recomendadas con ... New gore-french cinema:

El monje (Dominik Moll, Nota: 7.5)
The Divide (Xavier Gens, Nota: 7)
Dead End (Jean-Baptiste Andrea, Nota: 6.5)
Alta tensión (Alexandre Aja, Nota: 6)
Las colinas tinen ojos (Alexandre Aja, Nota: 6)
Captifs (Yann Gozlan, Nota: 6)
Á l'intérieur (Alexandre Bustillo y Julien Maury, Nota: 5)
La meute (Franck Richard, Nota: 5.5)
In their sleep (Caroline y Eric Du Potet, Nota: 5)
Piraña 3D (Alexandre Aja, Nota: 3.5)
Djiins (Hugues Martin y Sandra Martin, Nota: 3)
Mutants (David Morlet, Nota: 3)

domingo, 15 de enero de 2017

Elle / La Autopsia de Jane Doe.

Ella... El Sexo Vindicativo.

Mientras, hace tan solo 3 años, el director Spike Jonze nos atraía a una red, incomunicativamente social y romántica, también nos presentaba a Ella. Mujer, o fría realidad etérea, cuya voz era el reflejo desorientado y sexual de masculinos deseos o frustraciones de nuestra mente desviada y compleja. Era la historia de una obsesión solitaria que infundía la desesperación de una sociedad demasiado mediática y abstracta, a través de una voz cálida, no disfuncional pero remota. Un ser frío y caliente a la vez (como un cadáver que ofrece todas las respuestas) o una chica perseguida por una idealización mayúscula del romanticismo y soledad eyaculativa.
Un compendio de pasiones, que resultaba de ciertos procesos ocultos o codificados, tan complicados que sólo serían válidos para una imaginativa aventura romántica. También, la falta de comunicación que se denuncia, en una cinta de terror psicológico.

Aquello, o ella, significaba la identificación del amor con una idea mitificada o un reflejo interior que aparece como una diabólica necesidad, sin conexión aparente con la realidad. Esto es, un espejismo sobre las pasiones humanas que superan nuestra verdaderas circunstancias vitales, o el reflejo de lo que deseamos ser en el pasado. La superficie de una obsesión o la piel que esconde un secreto inconfesable, algo que origina una pérdida personal o conexión con el mundo exterior. Una abstracción singular al otro lado de una línea marcada de rojo y vestido ceñido en sueños, convertida en atracción o pesadilla existencial. El enfrentamiento contra la Máquina, convertida en mujer irresistible... como aquellas flexibles blade runners de Scott.
Sin darse cuenta que el vórtice involucionista, está presente y la lucha sigue viva, como una relación reiterativa y peligrosa, que sugiere la dulce venganza contra el poder establecido, dijéramos masculino. Por tanto, esa película escrita y dirigida por Mr. Jonze, entronca con otras pesadillas del futuro(y del pasado), que va dirigida al corazón, aunque calculada en otra mente más imaginativa, moderna y evolutiva.
Aquella historia increíble, para el protagonista parecía auténtica. Porque a veces, los sentimientos se esconden en un organismo inerte, en una leyenda desconocida o una visita inesperada, compuestas de palabras huecas. Sin emoción, como las capas de bits o el sexo de pago, tan gélidas como una mirada del ayer, o una imagen desenfocada de la realidad cotidiana, casi vecinal. Algo que provoca en el espectador esa sensación irresistible de raciocinio pasional, tras su visionado... aunque te engañe la perspectiva, los hechos narrados o, sus sentidos les confundan con esa extraña visión del placer o atractiva inmovilidad. Her era un mito o sueño... quizás, un mundo demasiado real.


Elle.

Ahora, vuelve Ella, la Huppert. Conviviendo dentro de un laberinto existencial, buscando al malvado minotauro del otro lado de la pantalla. Dejando sus pistas, para encontrar la salida, igual de directa y extravagante que un juego mortal de apariencias... O ¿acaso no lo es la vida?
Cuando su voz suena casi robótica como aquella dulce pesadilla, resabiada y sancionadora, pues parece mucho más cercana que otras ficciones femeninas sobre la invasión de la privacidad, e igual de peligrosa. Debido a sus movimientos provocadores y escenas radicales. Y, a otros elementos invasivos de lo cotidiano, más familiares. Una moraleja desconcertante.
Por tanto, su historia, aparentemente irreflexiva, posee engaño y dolor, a partes iguales. Suficientemente concentrado para crear una metáfora que establezca unas consecuencias tan desestabilizadoras como inesperadas para todos. Excepto la figura de Ella, dama de la escena francés, tal vez.

El horror implícito de Elle, es el temor en una mujer madura de éxito profesional, que relativiza sus preferencias ante una abstracción, desdibujándose frente a su familia y el ambiente laboral, con gráficos de última generación. Cuando realmente, está creciendo interiormente, hacia la superación de pasiones descontroladas que van, desde la atracción sexual al placer atribuido al dolor, o el amor sustituido por la protección del débil.
Mientras el sorprendido público que se acerca a esta historia salvaje, tremendamente física e idealizada en su desarrollo narrativo; se verá sorprendido con sus zancadillas y violencia, no exclusiva en un nivel social determinado. Pero sí, determinante

Su avance, simuladamente, obtuso y esquivo, gracias al director holandés Paul Verhoeven (Robocop, Total Recall), mantiene una tensión en ascenso, incontenible como el deseo de sus primeras entregas pasionales. Quiero decir que, El Holandés Errante por tierras galas, regresa a las andadas. Consumiendo una delicia, no holandesa ni turca (aunque igual de emotiva y realmente dura), de descubrimientos casi sacrílegos, con un guion basado en la novela de Philippe Djian, que puede resultar indigesto para la mente, no equilibrada. O peligrosa de cintura hacia abajo.
Con el montaje y la producción, Verhoeven nos envuelve con una atmósfera opresora, algunos podrían pensar que demasiado oprimida, inicialmente. Que se desenvuelve como una autopsia complicada, a través de la trama calculada y envuelta de ese aire irrespirable que transforma todo con su aroma a muerte.
Un secreto que concita a sus protagonistas, alrededor de su mente matemática, filosófica y humanista. Como un videojuego de conquista, elaborado para saciar los bajos instintos.

Es una obsesión en su cinematografía (como el sexo), la búsqueda de la redención del héroe acorralado, debido a circunstancias hirientes o castrantes, al filo de lo correcto. Del renacimiento de la venganza más cibernéticamente humana, no replicante en esta ocasión, hasta la recaída en las adicciones. En combinación con el morbo del mirón y el sexo más extremo, o esa amenaza oculta del hombre sombrío y obsesionado con el cerebro inteligente de esta mujer experimentada, interpretada con aroma a triunfo personal.
La filmografía del realizador, con Ella, ha pasado de las decadentes relaciones y turbulencias sexuales por los Países Bajos y sus dormitorios, hasta el crimen más abyecto y despiadado, en una urbanización de lujo. Es otra amante herida de este navegante, poco romántico, la penúltima de un recorrido magnético y erótico, por tan curiosa carrera fílmica.

Desde aquellas relaciones convulsas y desencuentros de sus películas europeas, a la conversión de un carismático ´monstruo`, perseguido por el pasado y su indefinido futuro. La mujer como figura de un héroe o protector mecánico, buscando la redención y la venganza familiar, hasta sacudir los cimientos de féminas enfrentadas, en un baile decadente hacia la muerte. También, repleto de alternativas sexuales con final, no tan feliz... tal que una guerra generacional contra enemigos o depredadores de otro planeta prohibido y ficticio. Aquí, se separa la realidad de lo imaginativo.
Así el guion de David Birke, aparece como un fantasma (el próximo será Slender Man, The Film), para aumentar la tensión y el fuego, en sus delicadas manos. Gracias a la increíble interpretación de una Isabelle Huppert, monstruosa, descomunalmente fraccionada en distintos roles, que borda. Eléctrica y desafiante, tal que las arterias de tu mano empuñando con fuerza un picahielos y clavándose en la perdida carne. O un aterrador costótomo.

Por supuesto que, esta Elle de París (producción entre Francia, Bélgica y Alemania), no tiene que ver con la Her de Jonze en lo básico, salvo en su relación extraordinaria y ciertas conexiones binarias, en su instinto de supervivencia. Pero, posee esa convulsión sentimental que te arrastra a nuevos horizontes desconocidos de la mente quebradiza, casi vocacionalmente enfermiza. Con unas órdenes que procesan un extraño juego digitalizado, una película dentro de otra, un engaño dentro de dicho juego. Igual que una investigación privada abre nuevas pesquisas, o cuerpos inertes, entre la imaginación criminal y sus resultados... tan contraproducentes para la salud. Física y mental.
Hechos violentos o desenfrenados, tal que un juego vicioso que pareciera haber sido diseñado por el mismísimo diablo o la brujería. Silente, y disfrazado de hombre corriente.
Cuando la protagonista acaricia su pelo, felino, asomada a una ventana, observa ese futuro cristalizado por el recuerdo, que la persigue día y noche. Hasta la enmascarada sublimación.

Huppert, que entreve el peligro (de un papel extremo y difícil), se crece contemplando el futuro que resta por venir, semejante a ese puñetazo que aún duele en su rostro o una quemadura de siglos. Pero mucho más dañino para su propia intimidad femenina.
¿De veras, crees qué esta trama sugerente se queda ahí? ¿En la simple contemplación? En la destrucción de un mundo, cubierto por falsedades, recriminaciones e injurias... o por el contrario, es la explosión ralentizada de nuestros odios exacerbados.

Quizás, un conjunto de ambos, realidad e imaginación extrema. Pues los encuentros y las palabras expresadas están vacíos, ilegibles para un sorprendido público. Desafiante con su método inteligible y crudo, aunque la violencia se convierta en el sentido de todo, tanto en el ámbito social como en el privado. Dentro de la psicología perturbada de todos los personajes, existe algo más, incómodo. Siempre perseguidos por agravantes asociados y observados por nosotros, escrutando en su intimidad como un agresor busca una grieta o resquicio pasional por el que colarse en su vida. Todos arrastrados a su propia destrucción, o no.
Elle, por tanto, es la madurez y personalidad experimentada de una actriz, al estudio de los comportamientos femeninos, para tratar aquellos asuntos más complicados e hirientes, con cierta frialdad. Defendiéndose, e Isabel Huppert se acerca a la excelencia con una actuación medida, aparentemente gélida. De hija del Amour a defensora materna de una desaparición, creadora de ilusiones inconfesables que incitan a mentes ausentes, o las más solitarias, disfrazada de inseguridad, algo condicionada por los últimos datos corrompidos en la memoria o una misteriosa autopsia. Como la respuesta metafísica a ciertas dudas existenciales, o cuentos de miedo que nos asaltan por las noches, leyendo la original novela... Oh, sorpresas te da la vida.

Después, esa intimidad la convierte Verhoeven en mero ocio privado, para consumo rápido y anónimo. Todo lo programado, se emborrona en la pantalla calculada y logra esclarecerse con el tiempo, si Elle lo trasplanta a su vida real. A los ataques verídicos en las noticias, lejos del juego macabro y violencia digital comprimida, dónde subyace el diseño y la fantástica estructura narrativa, que toma la perspectiva del acoso y lo extiende hacia otras ramificaciones familiares. Ahora, todo parece más extraño, convulso e imprevisible, demasiado bestial para ser verdad... cosas de la experiencia y la mente intrincada del creador.
Ella, Madame Huppert, trabajadora, profesional y divertida, emerge de la pura esencia y la clase, también del odio a su alrededor. Se limpia la podredumbre que quedó atrapada en su piel y los huecos de su teclado silenciado, aquella noche. Mira de nuevo, para comprobar que la historia se repite hasta la saciedad, por todos lados, abriendo nuevos caminos hacia la locura. O, hasta descubrir la verdadera esencia de una mujer segura, inteligente, manipulada por el corazón, no manipulable fácilmente. Repleta de recovecos o pensamientos estratégicos, ya que si le tocan la moral, ella responde con cierta solvencia o decisión, para sus negocios y asuntos privados. Se dirige a un final sorprendente y desconcertante.

Para comprobar que, los hombres han transformado todo lo que quiere o aquello que deseaba, han modificado el diseño, las rutinas programadas y las reglas, falsificando su labor incansable y la perspectiva, su enorme personalidad, maltratada, desproporcionada, maniquea, radical, ofuscada... libre. Ahora, que se encaminan a sus propias vidas y se alejan de ella, el ámbito laboral se ha convertido en una lucha incesante de géneros opuestos y otras bifurcaciones personales que se cuelan en el ambiente, en su propia sangre.
Por tanto, Paul Verhoeven ve en Ella, un arma preparada para la batalla viciada que se avecina, la mordida de un animal herido o sin el valor suficiente para enfrentarse al problema, convertida en todopoderosa. Decidida, dirige con mano izquierda a la industria de ocio, y derecha para otro tipo de ejecuciones que deberán producirse, tarde o temprano. ¡Claro, basta de tanto quiste sebáceo... que deformaba su figura trabajada y estilizada! O esos virus informáticos que se reproducen enquistados en el interior, con extrema violencia y carnalidad... pues, esa será su lucha nada romántica. Evitar una contaminación que nuble su personalidad, o el ascenso de una deidad vindicativa.

Tras el hecho narrado y el masoquismo, su evolución personal provoca sensaciones dormidas del voyeur, reproducidas hasta la salida de la proyección. Tras esas rasantes imágenes de Verhoeven, cambia el ritmo del espectador y extrema sus pasos futuros, que se pensaban ya a salvo de cualquier agresión. Ellos y ellas, intrigados ante la sucesión de dramáticas circunstancias de una mujer acosada y otras batallas psicológicas, sexuales... pues, las claves se suceden en racimo, como una pelea violenta en un ring de pensamientos dispares o una incisión en un cuerpo, en el sótano de nuestros temores y deseos. Un conjunto de identidades al límite, configuran esta Elle abstracta, ante tranquilidad victimista de esta Michèle, en profunda admiración traumática con la nueva etapa experimental y deformada por su humor dolorido. Al igual que la osadía de un director desconectado, como Paul Verhoeven desde aquel Libro Negro.
Así, Elle se transforma en espiral vertiginosa, al ritmo de la absorbente música de Anna Dudley, tensa o melódica según requieran las imágenes, e interpretaciones corales del actor alemán Christian Berkel (Valkyria, Inglourious Basterds) o los franceses Laurent Lafitte, Charles Berling y el joven Jonas Bloquet. Nutriéndose de la energía y la materia cambiante, de desperdicios sociales, que terminarán en el mismo lugar. Con todos los personajes revueltos o cuerpos desvencijados a los pies... de Ella.

Tal que un puzzle siniestro o incisivo, por fin, concretado y resuelto. Victimas o verdugos, marcados con frustraciones pretéritas, y viceversa, deseos eternos. Donde, el ganador es el espectador, implicado en el entendimiento del sádico encuentro inicial. Comienzo terrible que distorsionaba la realidad... no, la verdad.
Lo real coquetea con otras inclinaciones sexuales, la lucha generacional que trasciende tras la cámara, hasta nuestra butaca y mirada. Travesías del complejo de Edipo o indefensión de hijos frente a dificultades coyunturales y matrimoniales, herencias genéticas de matrimonios defectuosos y posturas vergonzantes, engañosas como sangre que nublara su visión. No hay sentencia posible... su violencia no se cuestiona, forzada por la concepción cosificada o presuntuosa del género masculino.

Para encontrar las claves, en Ella, deberemos olvidar las primeras sensaciones personales ante las imágenes y el sentido romántico de este comentario, las persecuciones en la oscuridad y ciertas extralimitaciones, como insultos y vejaciones, el dolor infringido, la pérdida del honor y toda la injusticia social. El machismo en las redes y trabajos, pero especialmente, de cualquier otra estrategia alocada... al menos, hasta asomarse a la ventana o visualizar, su verdadera sombra. ¡Venganza!

Elle (2016), Soundtrack by Anne Dudley.


La Autopsia de Jane Doe.

Sigo con esta sesión orgánica, sobre el espíritu femenino.
Ahora, la intranquilidad psicológica y científica, se apodera de una fría sala de autopsias y sus tres protagonistas, danzando con la muerte y el escarpelo preciso. Digamos que, se trata de un gore, casi educativo.

Nos hallamos ante la cinta de horror del momento, creada entre las productoras 42 e IM Global, y gracias a la mente de los guionistas Ian Goldberg y Richard Naing, más la agilidad conceptual y visual de un director noruego llamado André Ovredal (Trollhunter). El resto es una historia que reúne todos los miedos que se apoderan de la escena, o en este caso, La Morgue.
Desde casi el comienzo, después de la presentación de una pareja de novios con singularidades, compuesta por la actriz británica Ophelia Lovibond (Guardianes de la Galaxia) y el californiano Emile Hirsch (volviendo a despuntar como en Hacia en Rutas Salvajes), aparece un experto patólogo forense y padre, autorizado legalmente para abrirle las entrañas al pasado, interpretado por un gran actor escocés llamado Brian Cox. Actor de origen escocés que ha participado en películas de acción como Rob Roy, Braveheart, Troya, Truco o Trato, X-Men 2 o El Caso Bourne, y grandes odiseas personales como Academia Rushomore, Adaptation, La Última Noche, Match Point o Zodiac, además de recrear dos voces interesantes en Fantástico Sr. Fox y, claro, Her. El resto son posiciones, suposiciones, ángulos y perspectivas del horror, palabras que se clavan en la carne y exposiciones legendarias.

La atmósfera ya te pone los pelos de punta, hasta que aparece Ella sobre la mesa de disección, la bella y pálida actriz Olwen Catherine Kelly, que solo necesita de su cuerpo para hacerse notar (y de qué manera). A no ser, que tus funciones vitales anden por los suelos o hayan desaparecido por completo, vamos, que tu corazón no sienta ni padezca.
Porque, La Autopsia de Jane Doe, que verás a continuación, está practicada de forma contundente y exhaustiva, tanto que te corta la respiración, aún a sabiendas que se trata de un simple cadáver de ficción al que da pena estropear (hermosa presencia muda); pero necesitamos saber más sobre su entrada empujada por el sheriff, si bien está rodada en un claustrofóbico interior de Londres, con sus pasillos y nichos refrigerados.

Lo he dicho... ¡hermosa criatura!
A partir de ese momento, todo se complica, aunque las interpretaciones se fundamentan con la personalidad y seguridad de los actores, ofreciendo imágenes descriptivas de una autopsia profesional y los métodos empleados para descubrir los secretos que reserva el cuerpo de Jane Doe, sin otra nadie sin nombre. Los apuntes y motivaciones, serán pura invención, pero te recuerdan las atribulaciones forenses de Clarice Starling con las especificaciones de la serie Breaking Bad o un CSI extraordinario; hasta que la ficción se vuelve demasiado impactante, casi sobrenatural, y confabulación alucinatoria...
El filme contiene trazas de una realidad forense que desenmascara los conflictos internos de padre e hijo, enfrentados con motivaciones distintas y consecuencias insospechadas. Pero, materializada con un aspecto más oculto, que se irá desgranando poco a poco, como el hueso de un sabroso jamón de bellota... tan deseado.

Sin embargo, todo lo que vemos y sentimos de cualquier otra forma, tiene que ver con el desarrollo del sufrimiento humano, por lo que tendrás que prepararte a conciencia. Elegir el día oportuno para la operación abierta.
Toda la atmósfera va encaminada a crear un complejo entramado psicológico de tensión cinematográfica de calidad, variable como las respuestas del cuerpo aparentemente inmaculado, desde la hipótesis científica o policial del asunto misterioso, hasta todas aquellas cuestiones personales que circundan los tejidos desprendidos, es decir, la relación entre los personajes ataviados con sus batas y guantes. Métodos de precisión que apuntan a la cabeza del espectador, y se manifiestan en una baraja de posibilidades, que se refieren a ciertas cuestiones del pasado y que parecen alimentar algunos fenómenos inexplicables. Ella, es aquí, una tesis vindicativa y purgatoria, de los propios errores cometidos como especie racional.

El resto de la explicación facultativa, está en lo profundo de nuestras raíces y conocimientos, es decir, dentro de Ella y sus increíbles reflejos. De la punta del cabello a las uñas de los pies, todo lo conoceremos.
Primero, es significativa la omnipresencia de la Belleza con mayúsculas, porque se refiere a la divinidad mancillada, a una alegoría de la violencia que desata nuestra repulsa, y su ira. Con lujo de bellos detalles, observamos los horrores que vienen a continuación, todos relacionados con aquellas que percutían el dolor infringido sobre nuestras mentes. Como Martyrs encabritadas o la Hard Candy más radicalizada, que indicaban un movimiento imparable y vindicativo, sobre el género masculino, pues el sufrimiento de su identidad se leía entre las marcas ocultas.
Se forma una idea en la mente, mitificada, motivada por nuestra angustia de sufridores, mancillada por la inocencia de su figura, multiplicada por el dolor.

De manera que, una vez, sajada y diseccionada, observada meticulosamente, nos introducimos en un mundo diferente, donde la violencia se desencadena como una expresión sádica de la historia. Aunque realista en el aspecto visual, penetramos en una trama conectada con el feminismo, sin fronteras, con la percepción macabra que movía a Elle u otras más desconcertantes, con armas impensables, hechos sangrantes que confunden realidad con sueños, sadismo en las manos de expertos, maquiavélicas manipulaciones de nuestra conciencia, bien despierta.
La remueven, nuestra mente y a Ella, ésta ilegible Jane Doe que nos apasiona. Pues, guarda un secreto inconfesable. La vapulean, porque nos enfrentamos a un universo paralelo de terribles consecuencias en el calendario, con siniestras honomásticas y vueltas atrás. Hasta hacernos presenciar los horrores y dolores más terribles. Sí, amigos, este director sabe bien lo que tiene entre manos, una pequeña joya del terror, semi-independiente.

En esta idea de la beldad, se enmascara el infortunio de los presentes, petrificados ante la presencia de la joven atribulada y petrificada, bueno, de sus sufridos órganos, que nos contarán tantas cosas como sea posible sobre su pasado incierto. Sin apenas abrir la boca, pero... ¡ay, cuándo lo haga! Preparados para correr, o no.
Seguramente, los cimientos de la medicina forense temblarán, las costuras tomarán formas increíbles bajo la nueva perspectiva vital (y horizontal), se desquebrajarán todas las teorías filosóficas o metafísicas, y la ciencia se verá vapuleada ante una oleada de pruebas contundentes. De visiones (no identificadas en el espacio y tiempo presente), en función de la mente y una presencia legendaria. Ella, esconde múltiples señales en su cuerpo y una herida incesable en el alma.

En el sentido más profesional, poco queda por decir, es un gusto. Dada su labor impagable como científicos patólogos y actores, ya que tenemos a dos generaciones de intérpretes de la verdad en escena, aunque sea terrorífica. Son solventes de sobra para este caso, si bien se les va un poco de las manos y el bisturí, gracias a los acertados guionistas y la producción artística, donde la iluminación toma las riendas de este sortilegio.
Descubrimos con La Autopsia de Jane Doe, que un buen guion se construye desde el interior, hacia fuera, de las entrañas a la exposición conceptual, de la imaginación al corazón y los datos más descriptivos, o situaciones extremas. De su articulada experiencia a los impulsos más pasionales, que nos llevan a la destrucción. De lívidos labios y miradas concentradas, sobre piel, huesos y sangre, que conforman la milagrosa consistencia, a los espacios que nos mantienen en pie o los silencios con que enmudecemos. A la profesionalidad de los actores y equipo técnico, que nos dotan de conocimientos y pensamientos vagos, razonamientos involutivos, hasta que la muerte los separe...

Sin duda, ante los sagrados o científicos acontecimientos narrados, una figura despunta entre los vivos y los ´muertos`, la del noruego André Ovredal que practica una operación de precisión sobre los espectadores, sorprendidos y boquiabiertos ante la belleza mancillada. Si consiguen resistir la verídica representación inicial y ciertas torturas ´indoloras` a las que "no serán" sometidos, sino que las padecemos en su carne especial. Ella, la chica de The Autopsy of Jane Doe, y nosotros como voyeurs del dolor y la culpa.

The Autopsy of Jane Doe, soundtrack.

domingo, 8 de enero de 2017

Approaching the Unknown / Equals.

Un Viaje Estelar hacia la Distopía.

Hola. Nos hallamos en plena era de la nanotecnología, donde las cosas más pequeñas se vuelven las más importantes o necesarias para el se humano. Desde la concepción de un complicado engranaje metafísico, conviviendo con la angustia o la exasperación colectiva de nuestra corta historia en el planeta, y buscando una salida a todas las frustraciones. La ciencia ha empezado una costosa carrera que compite con ese exceso de prisa por alcanzar los objetivos, los descubrimientos predichos por la fantasía y la ciencia ficción, o investigados con éxito, hasta el momento. Casi siempre, una complicada misión para los estudiosos, que siguen una travesía del conocimiento como regla básica, y una realidad administrativa (y económica) que transforma a los seres humanos en auténticos robots. Seres que no sienten ni padecen, algo así como, un futuro mundo feliz, totalmente aséptico, respecto a los valores, dudas y sentimientos humanos.
Es decir, que la sociedad tecnológica avanza a grandes saltos y mayores inconvenientes, en un baile estelar con la imaginación. Una lucha incómoda, en el sentido de nuestras propias relaciones con los demás y la ralentización para conseguir metas o investigar los grandes problemas universales. Son interferencias en dicha realidad utópica.
Digamos, que preferimos estar comunicados, como ocurriera en las grandes obras cinematográficas y literarias. Donde el contacto con nuestros semejantes (por videoconferencia u otros medios), se convierte en una fuente indispensable de nuestra aventura espacial y social, aunque sea de forma desnaturalizada o artificial. Como lo demostraron filmes de la entidad de 2001: Una Odisea del Espacio o Blade Runner, cuando la comunicación de garantías se convierte en una escena familiar, tal que los scifi actuales y sus personajes, necesitados de una voz o noticia de la Tierra. Así, lo demuestran Interestellar, Gravity o The Martian.

Del otro lado, de este viaje intermitente, no podíamos olvidar los efectos de la incomunicación, en determinadas distopías que plasmaban las dificultades para conseguir una sociedad feliz. Propias de un cerebro (que podían ser las redes sociales de hoy, con ciertos arreglos urgentes), que se ve atrapado en un enfrentamiento filosófico y científico, que tiene un reflejo casi humorístico, contra esas reglas socialmente aceptadas, impuestas por una entidad anónima, contra los sentimientos y el enamoramiento de una Julieta. Nereida grácil y desenfocada por sus continuas visiones románticas o batallas infructuosas con el otro género. Pero, el destino, es ese caballero o explorador, que está dispuesto a tal sacrificio, para llegar a caer rendido en brazos de un ideal romántico. Es el mismo contexto, de dicha necesidad de comunicación o primera razón para la comprensión del otro, pero objetivamente en una relación de pareja.
Mientras, los amantes eternos y bastante idealizados de Shakespeare, sufrían las consecuencias de un conflicto generacional y mentalidades enemigas, que los envuelve en una constante nebulosa de efectos contraproducentes; la sangre se vuelve la expresión de una contaminación, un virus que evita la duda. Una cadena de bits contagiosos o una enfermedad neurológica, que desnaturaliza nuestra perspectiva familiar y conceptiva, aunque nos transforme en un mero servidor, un recolector de ideas y evasor de sentimientos. Donde sus familias son borradas, en función de la colectividad, el amor significa ser un constipado, que trastorna las funciones habituales y la medicación es la anulación del enemigo. Esto es, que eliminando el concepto pasional de su ecuación formativa, lograrían detener la hemorragia tras un pasional encuentro, un cruce de miradas y la limpieza de su genética equivocada. Resumiendo, todo sería tan perfecto, global y armónico, que asusta... la respuesta es que cada oveja esté en su sitio y con su pareja... aunque sea seleccionada de forma digital o programada. A pesar de las propuestas confusas o los matizados recursos visuales, con que se cuente en la producción. Esta es la auténtica utopía, del cine.

Approaching the Unknown.

Después de algunos utópicos, Viajes, o fugas no interestelares, proseguimos con los datos necesarios para evitar el desastre o una familia desestructurada por el cansancio de una distancia irreconciliable o asequible. Con el paso de los años y el desgaste en nuestros huesos, al vacío, las nuevas generaciones de exploradores, se dan la mano con el director Christopher Nolan y un salto exponencial hacia la conquista de un mundo inhóspito o sentido del todo.
Pronto, alcanzaremos el Rojo (más que verde de la esperanza), observando la necesidad de controlar el medio con las novedades visuales y las hondas de propagación. Controlaremos la órbita de Marte (u otros destinos), con la conexión recalcitrante como bandera, ya sea con satélites o repetidores de posición en el terreno, que facilitaría nuestra larga misión en el espacio. Pero, en Rumbo a lo Desconocido, también surgen otros problemas que sí estableció Ridley Scott en The Martian, aunque su limitada producción (este comentario se identifica con dos películas independientes) no garantice el triunfo de la imaginación o el arte conceptual. A veces, nos hallamos ante un parche o factura visual con grietas, mucho más desequilibrada en las perspectivas (recordemos a Mr. Kubrick), pero de exigencias libres y comprensión calmada, introspectivas y personales, como la obra nobel de un director o la travesía de un astronauta y científico, luchando contra gigantes o estimulantes descubrimientos. Un estudio interior, dentro del reconocimiento de las propias limitaciones técnicas o de la imaginación para elaborar cualquier analogía conceptual de ambos viajes.

Parece un simulador o una aventura demasiado acelerada y poco elaborada, como si no perteneciera a la época en la que se desarrollan los hechos o el futuro en tales circunstancias presurosas. O las inquietudes de sus protagonistas (diría casi como un único ejemplar científico), sin contar con colaboración plausible, un equipo de entidad para hacer frente a esos problemas vitales o enigmas de nuestro futuro. Principalmente, la extracción de los recursos necesarios para conquistar nuevos territorios, yermos o contrarios a la exposición natural del ser humano y la expansión de una raza, bastante cambiante.
Pues, en Rumbo a Lo Desconocido (no tanto como décadas atrás), el director Mark Elijah Rosenberg se encarga también de un argumento contundente pero excesivamente lineal. Dispuesto como un texto concienzudo o una lucha interna y mental del protagonista, rumbo a la susodicha colonización marciana y la demostración de su espíritu aventurero. Destino a la no desmoralización individual y la falta de comunicación, sería el consiguiente fallo colectivo de una humanidad condenada. Para ello, confía en la designación certera, de un actor como Mark Strong, hábil para ciertos casos e investigaciones, concentrado en su misión como solitario pionero espacial y la reparación imaginativa de cualquier problema derivado de un hecho imprevisto. Tal encomienda o máxima responsabilidad, ante sus congéneres inteligentes, se garantiza con su voz y pocos medios más.

Porque, se identifica el riesgo de la locura o la idea de una muerte errante. Esa misión que arrastra un gran peso, esquivando algunos mínimos contactos con el exterior o las órdenes de una base Capcom, no fotografiada, guiada por la imagen desordenada y la voz intermitente de Luke Wilson. Si bien la verdadera lucha, se desencadena en el cerebro de este protagonista exclusivo, el exterior se agranda como inmenso enemigo, la distancia mental ante una larga exposición al viaje espacial. El silencio o varios, que predicen la tensión o la evaluación de los hechos, el ánimo y la concentración, ante la falta de contacto con seres queridos y, por supuesto, la elaboración de aquellos materiales esenciales para sobrevivir. La terrible imagen de una vida alejada de la Tierra, especialmente, identificando la posibilidad de un, no regreso.
La película no es un gran ejemplo visual o narrativo, pero sí, un ejemplo de la resistencia del organismo y una estimada representación de los científicos, con su labor silenciosa y su mente dedicada, que viaja paralelamente con el riesgo necesario de una producción independiente. Qué viva, la ciencia ficción de serie B, para siempre. Hasta el fin del viaje...

El resto es una producción escueta y cohibida por el presupuesto, entre Loveless y 3311 Productions, quizá ajustado excesivamente. Comprimida en primer lugar e interesante por los conceptos básicos que intenta desarrollar, al margen de otras dudas o críticas científicas que se podrían hacer. Pues, aún encontrándose con todos los inconvenientes posibles, ante el reducido espacio cinematográfico, mejores desarrollos conceptuales o artísticos en los escasos efectos especiales, y la falta de esos detalles narrativos de alcance, son una ligera rémora. Ya que el peso recae sobre una sola figura, sin las variaciones que le ocurrían al castigado y emparejado Matt Damon, o por consiguiente, una acción ralentizada por la falta de respuestas. Un ser inteligente que lucha contra las frustraciones personales o del equipo, cada vez más lejano, de forma pausada y sugerida, como ocurre en cualquier tipo de aventura utópica con el presupuesto (de momento) y puede que, demasiado relajada para posibles candidatos a espías de su intimidad y perspectiva biológica. Eso sí, visto por una empañada y diminuta ventanilla con vistas a ninguna parte, o a todas. Como la propia serie B de fantasía... o más real...

Definitivamente la película Approaching To Unknown, no es nada de otro mundo. Todo remarcable o la nada, pero representa a aquel individuo o cerebro, que tarde o temprano, tendremos que empezar a visualizar de alguna forma. Con estos medios escasos u otros, ahora que empezamos un futuro plagado de nuevas tecnologías a nuestro alcance. Y comunicación, algo incomunicada. De momento... tendremos que respirar, saciar nuestra sed y alimentarnos, convivir con la soledad y el desaliento, luchar contra nuestro propio miedo o ego (o el de los superiores sentados en una oficina), calcular los costes en material y vidas, almacenar y crear los recursos, expandir nuestra mente y reducir los contactos con el exterior, dramáticamente. Despedirnos de las familias y amigos, dirigirnos a un punto determinado, sentir (o no), sobrevivir a una posible debacle de la humanidad. Ser Quijotes apasionados o Sanchos más racionales.

Equals: Semejantes, pero... distintos a ayer.

Con el siguiente ejemplo fílmico, comprobamos que una falta de comunicación (o demasiado controlada) es el problema de la especie. Desarrollamos una nueva y antigua curiosidad, histórica, a la que se enfrentaban las utopías más deshumanizadas o asépticas. Controladas por aquello que George Orwell desarrolló como un fatídico, conocido por todos como Gran Hermano.
Aunque me llegue con dos años de retraso, el mundo ha cambiado menos de lo que suponíamos... los recuerdos son una sucesión de imágenes codificadas y controladas de manera secuencial, los intereses de un denominado Colectivo. No identificado o jerarquizado estructuralmente en la igualdad no recíproca (como en la mayoría de distopías de la Literatura Universal), que combate el libre albedrío con una página más artificial que necesaria para la vida en dicha igualdad, una memoria sabia o el futuro libre de errores genéticos. Una película independiente, que podría significar un ejemplo, no excesivamente lustroso y desarrollado con brillantez narrativa, para definir la separación con ese pasado emocional de nuestra raza. Emocional... e inteligente, por ahora.

Sus efectos transformadores en nuestras mentes, son estudiados y se vanaglorian del éxito alcanzado por esa desnaturalización del individuo que muta nuestra perspectiva, el concepto de igualdad y la creación de una sociedad carente de dudas o prejuicios románticos. Ejemplos predefinidos en una sesión digitalizada en muchas ocasiones, esta no, y observados como adulteraciones a eliminar del subconsciente o del carácter individual. Ya que nos parecemos sin ser idénticos, vemos las mismas cosas y vestimos de la misma forma, calidad y complementos, leemos las mismas noticias, somos elementos básicos que se alejan de la singularidad de otros tiempos. La máquina ocular de Orwell, a pleno rendimiento o carente de una neutralidad, aconsejada por una mente libre.
Los descubrimientos científicos y las noticias sesgadas, forman parte de nuestra realidad cotidiana, para eliminar errores de la humanidad, demasiado recientes y dolorosos, alguien dibujó una sociedad nuclear (por tanto, poco salubre) reflejada en esta visión distópica, fluctuante e imprecisa, llamada Equals.

Dirigida por un director californiano, de nombre casi mágico y siniestro, como Drake Doremus, (y del que admito desconocimiento de su trabajo anterior), tiene aciertos narrativos y visuales, y una actuación piel con piel, pero demasiado alejada de lo verdadero. Es también, un exceso de detenimiento en ciertas escenas superficiales o amatorias, que convierten la épica shakesperiana de Romeo y Julieta, en un juego prohibido de aproximaciones genitales difuminadas, leve contacto de ´adeenes` y amor de compra-venta en grandes almacenes.
Como decía, somos semejantes a Silas y Nia, en otra época y circunstancia, como buena película fantástica. Algunos de identificarían con la distante actriz Kristen Stewart y sus dudas, su seguridad impostada. Otros envidiados como Nicholas Hoult y su traumático encuentro, ante la realidad de una comprensión existencialista o retroceso singular, un actor enamorado de nuevo cuño y guiado al estrellato, antes de otros títulos como The Current War, junto a Tom Holland, Benedict Cumberbatch y Michael Shannon. O representando a un futuro J.D. Salinger. Iguales dentro de una sociedad enfermiza, sobre la idea de igualdad errónea, es decir, desincronizados en el espacio (localizaciones irreconocibles en Japón y Singapore) y el tiempo, de la piel y los besos. Que amenaza nuestra globalicación actual, pues creo que todos preferiremos ser diferentes pasionalmente hablando, aunque vistamos los mismos materiales y diseños preconcebidos.

Somos iguales ante extrañas leyes, de nuevos hombres y mujeres en su futuro. Supervivientes de guerras y atroces comportamientos, casi de manera robótica o como animales nocturnos, que se mueven en un enjambre emponzoñado por los defectos, en el que se ha borrado la huella genética y se ha condicionado el individualismo. La forma de relacionarse, tanto en público como especialmente en privado, simple, hermética y demasiado homogénea, es aparentar el espíritu que definía a nuestra raza, exterminar el otro yo y la pasión en un roce de los cuerpos, el consejo de gente que ya ha pasado por las distintas fases de esta desconexión programada.
Aunque alguna de las voces que nos avisan del peligro, sea la del propio Guy Pearce, quizás en el mejor registro oculto tras el guion, ideado por el propio director y evolucionado por el creador narrativo de la película de culto Moon. Pero, Mr. Doremus se entrega al distanciamiento calculado visualmente y gélido en el apartado interpretativo, entre la pareja protagonista. Al menos, no observo dicha atracción en su actuación conjunta o una identificación con el concepto de la obra, que se otorga en otras opiniones o generalidades de los comentarios a favor. Por tanto, significa que el asentamiento programado es el idóneo, aunque intente separarse de territorios delimitados de la ciencia ficción, hacia otros románticos fuera de control.

Con algunas pequeñas discrepancias utópicas o ´errores genéticos` que empiezan a aparecer de manera más habitual de lo recomendable, en nuestras actuales bases de datos, Equals naufraga en lo cercano y lo externo. Esta involución no está reflejada en su conexión íntima... y tampoco en lo que les rodea, pues... ¿qué hay, allí afuera?
Parece que no importa. Los cohibidos Romeo y Julieta, se estudian de cerca como tortolitos adolescentes y sólo es necesario, un acercamiento en primer plano, la conciencia plana, las imágenes borrosas de sus manos, piel y bocas, como un anuncio de colonias en la tele. Qué pena de idea en la producción de A24, manifiesta y eficazmente limpia, blanquecina y distópica, en dirección contraria a las grandes novelas o descripciones de este género literario tan especial y apasionante. Por consiguiente, lo verdaderamente relevante, es un amor desenfocado.
Las analogías futuristas que diseñaron los cerebros utópicos de otros artistas contemporáneos (cine y literatura), son una simple excusa para la estética y el sentimiento juvenil. Dónde Romeo es una magnánima representación masculina del romanticismo, rodeado de asepsia que invade todos los rincones de su universo esquemático y neuronal, y Julieta es un ejemplo andrógino de los nuevos tiempos o femenino singular, que se devana entre el cerebro digital, no definido, y sus lágrimas artificiales. Rasgos comunes dentro de las relaciones laborales o estudios de hoy, contactos sexuales con otros miembros de la sociedad 4G o supuesto, mundo feliz.

Emoción significa un retroceso a los albores de nuestra herencia genética, superada con mecanismos inteligentes ¿? o muy homogéneos e integrados, aceptados globalmente. Diferencia que es tratada como una peligrosa enfermedad (fuera de la red social), que lucha por salir a la superficie con ciertos daños individuales, una somatización controlada del dolor y las dudas, de errores humanos, que comienza a evolucionar como siempre... y siempre involuciona. Al menos, eso parece hoy.
Luego, en Equals, los sobresaltos no poseen ninguna conexión anterior con nuestro pasado. Son efímeros como un dolor de muelas (ya superado hace tiempo), o cada vez más extensos, tal que una mala señal o lacalización. No obstante, el cerebro lucha por mantener la calma y buscar lo más próximo a nuestra realidad, a nuestra mente ingobernable en ocasiones, para actuar como la eficaz protección contra un sistema programado o alejado de otros manipulables sentimientos y de la singularidad. Por una excelencia, demasiado limpia e inhumana, semejante a una existencia generada por la vida artificial o la fuga de Logan sin contactos ni placer. Una especie de cyborg pretérito, que acercaría a Kristen Stewart a la humanidad, con un levísimo presentimiento en su mirada o temblor en sus labios generosos. Es decir, un viaje o mutación utópica a la morfología animal, calor social y sentimental, más saludablemente peligrosa.

El siguiente paso utópico, es un gran paso para la humanidad, al otro lado de la exploración del más allá... iniciando un acercamiento progresivo alrededor de su estrella. Algo tan prohibido, que supondría un quebrantamiento de las reglas universales de uso colectivo y esa generalizada declaración de principios a la población: "Queda prohibido cualquier tipo de contacto físico", en manos de románticos empedernidos o silentes espaciales.
Más que un ritmo pausado y cerebral de relaciones personales... un manifiesto ecléctico de las demostraciones sensoriales por las somatizaciones interconectadas, semejante a aquellos perseguidos lectores de Farenheit 451 y sus ´animados contagios`... donde la enfermedad es tan natural como la lectura o el instinto, enrevesado y básico, de animales nocturnos.
Pero... como señalaba al comienzo de este aséptico comentario, ante la mortecina claridad de un futuro dramático, las parejas juveniles y su aspecto disociativo (al igual que una página digital cerrada a cal y canto, por falta de mentes interesadas), la conexión profiláctica debería despojarse de etiquetas, agresiones o ciertas creencias atrasadas, hacia nuevas mentalidades más abiertas y humanas.

Pues en otro Equals (de una Verona post-moderna y nanotecnológica), todos serán iguales en la superficie... o no serán. Pequeños vicios alumbrarán otra identidad, o quedarán atrapadas en la silenciosa nada... como un astronauta sin aire ni comida. Intentarán huir de los muros vigilados o se separarán, con el veneno concentrado en los ojos... Él y ella, soñaran con otro mundo menos perfecto y se desnudarán frente a miradas sin compasión, se besarán en la nada pulcra, del romanticismo y la metafísica... o morirán de inanición.
El resultado son dos ejemplos del desastre, emocional o ideológico, por un desenlace tan antiguo como el ADN replicado y sus posibles mutaciones en la travesía. Misterioso tal que una aventura utópica o terrible como ese viaje a ningún sitio. Lo esencial es imaginar y ser diferentes, en igualdad. Y comieron perdices, sobre la tierra bermeja de un planeta lejano...

Cinemomio: Thank you

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