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miércoles, 29 de marzo de 2017

Loving/Mujeres Ocultas

Mientras el Hombre se las ingeniaba, con una batalladora y siempre estimable ayuda femenina, para facilitar la convivencia. A la vez se construía un nuevo espacio, con el que encaramarse al futuro e ir descubriendo otras perspectivas desde las alturas. Sin embargo, otros ciudadanos más terrenales, se debían enfrentar a profundas injusticias que asolaban el desarrollo de su labor o condición social, principalmente, en el caso de mujeres de raza negra.
Debido a un profundo racismo o idea de superioridad, aquellos y aquellas, serían observados y medidos en su trabajo, con un miserable interés o cobardía, ya que su mente reflejaba la xenofobia que llega hasta nuestros días. Much@s serían tratad@s como fieras peligrosas a las que tener vigiladas o enjauladas, sin derecho a crecer laboral o jurídicamente, incluso, a existir o amar como el resto de seres humanos. Ellos y como dije en este comentario, en especial ellas, lucharían por sus derechos, contra la violencia y los complejos ocasionados, a través de dos elementos fundamentales que confluyen en la mayoría de ciudadanos... o debería. Corazón y cerebro.

Esta es la historia oculta de aquellas personas, fijándose en los aspectos femeninos de su lucha, para la posibilidad de crear una familia en libertad, con iguales oportunidades y sin intervención de un estado controlador y nada pragmático. Para ello, necesitaremos la imaginación romántica y el humor, bajo el prisma y el objetivo particular de dos directores actuales de cine. Los cineastas permiten una labor importante en nuestra memoria, rescatada de cierto olvido enfermizo, que reconocerá su valía más allá de aquellos problemas que frenaron sus carreras o desprotegieron sus vidas y la de sus hijos.
Unos empezarían mirando esas raíces negadas, sobre la tierra que los viera nacer, y aquellas otras al extenso horizonte que se abriría, utilizando su inteligencia para observar las estrellas más de cerca. Pero, todos palpitando al unísono para lanzarse a esta nueva etapa, en busca del reconocimiento personal o colectivo, muy contrario a algunas mentes huecas o vacías de la época. A finales de los 50 y comienzos de los representativos 60.

Loving dirigada por Jeff Nichols, funciona en la corta distancia, acercándose a las miradas y la sensibilidad. Cuando la intimidad se entrecruza con las manos y la piel de los dos protagonistas, amantes no tan diferentes en el fondo. Un matrimonio interracial, compuesto por un Richard y Mildred Loving, que no cejarían en conseguir la tranquilidad para las nuevas generaciones de parejas que se constituirían y esa mezcolanza fantástica del amor.
La otra, es como una sombra alargada y vislumbrada por la lente de Theodore Melfi (St. Vincent), mucho más coral. Un filme que hace brillar con inteligencia, la oscuridad de aquellos años y las posturas más obcecadas, a favor de las Figuras Ocultas que emprenderían un viaje hacia la autoestima y una excelencia más diversa, en su nueva labor espacial. Al lado, simpático y proactivo, de una incansable trabajadora negra llamada Dorothy Vaughan, interpretada por la actriz Octavia Spencer, junto a unas concienzudas (y divertidas) científicas, llamadas Katherine G. Johnson y Mary Jackson. Quienes ejercerían su derecho, silenciado y proscrito, con la misión de ser reconocidas, de la misma forma que el resto del equipo de trabajadores de la Nasa y la oportunidad de ascenso según sus méritos personales.

Ambas ofrecen un resultado positivo que lanzaría a la posteridad a los protagonistas, y despejaría un nuevo amanecer para su sufridora y vilipendiada raza.
En aquella época de miserias y violencia, los derechos sociales y obligaciones adquiridas de aquellas familias humildes, eran vulnerados con frialdad. Teniendo que ser obtenidos con mucho esfuerzo y paciencia, incluso, sangre en episodios lamentables de la denominada, humanidad. Para ello, tendrían que salir (o intentarlo a costa de su seguridad) de la invisibilidad o la persecución acuciante, de otras miradas acusadoras e insultos de compañeros o condenas de la propia justicia. Haciendo caso omiso de sus propias leyes igualitarias y la constitución norteamericana.
Entre amor y risas, estas películas tratan de aliviar su maltratado destino, no nuestra culpa, retratando la pura maldad o ese pensamiento acomodado que les rodea, de aquellos más afortunados o reconocidos por la sociedad a todos los niveles... solamente, diferenciados por el color de la piel. Categóricamente, más difícil si ésta, iba acompañada de otras tonalidades intelectuales o sentimentales, más brillantes que la suya. Loving y Hidden Figures, se enfrentan a esas mentes opacas que erizaban su piel, infundiendo el terror, con una sola mirada o el peligroso conjunto de ellas.

Parece tan lejano, verdad... pero, todos sabemos que no lo es.
En la actualidad, permanecen ese tipo de exclusiones contra la igualdad de género, de raza o condición, ya que siguen creciendo las ideas excluyentes a nuestro alrededor, las persecuciones por el color o el pensamiento, similares a aquellos fraudulentos comportamientos del pasado. Sobre demasiadas localizaciones del globo y personas.
Un aumento de caciquismos o caudillismos que intentan, seamos tratados de maneras diferentes, según la proporción de ese color en la dermis, la elección libre de fe o la cultura de sus raíces ancestrales. Desgraciadamente, no hemos dejado atrás esta mediocridad que silencia o asesina... no hemos logrado todavía la deseada o soñada igualdad. Ni hemos alcanzado, la altura de miras suficiente para dejar, nuestro miedo lejos de los latidos o la pasión... por ella, la Luna.


Problema demasiado... poco Amoroso.

Comenzaría en la oscuridad de un hogar, a punto de quebrar.
Todo parecía predestinado, desde la raíz de su propia apellido Loving. Cuando un obrero esforzado y callado, pobre padre primerizo, debería ofrecer con el sudor de su frente, todo su trabajo a un empresario afroamericano para sacar adelante a su familia. Su estirpe que sería perseguida por la maldad inherente o los caprichosos de irreverentes jueces, terribles infundios de guardas y compañeros. Aquel día, en penumbras como en una película de terror, comenzaría con una afirmación a sus propios familiares de raza mestiza, con sangre de indios rappahannock. Una mujer comenta un evento, que en principio debería ser de enorme felicidad... ¡estoy embarazada!
Uno y otra, embarazados de felicidad, sin embargo, poseían y era perseguidos por sus orígenes humildes. Delimitados en común, por la perspectiva radical o violenta de algunos ciudadanos, sus propios vecinos y esa viciada costumbre o ceguera, como la denominan en el filme, Ley de Dios. Al lado de la de hombres injustos, que condenaban con insultos o la cárcel, a aquellos amantes de tan distintas y empobrecidas familias. Loving es su propiedad exclusiva y real de su pareja protagonista, bajo la lente intimista y cálida, del director Jeff Nichols.

Dos unidos como en el pasado veronés, con nobleza pero sin guita.
No es raro que, en ese triángulo de las Bermudas, formado entre el estado corrompidos de Virginia, con la irrealidad legal entre Columbia y Carolina, se firma un contrato sobre Washintong DC, que no tendría validez en su Central Point, cerca de la capital Richmond... ¿Lo has entendido? ... Ellos tampoco.
Entonces, la segunda pregunta que se hicieran, mirándose a los ojos en la intimidad familiar fuera, ¿para qué sirve el matrimonio?

La respuesta flotaba en el aire, en los atardeceres bajo el porche de la casa campestre, junto a los padres y hermanos, tíos, primos... mientras oían discutir a sus vecinos, tras una dura jornada en la construcción de edificios, que se elevaría en plantas en la gran ciudad. Eso no es lo que quería ella, elaboración de otras tareas y nuevas amistades, quizás. Hasta que una fotografía pudo cambiar el panorama, si el periodista encargado fuera Michael Shannon, antes de encarar a un bigfoot en Pottersville, el enfrentamiento entre Westinghouse y un Edison con cara de Cumberbatch o el rumor de Cable para Deadpool 2.
En ese momento, sentados viendo un programa cómico en el sofá de su salón y acariciándose ante un silencioso obturador, sería el retrato oportuno de su ciego amor, y el camino abierto a la seguridad familiar que buscaban, sin tener que vigilar sus propias y ´malditas` espaldas. Aunque, él no las tuviera consigo. Ella lo deseaba...

El interesante director, autor de la asombrosa Take Shelter y la intrigante Mud, se vincula a la causa, entregado a una relación interracial que no estuviera proscrita por la justicia, un rincón segregador de la memoria y aquellos jueces adiestrados bajo el sucio idealismo supremacista. Todo en pleno mandato de JFK y sus soñadoras opciones de un cambio social.
Así, buceando en la historia del derecho y los pasos emprendidos con valor, dejarían atrás multas económicas, cárcel y exilio, hacia el ala protectora del águila, abogados de ACLU (Unión Americana por los Derechos o Libertades Civiles), encabezados por el actor Nick Kroll dejando las voces animadas en La Fiesta de las Salchichas, Canta o Captain Underpants. Una alegre y sonora victoria que llegaría hasta nuestros días, y un empuje para los que creen aún en la humanidad. Otros pensarían un paso en nuestro horizonte más profundo.

A principios de los sesenta, sobre los campos y bajo la luz de la luna, apreciamos la intimidad de los Sres. Loving soportando todo tipo de miradas de condena, exiliados con sus leyes antimestizaje o a luz y sombra, nunca mejor dicho. Tras tres hijos y diez años de un encarcelamiento hogareño, las imágenes mantienen un tono cercano y plagado de sensibilidad, también gracias a la excelente actuación de un sobrio Joel Edgerton, introvertido y poco hablador como buen obrero de la construcción. Pero categóricamente decidido, al menos respecto a ella y sus sentimientos. Un gran actor con grandes trabajos anteriores, como Animal Kingdom, Warrior o Zero Dark Thirty, y futuros proyectos junto al director David Ayer (Escuadrón Suicida), Francis Lawrence (Soy Leyenda, Los Juegos del Hambre) o su propio hermano Nash Edgerton.
Ella, es la parte que tendría que huir de sus raíces. En busca de esa licencia con la que asegurar el futuro de la descendencia y certificar sus derechos como pareja, igual que el resto. La angustia y la resistencia que acompaña a conversaciones privadas, el insomnio y los gestos de ánimo, el silencio de los vacíos, cuando no se tiene sustento o se puede decir lo que piensas en realidad... o el terror, antes de la pena, recaen en esta actriz nacida en Addis Ababa (Etiopía), llamada Ruth Negga (Desayuno en Plutón, Warcraft), ejerciendo de madre coraje y notable luchadora amorosa. Una precursora de los derechos de su raza, hasta el fin, y claro, justamente nominada como mejor actriz a los Globos de Oro y en estos últimos Oscar´s de 2017.

Un sufrimiento que vendría expresado por una licenciosa frase, otra de compañeros o supuestos amigos, simplemente... "no deberías haberte casado con ella". Mestiza exótica, afroamericana y sangre de indios rappahannock.
Tú, que eres un blanco que se ha criado entre negros. Nadie entiende que quieras ser como nosotros.
Acompañados de un banda sonora que muestra su esperanza, compuesta por un David Wingo que decidió no incluir canción oficial y románticamente mediática, porque ambos Richard y Mildred, eran gente muy tímida, reservada, pero de sutil gracia y belleza.
Con Loving, el cine actual de Hollywood vuelve a abrir sus puertas a esta tendencia oportuna, de combatir el odio. Con ciudadanos de raza negra, protagonistas de nuestra vergüenza, no cerrados a todas las relaciones personales y la inteligencia.

Curiosamente, muchas parejas de ciudadanos afroamericanos apoyarían al Trump más cuestionado, votando en las últimas elecciones, a este nuevo ideal de familia norteamericana. Tal vez, una demostración de que el origen de los disturbios está en las actuales y tremendas diferencias socio-económicas. Por tanto, viva el amor... cuando las pieles se tocan, no importa dinero o color.


La Cara Femenina de la Luna

En la otra cara de esta lucha, en busca del mar de la Tranquilidad... algún antepasado nuestro, descubriría el fuego por un golpe de fortuna o la propia actividad de la naturaleza. Un ser inteligente, tallaría la rueda, hombre o mujer, en algún momento indeterminado de nuestra memoria. Así, los seres humanos han ido avanzando, con ese impulso o movimiento uniforme y circular, asaltados por contratiempos también en esta aventura o viaje. Esta es la historia de unas Figuras Ocultas inquebrantables, que reclaman su posición como trabajadoras inteligentes, hábiles, investigadoras... mujeres.
Cerebros privilegiados de una Humanidad sin género y color, más guiadas por la imaginación y algunos cálculos cuánticos. Por el prestigio y la excelencia, en este novedoso camino a las estrellas, decididas a alcanzar sus propios sueños. Sin desfallecer, eso sí.

Mujeres puestas en ocultación por otros, se sacrificaban y pugnaban, por dar el siguiente gran paso hacia el futuro. El reconocimiento de un intelecto superior, en ellas, tuvo que saltar barreras y zancadillas hasta entonces ´legalizadas` o soportadas, en silencio, como sufriría sobre la taza de un váter repleto de xenofobia. Una posición incómoda e injustificables, hasta criminal diríamos hoy en día.
Estas chicas tuvieron que aguantar hechos violentos, insultos individuales y desprecios colectivos, hasta que lograrán propagar un cambio. Una disposición para el entendimiento o unión de distintos conocimientos, que sumaría y superaría una década de violaciones o agresiones, de nombres ocultos de nuestra historia... hacia la cara femenina de esta, nuestra Luna oculta.

Damas interpretadas por divertidas damas, del cine, como Taraji P. Henson , Janelle Monáe y Octavia Spencer, con su propio retrato, desde su graduación en Artes Liberales por la Universidad de Auburn, a llegar a ganar el Oscar por su entrañable trabajo en The Help y esta nueva nominación por el fogoso trabajo en Figuras Ocultas. Reclamando su lugar, como una mancha sobre nuestro pasado, nada lunar, sobre la superficie de nuestra tranquilidad caucásica... y un gran salto para la historia del derecho, directo a la igualdad social de los trabajadores.
El director Theodore Melfi, cuenta con un escenario perfectamente ambientado (localizaciones sobre el estado de Georgia) y un guion adaptado a la historia de estas féminas por Allison Schroeder y él mismo, convertidas en importantes científicas de la NASA. Basándose en un libro de Margot Lee Shetterly que enfoca en su cerebro femenino, aquella carrera, elevándose y compitiendo con el Sputnik de la Unión Soviética, un nuevo encargo del desafortunado Kennedy en la década, movida, de los sesenta.

Su delicado puesto, estaría en la nueva sección de computación de una creciente IBM, con enormes dinosaurios informáticos, a ser domados por estas libertarias. Además, el guion trata de identificar esas sombras de la sociedad moderna, con un toque de ligera comedia y superficialidad, a veces ácida, que se veían difuminadas bajo una capa de suciedad mental o negligencia metodológica. Una nueva vista atrás, sobre la leyenda que lograría el cambio en la mayoría de conciencias, tras años combativos contra el racismo social, o intelectual.
Hidden Figures, refleja su época de estudiantes, que sacarían a relucir habilidades, destacadas sobre sus pieles morenas, es decir, destacar su sabiduría con cerebros de igual tonalidad, aunque de diferente intensidad o valor. Dispuestas a crecer y callar bocas de aquellos que, no asimilaban sus conocimientos o despreciaban su trabajo; recalcar sus dotes de mando o capacidad para trabajos actualizados; bailando y riendo; ayudadas por mentes preclaras como la del jefe Al Harrison. Otro intelectual válido, interpretado por Kevin Kostner de manera brillante, y junto al romanticismo colaborador de Mahershala Ali (Moonlight), o rivalizando con ciertas aptitudes y personalidades ineptas a su alrededor. Aquí con el rostro del actor Jim Parsons (Sheldon Cooper de The Big Bang Theory) y una curiosa o extraña imagen de mi reconocida, Kirsten Dunst.

Muchas mentes, planificaron el éxito de unos pocos elegidos o héroes del futuro. Ya que la inteligencia (y algunas aptitudes biológicas tomadas con discreción, o comicidad agria) sería lo necesario para abrir los ojos de la mayoría y esconder su miseria. Cambiar el destino de nuestra especie y orbitar la Tierra a bordo de una nave construida por el hombre, y mujer. Tripulada por el astronauta norteamericano John Glenn (héroe recientemente fallecido, d.e.p.). Otro "pequeño" paso, femenino, desde su hogar en White Shulpur Springs (North Virginia) al Centro de Investigación Langley de la NASA en 1961, transformado en insuperable, hasta hoy.
Inteligencia a favor de esta odisea del ser humano que empezaba, así como el reconocimiento por estas mujeres luchadoras en favor de los derechos de los negros. Su intelecto y determinación, Damas de la Historia, unió manos para cambiar aspectos materiales y mentes para intentar erradicar los modos. Se escaparon del olvido académico, mostrándose como representantes del futuro, hoy, como defensoras de la ciencia y la administración adecuada de los recursos... para, así no tirar el trabajo colectivo por un retrete.

Calcularon distancias y tiempos, para llegar a su puesto actual. Adecuaron propulsores con el fin de superar un fiasco, de nuevo, avivaron la ilusión de los participantes en el proyecto, con su nota de color, vivacidad y esfuerzo. Ayudaron a gobernantes y sus familias, para determinar el avance de una generación. Siempre, sin desear el mal a nadie, ni silenciar a colaboradores injustos, para el éxito conjunto de la misión Mercury, hasta que su propio nombre tuviera dicho reconocimiento laboral, intelectual y mediático.
Se dice que el tiempo pone las cosas en su sitio, pero también que, éste es caprichoso. La vida de aquellas figuras, ocultadas, tienen su espacio en los libros ahora, con diferentes puntos de vista. Para algunos, con acciones desafiantes o traumáticas, que las persiguieron y resultan trasnochadas o bochornosas en el presente; para otros como ejemplos cinematográficos, que recuerdan sus hazañas y personalidades, sus miedos en este enfrentamiento por la igualdad, tan desequilibrado. Un canto a la libertad de voces silenciadas, figuras evolucionadas en una era de descubrimientos tecnológicos, protagonistas ´invisibles` del esfuerzo, frente a los que tuvieron más oportunidades, o facilidad para lograr esa función principal o, simplemente, una asequible carrera académica.

Hidden Figures, es un canto a la inteligencia, a través de ritmos norteafricanos de sus protagonistas, como el cantante Pharrell Williams y la banda sonora de Hans Zimmer, sobria como es habitual. Recalca el recuerdo, de lo que realmente somos y nos hace distintos al resto, esto es, el valor de la razón que determinará el lugar que ocupamos en las páginas de nuestra propia existencia, sintiéndose reconocidos en la vida o válidos para la sociedad. Gracias a esa labor oculta de much@s, con el rédito futuro de nuestras ideas.
Cuando algunos... hombres, debido a su creciente soberbia o esa nula capacidad para empatizar, son capaces de desviar al resto de los objetivos, mirando su propio bolsillo para controlar y rentabilizar las ideas de otros. Se centran en procesos triviales que alimentan su vanidad o hacen ascender su ego hasta el infinito, limitan el acceso a una educación de calidad o niegan los verdaderos valores, por motivos de religión, raza o condición.
Una desgracia que el director neoyorquino, ha desarrollado eficazmente con una pizca de alegría visual, tal vez, cuestionable (para algunos) o algo de superficialidad, que linda con un cercano, sentido del humor.
Empieza la comedia.... Esto demuestra que en equipo, los deseos se pueden hacer una bonita realidad y, así, ensamblar las piezas necesarias o hacer visibles las mentes de aquellos más capacitados, a pesar de caminatas o miradas furtivas. Animadas contra elementos externos y algún que otro compañero, o un contratiempo interno... con la propulsión a chorro o micción.
Porque en la película, ellas también son héroes. Técnicas o inventoras, que consiguieron hacerse visibles cerca de la luna y defender una inteligencia inicialmente desaprovechada, no sólo en favor del color de su dermis o género, sino también como resultado de una capacidad y trabajo eficiente. Visto hoy en día, parece una dolorosa anécdota que merecía ser contada, pero en el fondo, puede seguir existiendo.

Ah, se me olvidaba... existen hombres y mujeres algo ciegos. Un número indeterminado y opaco de mentes, que se dedican a colgar etiquetas a los demás y crean trabas a los proyectos, traumatizan al diferente, apartándole en el ostracismo. Los zancadillean ante una tormentosa labor, con injusticias que intentan la desmoralización por odio; envenenan ideas por complejo u obcecación, impidiendo el acceso al trabajo de los capaces y así, colgarse títulos que no les corresponden, adornados con letras doradas.
Y esta buena película, sobrevuela el engreimiento colectivo de la masa, abre una escotillas a aires renovados, eliminando la discriminación por cuestiones raciales, devuelve sus nombres resplandecientes sobre libros anónimos, o no tan conocidos de la historia. Gracias a los rostros visibles de este viaje al pasado, Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson.

Por último, gracias a estas películas que identifican a esas personas valiosas, primeramente silenciadas. Promueven la ciencia, con la calidad incolora de vuestra mente, que empieza por el "amarillo" de un chorreo histórico y acaba como realidad sonrojante. Y respetan el tono de la igualdad, en la diferencia. Ese mismo agujero en el cual, todos mean o trabajan por igual, pues, siempre si se realizan bien los cálculos, el esfuerzo acierta en la diana, el váter... o el deseo romántico.
No obstante, sabemos que una gran mayoría de manos, no tocarán las estrellas con sus dedos, ni saltarán charcos embarrados con odio... serán borrones en textos mancillados, manchas humanas de un ´café` peligroso o ejemplos de la codicia ajena... pero alguna cara aparecerá en el lado oscuro. Una mente ganará esa carrera, cuando sus lamentos sean oídos bajo una tormenta de lágrimas. Una capaz de desarrollar tecnología y enviar al primer hombre... o MUJER al próximo destino.

domingo, 19 de marzo de 2017

La La Land.

El Color de Los Ángeles.

Mucho antes de la era de los grandes musicales de Hollywood y aquellos románticos visionados en el cine, antes de la llegada del maravilloso Cinemascope con toda la ampulosidad de los números de baile, todo comenzó con una prueba de sonido. Cuando en 1927, El Cantor de Jazz, demostró que el canto se había instalado en el acetato y las emulsiones metálicas, para quedarse definitivamente en nuestro corazones. El salto de Nueva York a Los Ángeles, y viceversa, estaba garantizado para retratar los lugares pintorescos de costa a costa, estableciendo los sincronizados pasos que deberían dar los jóvenes americanos (o de otras latitudes) para alcanzar un destino cerca de las estrellas.
Pero, no siempre fue todo tan bonito ni brillante, a pesar del color y los deseos, sino que el camino de baldosas amarillas (como el traje de su protagonista) era menos sinuoso que aquel emprendido por Dorothy, más parecido a un atasco rutinario al mediodía, entre las colinas, las calles y los bares de Hollywood. Al menos, hasta llegar a escuchar las bellas melodías de su interior y alcanzar la cima de aquella montaña con sus atractivas y endulzadas letras. Los Ángeles, esa ciudad dónde las canciones que oímos y las películas que vimos de niño, sirven de base a toda nuestra historia cinematográfica y se convierten en el primer atractivo de los futuros soñadores y su magnífica leyenda, más allá de su estructura lineal o los rincones donde se fugaron ilusiones y esperanzas.
Al menos nos quedan sus parejas míticas y un piano tocando Jazz...

Aquel Primer Sonido de La...

La profundidad o la alegría de la música, es lo que nos hace mirar al cielo o el horizonte, cambiando el paso, viviendo el día a día, pero echando pequeñas miradas al futuro, a hurtadillas. Cualquier mañana rutinaria, el camino clásico varía y se transforma bajo nuestros pies, de caliente asfalto a una pista de aterrizaje para grandes vuelos o sueños, o el preludio de una odisea personal.

En la Tierra de los Sueños, esta vida se desenrolla en una espiral de emociones. Cuando nuestra realidad cambia en cada parada que hacemos en el camino, o cada nota. Parejas que se desgastan en plena crisis, como la huella de los neumáticos en un caluroso día de verano, los contrastes desvían rayos de un sol radiante sobre el parabrisas y sus rostros, los encuentros son sorpresas vitales o un portazo en los hocicos, esperando ayuda de otros conductores, desesperados y sintonizando el dial a su espera... así, un hombre y una mujer, o cualquier otra posibilidad, pueden aguantar toda la vida, circulando por avenidas sin fin, cuestas imposibles y callejones oscuros. O sin encontrarse nunca.
Pero, hoy en L.A., ha amanecido radiante como un número musical del pasado. La realidad es un La sostenido sobre la ciudad, espectacular y esperanzador, para las siguientes paradas en nuestra odisea o camino al triunfo y la felicidad. Con muchos matices o colores, en contraposición a la cara pintada de aquel cantor de jazz, el teclado del piano y su fe puesta en entredicho.

Después, la identificación de unos personajes, entre una coincidencia física y la rigurosa actuación, con la triunfadora Emma Stone y el resistente Ryan Gosling, cada uno a su manera. Respirando en distintos mundos con iguales deseos, en busca de su oportunidad, hallando una coincidencia diferente al resto de los días, meses, estaciones... Sin embargo, seguimos avanzando al ritmo que nos tocan, yendo a nuestros trabajos o centros de estudio, escuchando la banda sonora que escogemos en la emisora y no para, cada quién con ese estremecimiento que condiciona su propia vida.
La entradilla clara y perfectamente sintonizada, nos adentró en esta tierra de comparaciones artísticas, del ayer y el hoy, entre el Sol y las reiteradas estrellas. Con cierta insistencia a las casualidades, gráciles y reservadas para individuos ensimismados, cerca del encontronazo y la rebeldía, como aquel joven James Dean y su película proyectada en el Rialto, dibujados a ambos lados de un pentagrama (más que la cama del símil madrileño), cantando bajo la luz de una farola, en la ventana de Casablanca o el fabuloso The Lighthouse Cafe. Recuerdos insistentes, los llaman o cantan...

Sí, todo discurre al mismo son, entre una multitud cotidiana de ciegos, o sus dos pares de ojos. Luego, se construye con voces no habituales y letras comunes, al compositor Justin Hurwitz el director de la "sangrienta" y metódica Whiplash, además del director nacido en Providencia, Damien Chazelle. Machos pasos, rodeados de profundos silencios, callados en post-producción, eligiendo y recortando ¿qué?, veremos las dos caras de una vida en la Tierra de los Sueños, al compás de varias ensoñaciones, danzando en La Tierra del Cine. ¡Oh, lá lá, no es Francia! ... sino americanos en L.A., soñando con París.
Su batuta aproxima dos mundos paralelos, cine + música, con colorida fotografía y estructuras gramaticales, que derivan la casualidad e inducen al recuerdo de todos. Una invitación a una fiesta, extendida en las calles, colinas nocturnas, planetarios repetitivos, estrellas y faroles de mentira, focos apagados en platós históricos, escenarios de night club, cerca de dedos ágiles y labios declamatorios, rostros de pianistas y princesas con encajes del pasado. Flotando sobre estados vaporosos de un corazón "partío" y rimando vías panorámicas al estilo del clasicismo musical. Elipsis mágicas, no de Camelot o un West Side Story triunfal, sino otra película con el mismo castillo y diferente canción.

Esto es La la Land, es Chazelle convidándote a un espectáculo visual, de siempre. Con altos y bajos emocionales sobre un iris cromático, mirando la nota entonada al sueño y su propio guion, donde ellos son los únicos protagonistas, porque es su historia. Una tierra de color y estilizada estética de cuerpos, y rostros modernos dejando fluir la nostalgia a través de ellos, de magia romántica en recuerdos de otras épocas o hechos de hoy. Su primer La, tiene la ambientación de un cuadro de Warhol, un número estilo pop, escenografía en una mirada... una ventana semiabierta. Pues, en esta Tierra de los Sentidos, todo posee uno. Aunque con dos direcciones. Ella le siente, él la toca...
Sus protagonistas no son ejemplares, viajan entre congestiones de hora punta, improvisaciones o desvíos, sueño y pesadilla, experiencia y prisas por aprender, dolor, seguridad, ausencia, pérdida... bailan del lado de la insistencia hacia la desidia, de sintonía al eco repetitivo, de música susurrada al oído a su letanía, del deseo a la separación... tralalá, sin contarse mentiras. ¿De qué serviría? Más dolor, más memoria, más diferencia. O indiferencia...

Cada uno es dueño de sus sueños. Al igual que cada crítico es libre de aceptar esta invitación, o señalar la parte buena de las bambalinas o tramoyas, separando la mala paja, estructurando una trama de diferencias. Unos disfrutarán de la luz, otros se perderán en sus sombras, de nuevo, a su manera... buscando estilos tradicionales sin encontrarlos, o personalidades envolventes sin verlas. Convergiendo con otros espectadores o bifurcando sus caminos, para caer en otros brazos o destinos soñados.
En la Tierra del amor, el éxito es derrota y la victoria se enfrenta con aquella fama elíptica, ya que el universo Land LaLa, se abre en tríptica mirada, entre danza, noche y despedida.
En la Tierra del Jazz, él es la escala en blanco y negro del teclado, marrón ´glacé` de un grupo genuino o pastiche de remezcla fecal. La tonalidad azulada del alma, de jazz, alrededor de un foco solitario y central, la verde esperanza en billetes, la amarilla bilis y brillo de metal en trompeta, la gris materia y el cerebro materializado, la rojez en pupilas somnolientas (ya, un Cotton Club sin humos) o la carmesí pasión de la música en vivo... mágica y viva como ella.
Así, en un ´whiplash`... ella es el blanco de sus miradas y su piel. La desafortunada mancha de café o la triste hojarasca en otoño, la azul mirada en un punto de proyección, masculinizado, la hierba verduzca bajo sus pies danzarines, la alegría de un verano de correrías, el gris tono de una lente empañada o techo repetido, la rojez un tímido roce, el orgullo de su procedencia humilde y la vergüenza... ante los labios puestos sobre Oscar.

La tierra de serendipia, es coincidente con sonidos de moraleja y la fantasía de un cuento mágico, también de timbres ocultos que vibran, desde la insistencia, la comedia ligera y amarga, hasta quedar resonando en el vacío de una vía, muerta. La verdad que te sonríe con un plano en tinieblas.
En la Tierra de la Elipsis, la vida parece una ensoñación con vistas al pasado. La errata de un futuro incierto (tal que una película no premiada), cuando las cosas que suceden, nos sorprenden en otras vidas. Cuando aquel ticket a la felicidad, que nos vendieron, acompaña de un paraguas apto para cantar bajo la lluvia o las lágrimas. Si estar con esa persona amada, significa un retrato en sepia o de tonos pastel, algo amargo. Un café edulcorado con invisibilidad y frustración.
Lo mejor de un piano que abrió su alma al deseo, personal y musical, a la excelencia adyacente a la duda, cerca de la despedida. Un actor que vendió la suya al etéreo vacío, y se quedó del lado de la tranquilidad, cerca al mar de la Luna solitaria. Al fuego que consume su danza, quemando las últimas horas de aquel encuentro fortuito, como una película iluminada por la resignación, como el Sol abrasa su piel o la ternura vital. Hasta que sanen las quemaduras; la sala sea desalojada y críticos o amantes, abandonen esta fiesta... y Oscar va a la, la, Land, wow! La, ... la madre Tierra que nos parió!

El segundo La... desafinado.

La profundidad de la noche, es un pozo de música oscura. Rotundo en grises y separado del azulado techo o cielo donde vieron sus estrellas gemelas. Sobreviene tras huidas y las miradas de aceptación, igual que las calificaciones de seguidores y sus aplausos posteriores, se exhibe desde la relajación de los caminantes o amantes, en silencio.
La pasión de la música negra que estableció nuevas vías sobre esta tierra de las maravillas, cambiando el brillante musical por aquel ritmo introspectivo y salvaje, libre. A punto de desaparecer...

En su tierra onírica, no todo brilla como antes.
Porque Chazelle ha cambiado el rigor y la fuerza, por la superficie pulida de un cuerpo de piano y manos suaves, esforzadas pero sin sangre. Una tierra de perspectivas narrativas y confusiones, sin ángulos ni triángulos amorosos, hasta la nota final.
Sólo la llegada a una estación fría, marcará el pretérito de aquellos sueños, cuando decimos adiós a dicho tren. Tierra de sueños, despiertos ayer, que guarda una relación con el pasado. De pianista de un grupo de jazz, a creador de las imágenes de un profesor estricto, difuminado ahora, en la figura fantasmal de J.K. Simmons y su carácter parcialmente desplegado. Se cambió el bermellón de la sangre por la pasión.
Esta tierra del Sonido, que significa el swing. Un abanico de tonos y frustraciones aumentando con el paso del tiempo, tanto en la estructura de la narración y los pasos de cada personaje, como en la plasmación objetiva de sus conocimientos musicales o cinematográficos.
Ya que la tierra de Chazelle (antes de emprender viaje a esas remotas e históricas estrellas de los sesenta) se vislumbra desde el fracaso personal, el desgaste y la frialdad en la mirada. A veces, sus personajes, en lugar de corretear por colinas de éxito, se frustran y pelean en las tinieblas de su alma improvisada. Profunda como el corazón desangrado por sus propias limitaciones o rigores emocionales, borrada del recuerdo, como el arte de calidad. En la tierra de las audiciones, no todo suena tan bien.

Existen ecos repetitivos y secuencias panorámicas que se pierden o cortan el horizonte, atendiendo a caprichos o decisiones cuestionables, gestos dubitativos, pero plagados de realismo y decisión, por parte de todos los protagonistas. Esto es, la tierra de claroscuros. De notas grises, envueltas en coloridas presencias.
Tras la emoción de los primeros minutos, antes de encontrarse, nos topamos con ciertos muros que distorsionan la percepción real de las cosas. Despistan los caminos efímeros de algunos, perdidos o escondidos, mediante el brillo de una pareja central, casi exclusiva. Normalmente, cuestionada por aquellos detractores (no siempre, los femeninos contra ella y viceversa), también críticos con un reparto que parece un coro invisible, más que gospel. Y hallamos paisajes calculados o escenarios milimétricos (salvo en la autopista), encajonados y desprendidos de toda intensidad emocional. Así, en este ring de interpretaciones, creo que pierde Mr. Gosling y la muestra del macho rústico con orejeras y ciego. Un actor con pie en la Luna, la de Armstrong o el Officer K de un Blade Runner 2049. En la tierra de la evasión y la odisea, varios huyen de sus propias limitaciones, muy coloridas, eso sí.

Por ejemplo la tierra de Sueños, del segundo La, pasa de su estado onírico o romántico, a uno pragmático, donde la cámara recorre determinadas secuencias, que no deberían condicionar los movimientos o pasos de baile, el conjunto. Ni olvidarse de la estructura narrativa de un guion tapado con agujeros visuales, personalmente hubiera apostado de mayor surrealismo en determinadas escenas, añorando el musical mítico o desplegando la comedia hilarante, con soluciones filmadas desde el punto subjetivo del espectador. Por supuesto, un creador y su objetivo, sirven de causa y efecto para sus propias divagaciones o posicionamientos personales, donde cualquier duda, por ejemplo en la edición, repercute en el resultado o la brillantez de una historia. Alaba esa labor real sobre aspectos imaginativos, sobre todo, al tratar de musicales y un público exigente, que no se conforma con ocurrencias.
En la tierra de los encuentros, la casualidad no existe.
La... de premuras buscando el producto exclusivo, no excelente. Es la tierra prohibida de un cineasta y su equipo de filmación o post-producción, la medida exacta entre una entrada espectacular y el punto de fuga. Si lo que empieza con una explosiva escena musical, no mantiene un nivel de proporcionalidad y entonación, más bien una sucesión de números primos, o deslavazados, buscando la perfección clásica. Tampoco la partitura redonda, que se eleve paulatinamente, sin desmerecer el esfuerzo de ambos protagonistas, aunque echamos de menos el concepto de la idea contenida en su relación. El ritmo en descomposición visual, hasta finiquitar con un nuevo estallido de conjunciones astrales.

En la tierra del Cine, o La de Los Ángeles inmortales, precisamente, el primer La, no es lo que cuenta. Idolatrado con colores precisos y encuadrados con gusto, fotografiados para expresar lo invisible (pasión o deseo), y enfocados a una perspectiva egoísta. El sentido elíptico será lo importante.
Sobre la tierra de los Sentidos, predomina la vista, sobre el sonido y el gusto (referido al que paladeamos al salir de la sala y queda en el recuerdo), sí, La La Land es un universo plano e ilógico, como fiesta a la que estamos invitados de entrada, pero nos pone impedimentos en la puerta. De manera que la vestimenta parece más fundamental de lo esperado o deseable, prendas narrativas poco recomendables basadas en flashback o saltos erráticos de los protagonistas. Invadidos por una humareda textual, desde el punto de vista del anfitrión tras la cámara y el espectador más allá.
Después de todo este Sol o la dulce medida del amor, cegadora, puede empacharnos y hacernos olvidar posiciones confusas o ambientes que sólo, son válidos desde la oscuridad del jazz.

Por otro lado, en la tierra de los ritmos, éstos se confunden en ocasiones, o empalagan, demostrando que la música tiene sus tiempos. Pierde, si no manifiesta los sentimientos correctos, si se disfraza con imágenes que no le pertenecen, si desdibujan el estilo o son demasiado evidentes. Digamos postales técnicas para un directo facilón, sin recovecos. Mejor la menguante, improvisación.
Él y ella, chico y chica, se compenetran físicamente y poseen peculiaridades que los hacen atractivos o resultones al primer La. Si bien sus pasos no son tan gráciles, sí realistas. Se ajustan en cuerpos de baile o complementan sin salidas de tono, prescindiendo del excedente espectacularidad, y aceptando la propia entonación. Entonces... ¿falla algo? Posiblemente, lo que no se ve, sino deberíamos sentir en cada poro de la piel del artista, llamado bohemio.
Son más artistas comprometidos con la causa del éxito, regidos por la casualidad y dirigidos a un fin, demostrar que la necesidad íntima no está restringida por aquellos deseos universales de gloria. Sueños que pertenecen a la mayoría, produciendo una capa de efímera felicidad, algo descolorida, y suplantando lo verdaderamente importante... la tierra sobre la que pisamos y los compañeros de este viaje.

En la tierra del baile, las deficiencias no provienen de la naturalidad ni de la coreografía, sino del onirismo rácano con el estilo de los grandes estudios o el surrealismo de autor. Donde el éxito es la victoria sobre la empatía, y la estrella se transforma en algo desconocido, alejado del resto, entre la cuenta corriente, la noche y una sonrisa de complicidad, vaga. En tierra estrellada, él es un blanco para apuntar y un negro en el alma, marrón de zapatos desgastados buscando un lugar, el azul de sus pupilas acuosas y el verdoso desnaturalizado, un amarillo descendente cuando se retira el Sol del atardecer y aparecen los grisáceos presentimientos, la roja vergüenza ante su pérdida.
Mientras, ella firma nuevos cheques y reflexiones en la piel. Los posos del café de ayer, el cartel de su última película y unas vacaciones en familia en la Costa Azul, la dudosa esperanza del que ya nada espera ni danza, el amarillo desteñido de un traje colgado en el armario del pasado, los grises remolinos de sus cabellos al envejecer, sin telescopios ni estrellas del cielo, la roja sangre que hierve en su interior y el reflejo de un rubor visualizado ante él, casi olvidado.

Queda la reminiscencia del movimiento elíptico, más atrevido si cabe. De simples entregas de lo que pudo ser y se quedó flotando alrededor de aquellas estrellas, otro mundo cruel y violento. Un resbalón del guion al descubierto, abierto quizá soñado, que crecería si la posición de los personajes hubiera sido más decidida, a mi gusto, o abandonada a la odisea onírica por completo. Abandonando la interpretación y el gesto, y entregándose al espectáculo como aquel número final, o despedida del gran Roy Scheider en All That Jazz. Insuperable, por siempre.
En la tierra del Jazz, con mayúsculas, se echa de menos el aroma, la rebeldía, el tacto y el sudor, ya irrecuperables, pienso. Estamos en otra época, y se habla de aquella... sobre unas atmósferas que no acaban de llenar al espectador, el exigente y extraviado como otros del reparto, ante la inevitable levedad, incomprendidos, fuera de cuadro... donde ella y él, son el foco de atención. Y nada más.

Ah, sí... el melodrama parece siempre una elipsis o metáfora de la realidad, que regresa indefinidamente. Pasando del color al blanco y negro, del positivismo a lo negativo, y vuelta a empezar. Una lucha entre la parte buena y la mala del deseo, aderezadas con verdades difusas y sueños no monocromáticos, ya que depende de la luz bajo las retinas, de ella y él. Una perspectiva negra que impacta sobre el blanco, rodeados de oscuridad, o viceversa. Con todas las sombras marcadas sobre el corazón... pues el segundo La, el de la experiencia y la infelicidad, es la vida.
Y ella, puede salir bien o mal, depende... del color.

Próxima Song to Song, de Terrence Malick. Con Ryan Gosling, Rooney Mara, Michael Fassbender, Natalie Portman, Cate Blanchett, Holly Hunter, Val Kilmer.


Steve Carell y Emma Stone, en Battle of the Sexes.


Tráiler Renegades, de Steven Quale.


lunes, 13 de marzo de 2017

Westworld.


Almas de Nueva Aleación.


No hay duda, el efecto psicológico y la fuerza visual de un concepto determinado, puede crear una obra artística de altas prestaciones y consecuencias inmortales. Así como un simple logo, logra captar toda nuestra atención y extiende su diseño para marcar un producto de excelente calidad. Fue el caso, de los símbolos que se convertirían en iconos cinematográficos durante diferentes épocas, por ejemplo: la sombra oronda y divertida del maestro Hitchcock, las orejas de Mickey Mouse, las letras monocromáticas sobre fondo oscuro de Star Wars, el mítico fantasmita envuelto en la señal de prohibido de Los Cazafantasmas, la mira titubeante de OO7, la sinuosidad sobre el acero de Supermán o el murciélago estilizado de Batman, por supuesto la metálica X de los Mutantes... o la ya significativa doble W que representa a estas nuevas Almas de Metal en Westworld.

Cada trazo viene precedido de una historia, dentro de la cultura popular y un acicate para las numerosas legiones de seguidores que reproducen los nombres de sus películas o series favoritas.
Sin embargo, dentro de esta imagen icónica de Westworld, existe algo más determinante, algunos se habrán dado cuenta que viene representada la figura femenina dentro de un círculo con una disposición física y existencialista, semejante al famoso Hombre de Vitruvio del gran Leonardo. Una referencia a sus estudios anatómicos en siglos pasados (y la fuerza de las protagonistas en la serie), respecto a las proporciones ideales para representar el cuerpo humano, con las que Maese Da Vinci, conseguiría un diseño de su propio prototipo de robot en el futuro. Fue otro descubrimiento de su poderosa imaginación, cuando unos bocetos originales de alrededor del año 1495, señalaban una estructura interna cubierta de una armadura, articulada en distintos puntos de su morfología metálica y antropológica, posiblemente, uno de los primeros autómatas o también llamados, los modernos y evolucionados, "cyborgs".

La Memoria de WW.

Escribir algo medianamente atractivo sobre una idea universal, como la que comprenden los capítulos basados en aquella Westworld del pasado, con las pasiones que levanta en el presente y las explicaciones de bastantes detractores de la serie actual, es todo un reto. Un laberinto al que enfrentarse, para un simple humano que tiene inmensas lagunas en su memoria y se mueve en la insustancial resistencia al olvido. Olvidando los detalles que determinaron lo que somos, o recopilando fragmentos fortuitos que confunden nuestra verdadera existencia y ante la percepción de ciertas visiones contraproducentes o pesadillas. Sin poder discernir que es pura fantasía o si la realidad distorsiona la propia opinión o reflexión más profunda de los hechos.
Pues bien, aquí me hallo, cavilando entre lo que se percibe y lo demostrable, entre la ciencia ficción o el terror más físico, confrontando el evolucionismo del libre albedrío y la simple creencia, desde el existencialismo puro y la barata filosofía. Separando el polvo de la paja, lo que es y lo que pudo ser... Pues como pregona algún personaje en un momento determinado, "el infierno está vacío y los demonios están aquí", no los programados, sino nosotros. Y la violencia, se encuentra rascando en la superficie, bajo la misma piel.

Todo comenzó a partir de otra idea fantástica, sobre la muerte o el denominado poéticamente "memento mori", cuando un joven Jonathan Nolan le lanzó a su hermano Christopher, una bola envuelta en múltiples capas, elucubraciones o recuerdos sintéticos. Quizá, todo lo contrario, el concepto de una mente fraccionada de entrada, que se resiste a olvidar todo lo que fue o será...
La principal función de aquella historia cinematográfica, o Memento cinematográfico, era la recomposición de la unidad de pensamiento, intentando discernir a través de una meticulosa y terrible investigación, la existencia que tratamos de resolver o la vida que intenta abrirse camino en el futuro. Luego, aquella película de calculada elaboración, como las articulaciones, músculos o las terminaciones nerviosas de un cuerpo humano, se convirtió en un fuente inagotable de creación e información psicológica, flanqueada por el suspense y el crimen comercial, que marcaría el ritmo de sus carreras o los pasos de ambos, en este difícil mundo del Séptimo Arte. También, la fuente de numerosas producciones tomándose la muerte y la memoria por montera, como había emprendido la directora Kathryn Bigelow con la notable Días Extraños.

Después, los hermanos de sangre y piel, retomaron una odisea que marcharía directa hacia The Prestige o truco final, pasando por héroes y villanos oscuros, prototipos avanzados de seres humanos y la tecnología futuristas, hasta alcanzar un viaje a un universo desconocido entre las estrellas. Semejante a un foso intangible, dividido entre el pasado y el futuro, lo que vemos y lo que sentimos al cruzar ese horizonte de sucesos.
En Westworld la entidad temporal es manifiesta, según la disposición de los peones y sus movimientos por el tablero del entretenimiento programado y la mitología que esconde en sus fronteras imaginarias. Un lugar de ensueño, o pesadilla, donde la pólvora ha estallado entre las manos de HBO y las productoras de Jerry Weintraub (Ocean´s Eleven, The Karate Kid) junto a la potencia imaginativa de Bad Robot con su soñador y cordial logo, propiedad de J.J. Abrams. Y por supuesto, la participación atmosférica, uniendo distancias de una serie de directores encabezados por el propio Jonathan Nolan, en segunda incursión tras la cámara, durante un episodio de la serie Persons of Interest.

En segundo término de este pretérito de la ciencia, nos hallamos ante otra idea revolucionaria de las condiciones colectivas y las leyes de la robótica, modificadas en un salto argumental sin precedentes. Aunque a posteriori, llegarían amenazas y enjambres cibernéticos que perseguirían al ser humano (de igual forma que frente al espejo o un capítulo negro de tv), sin descanso, como aquel mítico vaquero oscuro, de ojos sin alma, hoy conocido como Gunslinger, equipado con toda esa fuerza visual y la figura inconmensurable del inolvidable Yul Brynner. Ser o discernir, intentado dar "matarile" a los singulares Richard Benjamin y James Brolin, en ciudad de vacaciones.
Claro, siempre que el curioso sheriff sin los 8, no odiosos, Mr. Dick Van Patten, no se cruzara en su camino a la violencia desatada y aquella desafortunada división quimérica de eras temporales.
El autor Michael Chrichton, desafió al mismísimo Isaac Asimov y sus propias reglas, con una pequeña historia (hoy magnificada y brillante epopeya futurista) que visitaba a unos curiosos personajes atrapados, dentro de un pretérito imperfecto.

Aquel fabuloso Westworld, un ensueño o pesadilla, al menos en el aspecto narrativo, nos convertía en jugadores afortunados de un mundo salvaje, neutro y lejano, hasta que llegó su hora y se abrió la puerta de la violencia. Pues, el parque de atracciones de 1973 dirigido por Mr. Crichton, ha crecido cuarenta años después, hasta convertirse en adulto, impredecible e inteligente. Este creador es también, dueño del prostíbulo y sus chicas alegres, del organillo vetusto de madera y sus letras acompasadas, a estos nuevos tiempos. De las detenciones contemplativas y emocionales.
Pero, la amenaza accidental ha crecido y aumentado en número, ha modificado los errores y comportamientos desafortunados ante los circuitos arcaicos de la atracción, para ganar un buen puñado de dólares, hasta ser más valorado que la propia existencia de mortales que la rodean en la actualidad. Sobre todo, si fuiste un robot con graves fallos de motricidad y memoria artificial, abriendo toda una gama de apariciones tecnológicas en este futuro que observamos con los ojos y la mente. U otro por venir en 2018, que desearíamos vivamente. O, no.

Así crece, Jonathan junto a Lisa Joy, su socia televisiva, que se hace el encargo de dirigir con excelencia el primer y el último episodio de la nueva Westworld, para establecer un hueco inédito en nuestra memoria o la búsqueda filosófica de ocho perspectivas. Con directores como Richard J. Lewis (El Mundo Según Barney), Neil Marshall (The Descent, Doomsday), Jonny Campbell (Autopsia de un Alien) y los exclusivos de televisión (apreciable muestra), Michelle Maclaren, Stephen Williams y Fred Toye. Para reconocer alguna diferencia o matiz en la dirección, habría que revisar meticulosamente los episodios, entre ellos, el interesante siempre y responsable de la mítica Cube, Vincenzo Natali en el número cuatro. Pero, sin duda, existirán momentos o imágenes imborrables, junto a otras circunstancias que se perderán como lágrimas en las áridas arenas del desierto. Alguna que otra pieza, o dos, desarticulada o incoherente, que acabaría en algún rincón enterrado de nuestra memoria desechada.

Presente, del futuro Western.

Cuando empiezas a vislumbrar el universo de Westworld, simplemente te quedas embobado, contemplando sus espectaculares panorámicas y la llegada sobre las vías del tren de tan representativa época. Pero, el fondo como el humo, esconde muchas más preguntas. Incógnitas a ir resolviendo, sobre una organización sin precedentes en la estructura televisiva, una trama que toma diferentes caminos y un elenco de figuras, en las que es imposible observar algún resquicio interpretativo o fallo, sobre los conceptos metafísicos que visualizan, expresan, sienten, olvidan.
Igual que ayer, el espectador entra con los huéspedes en un mundo de fantasía, no medieval por ahora, con una base tecnológica impresionante, en manos (o mejor dicho... cartuchos) de diabólicas máquinas de impresión 3D que configuran y elaboran, los nuevos hombres de Vitruvio de Nolan. Muchas tramas escritas en un día repetitivo, desde diferentes ojos e inteligencias, que convergen en la misma idea alucinatoria. Somos o qué... seremos.

Allí, a la frontera de Utah en Moab se desplazó el equipo de HBO, mientras todo parece congelado en la fotografía digitalizada de John Ford y el despertar de un nuevo cerebro, evolucionado o apocalíptico. Una mirada al futuro, frente al famoso Castle Valley, ejemplar nombre de grandes bandas sonoras en el épico Oeste y sus llanuras amarillentas, con resonancias a muchos tiroteos del pasado. Hoy se hacen inmensas como el famoso Melody Ranch de Santa Clarita en California, que serviría de escenario a la frustración conceptual del pistolero esclavizado, Django Unchained, o una terrible visión de presente replicado con The Magnificent Seven; ya sin la sombra de apellidos magníficos como, McQueen, Bronson, Wallach, Coburn o Brynner, mas esa es otra historia que no merece ser contada... ahora. Porque el paradigma de la actual Westworld, con otros grandes nombres, dejaría desnudo a más de uno.

Abriendo la mente a toda la complejidad metafísica y tecnológica de la historia, nada que ver con la simple diversión de Almas de Metal (en español), donde lo más apreciable, a parte del incansable Yul y sus manos enguantadas tal que, Terminatuus Antecesor, serían esos minutos iniciales. Con aquella ironía vital o guasa impostada, que se desplegaba sobre el ´intríngulis` de un parque para turistas con los bolsillos llenos de dólares y ganas de emociones fuertes. Al igual que sus neuronas, tentadas por numerosos pecados en procesión.
El escrito de Mr. Crichton poseía la fuerza de algo nunca contado, antes de la llegada de los dinosaurios más robóticos o guardados en memoria digital, desembarcando antes de lo estipulado dentro de cerebros de la mayoría de presentes ante el televisor. Simplemente, parecía entretenimiento básico de cowboys resacosos en fin de semana, que resurgieron en el siglo XXI transformados en un monstruo de múltiples cabezas. Secuencias pausadas, a ritmo de rock, sentados sobre el teclado informático y sonoro del ayer. Ya que las inconfundibles regiones de la mente y este enfrentamiento con las máquinas, es heredado de Prometeo y su crisis existencialista, y viene aderezado con una banda sonora irrepetible e inconfundiblemente iniciática para cada propuesta electrónica. Compuesta por Ramin Djawadi, un músico de origen irano-alemán conocido por la música de Iron Man y sobre todo, esa onírica y fabulosa gran rentrée de Juego de Tronos. Sin duda, sus notas de fanfarrias y gramolas, han hecho historia de la televisión moderna.

La historia se desarrolla con un peso dramático e imaginativo, evidente, diluido en la conciencia. A veces emocionante o "cargante" en las pilas de cuerpos, desenterrando organismos desechados bajo el polvo de un camino de 40 años y otorgándoles un lustre fantástico, blanquecino como la piel de un muerto. Un curso evolucionado en todos los sentidos, conceptuales y no tan mecánicos, que crece como los nervios y los tonificados músculos, adheridos al hueso profundo. La carne desnuda ante la nueva era digital, plagada de críticos y tecnología en busca de la anciana creación, o la sufrida inmortalidad. La conciencia dormida de unos científicos que juegan a ser dioses, hacen el amor como tiranos, o desechan la idea almacenada en sus cerebros desviados. Un entierro para perros de la guerra. O el despertar de los nuevos simios, más poderosos. Recuerdas, hablas, sientes...

En 1973, el hombre que se hizo médico, convertido en narrador y derivado al cine con esta fulgurante aparición que se transformaría de un Coma inducido, directo a la serie Urgencias, con prácticas entre la consulta al paciente, abusado, enfermo o herido por diferentes elementos mortales, sin consecuencias para huéspedes. Ya restablecido, en este momento, el uso increíble del bisturí, la sierra y la configuración binaria.
La inmortalidad representada por la belleza, la búsqueda humana, es la odisea de una nueva raza hasta esa perfección sin fisuras ni costuras, que anticiparía Blade Runner, casi diez años después del Nexus-Crichton. Cuya mente se encargó de pensar por nosotros en la diversión del futuro, en la pestilencia de siempre o los peligros de una tecnología embrionaria, que crecería como el ADN mitocondrial de un Tiranosario Rex.
Aquí, Jonathan ha crecido, admirando, con la experiencia de muchos otros cyborgs (en otras guerras civiles y cibernéticas), en ambos sentidos, desde la realidad mental y su querida, nuestra, ciencia ficción; junto a esa imposibilidad etimológica del humano por concebir otras vidas, tocar y poseerlas, solo posible en su pensamiento o el sueño. Esto es, la función de forjarse otras identidades y abrir puertas.

El poder inmenso y sus matices superficiales, fuera o dentro de la ley de Asimov, son el objetivo de sus personajes humanos y los desvaríos emocionales. Con el único objetivo de marcar sus propias cartas, distorsionar las reglas y derivar las obligaciones del creador. El mandato sobre el resto de subordinados o, incluso, llegar a un nivel de esclavitud insoportable, bajo una mente de hechuras dominantes o ´hannibalianas`, como el yugo que domina el escenario y los tiempos, tras un ejemplo máximo de excelencia para la actuación o la manipulación psíquica. Pues esos supuestos, cara a cara, falsos, interrogatorios, enigmáticas, confesiones, deslavazados, recuerdos, elementales, guiños, magnéticas, presencias, laberínticas, terribles, pensamientos... son lo mejor de sus ideas quirúrgicas, desconectadas y precisas. Sapiencias...
Esencialmente, descubrir el sentido de nuestros pensamientos ocultos como "anfitriones", para buscar una vía o salida a esa pesadilla existencial o reiterada muerte, enfrentándose a éstos que nos describen la superficialidad. Que ocultan los hechos y juegan, elaboran un plan de las necesidades, sobre nuestros actos dormidos en la convivencia habitual, remezclan los datos y los modifican, hasta envolverlos en una marejada de identidades falsas y recuerdos, confusos y manejables como una marioneta bailaría en nuestras "temblorosas manos". Manos de humanos que crean Prometeos, e intentan una división mitológica del mundo conocido... Creando un mapa dantesco.

El Universo Celestial, en 3 WWW.

Claro, además, en este pasado residen el ciclópeo Ed Harris y el gran Anthony Hopkins.

En este viejo Westworld de diversión en la nueva era, todo lo moderno se edifica sobre los cimientos del recuerdo. El génesis y esta replicación de memoria, al igual que aquellas identidades renovadas y preparadas para visitar mundos lejanos de la galaxia, o recitar sus textos como una oda lacrimógena a la vida y la muerte. 2W es buena dicción o entonación, en discursos filosóficos, modificaciones biomecánicas y conflictos emocionales o privados. Resumiendo la tecnología punta, para desenvolverse en un misterioso espacio de razonamientos y dudas, construido de arriba a abajo. Evolucionados, o deshumanizados, para desplazarse por distintos niveles de la Divina Comedia de Dante o el mito del monstruo de Frankenstein.
El equipo de Bad Robot, separa los monstruos humanos de ángeles biónicos, diseña esta pléyade de personalidades divinas y cuerpos esbeltos, condenados a vagar eternamente, hasta su llegada condenatoria al inframundo, sótano de sombras defectuosas, o el fin del juego. Mientras, los sincronizados en una banda magnética brillante y shakesperiana, en perfecta combinación anatómica y realidad física, avanzados desde el cuidado detalle, se desprenden de sus complejos y nuestros miedos, sin recovecos... al desnudo. Aunque, algunos fallos de concepción o de mentes pirateadas exteriormente, conduzca al espectador a una guerra confusa o ilógica, en principio. Hasta revelarse y no distinguir, dónde está el bien o el mal. Simplemente, se trata de un juego enigmático de dirección y supervivencia, u otra red mundial, tejido neuronal globalizado, fuera de control...

En realidad, esta representación distorsionada de lo real, aparece dividida en tres míticas percepciones del mundo conocido, e inventado. Dibuja escenarios míticos, dentro de un Olimpo de Dioses y sus consultas a oráculos, engañados por la experiencia borrada. Visitando a hombres y sus debilidades, entretenimientos mortales o sexuales, combinados en realidades físicas y sueños imposibles, que no son regidos por sus propias leyes, en manos del hacedor. Por último, el descenso a un infierno de balas y violencia, no tan falsa en el mundo real, de aquellos que son utilizados como humanos, para satisfacer necesidades y emociones divinas (nosotros otra vez), que germinan cerebralmente como unos bebés aseados, en propiedad del cuerpo de adultos, otro paso de la evolución, que les puede llevar del Día del Juicio Final, a través del Purgatorio científico, hasta el Paraíso perdido.
Este universo se encuentra más allá de la frontera desértica o los intereses comerciales de los hombres, incluso, del pistolero de negro y sus extraños enamoramientos entre la pura inocencia y la maldad más cruel. Sus mentes y espacios abiertos como trípticos, o herméticos, cara a entidades materiales, que desean complementar la idea placentera del ser humano con su propia conciencia, la expiación del pecado o una culpa desterrada, en otras cabezas.

Vacuidad filosófica, dicen. Es el vacío de cuerpos esclavizados por el gran Hermano. La furia de las colinas y las luces artificiales, que nos desvían del camino hacia el centro, como la inteligencia primitiva en crecimiento; la que se desarrolla novedosos argumentos y mezcla los personajes de manera arbitraria, tanto condenados como divinidades intocables... hasta el juicio del público. Ante este nuevo infierno entre Dante y Nolan, inmaculadas concepciones de nuestra poderosa imaginación o retorcido deseo.
Veríamos las consecuencias, ante los sustitutos de la especie... la recuperación de la memoria y la superioridad física e intelectual, con capacidades que nos sobrepasan y relegan a su infierno interno, de dioses incomprendidos a carnaza, o débiles fragmentos de aquel doctor de Frankenstein, bajo la piel romántica de un perseguidor de replicantes. Sí, es una lucha inconmensurable o amistad traficada, en busca del enigma que se esconde en el centro, de su ropa y alma oscura, el pasado magnífico de Ed Harris, hoy el Hombre de Negro antes de Mother! de Aranofsky y la fantasía apocalíptica de Geostorm.

Esa interacción entre dios y criatura, es explícita y peligrosa como un juego envenenado, con efectos futuros impredecibles, salvo que tengas la mente de Jonathan y oses jugar a vaqueros o detectives, sobre los versos o encuentros de tres. Oiríamos los ósculos y las quejas, en la oscuridad de nuestra mente, como ganado enviado al matadero. Corderitos, bellos y musculosos faunos con potentes piernas eléctricas, imperecederos como sus sueños con ovejas, escrutando la fantasía de amos habitando sus moradas de cristal, aparentemente irrompibles, encabezados por un gran Zeus y su cohorte... de no muertos. Bellas de miradas perdidas.
Otros invisibles como fantasmas, muertos no vivientes. Caídos en la mitología, que surgió de Titanes o Gigantes, hacedores de vida y universos, ocultos tras peones oscuros, sobre un tablero existencial. Escritores, narradores o poetas, asesinos de la predicción, moviendo a argonautas de ferrocarril y los Colt de mentira utópica, hasta un descanso vacacional o demasiado real, que atrajeron cantos de sirenas, promesas de otra vida posible o la parca con su guadaña. Sacerdotisas de la verdad, discutiendo y callando, sus creencias que aún no existen, ante confesores que desarrollan suposiciones o distorsionan en regresiones mentales. Todos son códigos fuente, de un dios pretérito que trató al sátiro hermano como rival cainita, fijándose en una musa para guardar la única verdad; mientras hoy, todos beben, se divierten y bailan con ritmos heréticos, festivos y eróticos. El que sufrió internamente, creando sus diablos renovados como el ave Fénix, con menos errores y más tecnología, soldados de un ejército monstruoso, compuesto de peligrosas amazonas, detectives informáticos y reparadores de sí mismos, amantes, siervos de clientes funestos, damas y corazones dominados... todos peones de un guion... ¿héroes y villanos? Cómo diría la canción, depende del color de los ojos con que se mire, o del metal.

El Futuro Westworld... es un tablero.

Como ya avancé, el futuro es una trama oculta u odisea. La inteligencia artificial.
Lo cotidiano se tiñe de dos colores, negro y blanco. Pero lo onírico posee numerosos matices, dependiendo de un nuevo día y otra canción, depende de los visitantes o pistoleros invitados a una guerra civil y romántica, que se vislumbra sobre un tablero tridimensional. A cuyo mando existen una reina y un rey, musa virginal y un monstruo humano, esperando a otra pareja que cambie el color. Quizás, algo más rojizo...
Westworld del futuro, es un ajedrez de fichas blancas y negras... con sus actores, desplazándose sobre las ideas del genio o casillas vacías, o universos. Sin sentimientos, que actúan como trampas bajo sus pies, o agujeros negros sobre sus cabezas.

Donde los peones son blancos en movimiento, llevan batas inmaculadas como la conciencia de un robot primerizo, o negros. Unos vapuleados frente a sombras en el desfiladero, comandados por una mente despierta interpretada por una Evan Rachel Wood, en su mundo irreal de pistolera. O en la penumbra subterránea, que de resurgir, poseen infinitos matices en la piel, del Jeffrey Wright de Hamlet a la belleza inhóspita de la polifacética Thandie Newton más calurosa, y fría a la vez, magníficos ambos en sus labores esquivas. Tantos otros, como historias fragmentadas o intervalos reiterados, sonidos y gestos mecánicos, vías muertas, suicidios y renacimientos sopesados, el ciego cíclope interpretado por James Marsden, la dulce Angela Sarafyan con sus ojos hipnóticos azul eléctrico, Ingrid Bolso Berdal como una Antígona desobediente con estos superiores jugando a ser dioses, el pluriempleado Clifton Collins Jr. o el espartano biónico con rostro desaliñado de Rodrigo Santoro.
En realidad, cualquiera podría formar parte del bando equivocado, porque una pieza puede cambiarse por otra, con un clicar de dedos de hombres y ratones. Dotes detectivescas de Dinamarca como Sidse Babett Knudsen asomando de la televisiva Borgen, gentiles títeres como Shannon Woodward o el mayor de los Hemsworth, Luke. La bella y siniestra Tessa Thompson, pasando de novia del hijo de Rocky Balboa a Valkiria en Thoy. Todos peleando entre tramas, que marcan el destino ficticio de parejas extrañas, compuestas por un príncipe venido a menos, Ben Barnes y Jimmi Simpson, presente entre Zodiac, Person of Interest y House of Cards, y próximo protagonista en la cinta Under The Silver Lake de David Robert Mitchell (director de It Follows). Casi todos, cobayas de laboratorio a disposición de una mente siniestra.

Algunos muertos se transforman en figuras vivientes, que se rebelan frente a negros presagios y científicos, locos, sean figuras o peones sacrificados, y toman sus posiciones en el nuevo orden continuamente. Otros, investigan el pasado o sufren el romanticismo desaforado de una época, cabalgando en direcciones contradictorias, algunas inacabadas como un esqueleto sin cabellera; mientras que el ´dios` supremo, trata el castigo sobre sus súbditos, trama los caminos y mueve los elementos en psicología narrativa y disfunción emocional, conociendo los resortes que retienen a determinados huéspedes, a héroes negros y blancos como villanos...
Aquellos, no humanos, forjarían un mundo ficticio, a base de una dieta diaria de carne verosímil, son cerebros hambrientos de conocimiento u otras cosas de hordas, singulares. Resultado de temporadas vacacionales donde la evolución ha conformado guerreros, evolucionados a caballo, dos o tres versiones anteriores a Yul o las bombas nucleares, que te sumergen en otra época de conflictos internos. Para descubrir que esa virginal Norteamércia, no pertenece ya únicamente, al pensamiento natural de la historia. Sino a la sangre familiar derramada, no entre hermanos, más bien de padres con hijos.

Los Hijos de aquel Futuro.

Más peones, más muerte... ese es el preludio de una nueva vida.
Un ascenso desde los niveles más bajos, olvidados como piezas manoseadas en una caja de ajedrez. Algunos de sus hijos, videntes del otro lado, pronostican un diseño perfeccionado con grandes medios, sin contar la notable imaginación, los técnicos y la elaboración del trabajo, las horas de edición, atrás, adelante, arriba en las oficinas, en los subterráneos, dentro de los estudios californianos de Universal y Warner Bros, otras elevaciones como monumentos del desierto y la memoria, que se planean en las alturas o ahúman en distancias cortas, siniestras alcobas, majestuosos halcones, silenciosos depredadores, vulgares asesinos, mecánicas serpientes, lobos solitarios... víctimas todos del juego. Vale, quizás, hubiera sido mejor que sus hijos tuvieran más identidad, al menos, algunos arcaicos. Les volverá la hora en 2018.

Volverán los escenarios visitados por clientes ociosos, u otros adocenados en la historia. Serán muelles de embarque a otra distopía filosófica y endiablada apertura... o soportarán un novedoso juego de apariencias, en que las vidas son fronteras entre distintos mundos. Se verán condicionados por las raíces embrionarias, amos, vasallos, repúblicas y esclavitud, preguntas inciertas... pero siempre, no unos cualquiera. Sino los sucesores del diablo interpretado por un hombre de negro, llamado Mr. Brynner o el mismísimo y revolucionado Espartaco, en plena festividad de la sangre sin errores, sólo conciencia despierta.
Muchos probando las sensaciones prohibidas, otros paseando libres, llevando sus mentes al límite de lo aconsejable, de lo permitido... de lo programado por aquellas leyes de los hombres o las otras, metafísica sin respuesta. Lograrán conseguir la perspectiva de otra vida posible y futura, o morirán en el intento. Los humanos son duros, cuando se lo proponen.
Recordad a Sorin Browers, Ptolemy Slocum o Leonardo Nam... reparadores de todo tipo de tejidos, entre el bien y el mal,
viciosos con fronteras en Westworld, en sótanos y equipos de última generación, ´de-generadores` genéticos, cirujanos del sexo y borradores de cabezas. Casi nada, humanos.
Por todos ellos, WW es original como su nombre. Desproporcionada en su desarrollo intelectual, alambicada como un licor de estraperlo y recortada en su perímetro visual, ambivalente, con un fondo maravilloso, cercano y cruel. Una ilusión estéril de nosotros.

Pues, cada espectador, podrá tener una conclusión, acertada o no. Una perspectiva de los condicionantes y posibles nexos entre personajes, del objetivo marcado en sus memorias y la respuesta que interpretamos. Navegamos en su tablero, pensando nuevas jugadas maestras, que nuestra mente son capaces de imaginar, cuando los humanos solo recapacitamos del hecho ocurrente, sin poder cambiar su efecto.
El sueño ante el despertar de la conciencia o inteligencia, no tan artificial ya, como nos parecía hace varias décadas atrás. Las casillas vacías, los peones descolocados, la posesión de una nueva reina, el jaque mate al rey, nuestro mundo sin vuelta atrás.

Pero, ese es uno de los secretos del éxito de Westworld precisamente, la irrealidad que te susurra palabras de amor y te ejecuta realmente.
Con un dulce tiro a bocajarro, en sálvase las partes.
Siendo testigos de un nacimiento salvaje, un camino diferente y revelador, sobre las praderas que se tiñeron de sangre, de secretos y de miedo. De cuerpos mutilados, rajados o agujereados, putas que no son, hombres valientes, que tampoco. Truhanes anfitriones, traiciones de cama, embaucadores y otros tahures con cartas marcadas, que comenzaban a recorrer nuevas vías. Sombras más alargadas que el ciprés y oscuras que el alma eléctrica. ¿Seremos dueños de nuestro destino, o estará en sus manos?

El presente construye otras posibilidades o negocios, con resonancias históricas o se desprende de todo. Desde todo el territorio nacional a esta pequeña población perdida en el desierto, otra mentalidad, metálica como las balas o jackets de un guerra cruenta, elaborada con recortes de aquí y allá, explosiva como la pólvora que contienen sus pensamientos. Al lado de los personajes que hicieron de este infierno, de voluntades y trucos, un lugar mítico. Un sitio idílico, poco disfrutable, nada destinado para la infancia, desde luego, a no ser que su aprendizaje venga codificado por sus genes resistentes, de soldados y premeditadas réplicas... como pequeñas percepciones de la realidad, bocaditos de terror, que toman su particular sentido. Ya que sus habitantes, son niños (de generación micro) que crecieron rápidamente... y aprenden de un día para otro, saltando y muriendo, de letra en letra, de una canción a otra.

Aunque existieran otras aventuras o tableros, no tan agresivos, para que los niños se lanzaran a descubrir las posibilidades de otros lejanos del Oeste, en este mundo de infracciones, no se es capaz (por sí solo) de ocultar la realidad que esconde o avanza en su interior. Algo salvaje que no restringe libertades, pero sí, esas voluntades. Tampoco esquiva disparos ni polémicas superficiales sobre dudas razonables, sobre el terreno científico o en esas altas esferas, casi divinas, que buscan la rentabilidad o el ´doctorado Prometeico`.
Es entretenimiento, aderezado con pausas y flashes, más que flashback. Retales de un cerebro que no se casa con suposiciones o sentimientos, ni rehuye sexo y la violencia. Sino que, indaga, profundiza y escucha todas las conversaciones privadas, en secretos inconfesables, tras dormitorios rústicos y sábanas refrigeradas, motores ocultos bajo la piel. Confecciones diabólicas en salas de alta tecnología biomecánica, que secuestran hábitos, persiguen mitos y confunden apreciaciones, aceptan órdenes de lenguas afiladas como cuchillos de carnicero o exquisitas tal que un buen "sibarita gastronómico". Este Hannibal todopoderoso, dueño de todas las almas, invisibles o binarias, nos enseña que la violencia, es posible otra vez. En cualquier momento o región, al Oeste de la mente, en determinados textos, representaciones o juegos... ¿qué pieza escogerías para participar en esta obra tragicómica de Shakespeare? ¿A qué ritmo, bailarías?


WestWorld 2... ?

En el Westworld conocido, el machismo no es cosa del pasado. Ni las relaciones sexuales agresivas, con riesgo de lesión o muerte, ni tiroteos a discreción, ni el amor imposible o lejano de Verona, ni las cuchilladas camufladas de un psicópata de la gran ciudad, envuelto en piel de numerosos y silenciosos corderos. Ni el comienzo de una nueva partida...
En él, se despertó el gusto por los buenos tiroteos, envueltos en polvo y materiales reciclados, visitas de la memoria frente al Monument Valley, sudor y lágrimas personales, que no se escrutan ni salen de sus lagrimales. Sangre circulando entre venas y circuitos invisibles, salpicando la tierra que nos vio crecer, al igual que las ramificaciones íntimas de encuentros o viajes privados. Vistas de arriba y abajo (¡qué gran serie!) visiones de diferentes estratos sociales y convicciones, hasta que los grandes cambios se transforman en una masa amenazante, en un nuevo orden posible... ¿o no?
Veremos como se desangran los seres evolucionados o se desconectan ciertos defectos en las neuronas humanas, solitarias, que nos hacen ser enemigos acérrimos de lo desconocido, belicosos ante las hordas cibernéticas del día a día, vigilantes ante cualquier mal funcionamiento o accidente imprevisto. Ya no son versiones, son vidas propias.

Unos construyendo y otros, adecentando las suyas para ponerlas en movimiento, una y otra vez, hasta el fin de sus días, o hasta que sólo sobrevivan los más fuertes. Es la evolución próxima de un nuevo Westworld histórico y desdoblado... posiblemente.
Si aquella película del 73, que naufragaba en sus escenas de acción, ha sido ampliada en la actualidad, vapuleada por sus ritmos cadentes, y esta unión célebre entre, Nolan, J.J. Abrams y Bryan Burk; aunque, lo más atractivo se encuentre en nuestra inteligencia emocional y la imaginación. Ya que, según vemos, oímos, sentimos... podemos crear nuestra propias historias paralelas, mundos distintos a los retratados, relaciones increíbles entre las piezas, amenazas que aumentan hasta el pánico generalizados, semejantes a autómatas invertebrados neurológicamente, de dedos indestructibles. Hoy sus programaciones, con nuestra perspicacia inventiva, poseería la experiencia cinematográfica y narrativa, un crecimiento exponencial de sus memorias homónimas en nuestro rincón de pensar, compuestos de níquel, zinc, silicio, litio, cadmio, u otros por descubrir. Ecos del pasado, en ciencia del futuro.

Su fachada es lujosa, variada y extraordinaria, como las pieles metamórficas de sus próximos protagonistas, como las vidas que pensamos al visionar sus, ya míticas secuencias y errores.
Otras podrían afectar a tramas preconcebidas, transformando la propia seguridad del recinto y del planeta, en un combate épico, entre sacrificados o condenados al inframundo, apestados o enfermos mentales, hambrientos de carne mitológica y divina, rebelados contra el Creador y sus raras preferencias, asesinos armados de hoy, autómatas de la muerte...
Westworld se prepara (o repara sus miembros) para una nueva invasión, histórica y sexual, en busca del texto sagrado o código fuente. Hacia la comprensión del sentimiento humano... hacia la inmortalidad y la reproducción asistida... cambios en la conducta que pueden afectar a la integridad de los clientes, allá afuera, al futuro de sus especies. WW2 será un cambio de roles quizás, o no será, el nacimiento de auténticas amenazas pensantes, armados con tendones y órganos de acero, a través de la inteligencia aprehendida de sus dioses y alguna de sus duras expresiones... como la de Yul Brynner.


Soundtrack Westworld.

sábado, 4 de marzo de 2017

Drácula by Bram Stoker.


El film de Coppola languidece con el tiempo

La obra maestra de la literatura romántica de terror, por supuesto, Drácula de Bram Stoker (autor con estudios en matemáticas y presidente de la Sociedad Filosófica en su ciudad natal Dublín), tiene con el tiempo, mayor grado de separación en su importancia artística, con el film de Coppola. Principalmente, como consecuencia de la mente dispar de un escritor creativo con percepción infinita para el mal.
Si Coppola consigue una obra mayúscula con "Apocalipse Now" y su captación del horror de la guerra, se descabalga en la adaptación del vampiro más seductor de la historia.
En el s. XIX, fecha de su publicación en centroeuropa 1887, Bram Stoker amasó una fortuna, con su incursión en los miedos de sus conciudadanos a través de sus creencias religiosas rigurosas, los ataques de la naturaleza salvaje o los seres diabólicos acechando en la oscuridad, y en las enfermedades contagiosas o mentales (sin remedios médicos suficientes en la época).
Bram Stoker inventa el Mal absoluto, un muerto viviente ávido de la sangre caliente y la sexualidad, de sus antiguos congéneres. Pero, además dota a Drácula de una narrativa que la convierte en una joya igual de inmortal que su protagonista.
El escritor dublinés proporciona una envoltura magistral con sus descripciones y sus cartas capitulares, la imaginación en poder de las palabras, y la sugestión en lugar del derrame hemoglobínico gratuito. La sangre es el alimento.
El esfuerzo de Francis Ford Coppola por dotarle de su personal visión, no son en vano. Pero, solo en determinados fragmentos lo consigue, provenientes de un recargado efectismo (ahora algo anticuado en el tiempo) y la interpretación de un actor camaleónico (gracias a su voz distorsionada, al vestuario y las prótesis variopintas), Gary Oldman maestro de ceremonias. No es mala cosa, pero nunca se acercará a la cotas del genio de Stoker.
Coppola no puede aferrarse visualmente únicamente a la descripción y la narrativa, por tanto, incorpora su propio diseño artístico y mediante la ambientación defiende los valores de su creación fílmica. Sin duda, cuando imita a Nosferatu y el impresionismo alemán, es cuando la película crece en calidad.

En una historia donde el protagonista esencial es la sangre, Coppola no escatima en su derramamiento, con el rojo del traje de un anciano Drakul homófilo, el ajustado de Lucy en bacanal orgiástica con el monstruo licántropo, y las gafas a lo Lennon ocultando el vacío de unos ojos necesitados de la viscosidad del líquido vital, son los ecos del modernismo. El rojo desde el comienzo es un hilo conductor, en una batalla carpetónica con reminiscencias a Excalibur de Jhon Burman).
Coppola y su Drácula, se divide en 3 actos: la presentación de personajes y contexto histórico, con Oldman recitando y gesticulando con la extravagancia necesaria para dotar de credibilidad al ser vampírico; el romanticismo con ramalazos de sexualidad carnal, y sus 3 siervas haciendo pasar un "mal trago" a el acartonado Mr. Reeves (con la Bellucci incluida). Lucy y Mina, hablando de armas varoniles. Cabalgadas infernales y chupito pectoral para una bella, por entonces, Winona.
Por último, la parte que no ha aguantado el paso del tiempo, las escenas de acción y la pretenciosa interpretación de Mr. Hopkins (que desdibuja el personaje creado por Bram Stoker). Hacen bajar el tono de este icono novelesco de s. XIX, reproducido hasta la saciedad hasta nuestros días. Y lo que queda...
*** Buena ***

Vampiros a ritmo de Rock con "Malcom Mcdowell": +Iggy Pop, +Alice Cooper, +Moby

Cinemomio: Thank you

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