La Conciencia del Superhéroe.
Desde luego, que está de moda el enfrentamiento y la división, parece que el ser humano vuelve a las medidas drásticas para perseguir un propósito o conseguir la atención de los adversarios de cualquier tipo, esto es, una giro conceptual a las raíces del hombre con un vínculo reptiliano, oculto en nuestro pasado como especie y que forma parte de su conciencia primitiva. Lo que parece una novedad en ciertos ámbitos, ha ocurrido en tantas ocasiones en nuestra historia que, indiscutiblemente, se ha visto reflejado una y otra vez en obras de ficción, como por ejemplo en los cómics y el cine actual de superhéroes.
Por allí de 2006, el universo creado por Stan Lee se adentraba en la mente dividida de sus hijos, creaciones que fueron revisadas por dibujantes y escritores, como el escocés Mark Millar. Un guionistas gráfico que provenía de DC cómics (La Cosa del Pantano, Superman-Flash, La Liga de la Justicia) y atravesó la frontera del lado oscuro, desarrollando historias para la Vampirella de Harris Cómics, hasta adentrase en las filas fraternales de Marvel con Ultimate X-Men. Después de configurar la batalla presente del Capitán América, ha seguido trabajando en distintas series, desde Chosen para Dark Horse o Wanted de Top Cow, hasta su personal visión del héroe callejero con Kick-Ass dibujado por John Romita Jr.
En el término mundano que pertenece a Steve Rogers y su relación con la agencia de espionaje S.H.I.E.L.D., la guerra estalla debido a las peligrosas evoluciones que perpetraban por las ciudades repletas de transeúntes o, inocentes sufriendo las consecuencias de un trabajo tan mal remunerado como incomprendido. Vamos, casi gratuito a no ser por la herencia millonaria de alguno de sus honorables miembros y el enfrentamiento con una sombra llamada Hydra y una élite militar comandada por El Soldado de Invierno. Así, su nombre cinematográfico más correcto debería ser Los Vengadores: Civil War, ya que varios de sus miembros, se debaten en una ancestral lucha (aunque no encarnizada) que se desprende de sus hormonas saltarinas y rebeldes, como una fotocopia de dos chavales en una pelea de patio de colegio, por saber quién es más popular en la clase y porqué posee más seguidores fieles de ambos sexos. Claro, hablo en género masculino, pues la infinita mayoría de individuos con cromosomas Y que se ven reflejado en las páginas y en las próximas generaciones X-Men de la gran pantalla... cabezas de dos bandos de curtidos y fraternos superhéroes.
Pero, una batalla de alto contenido violento, como una guerra civil, requiere de un aumento significativo en el tamaño de sus gónadas, recuerdas: ¿cuándo éramos jóvenes como disputábamos, jugando? Luego, abríamos un tebeo y disfrutábamos de aquellos hombres y mujeres articulados en trajes imposibles, bueno que mutaban a endiablados, viendo el resultado de sus acciones hercúleas dentro o fuera de esta ley de Marvel, la dictada por su universal cartero...
¡Qué bonito y ejemplar parecía todo su mundo!, claro que dibujado en papel parecía más cercano a una ciencia ficción más imaginativa, entonces, y en estos momentos de nanotecnología y posibles replicaciones genéticas, se asemeja a un documental de nuestro propio futuro. Pero dejemos esto para otra ocasión... personal y sinceramente, cada vez se me hace más difícil dar una opinión sobre filmes basados en el color orgánico de Marvel, que pueda resultar algo más variada o diferente a la media u ofrezca un atisbo de claridad en el caos digital. Sobre todo, con unos guiones planos que carecen de convicciones y demuestran un gran abanico de trucos y subterfugios que no van a ningún lado, sólo nuevos episodios de una saga mayúscula en la pantalla.
Sus Vengadores conseguirán mantener el efecto deseado por los autores de películas y establecer nuevos récords en su recaudación por las taquillas del mundo, sin embargo, demuestran también una serie de debilidades que se están convirtiendo en virales. Uno tiene la sensación de estar describiendo círculos sin sentido en el aire, perdido indefinidamente en su colorida atmósfera y arrogancias del espíritu de los personajes Marvel, plagada de petulantes posiciones sobre el poder y la legalidad, y salpicado de chistes ´infantiloides` y ninguna repercusión privada en sus relaciones, que pueden dañar el conjunto de unos diálogos arbitrarios, sin inteligencia o vacíos de contenido descriptivo. Vamos, que la guerra civil se presenta como una riña y evoluciones grotescas, que se alejan de aquella idiosincrasia heroica mantenida en nuestros recuerdos, hacia una humanización ejemplar y más actual, quizás muestra, de nuestro comportamiento frío y una opción divergente sobre el argumento principal o macguffin de esta bélica entrega, Capitán América de sobrenombre Guerra Civil.
En sus fotogramas (segmentos de un póster binario colgado en la habitación), la pareja Rogers (Chris Evans) y Bucky (Sebastian Stan) se enfrentan al omnipresente Robert Downey Jr. (Tony de los Stark cibernéticos), en una demostración de la evolución en los efectos digitales y la diversión en las posibles posiciones de la cámara para adentrarse en sus pensamientos y trajes. Eso sí, aquí con una mayor suavidad a sus predecesoras vengativas, a la hora de manejar la cámara sin tanto aspaviento ni movimento circular mareante y, como consecuencia, se normaliza una acción más aposentada en sus distintos niveles gráficos. Posicionamiento que enseña las cualidades atléticas de los protagonistas o las de sus agentes dobles en movimientos peligrosos para su seguridad física, que evitarían un daño irreversible en un listado tan extenso de estrellas. He de reconocer que los f/x y los escenarios de rotomation, parecen más fluidos en la animación 3D de las múltiples empresas digitales afiliadas a Marvel Studios y el rodaje con nuevas cámaras IMAX 2D una nueva exhibición del poder CGI. Labor tan repartida como un escuadrón de programadores confluyendo en la misma red de tecnológica e ideas más retorcidas o evolucionadas cada vez, que se hacen realidad a golpe de programas de diseño, paleta y ratón.
El guion de Christopher Markus y Stephen McFeely (basado en el libreto, simplemente llamado Civil War de Mark Millar), se centra en en un momento de reflexión interna dentro de la historieta con el grupo de Vengadores separados, por esas cuestiones nimias de la responsabilidad civil y los accidentes provocados por sus participantes trajeados o alados, que acometen en el interior de ciudades o edificios públicos (como ya ocurría, otro enfrentamiento en repetición cinematográfica este año, con Batman v Superman de Zack Snyder); pero aquí multiplicada por la variedad de facultades extra-físicas y las divergentes personalidades de sus poderosos miembros, ya sea por recombinación o potenciación de fuerzas genéticas y las posibilidades económicas o científicas de estos nuevos gladiadores, imaginarios de la arena marvelita.
Sin duda, sus miembros parecen más enfrentados por bacile de sus poderes y lenguas jocosas que, por una verdadera y cruenta guerra civil, ideológicamente a las antípodas de esta realidad paralela. Es decir, semejante a una tópica refriega de conciencias y egos, que haría temblar los cimientos de cualquier construcción aeroportuaria que se pusiera a tiro (aunque sin trabajadores o visitantes molestos, eso sí) o un acto de demolición exhibicionista como nos tienen acostumbrados los superhéroes en su protección, no tan modélica, de los ciudadanos.
Pero alejados de estas minucias argumentales, la última Civil War se observa más coreografiada en sus secuencias en movimiento y menos movimientos antinaturales, excepto alguna evolución de la acción escasamente edificante o varios gags desatinados en momentos concretos. Sino, má bien, la cámara evoluciona con los personajes y sus acrobacias en lucha, cuerpo a cuerpo o en el aire, recreada digitalmente. En este nuevo mundo cinematográfico de Marvel, se van sincronizando las diversas series y escenarios paralelos, confeccionando una tela de araña en el tiempo que produce un baile de rostros familiares con otros desconocidos hasta ahora... como la incorporación del divertido Ant-Man de Paul Rudd o la visión de un Paul Bettany más protagonista, más el hijo del rey de Wakanda, posteriormente Pantera Negra interpretado por Chadwick Boseman, que tendrá su propia película en apenas año y medio. Ah, claro y un joven actor, Tom Holland como un cómico Peter Parker con las hormonas revolucionadas o, Frank Grillo enfundado como Croosbones y Daniel Brühl como daño colateral de Sokovia o el reconocido como Helmut Zemo.
E incorporaciones sonadas más que reales, como Martin Freeman, Marisa Tomei o un William Hurt que viene de una serie de producciones de televisión en su haber (no visionadas como Humans o Beowulf) y en cine, con otros títulos como El Héroe de Berlín o el western The Duel. Si bien todos intentan mantener el tipo, unos salen más reforzados (o con más seguidores juveniles) bajo la lluvia de golpes efectistas y estrellas erosionadas por chistes, ultrajados, como el traje de un fogoso Spiderman en efervescente y complicada adolescencia.
Su director, se divide o multiplica en dos mentes hermanas, Anthony y Joe Russo conocidos por la serie Arrested Developmente, Bienvenidos a Collinwood (que continuarán tras ésta y The Winter Soldier, con su mirada puesta en Avengers: Infinity War I-II) y repiten algunos registros de éxito en otras cintas anteriores, sugiriendo leves variaciones sobre el grueso de la linea argumental y habitual. Cuyo tema principal, la guerra fraccionada en capítulos o división de la amistad, no puede dar de sí para debatir durante muchas más horas, debido a las frágiles motivaciones de los personajes y el exhibicionismo de sus facultades, tanto físicas como intelectuales. Por lo que el guion se resiente en una serie de conversaciones estereotipadas o recalca sus debilidades expresivas tras la máscara, sin profundizar en las causas de esa fracturación bélica y realmente olvidadas en un cartel marvelita más que civil.
Probablemente, los síntomas se agravan con el establecimiento contractual o la fragmentación de minutos en escena, con los que cada protagonista tiene que hacer gala de sus ´debili-habilidades` motoras, o la vana locuacidad, tal que un cronometrado reportaje comercial sobre el universo de la mercadotecnia de tan fabulosos héroes, o propaganda de sus artilugios tecnológicos avanzados, que igualarán a hombres con esa especie de dioses de vuelta a la Tierra, o rebeldía de extravagantes mutantes. Puedes ver lo siguiente, para creer:
James Hobson, conocido como The Hacksmith, es un experto en electromagnetismo y construye artilugios como un escudo de Capitán.
Captain Amercia: Civil War, es por tanto, una excusa para reunir los distintos poderes en un fotograma digital continuo, un baile sucesivo de coreografías, más o menos espectaculares, y ejercicios sobre el terreno o el aire, de funambulismo y desequilibrios semánticos durante el combate. Cambios constantes de peluquines y cuerpos, sobre copias en llamativos trajes ajustados, donde mi reflexión interesada sería: "lástima que en el lado de las féminas, resulte un tanto anodino. Únicamente dos representantes en cada bando y se evitan ágilmente las poses, que marcarían el destino de miradas calenturientas, tanto adultas como acompañadas por erupciones de acné juvenil".
Pero dejemos de lado, esta gracia desafortunada con tendencia a la masculinidad, ahora mucho más del gusto femenino con tantos rostros velludos o medio afeitados. En fin, que esta nueva entrega derivada a The Avengers, funciona como un capítulo más en la franquicia comercial, que difícilmente puede conjuntar más acólitos de los que abarca, si no modifican algunas preferencias o su narración previsible. Aunque amplien sus fronteras, desde Atlanta a Berlín, Puerto Rico o, incluso, la espectacular y glaciar Islandia.
En definitiva, en la trilogía del escudo estrellado en Bramantyum, el capitán se ha vuelto algo menos democrático. Luego, tras este comentario (entre lo convencional y lo burlesco) se observa una posible doble lectura de un vengador acérrimo del suero de S.H.I.E.L.D y sus convicciones. Tanto que puedo verme reducido a insecto o un mísero corpúsculo molesto, aplastado dentro del actual panorama de la crítica cinematográfica (bueno, sin afinidad periodística, realmente ya era una tirita apenas) y en consecuencia, mi caladero en determinados mares se va agotando, hasta que terminen por extinguirse los rastros o ecos de cualquier tipo de enfrentamiento civilizado, o no tanto.
Tal que, una guerra simulada como un choque de gags, más o menos acertados, entre unos individuos egocéntricos vestidos para esta gala extravagante o baile de disfraces, arrimando... La tercera entrega es otro espectáculo comercial, lujoso y caro, eso por descontado. Nos vemos en el infierno o frente al espejo... de un Apocalipsis.
¿Cuatro Fantásticos o el club de los Cinco?...
La Cosa es que el pasado es tan elástico que puede transformar cualquier perspectiva icónica, un sueño de juventud en energía renovable o un poder fantástico en conocimiento real de nuestras debilidades, como una llamarada pasional que vuelve a conquistar nuestra memoria con calentura. Esta premisa renovadora, con base en estudios científicos y la física o química de las relaciones personales, se pone en manos del director Josh Trank con su segundo largometraje tras la exitosa Chronicle, que ya avanzara una primera historia donde la personalidad de un joven puede cambiar si algunas fuerzas externas actúan en su vida.
En la nueva película se irá indagando en las huellas fundacionales que crearon Stan Lee y Jack Kirby, cuando unos estudiantes se convirtieron en superhéroes con el nombre de Fantastic Four, afortunados (o no) entre millones de adolescentes y mayores con sueños efímeros de volverse casi invencibles, dentro de aquel mundo generado en las páginas de Marvel que arrastraban a las multitudes a imaginar.
Desde su nacimiento en 1961, en plena guerra fría y carrera por conquistar el espacio (algunos temían la conquista de Marte por la antigua Unión Soviética), algunas de aquellas realidades han cambiado tanto que la historia debía contemplar diferencias en los métodos y apariciones, por ejemplo el hecho de que la Antorcha Humana cambie sus rasgos hereditarios con el actor Michael B. Jordan o el padre interpretado por Reg E. Cathey (Tank Girl, Seven) tenga una nueva identidad fuera del alcoholismo y la ruina económica de su predecesor en papel y tinta. Tanto como que los poderes que atravesaron la piel de esos cuatro viajeros intergalácticos con rayos cósmicos, ahora proceden de un territorio que no tiene que ver con una nave espacial experimental, sino un artefacto con conexión a otro reino modificado por el mal a través de los viajes temporales.
Todo cambia con diferentes perspectivas, para bien o mal, pues el tiempo de los tebeos y de las generaciones anteriores, actualmente se mide con imágenes y una nueva manera de comunicar a los aficionados al scifi.
Apenas unas décadas después del cómic Los Cuatro Fantastic Fantásticos, aquellas aventuras que parecían imposibles de realizar en una pantalla de cine, hoy son revisadas por otras miradas como el propio y joven Trank o el guionista londinense Simon Kinberg (habitual del género de acción), donde los avances tecnológicos y una nueva estructura de la información, se ha apoderado de la fantasía con cambios drásticos. Los efectos especiales son una realidad digital, casi cuántica, y nuestra energía para imaginar, se aprovecha en equipos de informáticos y los programadores transforman la nueva realidad binaria en el cine.
Parece habitual, cuando los comportamientos y formas de captar la atención de las nuevas generaciones de espectadores se adecuan a estas circunstancias globales. Otro dato, hoy sería inconcebible una recreación pretérita llevada a la actualidad, sin la aparición de los teléfonos móviles en poder de sus protagonistas y su relevancia capital en las relaciones personales, sean ardientes o frías maquinaciones de nuestros pensamientos. Así como, que los cambios sean aceptados tan rápidamente por los miembros fantásticos sin esconder su identidad que afecta a su aspecto físico o, aunque sus actividades puedan abrir un vacío que devore al planeta y sus habitantes.
En el filme Fantastic Four, se recoge su primera etapa con aciertos argumentales y licencias para generar la tensión. Para ello, la producción de Fox y Marvel, cuenta con los rostros de Miles Teller (simpático y musical protagonista de la notable película Whiplash), Kate Mara (The Martian) cuyos inicios en la interpretación vienen avalados entre Sidney Pollack y Harrison Ford en Caprichos del Destino, Jamie Bell transformado de bailarín a experto en ninfomanías antes de llegar a la hora de las tortas. También un Victor von Doom con la piel modificada del actor todo-terreno Toby Kebbell, que tras su aparición oscura como la muerte se dirige a los brazos de una selva dorada junto a Bryce Dallas Howard y Matthew McConaughey, se seguirá hablando de él posiblemente triunfando como Messala en la nueva Ben-Hur o su participación en la adaptación Warcraft de Duncan Jones, más su trabajo en el filme de Juan Antonio Bayona en Un Monstruo viene a verme, o otra visita a la isla de la calavera y al gran King Kong.
Sin ser la acción nada fuera de otro mundo, más bien un fiasco, Josh Frank ha apostado por construir una base humana a tan especiales amigos juveniles, como un club de los Cinco en aventuras interdimensionales. Sin embargo, tras la entrada siniestra del Doctor Doom que presagiaba una tempestad en la gran pantalla, toda la buena voluntad anterior se va desdibujando hasta convertirse en otra película más de superhéroes atribulados contra su némesis. Los efectos generados en ordenador parecen vistos mil veces y la acción se conforma como un residuo radiactivo que, algunos tacharon como Chronicle2 y no dejará ningún recuerdo más allá de la estética o las buenas intenciones primarias del director.
Entonces, creo que Fantastic Four fracasa, por no ser decidida a la hora de entregarse a los nuevos tiempos en totalidad (sobre todo en f/x) y desistir del pasado, encarnado por Dr. Doom en los montes de Latveria y su fatal relación con Reed Richards y Ben Grimm, al errar en un mecanismo que atraería a los muertos a su tiempo y se plasmaría en su rostro deformado tras la famosa máscara metálica.
Desmitificar hasta estrellarse con una muro de piedra. Y, es que Victor von Doom o Muerte, fue todo un icono de la estética de los villanos con su capa y vacía mirada, también aquí modificada hasta desdibujar su imagen esencial.
¡Ha llegado el tiempo de las tretas... ´marveleras`!
Spider-Man: Homecoming, de Jon Watts.
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