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domingo, 25 de junio de 2017

Life.

La Ameba del Diablo.

Nadie dijo que esto iba a ser fácil... Cuando pensamos en dejar la Tierra en busca de un posible nuevo hogar para la raza humana, también tuvimos que lidiar con la posibilidad de encontrar otra forma de vida diferente, más allá de nuestra percepción biológica y el deseo de comunicación. Los primeros alienígenas, o Alien como se pondría en pocos años de moda, nos visitarían directamente bajo la atmósfera terrestre, con la misma intención de expandirse que nosotros mismos, aunque repitiendo viejos vicios humanos. A raíz de los últimos descubrimientos espaciales y el convencimiento de un tiempo limitado en nuestras ´cómodas` vidas sobre el planeta Tierra, aquella invasión pronosticada por las mentes más creativas, pudiera surgir en el horizonte.
Sin embargo, aquellos visitantes arcaicos de la televisión o el cine en blanco y negro, poseían ciertos rasgos comunes que caracterizan a cualquier conquistador, esto es, alimentarse de los recursos naturales y la riqueza de materiales que les ofrecen las nuevas tierras exploradas o su variedad climática u orgánica, una alimentación basada en cualquier forma energética que se les presente como una oportunidad a aprovechar y, por último, algunos organismos idóneos para plantar la semilla a esparcir y así, controlar el medio con la próxima generación.

Suena pretencioso, pero, también bastante familiar para los débiles y curiosos seres humanos. Este choque de civilizaciones desconocidas, como aquella idea de una diseminación desde el exterior con diminutos organismos autótrofos o semillas esparcidas en el terreno, podría ser un riesgo para la convivencia de ambas especies, al desarrollar habilidades que desconocemos en toda su amplitud y convertirse en un hermano mayor con ´mala baba` o evolucionado heterótrofo con ganas de hincar el diente a una tierna vianda andante. Estos individuos pudieran resultar una grave amenaza para nuestra estructura molecular y vital, o incluso, como demostraron algunas aventuras pasadas en nuestra imaginación, la posible conquista de esta estructura cerebral y el control del pensamiento comunitario.
Algo característico de cualquier elemento fagocitario u organismo carnívoro que se precie y que pudiera albergar ese instinto de supervivencia tan característico de cualquier ser vivo limítrofe en nuestro hogar. Una forma de vida con predilección por nuestro fluidos, que se multiplicaría rápidamente y de forma exponencial, de no sacarnos algún truco del bolsillo o encontrar algún método anticonceptivo o batalla espacial con garantías de éxito, en favor de la permanencia de la humanidad, claro está. Estos viajes espaciales deben considerarse toda una necesidad ineludible, a pesar de esporas, bacterias y demás microorganismos extremófilos.

Aquellos seres agresivos, nos visitaron cinematográfica o literariamente, de forma individualizada o selectiva, a través de un cuento de Voltaire llamado Micromegas, con un ser procedente de la estrella Sirio y otro de Saturno. Hasta que coincidiéramos en encuentros fortuitos por el espacio profundo, junto a Edgar Rice Burroughs, su John Carter y Una Princesa de Marte. O sufriésemos peligrosas oleadas extraterrestres, con criaturas al mando de naves avanzadas tecnológicamente y prácticamente indestructibles y, por tanto, no muy buenas intenciones en su ácido ribonucleico. Química programada para la reproducción y las comilonas viscerales a destiempo, con el control mental de tiernas víctimas inseminadas o eliminación radical de cualquier mínima resistencia por parte de los seres humanos. Hasta la exterminación, o más allá...
Pero, quedándonos más cerca (en el espacio que no en el tiempo), desde la obra prohibida de Leon Tolstoi conocida como Aelita: Reina de Marte, cuya aventura sería adaptada a la gran pantalla por Yákov Protazánov en 1924, a los pequeños relatos o numerosas historias de ciencia ficción de algunas mentes inquietas, desarrolladas en las historietas de los periódicos o los primeros cómics como Flash Gordon del dibujante Alex Raymond, o el mismo Hombre de Hierro conocido como Supermán de Krypton, creado por el escritor Jerry Siegel y el artista canadiense Joe Shuster, sus rasgos físicos y poderes genéticos, han ido variando o adaptándose a los nuevos tiempos. A ese hambre tecnológico o la concepción imaginativa que el autor deseara esparcir sobre el pensamiento colectivo de cada época visitada por determinados cerebros. Sino, que se lo cuenten a los espectadores de aquella emisión radiofónica de la Guerra de los Mundos basada en la novela homónima del británico, Herbert George Wells a finales del siglo XIX, dirigida, ideada y contada por el gran Orson Welles.

Sería una temible invasión marciana con aquellos trípodes colosales que percutieron sobre la vida cotidiana de los oyentes, enormes seres terroríficos y chirriantes, tripulados por criaturas sedientas de sangre. Así, el escritor H.G. Wells se convertiría en uno de los principales precursores de la corriente cosmológica y la vida exterior, que ya había tentado a la suerte o la odisea, anteriormente, con su obra La Máquina del Tiempo, donde los ´humanos` se trasladaban al futuro, como las próximas especies dominadoras sobre la cambiada superficie terrestre. ¡Qué cosa más mona, os suena ¿verdad?Luego, en siguientes visitas llegarían los selenitas, seres sublunares que recibieron a Los Primeros Hombres en la Luna (no Armstrong y sus muchachos, of course), siendo monstruos imaginados, algunos tuvieron su recompensa visual en aquel fenómeno de masas llamado cine, hoy en proceso de involución. Entonces, se evidenciaría la sospecha y se reproducirían las expectativas de una escalada cósmica en masa. Era el aviso de otras por venir, que por muy pequeñas que fueran, seguirían creciendo y aterrorizando como una gigantesca masa devoradora, al mismísimo Steve McQueen. Pero, esa es otra historia que entronca con el objetivo orgánico de este comentario.

El caso, o la ciencia avanzada, es que se fue apareciendo como un caso real, con la visita de los primeros astronautas terrícolas sobre la faz visible de la Luna y produjera una apertura a otras probabilidades vitales que ya habían anticipado, personajes del nivel de Julio Verne y aquel primer Le Voyage dans la Lune que recordaría Georges Méliès, con asombrosa técnica visual y premonitoria.
La Vida, aquella forma, se abriría paso a base de inseminaciones esclavizadas y aumentos de tamaño, disparos certeros de láseres incipientes y, como no podría ser de otra forma, al viejo y rudimentario estilo de dirigir salvajes dentelladas a la carne con patas y ojos de estos lares. A los cerebros de aquellos astronautas de Stanislaw Lem, cuya primera obra de ficción espacial, se basaría en un caso real como el del meteorito o bólido de Tunguska y un fantástico accidente aeroespacial. Que, posteriormente, derivaría en una magnífica epopeya mental, estableciendo la mirada reversible de nuestra ´conquista` al borde de la metafísica, con sus novelas Edén y, espacial o divinamente, Solaris. Así, por el nuevo milenio, se fueron intercalando los avistamientos cinematográficos y otros desplazamientos humanos con apariciones en las más diversas perspectivas planetarias, desde La Guerra de los Mundos más esclavista, a la superioridad conceptual de 2001: Una odisea del Espacio.

El director sueco Daniel Espinosa se trasladó a Halong Bay en Vietnam, preocupado por ambientes opresores como el de El Niño 44 o su evolución foránea en The Emigrants, así como otro proyecto junto a Mr. Gyllenhaall llamado The Anarchists vs. Isis, probablemente fijándose en el exotismo de aquellos maravillosos visitantes en blanco y negro del pasado. Como nosotros, se identificaría fiel seguidor de esas películas fantásticas con visitantes cósmicos, como The Thing from Another World de Christian Nyby y Howard Hawks, The Invasion of the Body Snatchers de Don Siegel, It! The Terror from Beyond Space de Edward L. Cahn, The Day the Earth Stood Still o Ultimátum a la Tierra de Robert Wise, al fantástico EastmanColor de Fred M. Wilcox y Forbbiden Planet con su monstruosidad energética creada por Disney; todas estas desventuras protagonizadas por alienígenas tendrían las mismas intenciones que sus predecesores narrativos más espectaculares. Historias que girarían alrededor de comunas con voraces xenomorfos en el filme Alien El Octavo Pasajero, a los descendientes esclavizados por otra especie en El Planeta de los Simios, las colonizaciones de Star Wars o District 9, entre comunicaciones con Encuentros en la Tercera Fase a Señales o la cercana The Arrival, puertas a las estrellas con Avatares de la historia antigua y ejemplos de sanación en Cocoon o el ET de Spielberg. Pasando por bestias Predadoras o insectos masivos, cambiantes Hidden en Esferas o bajo el Abyss marino, se sucede el terror con ataques de Risa a lo Mars de Tim Burton y Guardianes de la Galaxia, hasta la fiebre Gravity o Interstellar de hoy, también bifurcada en Marte pululando de The Martian a esta nueva Life. Parece que siempre han estado allí... frente a nuestras pantallas.

Ah, sin olvidarnos a mentes imaginativas, como John Carpenter y sus películas Starman, Están Vivos o sus macarras y feroces Fantasmas de Marte. Si me dejo alguno en el tintero, seguramente sea un escurridizo calamar o especie tentacular sin importancia metafísica.
Pero, si queremos destacar la ferocidad de una raza y, lógicamente, una comparación narrativa en la ciencia ficción de los últimos tiempos, tendremos que observar de manera escrupulosa y sangrienta, a los alienígenas de Ridley Scott, con su salvaje apariencia y capacidad reproductiva, protegida en sus ácidas raíces primarias. Igual, a la cara abstracta y opresiva del Mal que surgió en el mando del Event Horizon, coqueteando con Lawrence Fishburne y un dicotómico habitual, como Sam Neill. ¿Le recuerdas saliendo de los agujeros más oscuros y horripilantes, en filmes como Omen III, Dead Calm, In the Mouth of Madness, Daybreakers o Parque Jurásico III?.
Si bien con diferentes argumentos, el actor irlandés tiene cierto parecido interpretativo y semejanza en los papeles primerizos con aquel joven de Donnie Darko llamado Jake Gyllenhaal, hoy reconocido intérprete que tiene por estrenar la cinta Okja del director coreano Bong Joon Ho (Memories of Murder, Snowpiercer) y será futuro protagonista de The Sisters Brothers del director Jacques Audiard, junto a Joaquin Phoenix veremos Stronger sobre el atentado de la maratón de Boston y de la película Rio con Benedict Cumberbatch. Además, numerosos proyectos entre los que destaca el primer filme dirigido por Paul Dano con el título Wildlife. Así, de Life a Vida Salvaje cerramos este redondo círculo de Jake.

Pues bien, llegados al punto terminal e infernal, con el origen de esta Vida en el comentario y la inseminación de nuevas especies (antes de la reproducción de otros famosos Aliens ya conocidos), nos desplazaremos a las nuevas coordenadas de esa concepción primitiva, que empieza a entrar en calor.
Life no es un bluf o The Blob en toda regla, aunque cerca ha estado de serlo... pues, esta forma ha mutado de pequeño Groot elástico, a organismo pluricelular de aviesas intenciones y una expresión facial que indica la llegada de un verdadero demonio espacial. Un ser que cambió el interior de una roca marciana, por el centro de mando de la Estación Espacial Internacional, y evoluciona gracias a una condenada tripulación de científicos, sin demasiadas condiciones de seguridad. Alimento cárnico venido de diferentes latitudes y encabezados por expertos en el sufrimiento, como la actriz rusa Olga Dihovichnaya, el británico Ariyon Bakare (Rogue One), el japonés Hiroyuki Sanada (Sunshine, Mr. Holmes), Ryan Reynolds (The Captive, Deadpool) y la actriz de origen sueco, Rebecca Ferguson (La Chica del Tren); bajo la tensa partitura ejecutada por Jon Ekstrand, con base semejante a viejos trípodes recolectores.

El resto de la invasión bajo el Sol, será un tipo de avistamiento futuro sobre nuestras costas, con una masa informe de apetito fabuloso. Acercándose por detrás a cualquier bañista desprevenido en su colchoneta inflable y arráncandole su esencia grasienta del grandilocuente y florido bermudas. ¡Qué cosas... estas de la terraformación y los voraces marcianos!

Jon Ekstrand - "The Long Way Back" - Life Soundtrack.


Tráiler Okja, de Joon-ho Bong.


Tráiler Stronger, de David Gordon Green.



Tráiler War for the Planet of the Apes, de Matt Reeves.

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