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domingo, 24 de septiembre de 2017

Twin Peaks, season 3.

Retorno a Twin Peaks.

Todo termina como empieza, en el interior de una salita de espera con estilo minimalista o moderno, e hilos temáticos en abstracción. Las figuras sentadas sobre su pasado, enlosado en forma de picos, con un piso orientado a la profundidad espacial y un telón rojo, desafiante y envolvente, como una salida peligrosa a otros universos paralelos.
Al otro lado del espejo, también quebrado como los suelos, los rostros se habitúan al cambio de formas y los nuevos rasgos, a los gritos enfurecidos o de otras vidas, que sobresaltan los silencios necesarios para recapitular el complicado trasfondo o salto generacional. Twin Peaks eran escenarios naturalistas y tranquilos, ahora rotos por las carreras endiabladas, el pulso espacio-temporal, los espacios cerrados con cubos trigonométricos, las pesadillas sangrantes y la violencia de género, los diálogos alucinógenos... el fuego que quema el alma de los inocentes, o no. Los duros golpes de percusión, rasgados eléctricos en el ambiente del Roadhouse.


Y, la sobredimensión de aquellos futuros cuerpos reventados que reproducirán inquietud en nuevos espectadores, revitalizados por la tensión sexual o esa violencia extrema, casi gore de David Lynch. Como si los personajes novedosos, fueran devorados por el mismísimo demonio... o Bob. Como si aquel último café, se hubiera convertido en una gelatina espesa en el estómago o la cafeína hubiera acelerado, de pronto, nuestros sentidos. ¡Cooper, cuidado con la mala leche!
Al cruzar el telón del pretérito, vamos al reencuentro con sus vidas pasadas por un formato tres cuartos, observaremos los novedosos pasos de todo tipo de personajes, o entes mutados en otros. Como aquel Gregorio Samsa de La Metamorfosis de Kafka, viajando por la locura, la fijación, una bifurcación, el morbo, más nuevo surrealismo... el hombre correteaba torpemente, vagaba chocando enloquecido, hasta hallarse de bruces con un doble ilusorio, asintomática caricatura de sí mismo. O la verdad en el cerebro, que se burla de la imagen reflejada, con una risa salida del mismo averno, del infierno de las vanidades, aunque, si bien, pareciera físicamente una representación alocada del mismo Charlie Chaplin o el Flaco, con pasos más tortuosos que desafortunados.

Este regreso a los picos gemelos, parece establecer coordenadas futuras por carreteras de motel, perdidas, grisáceas, en una línea infinita y amarilla. A través de lugares que no seremos capaces de comprender y disfrutar, quizás, hasta mucho tiempo después. Cosas que no veríamos, ni mirando por un retrovisor espectral con vistas a la mente de Mr. Lynch...
Un poco antes, del fin de la función y bajada del telón, de la puñalada en el pecho desprevenido, la cámara se acerca con un plano medio, a la figura femenina que camina de forma mecánica, marcando sus pasos con un sonido infantil. Aquella chica hermosa, muerta y sobresaltada, hoy, flotante... un alma, antiguamente serena, sentada sobre el sofá de otro mundo.
Se intercambian amplias sonrisas, o una mueca congelada y entreabierta, la cabellera rubia parece inmutable hasta los tuétanos surrealistas de la muerte y la experiencia, desprovista como siempre, de la normalidad académica. De sus resucitados ojos, azules e hipnóticos, saltarán chispas eléctricas a su otro rostro del mal, que expresan la pérdida material y la conciencia. Su boca lanza frases entrecortadas, irreconocibles por el arte conceptual, entre risas y alaridos de un animal herido, como si estuvieran programadas en sentido contrario a la realidad, o esa agonía se reprodujera a velocidad ralentizada.
Todo, para decir a continuación, a su cara alucinada, demacrada y expectantemente desinteresada a la vez, al otrora agente especial Cooper, y para sorpresa del público... aquella promesa clarificadora e intrigante, de que se volverían a encontrar pasados 25 años.

Pues bien, una promesa es una promesa y... aquí estamos, David.
Caminando tras el fuego que prendiste en ese momento brillante de la televisión americana, sentados frente a la nuestra y expandida, digital, luminosa... acosados por un espectro, no se sabe muy bien de dónde, pero, no importa.
Elaborado como un episodio de estrategia comercial, que tuvo su precuela en la gran pantalla con cantantes y actores, en una catarata experimental o musical. Hoy, son otros agentes, actores y cantantes, luchadores recientemente fallecidos como el inolvidable Miguel Ferrer, el gran Harry Dean Stanton o aquel genio de colores camaleónicos, u otro David, de apellido Bowie.
Recordándonos el eclecticismo visual de capacidad estética, de cada capa temporal y tu carismático arte visual en varias dimensiones, desde la vida a la muerte. Algo sin parangón en el espacio y... el tiempo. En el recuerdo vaporoso... con los misteriosos acordes de Angelo Badalamenti, para la serie Twin Peaks, que ya indicaban que nos adentraríamos en otro estado, más profundo, sobre todo, adelantado a su tiempo. Reconociendo su mano surrealista y el efecto catártico, de sus palabras, de la mano de un actor y productor de música electrónica, diseñador o pintor de espacios, y director de conciencia dadaísta, David Lynch. Pssst, silencio por favor...

Y, aquel comienzo alucinante, como una descripción mitológica del canto de sirenas, retaba todas la reglas establecidas (de igual forma que ocurriera décadas antes con otro genio llamado Orson Welles), a través de una cortina de agua que caía sobre los pinos luctuosos, que ensombrecían el panorama y el cadáver reembolsado de una joven. Pálida sombra de lo que fue, de piel blanquecina y mente hueca, simulando inocencia y sus uñas, dolor. Con aquella mirada diáfana que enamoraba a primera vista, y poco después, descubriríamos que su misterio era demasiado cercano, significaba a una chica asesinada con un lacerante pasado, que todos conocerían como Laura Palmer.
El resto sería historia de la televisión mundial, una cortina de rostros admirados y un éxito fuera de todo alcance o previsión, ilógica como sus creadores. El eco furioso, de una trama enrevesada como no podría ser de otra forma, con los personajes y monstruos, todos algo grotescos, que se convertirían en una frontera del conocimiento existencialista y el surrealismo en una amalgama de experiencias sensitivas. De conversaciones que te sacaban un gesto admirativo, la catarsis, o incluso, una sonrisa de complicidad.

Definitivamente, si una cosa a resalta en el horizonte verde y el espacio cruzado, dentro de otras muchas aptitudes o referencias visuales que posee el cine del director originario de Montana, es... que el espectador se acaba enamorando de sus personajes, ellos y ellas, fenómenos de la televisión. Incluso, si éstos le producen compasión, rechazo, miedo o repugnancia. Algo poseso en ambos sentidos, hacia afuera de su enrevesado mundo interior, o saliendo a la superficie de nuevo, que conceptualmente regresa hoy en la piel de Cooper. Incluso, por encima de la historia narrada o de sus conversaciones inhóspitas, para acabar transformándose en imágenes iconoclastas o referencias perdurables en la memoria de sus seguidores. Cada uno de ellos, formará otro universo pequeño dentro de la dialéctica general del filme o, en este caso policial por capítulos, se abraza a la estructura de esta serie lynchiana.
En memoria de Marv Rosand (agente Cook) y Warren Frost, actor de Newburyport (Massachusetts), doctor en la serie y padre del productor-guionista Mark Frost, descanse en paz.

Los 3 Cooper´s de Lynch.

El Agente...
Al otro lado, de la estética, los paisajes y la música atmosférica, se empezaba a desarrollar una investigación que, oteaba el pasado de forma inconexa, como suele ocurrir en todos los casos de asesinato de Lynch. Pero, en la aparente calma de este pueblo apartado, ésta se iría complicando al descubrir las extrañas pistas que se incrustaban en la escena del crimen, con otros indicios vecinales, casi espectrales.
En el espejo, nuestro fantasma, se figuraba paseando por los típicos escenarios de Twin Peaks, que se convertirían en nuestro propio salón de casa, o sobresaltamos con la pesadilla que te despierta sudoroso. Danzando alrededor de una hoguera de sentimientos encontrados y crímenes injustificados, titubeando con las impresiones, con las atmósferas impregnadas de voces de ultratumba, semejante a poner un disco de The Beatles en sentido contrario a la dirección habitual de la aguja de cabeza de diamante. Además, la música para Lynch, se muestra fundamental para crear esa tensión narrativa y visual.

Regresamos al encuentro de Laura, embriagados por sustancias hipnóticas, olores y sabores de ayer, que nos refrescan o queman. Tomando cafeína a discreción, saboreando donuts o tartas, y jugando un ajedrez piramidal con hologramas, sobre las plaquetas bicolores de la sala de espera. Una puerta astral o estereofónica, que atraviesa el cerebro de un genio y un enano, de un gigante y Mike, o los amores perdidos de un detective. En busca de un asesino en serie, de un killer de la realidad que posee múltiples formas.
Mirando sus extrañas caras deformadas o pálidas, alteradas o hieráticas, por la sucesión de hechos, vemos la oscuridad de Lynch. Dependiendo de las representaciones o esas perspectivas infinitas, estudiando sus diferentes comportamientos, volvemos a trazar una posibilidad, una odisea entre mil. Este regreso a la casa del director, es un tiovivo sensitivo casi impensable hoy en día. Donde iremos husmeando en su idiosincrasia especial y riendo con ellos, los personajes archivados en nuestro cerebro. Nos muestra sus cambios, el paso del tiempo y tomando una taza de exquisito café humeante, observamos que todo es diferente, pero, igual.
Veinticinco años, no son nada, para una caso sin cerrar y, la existencia de un dios o un diablo, o ambos. Es un salto atrevido, como siempre, hacia un reencuentro dimensional que se reproduce, como si fuera el día siguiente a aquella fecha final. Eso sí, con otras efigies renovadas u otros síntomas del mal. En varios lugares que seguimos descubriendo atónitos, nos vamos tropezando, cayendo, sonriendo, pegados a ese asfalto de carreteras oscuras, sangrantes, iluminadas por ojos encolerizados o, tras despertar de un sueño inconsistente, semejante a una broma pesada. Especialmente, si los ojos que se introducen en tu cerebro, son los de aquel David que te zarandea y te golpea para recorrer carreteras perdidas y habitaciones desnudas, dunas espaciales o imperios aislados, vestidos de terciopelo azulado. Con la sensibilidad de un conductor, ajado, montado en una máquina corta-césped.

Porque, el director de aquellas películas iniciáticas tan irreverentes y arriesgadas, pesadillas en blanco y negro, con cabezas borradoras u hombres retratados como elefantes... vuelven a estirar y deformarse, hoy. Con cambios que se reproducen en otros andares y pieles sintéticas, figuras desinfladas y vueltas a inflar en distintos rostros o los mismos. Registros evolucionados de sí mismos, con el protagonismo arrollador de aquel agente de mirada transparente, del traje negro y pensamiento conciso, visión dura, pero lánguida e inteligente.
El bien y el mal, encarnados en un divertido recién nacido, en muchas ocasiones, desubicado como un marciano. Casi, una caricatura de Buster Keaton o una fotocopia en color de Stan Laurel, persiguiendo criminales o fantasmas risueños que atravesaron portales o espacios tridimiensionales. Personalidades agrupadas por los recuerdos o por separado. Este Lynch, prácticamente, inédito en comicidad transparente, excepto ramalazos, sobre todo de aquel Twin Peaks recordado, se divierte y nos divierte.
Aunque, tendremos que reemplazar la búsqueda de pruebas incriminatorias del pasado, por otras suposiciones. Modificaremos el estudio pormenorizado del nuevo caso, y el conocimiento ´lúcido` de los personajes, los interrogatorios incoherentes y estas acciones incomprensibles, que regresan cuando se instalaron, de una forma que parecía definitiva en aquella naturaleza salvaje. Pero no. A bordo de sus zapatos oficiales u otras botas texanas, iremos descubriendo distintas carreteras o vías muertas, y seguiremos esos pasos titubeantes que se extendieron hasta Las Vegas. Desde nuestra pantalla hasta el infinito.

Allí mismo, en la inopia de lo incomprensible y nuestro rincón recóndito, terminaron... como empiezan. Husmeando entre árboles rojizos como el telón de un teatro de sueños o terribles pesadillas, aciagas apariciones, cambios frenéticos o deslizantes, de semejantes consecuencias dramáticas. Posiblemente, más violentas si cabe, especialmente, contra las mujeres de esta nueva entrega, que no reniegan de sus profundas raíces históricas ni de los cambios actuales. Esto es, encaminándose a su historia digital, conduciendo o volando, amando, sonriendo por ahora...
La tercera, mutó a cuarta dimensión en un salón de café, más que té, atravesando la perspectiva real e introduciéndose de nuevo en el universo plagado de extravagantes presencias (otros, como el director Tod Browning, los denominarían de freaks, frikis en castellano), donde las pesquisas se elevaban a un término paranormal o fantástico.
El universo lynchiano está repleto de estos calificativos y escenas alienadas, dentro de una aparente normalidad estética. Secuencias salidas desde las entrañas del teatro y el rock, del terror o la ciencia ficción. Hasta estallar en vísceras coloristas, en naturaleza muerta de sombras alargadas, disfunción extracorpórea, almas o enjambres de insectos, en incineración alcohólica, y carcajadas con una violencia desaforada o experimental. ¿De qué se ríen? De ti, de todos, de ellos mismos. De la muerte... tal vez.

Reencontrarse con este David Lynch, infantil, cuarto de siglo después, es una gozada sensorial, un encuentro especial con los investigadores del asesinato de Laura Palmer. Parecido a abrir un boquete en la pared y visualizar al otro lado del pensamiento, traspasar un cortina de silencios inertes, sentarse a comer en una oficina o circular por una corriente de fuegos fatuos, por cables de cobre directos a tu domicilio. Nada de líneas digitales, salvo en las pesadillas existenciales... O, caeremos a un vacío existencial, puede que perderse en una explosión de sensaciones, visualizando vidas efímeras y secuencias inolvidables. También, claustrofóbicas u horripilantes escenas del crimen, como no podría ser de otra forma, en nuestro estado mental compartido, con él.
Navegar por los recuerdos en un espacio intangible y sumirse en un suspense eléctrico o magnético, visceral o catártico, como una vuelta al arte conceptual de Dalí en movimiento. Pero, sobre todo, significa un placer para la mente y los sentidos.
Un paseo dimensional, a través de memoria, la angustia, el pasmo, la velocidad de un montaje ilusorio o la calma en los pequeños pasos, los siguientes regalados por sus antiguos amigos o los nuevos personajes en este Twin Peaks multidimensional. Que, para otros muchos, creo que será una experiencia traumática o les causará pavor, a través de pesadillas en dichos episodios iniciales. Su trabajo extenderá una sensación de pérdida o un episodio de efectos catatónicos, un estado mental del que les costará recuperarse o, puede que terminen desconectados de manera extrasensorial, para siempre. Esencialmente, si no están acostumbrados a esa concepción surrealista o mágica.

Una gran minoría de espectadores, de ayer y de hoy, se verán transportados al universo lynchiano, para caer en las redes plasmáticas de su conciencia, vivencias electromagnéticas con el más allá, placeres risueños o enfermedades psíquicas, ondas sonoras como cacofonías, distorsiones, sonidos sofocados de golpe y narración envolvente, como la primera vez. Un acto sexual repetido, también practicado con sus personajes favoritos, porque no es ´totalmente` imprescindible haber visitado la primera Twin Peaks o el argumento de un asesinato, ni sus mujeres etéreas u hombres horripilantes del pasado cinematográfico. Tampoco conocer sus sentimientos, ni perseguir viejos fantasmas, al contrario, reinventarse.
Sí es cierto, los dos primeros capítulos se abstraen, te golpean hasta dejarte sin ese sentido de la realidad, desnortado o mareado por la pérdida constante de sujeción bajo tus pies... visitando entidades de otro mundo y sobrecogimientos espirituales, demoníacos. E intentando recuperar la sonoridad de esas voces de ultratumba, contemplamos atónitos, esa ralentización en los movimientos, deslices de la edición, la sensación de flotabilidad que va in crescendo, la pareja sentada y desnuda, que te descuartiza salvajemente en un abrir y cerrar de ojos.
La escena se repite, como si nada hubiera cambiado, cuando en realidad, todo es diferente... por el instante y la persona que fuimos. El fondo trigonométrico, los balbuceos sobrenaturales, la geometría de las perspectivas y profundidades de campo, se reajusta al cambio ostentoso de cuerpos. La materialización de sueños, la realización de esas pesadillas más temidas, los espectros... la invasión de los ladrones de cuerpos y borradores de mentes, la curvatura de la ilusión, hasta una elipsis doble.

Reencontrarse con los personajes (imposible alinearlos a todos) convertidos en mitos televisivos, mediante grandes actores dispuestos a ofrecer una función distinta, con otros trajes, miradas de naturalidad y textos... por ejemplo, a veces, otros policías se confunden para conformar grupos atípicos, de inteligencias o aptitudes variables, cercanas o desconcertantes por la ingenuidad o la inseguridad que transmiten... sin embargo, ellos se carcajean.
Los Agentes Cooper´s desdoblados, nos recuerdan a un viejo icono del humor o cómico de la legua, como una especie de niño adulto y balbuceante, que se impregna de este nuevo mundo descubierto mediante la cámara de David Lynch y su sentido del humor. Aquí, más real, singular y fortalecido, que nunca.
Recreando el slapstick más silente, con profusión de técnicas de mimo o pantomimas clásicas de típico clown, tal y como haría, un verdadero vagabundo o Monsieur Hulot perdido, llamado Dougie. Carismático actor cambiante, dictador de las risas y la antigua gomina, mutado a depredador, hombre lobo que se despierta al día siguiente, con los pigmentos de hemoglobina en su piel y el sabor de la sangre humana en la boca.

Mientras, dejamos al hombre lobo en su episodio 9 (hasta 18), en varias latitudes adyacentes, otros elementos policiales se reúnen para intentar sobrellevar su situación personal, comprender todo lo que sucede o recuerda de aquellas fechas. Son equipos de varias secciones o unidades, separadas por sus cargos e interpretaciones... Una la de los compañeros de Cooper, encabezados por un jefe habitual visitante de otorrinolaringólogo, el mismo Mr. Lynch que viste y calza, hilarante y comprensivo, seguido, no por su perrito fiel, sino el gran Miguel Ferrer y sus comentarios al estilo... "la culpa de esta maldita lluvia, la tiene Gene Kelly" y la intrigante paciencia de Christa Bell, actriz y también compositora, que se concentrase alrededor del genio, en aquel The Music of David Lynch Benefit Concert. Simplemente, un trío espectacular. O cuarteto, porque Diane sigue siendo la gran Laura Dern.
Otro cuarteto, el de los agentes de policía de calle, detectives de la anécdota y el chascarrillo, encabezados por Brent Bricoe y Larri Clarke, y seguidos por los torpes Eric Edelstein o David Koechner, graciosos sintomáticos. Para terminar con los antiguos y queridos habitantes de la idealizada Twin Pekas, de placa, paciencia y sorna, con su fauna característica y distribuida por el ecosistema, como el jefe Tommy "Hawk" interpretado por Michael Horse y su coleta, el jefe Frank Truman por el cabal Robert Forster y esposas, esposado por ambos márgenes... y por descontado, los inimitables Harry Goaz y Kimmy Robertson como agente de peinado airado y la telefonista con problemas móviles, Lucy y Andy. Algunos con menos luces... que un pequeño bulbo raquídeo. Caminan junto a nosotros, de la mano de Lynch.

Especial...

Las oficinas son lugares comunes para todos ellos, las grandes con mesas de directivos y cuero, o los pequeños despachos en construcciones de madera, los receptáculos de aviones y automóviles. Desde su llegada a Twin Peaks, este agente especial, se relacionó singular y escrupulosamente, con la mayoría de habitantes de pueblo y se confundió en sus locales típicos, cafeterías, salas de baile, hoteles, bancos, bosques... la humedad y el frío, combatió colgado a una taza de café, inspirador y tranquilizador, para lidiar con los pensamientos autóctonos de la policía local y los extraños entretenimientos de los jóvenes del lugar.
A veces, los cuerpos de protección ciudadana, parecían más peligrosos que los propios condenados al fuego eterno. Ahora, pasea entre ellos o su recuerdo, como si nada... encantado de haberse conocido.
Igualmente, extravagante son las conversaciones sordas que, David Lynch y su personaje preclaro, se entretiene entre la autoridad y la política financiera, que pretende ejercer su voluntad por encima de otros deseos o comportamientos, excepto la búsqueda de Cooper. Aún si cabe, más extravagante, que ya es decir, o no decir nada. Como sus diálogos, adelantados a Tarantino, sorprendentes como la intromisión de ese enano, armado de cuchillo y con pretensiones de carnicero. Aquí, todos son especiales y capaces de matarte... a risas.

Ya que, hasta el miedo es especial en Lynch. El mundo extrasensorial bifurca la realidad en la leyenda de dioses y monstruos, devorándote a sorbitos de café. Para, de pronto, entrar en el abismo o el averno de vómitos y sangre, de pérdidas súbitas de memoria e hilaridad, hasta surcar el repentino terror en la claridad de unos ojos inocentes. Despachados por un nuevo serial killer, naúfrago de otro universo, corruptor de bellas jóvenes en el pasado y viajero en busca de socios. Como esa pareja turbadora de mentes marginales que eran los atracadores de Tarantino en el restaurante de Pulp Fiction, encarnados visceralmente por Jennifer Jason Leigh y Tim Roth; o los siguientes Saylor y Lula, hermanados roqueros con la mirada perdida en el cielo de Amanda Seyfried y la escondida en otras sustancias, de Caleb Landry Jones. Actitudes que se idolatran como la de aquellos jóvenes rebeldes, Bonnie & Clyde, mezclando romanticismo con violencia, incluso de géneros confusos, como ocurría con las parejas de Blue Velvet o Mulholland Drive. Su ecosistema vital son sitios sucios y grasientos, como auto-servicios, talleres y desguaces de coches, moteles de carretera y curvas abandonadas, maleteros en párkings o cunetas, prisiones o celdas abarrotadas, lugares de sexo y prostitución, etc...
Pero, si existe en el cine de Lynch algo que destaca especialmente, son los canallas con comportamientos psicópatas o sadomasoquistas, la exhibición de poder que repugna y la idolatría al dinero, la devastación interna de la inocencia o la bondad, el engaño o la egolatría. Jefes cubiertos por un número variable de lacayos y edecanes del mal, que parecen títeres a los que aplastar. Claro, hay demasiados casos parecidos en su pasado cinematográfico, el Freddy Jones de El Hombre Elefante, el sádico Dennis Hopper, un repulsivo Willem Dafoe, aquí entre muchos y recordados 25 años antes, es indiscutible el protagonismo de un Kyle MacLachlan, que se sale de todas las reglas. Con su pasos cómicos y drásticos, desde luego.

Como distintos son los fenómenos de otra clase, visitantes que se cuelan por cavidades, espejos o ventanas, a través de una conexión eléctrica o plasmática. La realidad paralela, en un universo gobernado, no sabemos por que tipo de conocimiento o deidad. Estos seres sirven para abrir una mirilla y revivir el ayer, renacidos, inmateriales, como si se tratase de una invasión de ladrones de cuerpos enviados a una misión, peligrosa, atractiva, envolvente, vomitiva... magnética.
Que el reconocimiento colectivo se mantiene, tras esa imaginación suprema o excelencia visual, incomprensible para neófitos, parecido a observar el esquema pictórico de un cuadro surrealista o las pesadillas de Luis Buñuel, con inolvidables retratos cubistas de cada personaje, aparentemente superfluo. Reflejando espacios desconcertantes y caracteres, sencillamente imaginados o alejados del pragmatismo lógico, aunque facilitado por la técnica aprehendida en sus comienzos de estudiante, que sería como montar en bicicleta tras horas de colegio y su dosis de imaginación para recrear espacios. Esta especialidad del reparto, significa diversión a partes iguales, dividida porque nada queda supeditado al aburrimiento de seres marginales (incluidas sus señales más alucinatorias), desconcierto con misterios que transcurren en todas las direcciones, atravesando puertas, interpretando a un lado del bien o del mal, de arriba-abajo, zarandeados.
Individuos nada corrientes, con decisiones éticas muy discutibles, opciones lujosas o suciedad ambiental, luchas intestinas o familiares, sangrantes hechos ególatras, pasiones enrevesadas o visiones recalcitrantes, desquiciadas dotes de mando, órdenes asesinas y muecas serviciales, depravación sexual o sentimental, obsesiones retorcidas, desprecios insufribles, vejaciones, posesiones, martirios, etc... Todo muy normal para el director, que realiza con toda la información, una amalgama desquiciante y mágica, con sus montajes entre el cine clásico y el experimental.
Todos los personajes, parecen transitar en algún momento por estos caracteres o posiciones extremas, de tal forma que los individuos emergen de la locura y recaen en rincones de su psiquis, hasta terminar en un rincón esquizoide del comportamiento individual o una pasión, salvajemente atractiva.

Con una novedad sensacional, que se transporta, dotada de un sentido del humor elevado o secuestrada por la comicidad clásica de un agente desaparecido en acto de servicio. Aquella que repercute en el actual personaje, con momentos hilarantes y se impregnaba con ella, en cada gesto o poro de su piel, de su esencia. Transformando todo a su alrededor, a todos sus compañeros, conocidos o extraños, sus nuevos amores que sustituyen a Sheryl Lee o Heather Graham, por una interesada Naomi Watts. Porque sus mujeres son especiales, desde la sugerente Audrey a la mujer del leño, hay numerosos casos dentro de la serie...
La singularidad va dirigida hacia nosotros, los que atravesamos aquel telón rojizo o plástico de la fantasía fúnebre, otra vez, para descubrir que la pasión de David Lynch por imágenes y personajes, las sensaciones del cine de un autor imaginativo e irrepetible, se siente de nuevo, como en aquellas primeras ocasiones grisáceas, filmadas ayer, ahora hace 40 años en Eraserhead.
Por tanto, el arte abstracto se definió en aquellos momentos, con su pequeña cámara y las pruebas de enfoque, con el suspense espeso y su definitoria relación musical, ya que, las sintonías espaciales de fondo y los bailes o las interpretaciones vocales de sus protagonistas, han sido sustituidas por grandes números, que sirven como fin de fiesta. A cada cual, más significativo, especial o envolvente.
Welcome to Hell!


Cooper... y, punto y aparte.

¿Alguien ha perdido un tornillo?
Se dice que aquel Cooper era un excéntrico, especialmente, para ser un agente del FBI y de la capital, que llegaba a un lugar tranquilo como Twin Peaks en 1989. Pero, poco a poco, fue ganándose el cariño y admiración del pueblo y el público, con su filosofía cafetera. Ahora, es otra cosa muy diferente, que nadie podría haber imaginado viendo su imagen reflejada en aquel espejo con el viejo Bob, sangrando a través de su dolor y la pérdida de la razón, posiblemente.
Si sus métodos de investigación se sentían poco ortodoxos, hoy sus pasos son ortopédicos, al igual que un bebé que emprendiera su odisea vertical en la vida. Atrás, quedaron las conversaciones utópicas en grabadoras con Diane, o sus extrañas relaciones personales con otras chicas, personajes duales que, igualmente, se podían comportar con ambivalencia. Entre esas dos concepciones del pensamiento, como el yin y el yang, cuyo juego preferido era el amor-odio.
Ahora, parece borrado y olvidado, salvo excepción futura, fruto de una mayor sensibilidad o excesivo comportamiento neutro o infantilizado. Es Dougie, el nuevo personaje que exprime con carisma y simpatía, nuestro amigo Kyle MacLachlan, durante los primeros nueve capítulos, la clave sensorial y escénica del regreso de Twin Peaks.

Este nuevo nacimiento, sobre la pista del pasado para Showtime y TVLine, muta a choque existencial, cuando proclama que el noveno, no puede ser el final... y ya estoy hambriento por descubrir los nuevos secretos y reflexiones que provocan los siguientes nueve. Para degustar este plato condimentado a través de las dos concepciones del personaje, Doug Jones y Dale Cooper, cada vez, más distanciados... probablemente, en busca de un ring oportuno. He leído en algún lugar que, David Lynch se basó para su creación en televisión, en el secuestrador de un avión Boeing 727 en 1971, sin duda, ha tenido un largo trayecto, tras aquel vertiginoso despegue. O también, que sirve de enlace con el personaje interpretado por Mr. MacLachlan de aquel suyo, redondeado en la película Blue Velvet en 1986, es decir, una vuelta de tuerca a aquella maldita oreja, compañera mediática de A (inglés) Chien (francés) Andaluz.
Sin embargo, aunque no sigue siendo tan atractivo físicamente, se dedica a complacer con besos y encuentros furtivos a otras jóvenes inocentes, o no, como aquella Audrey Horne tan enamoradiza y atractiva, negada por su diferencia de edad. Hoy, el Cooper asesino, no le haría ascos a su tierna carne y mirada admirativa.
Esta mezcolanza dicotómica, convierte al borrado protagonista en un ser especial.

Por otro lado, este Cooper extremo navega su nueva odisea con sintonías románticas, finalizando cada episodio... ¿qué habrá sido de tu antigua novia Annie Blackburn? Esperaremos a su conexión con la actualidad y cómo quedo aquel asunto con el asesino en serie y ex-agente del FBI, Windom Earle, en el último capítulo de la temporada mencionada. Cooper/Doug... debería rescatarla, ya perdido y desorientado espacialmente.
El ayer se fundía con el ecologismo sintomático y boscoso, como un incendio pasional se expande con el viento. Indagaba en la depravación del costumbrismo de típicos vecinos, con ese tono de comedia, no tan físico. Llegaba al desvarío narrativo con la entrada a otras dimensiones y efectos sensoriales y regresa con la violencia extrema en sus otras manos. Desnudas como las de un indio despojado de su espacio vital o Bob despeinado...
Ríe, ahora, sobre aguas turbulentas como carreteras sin sentido, ríos de hemoglobina, residencia perdida, hasta su conexión con el doble de mirada ausente como Tom Cruise en Rainman... ¿intentará bajarle de su nube?
O flotará a través de él, en otro mundo donde su efímera existencia se nutra de otras dimensiones, entre la no vida y la muerte.

Cuando destapábamos la indagación atípica de Cooper, desarrollada en esa lacónica y distópica localidad situada, oníricamente, al noroeste del estado de Washington, comprobamos aquel ambiente impregnado por el olor a resina y café, con sabor a bella putrefacción. Ahora, son divergencias o diferencias referenciales, de él mismo, que veremos como transcurre en nuevos episodios, cada vez más intrigantes. Doguie o Cooper, extremos, se pasean con sus diferentes zapatos o botas, en juegos divergentes y suertes contrarias, casi huérfanos. Vestido de payaso o con traje de asesino en serie, es un enigma su proceso degenerativo de aquel protagonista de Blue Velvet, habrá que investigarlo. Quizás, olvidar cómo quedó atrapado en aquella habitación, colgado del espejo de Bob, durante 25 largos años.
Entre esta odisea o teletransportación personal, Lynch resiste al paso del tiempo y sus personajes, pudiendo moldearlos a su antojo. Poniendo sus palabras y ocurrencias graciosas en su boca, andando sin rumbo fijo... podría ser el nuevo icono de la juventud del siglo XXI, un clown mayúsculo encarnado en el simpático Douguie, una aparición mágica.

Rodada en realidad en las poblaciones de Snoqualmie y North Bend, salvo algunos emplazamientos al sur de California, anduvimos tras sus pasos y su deducciones holmesianas, brillantes y nada académicas, nos identificamos con su característico sentido del humor, y esa fina película de locura, que aquí explota el actor, de manera gráfica y expresiva. Un estudio criminalístico a la altura de un talentoso, cómico hoy, agente de la capital del estado y del FBI... el excéntrico bebedor de café, Dale Cooper. No sabemos, si persiguiéndose a sí mismo.
Luego, aquella cuarta dimensión de la sala de espera atípica, se desdobla en una quinta, también se retuerce sobre sus cuerpos sobredimensionados (las mujeres lo llevan mucho mejor estéticamente, sin faltar a nadie), y vuelto a adelgazar. Mutado por el sol, las arrugas y la mente criminal, el agente especial, hoy asesino, posee algunos paralelismos o equidistancias, sin los milagros o tribulaciones apocalípticas, con ese jefe de policía interpretado por Justin Theroux en la serie The Leftovers. En sorprendente división, se tocan dimensionalmente, tras un cuarto de siglo de 29 episodios o sueños recurrentes, llevando el caso de Miss Palmer al mundo actual y devastado por la crítica social. Paralelo juego en el que, a veces ganas, y la mayoría te estrellas contra un cubo inteligible, enchufado a una mente borrada y simpática, castigadora en plena batalla antagónica o metafísica, estructurando la memoria fragmentada con los datos exactos, matemáticos de agente especial, que todo tiene bajo control. Excepto en el interior de su conciencia... imagen ideal de lo correcto (algo cafeinómano) y la materialidad espectral en un más allá... confuso o más insano.

En un sentido aparece el Flaco Hardy, como un Forrest Gump que busca su camino musical o ET el Extraterrestre, señalizando la orientación hacia su casa. Una vía contemplativa y revuelta, hacia un Fargo de los Coen, años más tarde. Pues las raíces del cine lynchiano, son infinitas. Pero, ya está su hogar, a salvo ¿seguro? Acompañado de mujer y esposa, cosa que nos sorprende viendo su pasado, aunque no se entera de mucho, la verdad.
E hijo, que respira con esa admiración al cabeza de familia y a un alma inocente, como de niño...
Cooper, camina conmigo, hacia el juicio final de los 9 siguientes de Lynch. Por los pecados, bajo los baños lunares, pasados y futuros.
Nos vemos, en la cabina de algún ascensor y un café en la mano.

Dos mentes unidas en la misma dimensión...


jueves, 21 de septiembre de 2017

El Viajante.

La mujer del viajante de Teherán.

En la última película del director Asghar Farhadi, titulada El Viajante, todo comienza a raíz de una grieta. Una peligrosa fisura, tanto en los muros privados como en la realidad social del día a día, que tenderá a hacerse mayor en el futuro. Cuando un desahucio forzado, debido quizá a la mala inversión, los efectos bélicos o la construcción defectuosa por falta de infraestructura, produce un cambio de domicilio y un desafortunado incidente, que les perseguirá en adelante.
La similitud fracturada, se ve en su pareja protagonista, sobre una sociedad en que las mujeres tratan de salir adelante, a pesar de la discriminación o los métodos educativos de tendencia machista.

Mientras otra fractura en la fachada hoy, (con permiso de la naturaleza) nos recuerda el drama del pueblo mexicano, cuando vivir bajo una falla terrestre, se convierte en una especie de espada de Damocles permanente. La incidencia destructora del último movimiento sísmico, pudiera tener una repercusión fatídica al otro lado del mapa, debido a un loco de las bombas. Un fantasma que flota a través de la catástrofe en una escuela, los escombros, el silencio de los equipos de rescate y la conmoción de la población por las cuantiosas pérdidas humanas.
Se expande la tragedia de las familias... pero sin permiso, es decir, en sentido más humano, se podría decir que aquellos individuos que envuelven su locura detrás de las pruebas atómicas y sus "bonitas" explosiones, deberían recapacitar por la seguridad de todos.
No soy científico y no sé si aquel estallido provocado por el hombre, con tal magnitud y quiebras en la corteza terrestre, tendrá una causa directa o mayor efecto en los movimientos de las placas tectónicas bajo nuestros pies. Y por tanto, un dramático índice de los consecuentes terremotos que padeceremos en el futuro. Ya que, por mínima incidencia que esta brutalidad sin sentido, tuviera a miles de kilómetros cruzando el océano sobre tierra firme... ¿qué culpa tendrían los niños mexicanos, de tu desmesura o colosal locura? Por supuesto, la respuesta es ninguna. Descansen los inocentes en paz y fuerza a los equipos médicos y de salvamento, fuerza a México de corazón.

Por otro lado, dejando viejas teorías del pasado en otras latitudes, podemos recalcar que Mr. Asghar, ha proporcionado grandes momentos al arte cinematográfico, revistiéndose de realismo costumbrista y un estilo propio de suspense basado en los diálogos. Su visión sirve de espejo entre sociedades con distintas culturas, como se puede atisbar a través de sus anteriores trabajos (algunos anteriores no visualizados por quién escribe), para observar por la mirilla, las relaciones privadas entre géneros y las causas de su evolución. Desde su primer gran éxito internacional A Propósito de Elly, prosiguiendo con esa premiada maravilla titulada Nader y Simin, Una Separación, hasta la penúltima co-producción titulada El Pasado, entre Francia, Bélgica e Italia. Que libremente, ahora vuelve a repetir con la ayuda del francés Canal Arte, demostrando que el creador iraní, confiere a sus historias ese lado sensible o femenino, de reflexión. La lucha silenciosa a través de esas mujeres fuertes de sus películas y un universo particularmente dirigido, contra determinadas posturas sexistas de los hombres.

Asghar Farhadi comenta: "Las mujeres tienen una sensibilidad más proclive al cambio" ... dejando el tema político o religioso a un lado, sobre todo, diríamos que... si el silencio, no les impide avanzar sobre estos ambientes comunes, poco proclives a ese cambio. El Viajante es uno de esos frenos fatídicos, en principio...
Por consiguiente, el cine de calidad, es una realidad en Farhadi y la estructura actual de su país natal. Pues, tiene uno de sus máximos exponentes en la visión social de este arriesgado artista, donde establece las pautas de comportamientos que no vemos, habitualmente, en la profundidad de la cultura musulmana y los rincones de sus grandes ciudades. Como la místeriosa Teherán, otra protagonista urbanita de esta última película, recordando que la historia del cine iraní comienza en la década de 1900, a partir del conocimiento del nuevo instrumento en la Exposición Universal de París.
Teherán con sus edificios de barrio, sus institutos y centros dramáticos, ofreciendo versiones diferentes de todos sus habitantes, vecinos o familias, y esa pareja protagonista.

La misma ciudad que propicia su educación inicial, porque otro de sus rasgos diferenciales o conocimientos esenciales, proviene de aquellos estudios teatrales del director iraní. Profundizando en algunas cuestiones que se dirimen entre culturas contrapuestas sobre la superficie religiosa, así como el reflejo de la convivencia vecinal, la entidad educativa o los resortes de la comunicación privada, entre sexos. No tanto, diferencial entre relaciones personales o familiares, muy semejantes emocionalmente a las nuestras occidentales, sino las ambientales. O proclives al cambio, sobre una sociedad inquieta que mantiene aspiraciones o inquietudes artísticas. Ciudadanos con el deseo determinante y necesario, de lograr un salto a la modernidad, como lograría el director con su inquietud fílmica y su Máster en Dirección por la Universidad de Teherán.
Hasta lograr la repercusión artística, para solventar las serias dificultades, técnicas y presupuestarias en sus países, desde la literatura al teatro o el cine, por lo que resalta la colaboración internacional que consigue estos prodigios en la actualidad. Como que Mr. Farhadi, pueda compartir sus grandes trabajos, entre los centros de producción propia en su tierra natal y las empresas de otras cinematografías europeas o mundiales.

De otra forma no sería posible, sin duda, la involucración en los hechos dramáticos que se cuentan o se suceden a partir de esa fractura dimensional. Los problemas de la pareja y los comentarios en la familia o vecinos, se reproducen alrededor de un lugar determinado, semejante de un punto del planeta a otro, en la privacidad. Aunque, motivado por un proceso truculento en diferentes circunstancias sociales y vitales. Los casos idénticos, no tendrán el mismo alcance o repercusión socio-cultural, no lograrán la dimensión mediática provocada en otras sociedades con variables culturales, religiosas o genéticas.
Esta característica de la globalización, la podemos comprobar a diario en internet o los medios de comunicación, al igual que en las historias o guiones escritos por el propio Farhadi, donde podemos distinguir ligeras modificaciones en los comportamientos públicos o relaciones privadas. Manteniendo el mismo efecto dramático y produciendo una relevante fuente de crítica o denuncia social, también un fuerte crecimiento de una cinematografía, la iraní. Gracias al trabajo de otros compañeros represaliados con obras comprometidas y distintos puntos de vista, reflexiones inteligentes de comprometidos directores como Jafar Panahi a Abbas Kiarostami, de Makmalbaf a Ghobadi, aunque menos discutido Farhadi, ha sabido lidiar con las autoridades de su país, recordando los fundamentos internos de la población iraní y la historia reciente de una nación histórica.

Precisa y maleablemente, en estos días, de rodaje por tierras españolas, conocemos el reparto de la nueva próxima producción (título momentáneo Todos Lo Saben, a tres bandas con participación esencial de España, Francia e Italia; y las interpretaciones de Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín, Eduard Fernández, Inma Cuesta, Bárbara Lennie, entre otros. Por ello, es interesante y fascinante a la vez, reconocer varios estereotipos que, deberían derrumbarse por el bien de todos... sigo sin hablar de otras perspectivas más peligrosas y sangrantes.
Acercarse a los caracteres de sus personajes tan nítidos como reales, dentro de su realismo negro y en tensión creciente, así como la búsqueda de soluciones comunes a los problemas en nuestras sociedades. Satisfacer o permitir las distintas sensibilidades, mujeres y hombres, hijos, tanto en el aspecto privado como público. Respetar las creencias de los demás y liberar la educación de tendencia ideológica, poner los medios necesarios para promocionar el arte, u oportunidades nuevas para los creadores con talento, permitiendo su mirada crítica y la exhibición de sus obras artísticas. Un ejemplo meridiano es la labor luminosa, del director de fotografía Hossein Jafarian o el músico Sattar Oraki componiendo esta banda sonora, alegre por momentos e íntimamente oscura, de El Viajante.


Asghar Farhadi ha comprendido bien estas observaciones, las perspectivas personales y lo ha demostrado en su filmografía, consiguiendo abrir las puertas culturales y derribando los muros del odio. Curiosamente, buceando en sus sensaciones, mediante la obra Muerte de un Viajante, de Arthur Miller, y siendo reconocido en el exterior por su poderío narrativo, la calidad técnica del equipo y la profesionalidad de unos actores perfectamente armónicos. Con esta pareja ideal, entre lo realista y las inquietudes teatrales, también protagonistas de aquella maravillosa A Propósito de Elly. Esto es, interpretada por la simpática Taraneh Alidoosti y su rostro angelical, o el cabal maestro en proceso destructivo, Shahab Hosseini (Nader y Simin); para demostrar que, en algunos aspectos privados, no somos tan diferentes como parece a priori.
Para ello, el director iraní persigue la identificación con El Viajante, su ´modus operandi` frente a lo desconocido, las reflexiones, la pluralidad de pensamiento o lo irracional, de algunas posturas cercanas. De los vecinos o familiares, con relación al trabajo diario, el abusivo alquiler de viviendas, las tensas relaciones entre profesores y alumnos (aquí moderadas por la presión personal del personaje) o, esa polémica explícita sobre la violencia de género o la prostitución.
La repercusión social, no coincidirá con posturas tan semejantes a este lado del espejo, pero sí, con la nula respuesta de algunas instituciones sociales o sus estamentos públicos, más interesados en mantener la tensión entre sus ciudadanos, el odio o beneficiarse económicamente, de esa supuesta paz social que se agrieta por todos los poros.

Death of a Salesman, es una obra de un vendedor, no de almas, sino de la suya propia. La escena crítica de una obra teatral, ganadora del premio Pulitzer en 1949, que no se identifica con el clásico sueño americano o el repudio de esa forma de avanzar en la vida, sin valores. Sin tener en cuenta los principios individuales o familiares, el paro o la adquisición de vivienda, los derechos civiles o la libertad de las mujeres, de progresar en la vida sin considerarte una carga. Además, del pensamiento ético, la negación o la venganza, hacia la destrucción del todo. Como diría Aristóteles, el avance de la tragedia en el arte, es útil para iluminarte.
La única realidad de esa sociedad, la nuestra probablemente, es la posibilidad de una salvación educativa, sería una implicación de los profesores, sin recalcar el odio sistemático. Mover los resortes adecuados para esos casos problemáticos en la convivencia, que bien se podría respirar en nuestros hogares, con el telón de fondo del teatro o el ambiente reflejado en una exhibición artística de cine. Con personajes cercanos, cada vez más conocidos, a pesar de las enormes distancias culturales, los guetos y las crencias a priori, e historias que denuncian los abusos, los complejos provocados o los errores heredados en los diversos saltos generacionales. Es decir, el desahucio de estos estereotipos patrocinados por la herencia de una enseñanza inclinada a ciertos rasgos reprobables.

Sin embargo, algo parece imparable en todas las sociedades... el dramático e imparable aumento de la violencia, que se genera en las relaciones a todos los niveles, y por tanto, del odio que nos corroe las entrañas, casi, hasta la pérdida de todo lo esencial en nuestras vidas... Hasta la retórica teatralizada, identificada con el suicidio de otro viajante desesperado a miles de kilómetros, o vendedor... marido, maestro.
El realismo en Farhadi, proviene de ellos en esencia, de la calle, buceando en la profundidad de las relaciones privadas y sus costuras emocionales. El Viajante retrata esa carga emocional, de manera pasional o gélida, según corresponda a la escena que toca, dependiendo de las secuencias lógicas que se presenten en el guion vitalista. Como una obra respetuosa con el escenario, el lenguaje literario o de la clásica, pero moderna a la vez, estética visual. Sus calles, patios o azoteas, escuelas, viviendas, escaleras... forman parte de su mirada artística, embelleciendo los pensamientos silenciados, las persecuciones personales o comentarios ajenos, del dolor que suda y respira.
Por esta razón narrativa, sus repartos son determinantes. Pues, son identitarios, se asemejan al público que se inquieta o ríe, reflejado, en paralelo, con aquellos dramas fundamentales de un inmigrante polaco como Arthur Miller.

Miller hijo de la Gran Depresión del 29 y las complicadas vidas de sus parejas escritas, con sus relaciones tormentosas y voces de auxilio. También, El Viajante, posee ese doble sentido, ya que tiene un lado amable que se resalta a través de los ojos de la infancia y un mundo invisible tras las bambalinas del teatro o de la vida.
Pero, mucho cuidado. El Viajante es un traslado realista a la oscuridad del ser humano, al tratamiento marginal de la mujer en ciertas esferas y el espíritu vengativo, tras una mirada indiscreta. Con vecinos que pueden transitar por distintos caminos o extremos, desde la verdad, adulterada, a la confusión mental. Combinando la ocultación de los hechos criminales del filme, mediante el consejo vano o inútil... proclive a mantener una actitud silenciosa frente a la dureza. Que no mantenga la situación eternamente... y quizá, esa garantía jurídica del hombre. Si bien, aquí, no se trata de un maltratador o ´posible` violador.
Los personajes se mueven ambiguamente, salvo ellas, siempre con las maletas forzosas en la mano. Al igual que efectuaría, un actor cambiando de escenario o disfrazándose con distintos elementos, según los dialogantes en cada situación o el tipo de receptores instalados en las butacas.

Sus ojos escrutan esa realidad paralela, combinada con la ficción de la obra interpretada y las reacciones de los participantes, hablando sobre una sociedad lejana en el tiempo y la distancia. Aunque marcada por el costumbrismo más hogareño y cálido, con los diálogos brillantes elaborados por el mismo director y escenas de la vida cotidiana.
Así, Farhadi trae a colación, el tema del abuso sexual (más moderado aquí que en nuestra cultura occidentalizada) y esa explosividad vengativa que sucede a la tortura mental del primer acto. Hacia su angustioso final, en este caso, a un acto irracional que sustituye a ese, vergonzante. Semejante a un traslado, forzado por las grietas en el muro de contención emocional, o el amor resquebrajado... agrandadas por consejos agresivos o el deterioro psicológico de una mujer.
Lógicamente, el paralelismo de esa tensión acumulada, con la elección sexual de los personajes de la novela, se expresa con una falta de libertad relativa, en un contexto de una Teherán más liberalizada. Demostrada con la incredulidad femenina, ante expresiones poco sensibilizadas y una visión agresiva de los hechos, con el salto generacional como protagonista de la función. O la irracionalidad masculina de un profesor "viajado", tanto en la privacidad de los hogares como de puertas para afuera, del arte a la pareja.

Con Farhadi, comprendemos las situaciones marcada como señales en la pie, y estudiamos las actitudes al margen. Esa amargura que acaba envolviéndolo todo, como en una obra dramática de teatro... de teatro de la verdad.
El Viajante, puede no alcanzar el grado de genialidad de películas anteriores de este arriesgado director iraní, pero genéricamente, se simboliza con su pensamiento o sus inquietudes artísticas. Se recrudece con el suicidio colectivo de la sociedad, que va perdiendo todos los valores o pertenencias emocionales por el camino, y demostrando en su tramo final que, su cine no está enquistado como algunas costumbres, ni silenciado como algunas bocas en su argumento. Sino que se muestra identificado con las relaciones personales, la construcción de los protagonistas y sus emociones... eso sí, dejando un reguero de amargura femenina o viajera. Una huida silenciosa hacia la libertad.

Sólo roto por las quejas de un alumno o los gritos de una actriz sobre la escena. ¡Seguiremos sus pasos!


Tráiler Victoria and Abdul, de Stephen Frears.


Tráiler L'histoire de l'amour, de Radu Mihaileanu.

sábado, 16 de septiembre de 2017

Héroes y heroínas, muy animados.


Tiempo de Héroes y Harley´s.


Esporádicamente, suceden por distintos canales de exhibición, algunas producciones de animación, tanto digital como clásica, que recalcan un aspecto menos superficial o infantil. Son historias que convergen en la ciencia ficción dirigida hacia un público más reflexivo y exigente, alimentados por aquellas opciones visuales procedentes de películas anteriores o de los cómics, y ocasionalmente, raptadas del novedoso mundo de los videojuegos, con novedades en CGI y captura corporal.
La factura técnica de estos trabajos, ha ido creciendo con la memoria de las narraciones que recordamos los aficionados, adaptándose a los nuevos tiempos y mentes, siempre coincidiendo narrativamente con determinados elementos de los géneros de fantasía y terror. Donde la fuente originaria se fue convirtiendo en referente de distintas generaciones, que ha sucumbido a los nuevos medios o canales de distribución, como la televisión o internet.

Observando la evolución de estos productos animados, existe un gran salto respecto a la calidad de las imágenes y representaciones fantásticas, con imágenes propuestas por el poder de la tecnología actual y los potentes corazones binarios, que reproducen en alta definición y con la capacidad para elaborar situaciones sobre ambientes más realistas o en representativos mundos imaginarios.
Así, los equipos técnicos se han extendido internacionalmente, con los mejores profesionales en cada campo, para extraer los preciados tesoros que produjeron videojuegos como Resident Evil o su nombre japonés Biohazard desarrollados por la empresa Capcom, que asustaría a varias generaciones de jugadores y espectadores de todo el mundo. Además de una serie de novelas gráficas, seis largometrajes con personajes de carne y hueso (llevados a cabo por el director Paul W.S. Anderson, autor del filme Event Horizon), una serie de televisión y diferentes producciones animadas para la pequeña pantalla.
En el mismo rango de animación, digital para más inri, detectamos una producción rescatada en la película de Paul Verhoeven (Elle), a punto de cumplir 20 años en noviembre de 2017, Starship Troopers. Cuyo origen reside en una serie de episodios creados por el novelista estadounidense, Robert A. Heinlein, para una revista de ciencia ficción en 1959, y posteriormente, publicada como libro titulado Starship Soldier.
















Starship Troopers: Traidor de Marte.


No cabe duda, los directores japoneses de animación, Shinji Aramaki (Appleseed, vídeo Halo Legends) y Masaru Matsumoto (experto en efectos digitales), han captado el espíritu de aquella película de finales de los 90 con un extraño y divertido guion de Edward Neumeier y Michael Miner (creadores de Robocop), relatando un episodio de aquel trooper llamado Juan "Johnny" Rico, interpretado por un Casper Van Dien (también productor ejecutivo junto a Neumeier), que en la interpretación presta su voz al protagonista de esta producción. Al igual que el personaje Dizzy Flores, doblado por el cuerpo y voz original, Dina Meyer, con un asombrosa resolución y curvas anatómicas. Mientras, en un lugar menos predominante la figura de aquel militar llamado Coronel Carl Jenkins, interpretado por el humorista y actor Neil Patrick Harris, aquí curiosamente doblado por un especialista que ha trabajado en películas como 2012 o El Renacido.

Marte se ha convertido en un circo (para pulgas gigantes con mala leche), que se mueven de manera arbitraria, más o menos inteligente, para crear una gran colmena que esté teledirigida por una mente humana, más de lo supuestamente previsto en el guion elaborado años antes y filmado por Verhoeven.
La narración es lineal y basada en sus escenas de acción, bien elaboradas con métodos de digitalización digital, pero cuyos diálogos carecen de interés narrativo, más allá de expresiones épicas y chistes poco ocurrentes de algunos personajes prescindibles, o dirigidos a un público más infantil de lo esperado en la presentación. Es decir, si en este Traidor de Marte producido por Sony, vas a buscar algo más significativo de una buena paliza visual, saltos al vacío o macarrada de láseres, penetrando por cuerpos de insectos que estallan en coloridas texturas viscosas, será mejor que visiones las siguientes intercomunicaciones con el planeta Tierra.

Porque, a pesar de la cuidada factura y la diversión comunal de entes binarios (que no descomunal como los recientes Terraformars de Takhasi Miike), la expresión de los personajes es fría y distante, como el planeta rojo en un cerrado día de invierno. Igual de combativos o echados para adelante, que los representados del primer montaje real dirigido por el holandés, pero mucho menos divertidos o facultados para crear un ambiente más animado. Donde las relaciones son planas como una tableta digital (a pesar de las rotundas formas) y algunos comentarios dejan bastante que desear, al igual que la imagen caricaturizada del elemento malvado. Vamos que los insectos son meros espectadores en una acción, protagonizada por algunos espectaculares movimientos en masa o la exactitud de sus resoluciones gráficas y menos, por los textos aprendidos del pasado. Bastante pasable...
















Resident Evil: Vendetta.


El corte digital de esta segunda propuesta es muy similar en el aspecto gráfico, pero más determinante y atractivo por el lado argumental. Ya que refleja, además de esa calidad técnica del equipo informático de Capcom Company y la también japonesa Marza Animation Planet (Moom, Capitán Harlock y próximamente Sonic the Hedgehog), una fuente artística (algo mejorada en el anterior filme) en el procesado de sus expresiones faciales y, sobre todo, en la profundidad del guion de Makoto Fukami (Psycho-Pass) o el también, director-productor-actor y guionista Joe McClean, dedicado a sus primeros cortometrajes como el curioso título, How to Make a David Lynch Film.
Del lado visual, tenemos al director Alexander von David, poniendo voz a sus capturas faciales en alta resolución y que, además, ya participara en el guion de la primera Resident Evil: Maldición; más la suma de una visión oriental como la del director nipón, Takanori Tsujimoto. Este último, autor polifacético de cintas como Kiru junto a Rinko Kikuchi (Pacific Rim), Bushido Man o las mini-series Ultraman X o High & Low: The Story of S.W.O.R.D.

Significa el tercer producto previsto para animación en 3D, después de la mencionada Damnation y Degeneration, que se ve imbuido por la ambientación radical de los videojuegos y un mejor aporte al género de terror. Superior en muchos casos, interpretativos y narrativos, a las últimas cinco películas de imagen real, o por tanto, más conducido a un público de mayor edad y complejo intelectualmente, sin perder de vista al entretenimiento localizado tras Resident Evil 6.
Donde los personajes representados como la doctora Rebecca Chambers, interpretada por la actriz digitalizada Erin Cahill, dos actores especializados en voces animadas como los héroes del largometraje y, un terrorista biológico con corazón, encarnado por la expresividad del actor John DeMita, con una carrera profesional en numerosas series de televisión, doblando a Jet Li o participando en el elenco con voces adicionales de películas como El Castillo en el Cielo, Lilo & Stitch o la más reciente ¡Canta!

Son dos buenas muestras del CGI animado para adultos, con una tecnología cada vez más extendida y aceptada por los telespectadores del mundo, con capacidad para crear mundos fantásticos o terroríficos, que debería tener la meta de naturalizar los rasgos faciales y dotar a las expresiones de mayor capacidad emocional. Pero, en rasgos generales, películas entretenidas al servicio de la acción animada de la captura de movimientos y el entretenimiento con representatividad artística, encauzada a crear nuevos seguidores.
Lo conseguirán si, los creativos elaboran sus pensamientos o ideas, en base a la interpretación adecuada de los píxeles y la naturalidad de los personajes, con texturas más realistas y paletas de colores infinitas, pero sin perder la vista a el desarrollo narrativo. Que, cada día, pequen menos de aspectos inexpresivos o la nulidad de métodos de interpretación clásica. Especialemente, los sugeridos en esta última entrega, con una elevada manifestación artística de los directores y los equipos informáticos de Capcom.
















Batman y Harley Quinn.


En último lugar, no en el aspecto divertido, nos volvemos a encontrar con los famosos personajes creados por Bob Cane para DC Cómics y en la producción de Bruce Timm, para la cuidada serie de televisión. Una vez, digerida y disfrutada convenientemente aquella, el espectáculo comienza a todo trance, con unos títulos de crédito que recuerdan momentos idílicos de la animación para televisión, creados por Friz Freleng para The Pink Panther y la música sensual de Henry Mancini.
Ahora, entramos en otra oleada gráfica, diferente a la anterior participación del mundo barriobajero y fantástico de una lineal Gotham, donde el Jocker era protagonista de la función, enfrente del murciélago o caballero oscuro. Magnífica recreación, estelar y jocosa, sobre una mente para el espectáculo y el crimen, de cómico fracasado a La Broma Asesina. Aquí, en Batman y Harley Quinn, nada es mínimamente parecido, solamente algunos compases dirigidos a movimientos sigilosos o jazzísticos... que, no es poco, cuando anochece.

La violencia en estos dibujos está aniquilada, se flexiona como un tallo en favor del viento infantil, donde los héroes son oscuros y sus contrarios, de un verde radiante y radiactivo. Seguramente en las antípodas, del nuevo relato, que marcará la aparición de un Jocker administrado por Martin Scorsese y dirigido por Todd Phillips (autor de la desgraciada Starsky & Hutch o la serie Resacón en las Vegas), sin duda, esa será otra historia... ¡Qué placer, arriba el telón!
Pero, este mundo ambivalente con la creación de Paul Dini, es desconcertante y demasiado histérico, por momentos, aunque la reina indiscutible del baile, sea esta Harley Quinn algo infantil y de arranques de plañidera amistosa. James Krieg (guionista de otras series animadas de la franquicia DC), pone la nota discordante también, con una rivalidad plantada de malvados, encabezada por unos desdibujados, la antigua botánica llamada Hiedra Venenosa, su experimentador el Hombre Fluorónico y la aparición postrera de La Cosa del Pantano. Pasemos a otra cosa...

Por tanto, es la siguiente cinta en orden cronológico, dirigida por un creador como Sam Liu, criado sobre los departamentos artísticos del cómic y los orígenes de la serie televisiva. Cada vez más animado para elaborar estrategias contrapuestas, en ambientaciones diferentes y apartados conceptuales, con triángulos más articulados narrativamente, pero no, demasiado fascinantes en este caso. Abordaje animado de corte más clasista (no formal), con conceptos lineales y mandíbulas cuadradas, formas redondas para ellas... en este episodio o largometraje, acá no estrenado en salas de cine, el sentimiento divertido es un vaivén de tacones y trajes arlequinados, sin demasiada gracia.
Excepto, fragmentos de "amor-odio", entre un estilizado Batman y la jovencita de cara pintada como payaso, mucho más inexpresivo el de la máscara del murciélago. La posesión sexual del contrariado Nightwing, (aquel al que se insinuara una relación con el caballero oscuro), y antes conocido como Robin, el chico de verde. Ahora, esperando su turno en la gran pantalla y alejado de esa serie Las Nuevas Aventuras de Batman en 1997. Quizá más sexualizado para el cine a través del guionista Bill Dubuque, autor de El Juez o El Contable, y la visión del director Chris McKay, autor de la Lego película de Batman. Veremos que se cuece en el ambiente.

Singularmente a la risa nerviosa, la desbordante gracia natural de nuestra querida Harley Quinn, parece no tener descanso sobre la plaga botánica, cruzando la cuerda floja de la diversión. Es decir, descontrolada para espectadores infantiles y tensa, en curiosa correspondencia con los guiños dirigidos a los mayores y la música. Comparada con La Broma Asesina, Mr. Liu se columpia con algunos decepcionantes minutos de comicidad plana, sin aquel grafismo surrealista, que defrauda a todos los seguidores de tebeos o novelas gráficas, y demás "haters" gráficos más atraídos por la violencia. Pero, es un producto elaborado para los más pequeños.
Lo mejor, sucede a lo peor, con un número de gemelos que pondría colorado a Frank Sinatra, que da pistoletazo a una actuación sobresaliente y asincopada, donde la gracia del rock-punk se eleva, dejando un buen sabor de boca.
Porque, ella, es la reina de este cabaret simpático, animado y musical. La estrella de la televisión, para bueno y malo, como en la real película del Escuadrón, animada en el minimalismo tonal y los colores neutros, en la excesiva sencillez de los escenarios y el grafismo, lejos de la historia y las relaciones entre los personajes. Ella, es la gracia y el desastre...

Batman y Harley, musical y gráficamente, no están tan mal, sin tocar lo sublime en ningún momento, sobre todo, si amas la animación clásica, que es su verdadera fuerza más allá del guion. Gags inocentes para todos los públicos, tirantez amistosa, defensa ecológica y redención de la fémina actual, se convierten en la apuesta de DC Universe Animated Original Movies, para extraer la esencia de la serie y adelantarse a su próximo encuentro, el de Jared Leto y la rotunda Margot Robie, en Harley Quinn vs. The Jocker... Dirigirán a la par Glenn Ficarra con John Requa (Crazy Stupid Love, Foicus) ... ¡Ains!
Después de puertas verdes inter-dimensionales, frustradas apariciones gigantescas, y división placentera, nos quedamos con la banda sonora y sus muecas, más expresivas que todos los personajes digitales juntos. las fuentes de otros intereses sociales como los aspectos ecológicos o las bandas sonoras. Héroes y villanos, se rinden a sus pies (los de miss Harley) que, cuando se arranca, los deja atrás a todos... Reina del Show, aún, con ese carácter infantil y las lágrimas compasivas. Pues, al calzarse las botas punk y el sincretismo gráfico, deja plantados a los anteriores elementos digitalizados u otros soldados binarios.

Conceptualmente, vacío de contenido. Un Gotham menos dramático u oscuro, gélido en los trazos, desangelado en los ambientes, particularmente creado para Harley Quinn. La frescura animada entre coles de bruselas sin gracia, maestra de ceremonias, ruptura de la responsabilidad civil o la privada, y por descontado, una emocionante banda sonora. Salvo estúpidos cantarines idénticos... Creo que se notó, la falta de la mano de Warner.

Tráiler Kingsman: The Golden Circle, de Matthew Vaughn.



martes, 12 de septiembre de 2017

The Leftovers, season 2.

Otros 9 hacia el 2: Todo lo que sube...

En la serie para HBO, producida por Warner Bros Tv y Film44, todo lo que sube, debería tener un pronunciado descenso a lugares inesperados, sórdidos, húmedos u oníricos. De aquellos, The Leftovers del infausto año de la partida con la banda sonora compuesta por Max Richter, evolucionarán otros divergentes. Se reproducen y nacen otros, se desplazan y se emocionan en otras condiciones... y mueren en mundos desprovistos de sensibilidad. O desaparecen sin rastro, para quien este familiarizado con sus problemas pretéritos.
Si recuerdan, nos propusimos narrar las vicisitudes de aquella increíble "Ascensión", de la Partida non grata, haciendo un recorrido por nueve descensos al infierno y el paso de la ficción a nuestro pensamiento individual. Del actual 9 de septiembre, con las pupilas encantadas y el gesto alucinado, resurgimos tras aquel apasionante octavo capítulo de la primera temporada, donde confluían los caminos. Entrelazaban las emociones y las percepciones, para abarcar distintas regiones de la filosofía y la metafísica. Una joya de la televisión, no adecuada para todo el público, esto es, para todas las mentalidades.

Con sus personajes inconfundibles e irrepetibles, recorreremos sus pasos indecisos y sueños. Hasta descubrir el mundo interior de cada uno de los integrantes de esta pesadilla existencial y compleja, construida indivisiblemente entre su creador Tom Perrota y la visión en transformación virtual de Damon Lindelof. En una categoría fuera de registro, que nos hará perder la noción del tiempo y el espacio.
Parece que el guion está exento de desavenencias o inconsistencias reales, hasta fundirse en una atmósfera conceptual, a veces sin palabras o repleta de expresiones desnudas. Notas que no responden a respuestas concretas, sino que te irán sumergiendo en infinitas sombras o capas existenciales, con matices más próximos a una determinación fantástica que a una revelación divina o unión poderosa de factores. Aunque, si existe una especie de redención religiosa de la sociedad.
Por otro lado, las implicaciones personales son el motor de esta gran tormenta, un huracán sostenido de emociones y relaciones privadas, que componen un panorama desasosegante y heterogéneo, donde cualquier giro argumental es determinante o visualmente especial. El comienzo definido de cada capítulo, podría dar al traste con esas cuestiones propuestas sobre la superficie, para sumergirnos en próximos secretos con su música minimalista o esos temas especialmente elegidos por los creadores.

Como la prueba del 9, los resultados se ciñen a las imágenes recreadas, a la exactitud editada en una batalla épica. Elaborada para combatir el aburrimiento con espectáculo ocular y conceptual, y con las notas musicales recorriendo la angustia, la paz o el desorden social. De hecho, el compositor criado en Edimburgo y nacido en Alemania (de Hamelín para ser más exactos y musicales), Mr. Richter había descrito estos ambientes cargados, en anteriores trabajos para el cine, como las maravillosas Vals con Bashir, Perfect Sense, Shutter Island o Arrival.
Cada movimiento compaginado y seccionado, se aparta de las encíclicas espirituosas o de la búsqueda de una comprobación matemática de los condicionantes que se suceden e impactan al seguidor habitual de la serie. Tanto los físicos como los sobrenaturales, sean éstos, grupales, imaginarios o individuales.
O, acaso estamos ante un juicio universal indeterminado, señalando nuestros nauseabundos pecados como sociedades enfermas o fracasadas. Donde los pensamientos sectarios recalan en todas las capas sociales y la marginación queda enclaustrada entre verjas de metal, por que se trataría de una separación deseada por otra clase de inteligencia superior u organización secreta.

El son de la Novena.

Porque de nueve en nueve, contemplamos estupefactos, las estupefacción continua de esos Culpables Remanentes, intrincados fumadores y silenciosos. Escondiendo el gato de las nuevo colas tras el humo o la evaporación de los recuerdos, la memoria de su comportamiento tendencioso, que irá ofreciendo al resto, un golpe directo a su malograda situación personal o desgracia familiar. Tanto que, posiblemente, te harán rebrincar en tu asiento (de frustración o sorpresa) o hacerte sangrar, sacando tu piel a tiras, como Goliat en su cruel sacrificio aparentemente sin sentido.
A un nuevo destino, nos dirigen, donde las circunstancias cambian, pero no, el entorno de aquella masiva desaparición y los sentimientos encontrados que prevalecen eternamente. Eso se debían cuestionar, aquellos otros sufridores elegidos, o no, al azar. Por consiguiente, una división sentimental que describe unas pautas indeterminadas, cambiantes, que tendremos que ir descubriendo tras, una especie, de renacimiento de la serie. Haciendo nuevas preguntas que parecerían inútiles a priori, para un jefe de policía que se hunde en una involución personal y las voces que ocultan las decisiones adecuadas, la sinfonía que guiara sus movimientos. A veces sólidos, otras, desconcertantes o sugestivos.

Ya que en esta segunda temporada nos trasladamos a un rincón llamado Milagro.
Después de aplastarnos emocionalmente, degollarnos sin miramientos y enterrarnos en el olvido. Lacerarnos, colgarnos o lapidarnos vivos, atropellarnos, quemarnos sin respuestas... los vestigios nos golpean hasta olvidarnos del presente, o el futuro imposible, confrontados a la verdad de una desaparición masiva que trata de no zaherir sensibilidades, a duras penas (guiño, guiño), sino hacernos despertar con el puñetazo de unos avatares colocados a traición.
Nada volverá a ser lo mismo en la tierra de los justos, o los pecadores, de los niños invisibles y los perros, con su instinto voraz como el de los hombres. De nuevos sueños que se hacen realidad en jaulas enterradas, de cruces en la frente de malditos y humillados, de peces que boquean y náufragos que intentan desprenderse del peso del saber o el dolor del estar.
La terrible existencia del dolor, viaja desde el Amarillo del olvidadizo Texas hacia un lugar llamado Miracle, que parece una selva de prodigios e indecencias. Con sus congregaciones estelares y faltas, o un lugar similar al sitio real, al arcaico estilo retrógrado de la Edad Media, con su combates amurallados, sus pecados lascivos o sus convicciones religiosas, o de culto irracional o sangriento.

Ahora sus creadores (donde incluiremos, por descontado, a sus diversos directores), han envuelto al protagonista principal en un caso inaudito que iremos descubriendo hasta el segundo de los nueve. Magnífico y sorprendente (1 + 8). El individuo otro legal y cabal, se ve involucrado en una situación violenta de ocultaciones y decisiones, que se mueve por un universo paralelo de sensaciones. Una nueva vía, una vez agotado el texto original, que propone convertir las desapariciones de ayer, en dolorosos reencuentros y deseos fantasmales. Que no se pronuncian, pero se sienten y soportan...
Diferentes espacios de la mente, para un nuevo contrato privado con la muerte o la nada, tras la armonía del traslado y las fotos con huecos congelados. Aquellos vestigios ya se dejaron de hablar, pelear y sentir, por no se sabe qué motivos, ni con las implicaciones de quién... Pues, ya no se reconocen entre ellos. Algunos nuevos ni se soportan ni comprenden, separados en diferentes estadios de la conciencia, la sociología, la metafísica y la realidad, la confusión universal de un hecho, casi divino. Siquiera, parecieran sentirse vivos, resignarse, ni amarse. A veces, la incomprensión y el odio, lo invaden todo.
En este instante del rodaje, con la confusión generalizada y la expectación de un público entregado, las canciones recorren nuevas estancias privadas o territorios espectrales, con los actores que participaron en la primera temporada y esas incorporaciones raciales, ya familiares también. Prodigiosas en determinados episodios, irreales o surrealistas, enfrentados a hijos o amigos, supuestos.

Ellos se despiertan confusos como los espectadores, con un nuevo guion bajo el brazo, sin saber bien a qué atenerse o dónde mirar, ni en qué pensar en el futuro. Condicionados por la ocultación de datos, de encuentros sexuales al límite, de vaivenes de la conciencia o cuestionamientos morales, de grandilocuencia en hechos mágicos o milagrosos, y actuando en el día a día, gota a gota, río a río, universo a... universo.

De la muerte y el nacimiento.

Aquella que conoce el secreto, se va con él a la tumba. Y no regresa... o sí.
Decididos a comentar como evolucionan mentalmente, o en el "más allá", nuestros amados, o no, vestigios. ¿Seremos buenos en nuestro interior o exacerbadamente malvados? Mientras los seres con alma blanca, aparente, siguen observando, fumando o follando como animales. Como decía la canción: Fumando espero al hombre que yo quiero... no tras los cristales alegres (salvo alguna curiosidad o gag surrealista), sino que se elevan disgregados en un espacio contrastado. O, destrozados como los escombros sumergidos en una batalla naval.
Si en el pasado, quedaban enlazadas sus adyacentes historias, ahora tras nueve, se muestran como piezas deslavazadas dentro de un enorme rompecabezas, con implicaciones metafísicas y visiones rayanas de la ciencia ficción. Que proclaman nuevas desapariciones en sus propias existencias y, posiblemente en otras por conocer, como relámpagos que van describiendo zigzags recurrentes en su odisea pragmática hacia el suelo. Hacia un impacto de consideraciones bíblicas o una tomadura de pelo, pero siempre en la búsqueda de completar un circuito, más o menos, cerrado ... o simplemente, perdido por otras dimensiones.
Igual que Clarice, intentando desprenderse de los ruidosos corderos. Curioso, en busca de la paz o aquel mismo silencio.

La historia, se inscribe en aquella luz del pasado. Con la directora Mimi Leder describiendo la trágica concepción prehistórica y el sufrimiento de una familia que no empieza con buen pie, diríamos, sepultada por la divina providencia u otra cosa inconcreta fuera de nuestra comprensión. Frente a los instintos básicos de una sociedad incipiente, ante la depredación y el ritual, un evento fortuito (o de carácter divino) silencia el descanso con un rugido monstruoso y, de golpe, la indefensa madre se encuentra solitaria, luchando con sus escasas fuerzas y la impotencia de un destino cruel. Luego, el dolor de una madre y, la extravagante suerte del que trae al mundo, el neonato que parecía tocado con el dedo de ese dios inmisericorde.
La vida resurgiendo, a través del dolor y el sacrificio, cuando normalmente sabemos que ella, en ese revés vital o instante de peligro envenenad (incluso la más horrible de las mujeres o madres pésimas), defendería con su propia vida, la debilidad y la inocencia. Lo siguiente, es un arduo camino hacia el crecimiento de algo incomprensible, sumergido y silenciado, de momento. Excepto por la música...

De nuevo, hasta ese noveno de dos, veremos cómo se suceden los próximos cambios en los personajes, acompasados a esos temas que nos identifican con ellos o nos sumergen en nuestra propia intimidad o pensamiento. Enfrentados a su doloroso destino o curioso divagar, a través de emociones universales que, volverán a replantear otras comprometidas situaciones y encuentros inesperados, como la muerte y su ocaso renacido. ¿Ángeles o diablos?
Los supervivientes del naufragio, no han tenido tiempo de olvidar (algunos ni lo desean), se materializan después de aquella quema, para trasladarse al único lugar en Estados Unidos (quizás en el mundo conocido), donde no se ha producido ninguna desaparición y se conforma como un lugar de peregrinación para las masas, verborrea de creyentes, negociantes o huidos, en busca de un futuro robado.
Donde la siguiente pregunta es, el siguiente paso a emprender o consejo a insinuar. después de la inmutabililidad del silencio y la fría levedad de un ser, que ya no existe como entendemos la existencia. Porque... ¿a dónde seríamos capaces de llegar? ¿qué límites estaríamos dispuestos a sobrepasar? Si los lugares que esconden las respuestas, se acercan a la nada o a lo incomprensible para un mortal. Quizás, un niño tenga la respuesta...

Una familia se compone, alrededor de la migajas y notas musicales, mientras la otra se descompone en ensordecedoras reclamaciones no oídas, ni manifestadas aún. Solamente para aquel que pueda escuchar su lengua, su socarrona voz y consejos que no termina de convencer, a un distinto guía familiar u hombre de fe, perdido en el caos de una nueva Sodoma y Gomorra.
La locura se está apoderando de todo lo que empezaba a tener sentido, pero, en las pesadillas no existe lugar para una bocanada de aire fresco o explicaciones fuera del universo lynchiano. Todo es angustia que se retuerce en el interior y deforma los rostros del mal, que describe círculos y bracea intentando recuperar el oxígeno de sus pulmones. Huellas que inoculan el odio en la mente que no cree, ni lo desea, simplemente, porque una existencia se volvió invisible y las lenguas que proclaman un advenimiento o fuerza divina, parecen estar tergiversadas por la duda o la falta de razón.

Luego, edificando alrededor del sitio o acampada enloquecida, una extravagante familia se aproxima al caos, incluidos, perro recuperado de su sacrificio ritual y bebé rescatado del primer vidente o visionario fraudulento. Cruzando puentes y salvando las distancias que quedan al otro lado del muro, o la valla de la vergüenza, buscando la ubicación real entre la verdad y las creencias, entre una implicación moralista de los deseos... o una interpretación de los sueños.
Quizás un engaño... todo depende de la canción con que se envuelva su historia, con la mirada racial de una sociedad a la inversa, o una observación a la escena privada y sus contactos espirituales. La vía de la realidad al universo invisible o paralelo, mediante el suicidio entre sueños y declamaciones de otro mundo tangible. Pájaros en la cabeza que quedan libres y son aplastados por el peso de la conciencia. De muertes forzosas, pozos sensibles con entregas de almas, renacimientos, recriminaciones que son desprendidas de aquellas madres sordas (o sin habla), de hermanos que se reencuentran con la falsedad y el miedo, despedidas, hundimientos de la razón o de los siguientes herederos de la fe... tramposos o no tanto, veremos. Me voy acercando a ese sustancial 9 + 9 + 9.

Música para 9 lecciones, vitales o disociadas.

Por supuesto, alrededor de él, giran las contradictorias circunstancias y atractivos fantásticos que deambulan como perro sin collar, o deidad sin sacrificio. Justin Theroux se hace acompañar de sonidos y aros concéntricos que se disgregan en dimensiones desconocidas, que reflejan el alma de los callados, el amor perdido o los motivos hallados para emprender un largo, y peligroso camino. Al todo o la nada.
Es héroe y villano, que naufraga en una orilla desprovista de sentido, como un juicio universal a la carta... o terriblemente caprichoso. En su viaje existencial y musical, comprobamos los cambios en su semblante y la implicación personal, arriesgando todo lo que le queda... que es mucho, comparado con otros, nuevos enemigos, detectives de huellas y de hostias, no consagradas. Cuando los hijos se esparcen en esta tierra, y en otras ajenas, clónicas, magnéticas, profundas como un pozo oscuro, calientes como la sangre, húmedas como sus lágrimas... o los deseos.
De ellas... preparándose para un paseo por su/nuestra mente.



Al otro lado, hay un polígono de 9 lados (recibe el nombre de eneágono y uniendo sus puntos), por tanto, se forma o se encuentra una estrella de nueve puntas o de Goliat. Donde la absorbente Ann Dowd y el sexo obligado de la actriz Liv Tyler creciendo en todas las direcciones en la serie, se convierten en las dos caras de una misma moneda. Que muere o crece en una riada incontenible, luchando en una batalla sectaria que se distancia y no sabemos, aún, hacia qué lugar de la religión o la conciencia, se dirige... seguro que, seguirán siendo impactante.
Sin duda, la mejor sintonía que les identifica, y a todos sus antiguos compañeros, podría ser...


Tras el salvaje comportamiento observado en la ficticia Mapleton, con toda aquella secta sacrificada en mor del silencio y el humo de sus pulmones, la jauría humana se traslada al lado de la protección, de la misma forma que lo haría el Guy Montag de la novela de Ray Bradbury y su exacerbado comportamiento, siempre mirando de soslayo a su terrible desgracia personal. Luego, asistimos a un cara a cara dramático entre la razón y la fe, la verdad contra la ficción... lo mágico con lo tangible. Es decir, las creencias frente a los sentimientos.
Sólo que aquí, en este apartado rincón, de resistencia profunda y magnificación de las emociones, la caza de brujas parece más real, observando la actualidad de enfrentamientos raciales y otras convergencias espirituales. Mientras que, paralelamente, el antiguo sheriff interpretado por Justin Theroux, tendrá que hacer frente a las voces que no se pronunciaban, al gesto fantasmal... matrimonios incompletos que interpretan actores como Kevin Carrol y Regina King, abrirán nuevas puertas al conocimiento o la pérdida. Haciendo oídos sordos a las señales, o negando la violencia que practica el odio, para descubrir la diferencia física y cerebral, que existen entre Jovan Adepo y la bañista sugerente Jasmin Savoy Brown.
Esta es su historia paralela y renovada.


De la misma forma, encontramos a los hijos que fueron, o seguirán siendo, amistades o enemigos, ya lo comprobaré personalmente. Con el nuevo mesías o salvador interpretado por Darius McCrary, propagando la palabra de un ser visionario o la estafa de aquel, que transportara el misterio del nacimiento. Mientras, la odisea de Christopher Eccleston se dirige hacia la redención de la sociedad completa, o la locura... y la inconcebible resistencia de Janel Moloney, despierta concebida y vuelva a caer en estado catatónico o vegetativo.
Posiblemente, seamos testigos de un renovado choque de maternidades, de polvos ´estelares` y universos conectados a través de la muerte, conexión directa con... no sé... ahora mismo, comunica.
¡Ah! No. Es el padre, el maestro Scott Gleen, entrando por la pantalla directo a nuestros sentidos, como una alucinación. Igual que, aquel ser digital que se aparecía al desconcertado James Wood, en la cinta Videodrome dirigida por el mago visual David Cronenberg.


Por supuesto, no hablaré de Primos Lejanos, ni el descubrimiento de Mark Linn-Baker (el primo Larry) y su extravagante situación, falsificado su desaparición y escondido en Nuevo México... Segundo ¡ah! ... la joven actriz Margaret Qualley tendrá que seguir lidiando, con el horrible problema de Death Note. Lo pillas, ¿no?


... Hasta dentro de nueve.

Cinemomio: Thank you

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