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lunes, 17 de diciembre de 2018

Taboo (Season I).

Los gruñidos de la bestia.

La Compañía Británica de las Indias Orientales fue inaugurada en 1600 con la aceptación de Isabel I o la Reina Virgen, otorgando un permiso comercial de 15 años con riesgo de pérdida de capital para los nombres firmantes y estos dominadores del comercio exterior, que aquí se representan desafiantes. Aquel riesgo económico que deseaba terminar con el monopolio neerlandés en la ruta de las especias, hasta que en 1612 se convertiría en sociedad anónima, enfrentada a sus fuertes rivales internacionales y desnivelara el filón. Con la emisión de acciones dirigidas a sus ricos inversores o aristócratas interesados, se reproduce un paralelismo en otras naciones de Europa, que competían por ese mercado de productos esenciales como algodón, seda, sal, opio, salitre o, el deseado té (para sus cinco de la tarde); estableciéndose en paralelo, como otras denominadas Compañías de Indias Orientales: Francesa, Holandesa, Sueca o Danesa.
Nos hallamos ante una época de grandes viajes y arriesgadas travesías, desafortunadas para marineros arrinconados por las circunstancias y seres humanos esclavizados, que eran tratados como simples mercancías.

Cuando un padre y su inquieto vástago, solamente en sus acciones más físicas, en el interior de su cerebro es otra cosa más pausada, vigilante y obtusa, se embarcarían en la creación de una épica historia. Tan lucrativa como vengativa, resistente y profética, basada en hechos reales relacionados con la antigua Inglaterra imperialista y algunos mercaderes con la filosofía corsaria. Ante la aparente insignificancia de una pequeña isla del Pacífico y su influencia circunstancial. Tierra silenciosa cercana a la costa americana, interesante por su ruidoso estrecho, que significara el paso de navíos mercantes, esclavistas y militares. Desoyendo las atenciones a otros propietarios, esta serie no se centra en ciertas históricas referencias, con sus descubridores españoles. Edward “Chips” Hardy y su ´pequeño` Tom, hijo de la interpretación y la fuerza productora de Londres, trazarían las premisas de una aventura que pretendía parecerse a antiguos procesos imaginativos frente a la realidad, de novelas románticas con asuntos criminales, altos secretos de estado y personalidades feroces chocando entre sí. Materiales típicos de la historia de la humanidad, desarrollados por grandes escritores de la literatura universal o una pareja con lazos de sangre...

Él, Tom Hardy, quedó impresionado por alguno de aquellos personajes arrolladores y raciales, con los que trataría de identificarse para su trabajo interpretativo en pantalla. Acercándose a la piel de aquel asesino de la novela Oliver Twist conocido con el nombre de Bill Sykes o metiéndose en el complejo mundo interior de un indescifrable Heathcliff, otro de esos hijos adoptados, inadaptados e introvertidos, descrito en una de las grandes sagas románticas de todos los tiempos, dentro de las páginas de Cumbres Borrascosas elaboradas por Emily Brontë. Papeles por otra parte, que ya habría afrontado el artista anteriormente, en productos televisivos que le señalarían de alguna forma el camino a otear. Los pasos de futuros trabajos y desarrollos argumentales de un vigía del cine y la televisión, desentrañando la inteligencia natural y salvaje de hombres/mujeres, deambulando por su sapiencia, la serenidad o, esa pasmosa seguridad del increíble Sherlock Holmes. Al menos fugazmente en su cometido, tan separados de lo correcto e inclinados por sus características personales. Incluso, se unió a la mente farragosa y aterciopelada, sin aprecio de humanidad de Hannibal Lecter, o uno de los grandes viajeros de lo exótico y profundo en el ser humano, ante los avances de la sociedad moderna y la globalización, a través de los medios de transporte (la comunicación ya llegaría), de mano de aquel marino llamado Charlie Marlow. Con el libro El Corazón de las Tinieblas, los viajes exóticos serían el gran salto literario de Joseph Conrad, por un no tan imaginario Congo, luego, contextualizado en nuestra propia visión moderna en Apocalypse Now…

De esta forma, nos hallaríamos con un personaje construido a base de golpes, retazos apócrifos de la sociedad post-barroca y continuando sus negras pinceladas. Las paletas grisáceas en el alma, que marcan a una especie de Doctor Jeckyll y Mr. Hyde, máquina de la química, el cuchillo y el sexo, entre la premonición y los cambios misteriosos de personalidad, casi en silencio. ¡Hmmmms, guturales! Con algunas extrañas implicaciones familiares pertenecientes al ayer y el destino de una herencia, que le harán deambular en los extremos sociales de esta atípica serie. Calles turbulentas, entresijos y grandes estancias, reproducidas con garantía estética por la BBC One, que llevan el título de Taboo, en referencia a los complejos mecanismos de la psique humana y su colisión ideológica, con razonamientos repletos de diferencias clasistas. Es decir, de un pensamiento estratégico sobre el poder, frente a cierta osadía combativa, convulsa de un líder rebelde... También, muy "Star Wars" todo, cambiando el lado oscuro de los tejidos.
veces, es una opinión personal como otra, este personaje ideado por los creadores y conocido con el exótico nombre de James Keziah Delaney, se bifurca en ambos sentidos, entre la tranquilidad de un sabio reflexivo y la irascibilidad de un sádico. Apareciendo como una mezcla de un Robin Hood poco convencional y enfático, frente a la apariencia remarcada de un inflexible guerrero maorí, de tatuajes y espíritu neozelandés en África, con daga corta en lugar de espada jedi. Pero, acumulador de todos los ramalazos violentos y oscuros de aquel sombrío Salomon Kane del siglo anterior. Esta parece una serie discutida en Gran Bretaña, por las inclinaciones estatales del Taboo industrial y la consecuencia de describir personajes al límite de la verdadera historia o sobre la vida real de una época desproporcionada... cosecha automática de los parados, engañados o arrinconados de hoy.

En todo caso, se trata de seres atormentados que se rebelan al destino y la clarividencia de la fuerza institucional, a los designios del poder económico o político, atrapados por recuerdos de un pasado como peones dirigidos y condenados al ostracismo. Inherente al caos reinante, durante una época cambiante, de oscurantismo, incertidumbre y la degradación de una sociedad desequilibrada o silenciada por el miedo.
País en manos de un regente ´pintoresco`, de barriga blanda, nariz aguileña y andares intransigentes, demasiado cómicos para un pavo real. Además de una clase nobiliaria con pretensiones discutidas o incluso criminales, donde una especie de Renacido, fénix de las cenizas de una África exprimida, sepultada por cadenas de otra época y mentes aciagas, paseara ciertos brillos ensangrentados, para cambiar las cosas de casa. El valor de su nombre...
El capitán que tomaría las riendas de su fortuna heredada, romances tortuosos y futuro incierto, tomando prestadas costumbres de ancestros sobre la magia de su estirpe y algunos rituales chamánicos de otras tierras. De esencias en peligro de extinción, la exacerbación de la carne propia, la marginalidad y el canibalismo callejero, a través de luchas ancestrales entre clases y repudiados encuentros sobre camas revueltas. De piel marcada con tinta de dinero sustraído y el hierro candente de los injustos, de la ejecución de los tramposos y traidores… se posterga una tarea o misión imposible, la de ajustes de cuentas míticos. Es una venganza servida entre platos calientes y ollas frías, explosivas, sobre la inteligencia individual, la experiencia distópica de una era compleja y los retos fuera del alcance de la debilidad.

En definitiva, la descripción de una especie de monstruo herido, por dentro y fuera, que tiene que ocultarse de sus poderosos enemigos, ahuyentar los miedos a un territorio extraño, quedarse sólo aparentemente. Perseguido por un conspirativo gobierno londinense, a comienzos del siglo XIX y ese ansia desmedido de poder, ocultándose de sus propias sombras y ensueños, mediante acciones descoordinadas entre la inteligencia y el gozo sacrílego. Hechos que le recordarían su participación en sucesos escandalosos de antaño, robo de diamantes y crímenes sin escrúpulos, en una etapa convulsa. Visiones, castigos desmedidos, retos de alta alcurnia, devaneos con los oprimidos sociales, hijos furtivos… muerte. Siempre encarando sus propios temores, e incluso, deseando más de lo permitido, sugestionado por la sangre y el tormentoso encuentro con algún tipo de incesto. Mirando al horizonte de barras y estrellas, el futuro embarcándose al destino incierto, al encuentro con la monstruosidad de un Prometeo moderno y la guerra, echándose a la mar como corsario, emparentado con todo y con nadie, acariciando letras engendradas por la pluma aventurera, la posesión y la crítica hoy, sepultando el terciopelo de la negrura, entre pólvora, cruzando el imperio de norte a sur, entre unas tibias, tripas, salitre, orina, semen y una calavera. Bienvenido, Mr. Dead Man, como diría Jim Jarmusch...

Comercio... Negro.

Antes de que la corona británica se quedara con la soberanía territorial de la India en 1858, bastante de que el comercio negrero quedará borrado del lecho marino y poco tiempo antes de que Tom Hardy, vestido de negro en esa etapa victoriana, quedara ligado a Andrew Dominik, director de cuna neozelandesa, errantes en el filme War Party o a ese viejo mafioso conocido coloquialmente en la prisión estatal de Alcatraz, como el pequeño Fonzo; pues bien, anteriormente comprobamos la alargada transcendencia tumultuosa de la palabra Taboo y sus condicionantes estéticos. Algo que formaba parte del folklore tradicional de ciertas tribus, cuando ancianos jefes defendían el destino de las siguientes generaciones, practicando su magia o la sapiencia ancestral, frente a unos sortilegios más terribles o tapu… de aquí, la acepción lingüística consagrada a los tabúes.

Quizás, por ello, la familia inglesa tutelada como the Hardy´s, se puso en contacto con otro creador y productor conocido como Ridley Scott y su ´free` productora londinense, para desentramar entuertos y encaramarse a la simbología histórica y su aire tormentoso. Una serie que tendría que ver con este lado más salvaje de los viajes realizados o descubrimientos en épocas pretéritas, presagios de The Terror, en inflamadas velas por el viento y otros apoyos incondicionales como son la emisora BBC o la productora FX, y las palabras del escritor-director Steven Knight. Este guionista que descifrara asuntos nebulosos en el interior de la mente, junto a Scorsese en la película Shutter Island (algo tiene que ver con el filme Gangs of New York también), ofreciendo divagaciones al borde de lo legal y lo reflexivo; y frente a la tortura en Promesas del Este o con otra conexión británica en la serie Peaky Blinders, además de aquel retórico, pero, envolvente argumento para la película titulada Locke. Con el mismo protagonista, el omnipresente Tom Hardy... por mucho tiempo.

En determinadas ocasiones, aquellas empresas vinculadas a los intereses de políticos, de ayudas con dinero público y las más altas finanzas secretas de las naciones, sobre todo en la época del 1814, se van humidificando y oxidando, corrompiendo desde los tuétanos, enfermando de odio. Debido a una búsqueda nefasta de alternativas lucrativas e individualistas, tan poco edificantes como insanas, que revivimos en muchos procesos judiciales durante estas últimas décadas que nos acompañaron. De implicaciones nefastas, de muchos individuos dispuestos a ser juzgados a cambio de un buen pellizco, gracias al exceso, al engaño, la ocultación y ciertas ganancias, fáciles con el dinero negro de mordidas o los asuntos más sucios. Quizás en esta materia esencial, se regodea principalmente la serie Taboo, más allá de otras enmiendas o sentimientos, emitidos ahora por HBO España. Mediante esa constatación de que el poder corrompe invariablemente y la definición de un grupo dispuesto a pelear contra poderes fácticos, extremadamente enfáticos, con sus medios escasamente humanos. Monstruos alimentados del vil metal y los prejuicios.
Tal vez, por ello también, el inmenso Tom Hardy se haya interesado en personajes marcados, capitanes prófugos en dicha frontera de la estabilidad mental, mirando al horizonte con profundidad o teniendo en el catalejo, la piel enfermiza del padrino Alfonso Capone. Parentescos viciados o llenos de tentáculos, con demasiadas vinculaciones alrededor de este elefantiásico territorio, entre el poder corrupto, la política o la justicia interesada.

Retratando a este otro hombre inflexible más, dentro de su carrera en la actuación, unido a negocios fraudulentos, investigador de huellas marcadas y demostrador de matices sanguinarios. Aunque introspectivo, hablando entre exhalaciones o gruñidos, quejas con un punto cabal. Algo dubitativa entre la justicia callejera y esta mirada excesiva de animal herido, extremadamente vengativa hacia sus contrincantes, que por otra parte, desean acabar con su molesta actitud y conocimiento esotérico. La imagen de James Delaney transita por determinadas coordenadas, conflictos internos que se diluyen en el agrio exterior, golpeando duro a sus enemigos (si es necesario abriendo en canal la estulticia), tomando decisiones que comprometerán la seguridad de sus colaboradores, y después volviéndose con el ánimo rebelde, unos justos proscritos, justicieros sociales o perseguidos por las altas instancias que deberían regir el destino y preservar los derechos de los ciudadanos.
Entonces, diríamos que este aventurero del sexo prohibido, la sonora química y las artes nigromantes, se parece al antihéroe típico, a esos personajes contradictorios de Marvel como el marine bajo la efigie de The Punisher, donde lo sustancial ha mutado por la disfunción profesional, entre violencia extrema, negación y venganza.

En aquella historia de desagravios marvelitas, una carretera marcó el comienzo, aquí es el océano en una estampa pictórica de otro siglo y una tierra virgen. No el amor, que parece terreno baldío, siquiera la amistad diluida, es el recuerdo carnal de una hermana de sangre en contraposición a los tiempos y la errática herencia. Del rifle con mira telescópica, hemos pasado a un tipo de daga curva, para desentrañar los misterios del macilento interior y marcar para siempre, el camino a seguir por seguidores y el humo. Igual que el dinero significó una trampa para Frank Castle, en este lado oscuro, es un arma para conseguir propósitos y alcanzar una alianza segura. Sin embargo, ambas posturas persiguen una misión suicida aparentemente, contra un complot tan ruidoso ya, como una traca final con pólvora que reventara un barco por los aires, o un poderoso temerario o un gobierno totalitario.

Química vs. Magia.

Un castigador no discute aquellos medios empleados en su misión, no confunde la estrategia, ni cree en la redención del enemigo; porque con estas armas, se combate un mal peor, incluida la certera química para derrumbar el poder o magia negra para tentar al mismo diablo. Tras fracasos en su vida profesional y privada, confusiones de cuerpo y alma, en aquella jungla africana pudo adquirir la visión del animal herido, de los ancestros emparentados con el lado salvaje, mediante un ojo abierto, revelado a través de la caza, el destino y la muerte. Ya que se ha podido levantar tantas veces de ella, como Fausto del siglo XIX en la Inglaterra victoriana, seguirá luchando al timón, ante lo que vendría marcado por una imparable revolución industrial. En los primeros años, podemos observar ese salto potencial en empresas y medios de transporte, antes de que la futura globalización alcanzase niveles nunca adquiridos, con un simple dato ejemplar, el paso de elementos mágicos o la alquimia, a la primera constatación de otros procesos químicos más explicables, científicos o naturales.

Doce años, por ejemplo, que tardaría el protagonista Mr. Delaney en regresar a su hogar, viendo que la inmundicia se extiende, cargado de cristales robados y misterios no transparentes. Para dar el último adiós al padre, reencontrarse con una pasión volátil y carnal o, recordar aquellos clavos oxidados de su propia sepultura. El ritmo de sus pasos en la obscuridad, retumba en ecos familiares, semejante a un futuro incierto que luchara por abrirse camino, frente al cruel pasado, al poder infinito de sus enemigos. Bien sean gobernantes, abogados y asesores, ingleses o americanos. El ritmo de una banda sonora, del compositor Max Ritcher, que nos acompaña una y otra vez, machaconamente, regurgitando el deseo escondido, imaginando banderas, creando situaciones alucinógenas o abiertas en canal, marcando la marginalidad y el horror. Agravando la situación a cada capítulo, a cada caída profunda del cuerpo y el ánima, exorcizando demonios, que se vestirán con la piel de cordero, creando una escena “lecteriana”, de aquí a la China o la sometida India, en un futuro infausto, salpicado de cañones. Tal vez... Aplicando recetas que bien combinadas, servirían para fracturar el acoso social, hasta el nuevo mundo y el desmedido castigo. El triunfo militar de un espíritu heroico… pero no, él es la estampa del típico antihéroe.

Aunque la química viene confirmada por actores como Tom Hollander y su fiel aprendiz, el pequeño Louis Ashbourne Serkis, Ella de nuevo, es el motor y la vela que inflama su mente. El espacio sensual que provoca frente a la pelirroja interpretada por Jessie Buckley, o te distancia saltando desde un puente infranqueable, frente al amor ruinoso y comercial de Franka Potente. Ella es la actriz Oona Chaplin, extraña mezcla de raíces y miradas, musitando palabras que quedarán sepultadas como el pasado. Un precipicio para los suyos propios, los que acabaron con el sufrimiento tutorial, encarnado en el justiciero servidor compuesto por David Hayman y otros amigos “buenos” como el Atticus de Stephen Graham. Frente a la vía del mal, los muy muy malos, interpretados por el quijote galés Jonathan Pryce o Richard Dixon, los traicioneros marcados por el rostro del actor Michael Kelly, los orondos extravagantes y rancios elaborados por Mark Gatiss como Jorge IV duque de Brunswick-Lúneburg, príncipe regente de la apariencia. A los heridos en batallas amorosas o comerciales radicalizados en el actor Jefferson Hall… apuntalando a los desvergonzados carniceros y asesinos más sanguinarios que llegarían, como Jack el Destripador, rostros ensangrentados a cuchilladas en caminos baldíos, en cenicientas ciudades o entrañas privadas, de sus penumbras públicas. Señaladas por escritores especiales como el gran maestro, Charles Dickens y los maestros literarios del terror clásico.

Las entrañas del sexo, se enturbian con las traiciones y los asesinatos, se aparecen entre sucias estancias neorrealistas de Roberto Rosselini y aquellos cantos de denuncia social por sus calles grises, por la visual poética de Visconti, la extravagancia satírica de Fellini, a retazos o puntualmente, sobre algunas escenas surrealistas de Pier Paolo Pasolini; así de extraña es la mezcla, la explosiva o maleable aleación, química removida que se convierte en algo esencial para conquistar estados y corazones perdidos. Cambiando los presagios por visiones alucinógenas del futuro genérico, concepciones alteradas del pasado que evolucionaran hasta hundirse en la psique, el credo social y las profundidades individuales de una prisión férrea. O vuelan por los aires con una fabricación exhaustiva, que dio la vuelta a las pretensiones arcanas de la lascivia, la alquimia romántica y los viejos tabúes.
Digamos que el sexo es una de las actividades fisiológicas, que nos acerca y diferencia a la vez, de animales, como en aquel escaparate retratado en neón, sobre las calles desproporcionadas de la serie The Deuce y sus gargantas profundas. Aquí, la degradación social es radical y tumultuosa, se alinea al lado de un revolucionario en busca de la libertad… pero, el futuro dirá si individual o colectiva. El nuevo príncipe de proscritos y condenados, abrazando ese punto viciado y salvaje de la naturaleza humana, junto al dolor y el sacrificio. La serie instaura la imaginativa diversidad entre distintos padecimientos, con perspectivas diversas de vida, tratamientos y comportamientos, desde el contacto más directo, al pensamiento único. Contra la verdadera opresión, la incautación no pacífica, la tortura de la máscara de hierro y el crimen de estado.

El Fin de la Historia…

Hace mucho tiempo, un joven explorador español (mallorquín para más señas), sería tachado de irrelevante en las páginas geográficas, gracias al borrado de su memoria. Con nombramientos silenciados sobre su descubrimiento en una isla, hoy, denominada de Vancouver, su rival de nomenclatura histórica. Con el tiempo, España (la nación invisible ahora), abandonaría ciertas pretensiones culturales o comerciales, como esa y otras ubicaciones más cruciales, debido a asuntos de fuerza mayor. Como la Guerra de Independencia Española contra las tropas de Napoleón y el intruso, su hermano mayor José Bonaparte o Pepe Botella… y esa inmensa distancia húmeda entre la costa oeste de Norteamérica y el gobierno errante de Madrid. Luego llegaría la victoria sangrienta, la pérdida paulatina de alta costura, la calidad de paños y alta costura francesa, la herrumbre de espacios enfrentados, la sanguinolencia salpicando de ven en cuando, cada rincón del recuerdo, la frustración de siempre.
Aquel mal negocio, devendría con una división de los territorios o colonias más silvestres o salvajes del norte, la división ente el oeste californiano y el estado en manos de gobierno español, no de Texas aún, y la evolución de la antigua Florida.

La ruta entre el Atlántico y el Pacífico (con aquel viaje catastrófico identificado en la serie The Terror), mantiene una ambientación lujosa, en estancias y ciudades, pero también cruda, fría y tenebrosa. Los duelos y las falacias, entre Mr. Delaney y su antagonista Sir Stuart Strange, se basan en el ansia de poder, los celos o la envidia, la prepotencia del último. Taboo fue la búsqueda de la piedra filosofal para muchas naciones y, algún imperio en decadencia, que finalmente se decantaría al control violento.
Todas aquellas historias de posesiones, se concentran en los tabúes sepultados de una época cubierta de oscuridad, afrentas y aires de cambio, surcada por peligrosos viajes, negocios intracontinentales y conflictos internos, que terminarían en una serie de guerras, como la norteamericana con la corona británica.
El odio, el valor y la resistencia, condicionan el regreso del antihéroe descosido de su raíz, encadenado a los recuerdos torcidos, borrados, fabricados en la cabeza de Tom Hardy y su desinterés por la redención. Habilitando sus diferentes conocimientos en una nueva perspectiva histórica, que deberían aproximarse en el futuro, más a la épica aventura. Desde esos factores mágicos, ilusiones con el tesón para finiquitar una misión oceánica, sin complejos… un viaje a lo desconocido, orgullo en tierra propia.

Este era el Taboo de una era conflictiva, llena de putas, orines, hijos ocultos, sangre espesada e individuos travestidos, con inclinación a los usos más abusivos, hirientes y melodramáticos. A las marcas en el interior de habitáculos cardíacos desvalidos y otros sistemas ocultos de la mente. Estereotipos visuales de la actualidad televisiva, desde la cuidada ambientación a otros cambios producidos en la sociedad decimonónica, que se ve anclada en la decadencia, con calles repletas de sombras, vísceras enfermizas y miseria, extendiéndose como la pólvora. Vicios sobre barrios marginales y perfumados en grandes mansiones prohibitivas con pachuli, donde todo se comerciaría, entre abusos silenciados por la fuerza y aroma a podredumbre costumbrista... hasta llegar a esas denominadas, actualmente, cloacas del estado.
Fueron produciéndose poco a poco, extendiendo el olor fétido, hasta la exaltación de ciertos comportamientos y la respuesta de protestas colectivas, revoluciones que apuntaban a aquellos comerciantes todopoderosos y los administradores de justicia. Contra los residuos temporales del esclavismo, la manipulación procesal, la glotonería de mandatarios o la desigualdad de género.

Para un nuevo mundo, necesitado de héroes como aquel espadachín insolente, o Solomon Kane sin miedo ante monstruos veraces, la figura estilizada por el creador Robert E. Howard (Conan el Bárbaro) durante los años treinta. Que, aunque puritano de pura cepa, poseía un espíritu sombrío y maldito, mas hábil enfrentándose a peligrosas garras y fauces. Con su faz alargada, su capa sin sayo y ojos penetrantes, vería la apertura de nuevos ideales a grandes trancos, vistiendo ropa inquietante como hombre de negro y sombrero calado sobre su horizonte púrpura, muy estilo al señor de los anillos. Por cierto, también era portador de un talismán vudú, ojo facilitado por su compañero y amigo africano, reconocido como N´Longa.

El paralelismo con Mr. Delaney es evidente, por su intención incansable de combatir la maldad, su osadía a prueba de dolor, los embargos injustificados y el control del comercio de pieles en el estrecho de Nutka o isla de Nootka. Con ese lado salvaje, fijado a la tierra, el hombre que susurraba onomatopeyas a los caballos. Tierra perenne frente a Canadá, que se transformaría en potente tráfico de especias con oriente y la colisión de ejércitos, condimentado por algunos componentes para la fabricación de explosivos y las codiciadas bolsitas de té.
Al final, todo terminará con otro sortilegio o segunda estrategia visual… dejando atrás, técnicas de destripado y la venganza vestida de negro frente a la tortura desmesurada y algo peor. O quizás, comenzará con otra vía… con otro viaje a lo desconocido.
Kane Delaney, Dr. Jeckyll and Lecter, jedi navegante bajo las estrellas... un marino con el corazón de corsario.

domingo, 2 de diciembre de 2018

The Haunting of Hill House (Season I),

Con el título en español de The Haunting, o La Mansión Encantada como si fuera un antiguo programa de la tele, se infiltraba el refinamiento sobre posesiones inmobiliarias y otras esferas personales, enterradas en una colina extraña del pasado... Así, se presentó uno de los principales casos para una investigación paranormal en el cine. Sin embargo, ya ha transcurrido tiempo suficiente para que aquellos jóvenes fantasmas se volatilicen de nuevo, muy juguetones o no, en aquella etapa de retos y sacrificios que todos vivimos en la osbcuridad. Qué se desperecen de cierto óxido gangrenado sobre sus cadenas... Porque sus venas, ya se secaron y sólo quedan los recuerdos de tiempos aciagos.

Es decir, basta de lírica poeniana, nos hallamos ante una mansión decimonónica. No tan descuidada como otras, condimentada con una especie de domótica enfurecida, en blanco y negro, con efectos especiales sin artilugios digitales ni electrónica... ¡eran otros tiempos y otra mentalidad! Solamente el tiempo, surcado por pasos de baile y quejidos emparedados, por sugerentes susurros o corrientes airadas del alma, serpenteantes contornos en huecos de escalera, apariciones no contrastadas, difusos reflejos en los espejos cubiertos de pátina y olvido, vidrios rotos como la conciencia, marcas de arañazos, candelabros candentes y huesos crujientes.
El profesor de lo paranormal o Dr. John Markway, en su búsqueda de una realidad sin insidia, promovió el comienzo de este caso cinematográfico, que se distinguiría de otros presentados en otras eras posteriores, en la levedad de las sorpresas y las imágenes recogidas por la cámara. Otro estudioso, más interesado en descubrir los secretos de esta "no vida", de un posible existencia de habitantes incómodos, pesadas cargas en nuestra cabeza, en otras esferas perdidas dentro de un gran escenario barroco e introspectivo. La casa con mayúsculas, es protagonista, con grandes dimensiones que se deforman o estiran al infinito, techos y ángulos invisibles en las habitaciones, no perfeccionados por los constructores de época para engañar los sentidos... El cine también, pero ¿qué trataban de esconder o simular...?

El actor Richard Johnson (esposo de Kim Novak) iría en búsqueda de una fuerza descomunal, denominada sobrenatural, únicamente proporcionada por aquel deseo arrastrado o la capacidad energética desmesurada, surgida del dolor de tan fantasmagóricos huéspedes. Un filme sosegado (no en las mentes), con las interpretaciones de sus extrovertidos visitantes, airados, salvo alguna entidad femenina y amigos, como Nell en la piel de Julie Harris de Al Este del Edén, la Theo de Claire Bloom de Candilejas y el Luke de Russ Tamblyn, con sus apariciones sobrenaturales venideras.
Aquí, echando una vista tras el cuello descolgado bajo los nudos y las conclusiones, balanceado sobre las estatuas, en una luchan entre la vida y la muerte, recordamos a un excelente autor, discípulo que debería estar reconocido entre cierta élite de directores de cine. Quizá no los más representativos del miedo en otras eras, recordando al director norteamericano de Winchester (Indiana), promovido por el sonido con el nombre de Robert Wise... De aquella casa de la colina, que no era la misma de hoy, pero si parecida en algunos ingredientes que dejan su huella, visible o no, osó quebrantar los ecos habituales y cuyas raíces enquistadas, crecerían sobre modernas efigies marmóleas.

El padre del pequeño Robert, de los Wise de West Side Story, fue descendiente de alemanes buscando otras perspectivas. No las que vería él años más tarde, en la silla de director, sobre aquella escalera de caracol que se incrustaba como un esqueleto, en los pensamientos y miedos ancestrales del ser humano. Eran necesitados inmigrantes buscando otra, ... casa, lejos de los terrores que se cernían sobre la vieja Europa, como fantasmas de un pretérito incivilizado, sádico y oscuro, con nombres fantasmas que quedaron en las cunetas. Comenzarían una nueva vida como tratantes de viandas, sí, era el camino, separados de otros cuchillos más carniceros. Edificar un hogar, levantando sus muros y espejos, dedicándose a lo suyo y a esa función educativa de tutor de genio. Guiando las alternativas educacionales, manejando los problemas diarios y sorteando los miedos comunes de las familias, hasta aquella pequeña ciudad del medio oeste llamada Winchester. Sin embargo, en aquel filme no tiraría con bala... sino, de ingenio y de novela.

De esas aventuras y sombras habituales, paseos entre la vida y el arte, de la imaginación y la putrefacción con la carne no recortada, invisible como los huesos en otra dimensión, el joven Robert comenzaría una fructífera aventura cinematográfica... danzando y soñando, y viceversa. Hacia la edificación de una próspera y diversa carrera, encaramada a grandes títulos, soportada por diferentes géneros, que esparcían su semilla imaginativa. Primero, trabajando como montador de efectos sonoros al lado de John Cromwell en Cautivo del Deseo, o dejando su impronta en El Delator de John Ford y amenizando algunos musicales junto a Fred Astaire y Ginger Rogers. Sonorizando sobre títulos de acetato gris, como La Alegre Divorciada y Sombrero de Copa. Fue allí, junto a la mesa de montaje y esos grandes directores, donde comenzaría su relación laboral con la mítica RKO Radio Pictures.

Pero, anterior a la búsqueda de una "realidad teatral", asustadiza y espectral en el año de 1963, etapa fantasma entre dos estilos, marcaría su propia historia sobre otras esquelas temporales, algo antes de la famosa novela de Shirley Jackson, la titulada The Haunting of Hill House (no confundir con el trabajo de William Castle protagonizado por subyugante Vincent Price y su fuerza escénica como maestro de ceremonias y otras ofrendas)..., elucubraciones sangrientas que no se corresponde con esta sensibilidad... digamos más silente.
En fin, con el crédito y la experiencia de sus maestros, Mr. Wise se haría montador sobre títulos de la archiconocida productora como Mamá a la Fuerza, Esmeralda la Zíngara, El Hombre que vendió su Alma y, especialmente, su colaboración con el gran Orson Welles en Ciudadano Kane. El maestro que le indicaría con penumbras, sugerencias narrativas y demás perspectivas, ese camino a seguir en el futuro, hasta convertirse en ampuloso director de escenas para The Magnificent Ambersons o la apertura al cine negro. Y también, por descontado, gracias a su incursión en el terror clásico o la ciencia ficción desde 1944, con La Venganza de la Mujer Pantera. Posteriormente llegarían otros maravillas atemporales, como la magnífica El Ladrón de Cuerpos, Nacido para Matar, la otra casa sobre las colinas de San Francisco o The House on Telegraph Hill, y la visita caliente en El Día en que la Tierra Se Detuvo o Ultimátum a la Tierra.

A partir de aquí, Mr. Wise conformaría una carrera plagada de aplausos multinacionales, en western, aventuras alrededor del globo y varios relatos con tensas relaciones entre sus personajes, familias que recordamos en títulos inolvidables sobre la lona, las arenas o las tablas danzantes del Séptimo Arte.
Ahora, cómo hemos cambiado... que lejos han quedado, las miradas del pasado, las sensaciones han mutado, los rastros del ayer se desvanecen y no son tan evidentes las efigies, pero sí las marcas. Son otras estatuas de mármol, estereotipos sociales, los bailes..., las percepciones de aquella novelista californiana, inconformistas, autora también del cuento de terror distópico The Lottery.
Se han dividido en cápsulas de nuestro tiempo, como nuevas arterias abiertas. Más acorde a nuestras visiones contemporáneas que, a los registros de posibles magnetófonos y experiencias extrasensoriales... si bien haberlas, haylas... tantas como personajes.

La experimentación televisiva, propaga una nueva condena, poniendo de moda, otra vez, la historia de nuestras vidas y las otras, con esta adaptación maquillada como los rostros cenicientos, de The Haunting of Hill House. Donde algunas conciencias y rostros, no apellidos, rincones o apodos, son piezas intercambiables entre las distintas versiones, que no buscan el efectismo visual. Excepto la revisión en aquella película dirigida por Jan de Bont, fotógrafo de algunas primeras de Paul Verhoeven y La Jungla de Cristal, con el mismo sobrenombre de The Haunting, que si bien se basa en la historia de esta intensa familia Crain y sus visitantes científicos o esotéricos, ponía en el candelero de su herencia fantasmal, dicha superficialidad visual y los numerosos efectos especiales ´de última generación`... o más bien, de aquella era durante el cambio de siglo.

Poco que ver o percibir, con el ambiente atmosférico creado con una puesta en escena actual, los movimientos de cámara escondidos, la psicología vital de los personajes y las palabras metafísicas más teatrales. Las energías sobresalientes, absorben todas las conexiones presentes o presencias que nos visitan desde el pasado, se bifurcan por los diferentes episodios, desmantelando la falsedad, la ocultación y los miedos antropológicos, construyendo sus vidas y desvelando, poco a poco, sus fantasmas... por muy insustanciales o estratégicos que sean, orgánica y mentalmente hablando. Bienvenidos al hogar, su hogar... nuestro hogar.

La Casa de los Espíritus.

Las palabras se amontonan en nuestro interior, rascan y patalean, vibran en el aire clasicista, pelean por salir a la superficie de sus profundas condenas, y se arrastran por los nuevos espacios de una lujosa, cadenciosa y vívida, mansión. la misma estructura arquitectónica, con otras mañas y artes.
Recorriendo sus pasillos, nos encontramos con sus actos, subiendo las escaleras a espaciosas habitaciones, hallamos a los pequeños ruidosos, sus voces y gritos de juegos inocentes, están recubiertos de terciopelo antiguo y espejos mirados de soslayo, con marcos polvorientos, antiguos poseedores y poseídos, que conoceremos gracias... a sus alegres inquilinos. Los reales, los de la historia, los otros se irán apareciendo, o no, como sílabas destartaladas, presencias amortiguadas y gemidos intimidatorios. Intentando hacer mella en la nueva mentalidad...

La tensión narrativa conserva las formas, con rendijas por las que se escapa la luz y convergen otros focos impensables, recordada con el nombre de sus héroes, seres humanos normales y víctimas, diferenciados con los horrores del pasado. Algo oscuro esculpido en sus muros y emergido de nuevo, de las profundidades de espíritus inquietos y vicios inconfesables.
Son nuevos arañazos, insertados en la piel en blanco y negro de otros tiempos, en los dientes amarillentos y uñas macilentas, tan verdosas que no retrató Mr. Wise, porque querría cubrirlas con sus sombras inhóspitas, sensaciones de su confusión mental y sutiles giros dramáticos.
Esta casa de los Espíritus, incide en complejas estrategias para diluir esa confusión, tratándolas con diálogos familiares que sorprenden y emocionan, de manera incontrolable para los seguidores frente a la televisión, y desempolvando conversaciones, que van dando un novedoso giro a los acontecimientos conocidos. Cambiando esos estereotipos del ayer y trasplantando las personalidades de sus protagonistas, con ciertas sugerencias espirituales y males de nuestro tiempo.

Esta lucha ancestral, de diferentes generaciones enfrentadas a sus actos o decisiones comprometidas, está conseguida bajo la curiosidad de la novelista y el prisma cinematográfico, la sangre no derramada sobre títulos como en las venas sensitivas de Absentia, en los espejos de Oculus, los terribles silencios de Hush, los sueños de Somnia, los rastros confusos de la segunda Quija, la "enfermedad mental" del otro Stephen, el King y lo tenebroso en El Juego de Gerald... y por descontado, gracias a la habilidosa imaginación del guionista y director Mike Flanagan.
Las influencias ejercen una atracción melodramática y caústica en esta producción del director norteamericano, gracias a la producción de Paramount, Amblin Television y su ambiciosa Flanagan Film, recordando otras maldiciones en inmuebles del cine. Sabiendo que es difícil innovar o sorprender a los resabiados en estos menesteres fantasmales, de vencer el escrutinio, estudiando aquellas historias distorsionadas o sacrílegas, viendo que algunas merecen un mejor reconocimiento hoy.

Historias de ultratumba, entre paredes y energías, vistas desde la demencia, la fatalidad, el desespero, la imprudencia, el sacrilegio, la banalización, el crimen desconcertante, el deseo, el descrédito, el engaño... u otra cosa intangible... hasta la perspectiva real de un aficionado al terror psicológico y su atmosférico suspense.
Mirando de soslayo al espejo, a la aparente inmovilidad de la muerte, rozando las hojas con un aliento sepulcral y gélido, como el silencio invadiría al existencialismo mágico de Isabel Allende y sus entes familiares, vamos descubriendo sus debilidades y viendo cómo se descompone la verdad. La experiencia vital de cada vehículo invitado, en varias confabulaciones o saltos temporales, que nos hacen desencadenar otros miedos. Que se desmarca de dicha realidad y las viejas páginas, en ocasiones, como del título correspondiente de este comentario, para adentramos en una estructura más compleja y articulada, que combina ambos mundos, en una especie de Macondo y sus propios muertos.
Nos acordamos de ellos, a través de los vivos o los aparentemente lustrosos, con un compromiso, dejarnos temblando o espantados con nuestros propios temores o errores en la vida. Echando combustible y sonidos, al comportamiento obsceno, libidinoso, enfermizo o criminal, según los escenarios y los ancestros familiares pertenecientes a dicha ubicación.

La gran mansión con sus alcobas y salón de entrada, muy concreta, alambicada o barroca, pertenece a otro tiempo y se aclara en el presente, con nuevo brío y sensibilidad. No tan apegada a la historia general de la patria uniformada de García Márquez, sino a lo fantástico, que sobresale entre aquellas raíces reafirmadas dentro de una perspectiva privada y sincera. Miembros luctuosos de un pensamiento generacional, que va mutando y enquistando los errores o problemas mentales, las otras herencias primitivas del ser humano con su intelecto. Los subterráneos surcados en nuestro cerebro.
Por encima, principalmente, de esas relacionadas con todo aquello que pulula, empaña, chirría o ulula en los rincones separados entre el alma y la mente, cercano al cerebro en formación de los más jóvenes en contraposición al mundo de los adultos. Pero sin perderlas de vista, como en su Quija... o sí.


Ante todo y sobre las sombras del tiempo, comprobando las diferentes posturas y sensibilidades de los personajes, o sobre la visión particular alrededor de la muerte de cada individuo de nuestra realidad. Quizás, sólo falta el sentido del humor (para completar la excelencia narrativa), aunque no es primordial en esta situación de anomalías orgánicas o apariciones borrosas.
Si percibimos aromas, a las Mansiones cinematográficas desde ese lado oscuro y estilizado de Poe, al terror gótico y paranormal que nos deslumbró en la habitación mínimamente iluminada, leyendo la Caída de la Mansión Usher, el Barril de Amontillado o El Corazón Delator. Degustando los castillos y mansiones estilizadas en las películas de la antigua Paramount o las hipnóticas posesiones vampíricas y demás monstruosidades, de la posterior productora Hammer. Con sus personajes opuestos, longitudinales y prominentes, frente a los introspectivos y enjutos, que nacerían de las antiguas leyendas de poblaciones perdidas de Europa o las fábulas de Perrault, los hermanos Grimm con sus casitas del bosque (anticipaciones de cabañas, hogares para niños peculiares o nieblas invasoras) y la bipolaridad entre los estados de pobreza y riqueza, de Hans Christian Andersen; lugares comunes de lo primitivo frente a la modernidad del siglo XIX, donde se enfrentaba lo salvaje y la fealdad incorporada a los seres humanos, con la nueva perspectiva social más orientada a el movimiento esteticista, que los uniría a creadores como el gran J.R.R. Tolkien.

Allí, surgieron los cuentos góticos más tenebrosos y las construcciones renacentistas de las novelas, cuando el romanticismo junto ambos extremos: belleza y la violencia, humanidad y ciencia... violencia y amor prohibido. Junto al bello relato atmosférico de Allan Poe y sus palabras sincronizadas, junto a al Dr. Jeckyll y Mr. Hide o Sherlock Holmes en investigaciones lujuriosas o criminales victorianas, aparecían escritores románticos que se fijaban en muros de piedra elevados al cielo. El apodado Cuervo Gris o autor de los poetas guiados por la mano de Byron, El Retrato de Dorian Grey, Oscar Wilde, Gaston Leroux y su Fantasma de la Ópera, el romántico Jorobado de Notre Dame de Paris descrito por Victor Hugo, la americana leyenda de Sleepy Hollow de Washington Irving, la claustrofobia psicológica o anti-natura de Lovecraft y su universo rodeando La Mansión de Cthulhu o The Haunted Palace. Incluso sus versiones lóbregas de las fiestas navideñas comandadas por la visión cívica de Charles Dickens, y el paso a la magia infantil de Roald Dahl o Dr. Seuss. Pero, esa sí que es otra historia, con recientes estrenos...

Esas casas aisladas en la naturaleza o grandes extensiones apartadas de las ciudades, se han ido combinando en las participaciones en el cine, combinando las épocas de otros siglos con la actualidad más espectral, desde el estilo rústico a las grandes almenas o vidrieras "acojonantes", con tormentas eléctricas y turbulentos vendavales, aparecieron sobre las penumbras del corazón y el pensamiento. Del estilo versallesco con enormes espacios físicos empolvados a la suciedad de la naturaleza humana, en rincones enfermizos y sanguinolentos. Desde cualquier rincón, por ejemplo los dóciles orientales o los fantasiosos latinos, atraídos por novelas de Daphne de Maurier como Rebeca, los diferentes "Barbas Azules" escondidos de la sociedad en cubículos infectos o edificaciones gloriosas, pasando por exorcistas y sus apartamentos del centro, House of darkness, junto a la Torre de Londres o los 13 fantasmas, como las ánimas de Canterville o de la casa Roja, aquellas otras al lado del cementerio, posesiones infernales, perros de Baskerville, carnavales de almas, matanzas en Texas, herencias, entes sexuales, venenos familiares, telarañas y risas con Adams y Monsters.
A los reveses actuales de James Wang, sus expedientes en áticos o sótanos, que pertenecen a historias como la Otra vuelta de tuerca de Henry Miller o Al Final de la Escalera, a las puertas de Poltergeist entre Tobe Hooper y Steven Spielberg, o más allá como diría un muñeco (no de porcelana china)... más retrayéndonos a otro tiempos por revivir a La mansión Manderlay de Rebecca, al Suspense de Jack Clayton, The Innocentes o Suspense de Jack Clayton (con guion de Truman Capote) y La Mansión Infernal. Por qué no, a apariciones estelares de gemelos en El Resplandor e infantes seculares o monstruos con Guillermo del Toro, a las entidades desaparecidas entre guerras, vicios y pecados, damas de negro, como en el hogar de Miss Peregrine y sus niños peculiares, o aquellos de las residencias modernas de The Leftovers y sus ambientes viciados. Pues bien, todos esos aromas se sienten sobre las vigas de piedra y madera de la serie The Haunting of Hill House.

A todas esas casas fogosas, quejumbrosas, estancias palaciegas de antepasados, que se torcieron bajo la suela de los pies de inocentes... y se quejaron del peso de nuestra existencia... o la simple levedad del ser, o el no ser... ¡esa es la cuestión!

La extensión temporal de las pesadillas.

Las casas terroríficas de Alfred Hitchcock tenían más que ver más, con miedos físicos (salvo pájaros de mal agüero) que con procesos cautivos del alma. Pecados no confesables y tocantes a la idiosincrasia criminal que nos rodea tan a menudo. O mejor dicho, que rodeaba a sus temerosas rubias brillando en pantalla como estrellas asustadas o agonizantes... Ya que sus películas se recreaban en el suspense, en la trascendencia de lo descrito por imágenes impactantes y otras vueltas de tuerca. Zonas oscuras de nuestra propia piel, que describían a ciertos monstruos o algunas especies más cercanas, como los pájaros habituales entre rejas. O menos ligeras, como las drásticas transformaciones de una personalidad psicosomática, trágica y peligrosa para otros conciudadanos, perseguidos por M y sus vampiros no tan muertos. Ya que sus cadenas eran mucho más reales, de lo que imaginaron ciertos contemporáneos al maestro, por nuestras atracciones subyugantes. Críticos, muy críticos... con el tío Alfred.

La escritora Shirley Jackson en unión a la nueva sangre de Flanagan, pone filtros de enfoque y visillos en el alma, junto a otros discípulos guionistas que adaptan su memoria como Jeff Howard, que se instalaron en las conciencias vigentes de hoy, como él maestro en su gran momento. Su intención es promover los terrores básicos y otros provenientes de nuestras acciones, presentes, futuras o pasadas, dotándolas de un punto de sacrificio monumental, mirándose hacia los adentros. Cada personaje se arrastra como las cadenas de un condenado, sobre su existencia y aquel recuerdo, volviéndose enfermo o fantasma.
Salpicado con la sangre seca del pasado, la memoria escrita y relatada por Mr. Wise después, tocando todas las puertas, de morgues y funerarias, de camellos de la historia o del corazón. Canalizando las energías y la confusión generada en esta especie de prisión vital, que es la vida, aunque sin más implicaciones sangrientas, que restos de una batalla pretérita. Mike Flanagan retrata sensaciones ahogadas, como el gusto de Hitchcock por sus depredadores y víctimas, con sus escenas de cuchillos, garras humanas, nudos o corbatas en 10 pasos atrayentes y magnánimos.

La Maldición de la Casa de la Colina, la serie de Netflix con fx adecuados de 11:11 Mediaworks, en alguna ocasión no tan sugerentes... chssss!, fascina por su narración compleja y se yergue esbelta ante la cámara. Perfectamente ambientada por la música entrevelada de The Newton Brothers, protagonistas de las bandas sonoras en las últimas producciones del director. Además, aporta una visión de los males de una sociedad que se entretiene en banas redes sociales, significando el peso en el alma de la familia Crain, como nuestro propio. Si bien multiplicado por 4, 5 o 6, incluso 7 pares de ojos, contando al gran padre y su diferentes visiones de la realidad.
Visitando aquellos compartimentos perdidos entre sus capítulos, nos damos cuenta de la muerte... la física, compartiéndola con la residencia de anteriores allegados y vecinos, que se escondían en las manijas del tiempo, en sombras y picaportes, en los planos secuencia sin cortes, más teatrales... y bajo las estatuas seculares de aquella histórica y maldita casa, danzando como ayer.
Los misterios escondidos y las sorpresas por saborear, se reviven con ese aura a resolución perfecta, a buen trabajo narrativo y visual, replanteando factores vitales que se respiran por cada uno de sus poros, rendijas, paredes y sótanos, sobre todo, a sus personajes enfrentados al resto... y por supuesto, a sí mismos.

Toda una lección de conocimiento del espacio y los tiempos presenciales, para filmar terror con mayúsculas, tanto que incluso el mismo Stephen King ha comentado en su red social que: "The HAUNTING OF HILL HOUSE, revised and remodeled by Mike Flanagan. I don't usually care for this kind of revisionism, but this is great. Close to a work of genius, really. I think Shirley Jackson would approve, but who knows for sure".
Este pasado triunfa, tiene diferencias con la novela y las anteriores propuestas, sobregira la importancia de esas decisiones que tomamos en nuestra infancia y sufrimos en la juventud, que con el paso de los años y otros reflejos sufridos, en espejos del tiempo perdido, se transforman en temerosas costumbres, pasiones inconfesables o increíbles pesadillas. Muy complicadas de vencer sin ayuda, sin el apoyo de los tuyos.
Por descontado, esta toma de decisiones hay que afrontarla, como ellos. Sin necesidad, a ser posible, de gestos extraños o provocados, a la medicina psicológica y profesional, aunque a veces, pueda ser imprescindible una mano externa, para no acabar colgados del silencio.

Una conversación, algo menos fría, al ser posible, que la de algunos residentes que se asoman a la vida de los personajes de The Haunting of Hill House, buscándoles las vueltas, los defectos y miedos. Estos otros protagonistas que se entreven sobre sus diferentes fotogramas y posiciones personales: paternidad, escritura, sensibilidad, profesionalidad, enfermedad, adicción o locura. A algunos nos gusta llamarles, sombras tras las estrellas del cine o la televisión, según este caso de aspectos intangible... pero tan real y cercano.

La Recapitulación de los Fantasmas. (Epílogo de luces y sombras)

Toda la serie se basa en flashbacks sucesivos de esta familia, no tan ejemplar... como casi todas. Los primeros cinco episodios nos muestra la vida de cada uno de los hermanos en la actualidad y además, su infancia en la casa con sus simpáticos actores participantes, inocentes que ven cosas que los mayores no descubren, o dotarán de significado...
Los sucesos que allí sucedieron, incluso en camas o montacargas, les marcaron para siempre. Gracias a esta primera mitad les entendemos o padecemos con ellos, y se hace fácil empatizar con algunos pequeños como la presencia de Violet McGraw (joven Nell y jugadora en Ready Player One), el simpático Julian Hilliard (joven Luke achuchable como los aventureros de Stand by Me o Stranger Things), Lulu Wilson (joven Shirley, ya contrastada en Ouija 2 o Annabelle: Creation), la triste Abigail, interpretada por Olive Elise Abercrombie, el actor ´cegado` Paxton Singleton como el joven Steven o Mckenna Grace, la Theo joven y patinadora en I, Tonya, próximamente en Capitana Marvel.

los otros actores (igual de principales o importantes), se convierten en ramificaciones actuales de aquellas rancias fragancias de muerte y espectáculos efectistas olvidables, haciendo su magnífico trabajo teatralizado entre las pompas fúnebres y la pomposidad de lo real... Son Michiel Huisman (Steven), Juego de Tronos o La Invitación y protagonista en la peli de Mike Newell, La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, con la incombustible Carla Gugino (de Watchmen a El Juego de Gerald, próximamente en Charlie Says y Elizabeth Harvest), Henry Thomas (el texano padre Hugh Crain más joven) o el hombre que gritó a E.T. en el pasado en E.T. y viceversa), titular Flanagan en Ouija 2, El Juego de Gerald. Más otras habituales en la filmografía del director, como la actriz Kate Siegel (Theo, prácticamente todas las de Flanagan, incluida la víctima silenciosa de Hush), Elizabeth Reaser como Shirley (la madre ´atacada` de Ouija 2 y serie Unamomber); o no tan habituales como Oliver Jackson-Cohen (Luke, también de serie Emerald City), Victoria Pedretti (Nell en su primera peli)... y especialmente, un ganador del Oscar, Timothy Hutton, que saboreamos en Gente Corriente. De Beautiful Girls a El Escritor, más 3 trabajos basados en historias de Stephen King como La Mitad Oscura y últimamente, en Todo el Dinero del Mundo dirigida por Ridley Scott o la serie Jack Ryan. Después lo veremos en siguiente peli dirigida por James Franco y una serie basada en el cómic apocalíptico Y: The Last Man. Mi predilección, porque lleva el papel más allá...

Pero la serie es algo más que un drama familiar sobre dos sucesos terribles que les hace unirse. Tiene algunos momentos que te ponen la piel de gallina y algunos finales de episodios impactantes, con otros seres pululando a su alrededor y mirándoles por encima de la barandilla o el hombro. Uno de sus aciertos para mí, ha sido evitar los jump scares baratos, y acercarse a esos niños y sus fantasías recurrentes. Juegos cubiertos de un velo de irrealidad, cierto, un tanto parapsicológica, ya que mostraría la debilidad de sus actos o pensamientos, frente a lo desconocido. Luego, casi siempre, confundidos sobre ciertas normas de la nocturnidad y los sueños, entres estos dos mundos traspasados por el tiempo y el no espacio.
Algo tangible como las pesadillas, que diferencian la perspectiva de los individuos adultos y sus tormentosas relaciones, con la capacidad imaginativa de la inocencia infantil y las huellas que atraviesan la fragilidad de sus pensamientos en dichos momentos. Con otros rostros reconocibles como el viejo Dr. Montague interpretado por el amigo de Robert Wise, Russ Tamblyn, la actriz Annabeth Gish (Somnia, serie Bag of Bones), Samantha Sloyan (Hush), Robert Longstreet (Mr. Dudley) próximamente en Doctor Sueño dirigida por el mismo Mike Flanagan, junto a Rebecca Ferguson, Jacob Tremblay y Ewan McGregor.

Datos técnicos curiosos, un episodio dividido en 5 cortes tan solo, cuya duración de cada es 14, 7, 17, 6 y 5 minutos, con toda la familia flanqueada por los actores del presente y su pasado, saltando entre muertos además por dos localizaciones, tanto en el tiempo como en el espacio.
Para mí, otro enorme trabajo de la televisión actual, guiados por una mano, de un preferido en el cine, Mike Flanagan y II, que aventura grandes proezas y entretenidas muertes en otras casas. Demostrando que puede controlar todas las teclas, visuales, sonoras, técnicas, interpretativas, coreografiadas, en post-producción, durante tantas horas... y no salir indemne, sino entonando victoria... ¡Larga vida! ... en todos los sentidos, profesional y artística, claro.

A posteriori, únicamente nos quedaría por conocer... ¿quién residirá en la próxima estancia de Miss Jackson?
Siempre hemos vivido en su Castillo. No tardes en descubrir ésta, ni nosotros a todos aquellos que llamen a las puertas. ¡Estamos en casa!

Tráiler Nightmare Cinema, de Alejandro Brugués, Ryûhei Kitamura, David Slade, Joe Dante y Mick Garris.


Tráiler La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, de Mike Newell.


Tráiler Elizabeth Harvest, de Sebastian Gutierrez


sábado, 17 de noviembre de 2018

Castle Rock (Season I).

El Rey de la Nueva Era.

Era una noche lluviosa de otoño, cuando las luces de un coche se desparramaron sobre los curiosos espectadores, haciendo que sus ojos se vieran afectados por un flujo de temor o incredulidad en la espesura... porque su mente nebulosa, les inducía a sopesar algo siniestro u oculto en su interior, cerca del alma. Algo silencioso e inerte, leve como la mirada velada, prácticamente intangible, una especie de fantasma catastrofista... Tanto que, les debió hacer pensar sobre esas historias de otros mundos, o con máquinas del tiempo que atraviesan otros universos paralelos al suyo. El que estallaba de violencia... de nuevo como en una novela de escritor de terror. Todo estaba como hace unos años atrás en el tiempo, allí sentados compungidos, sobre el sillón de su cómoda sala de estar, con el vello de punta. Algunos comentan, sin duda, este sitio ya le conocemos...

Así, ocurre con muchas historias tenebrosas del cine y la televisión, o en algunas de las variadas ramificaciones del mal, desarrolladas en sus relatos por el novelista Stephen King. Obtuso, distópico, prolijo, soñador, divertido, sangriento... Son muestras del terror que fue inundando nuestra memoria, desde las épocas más remotas que asustaron nuestra inocente existencia, cuando comenzamos a encarrilar los pasos. O no... Desde aquella primeriza aventura con el terror psicológico, radical y diabólico, una historia que mezclaba la familia "unida" y la amistad, con fuerzas impredecibles alrededor, o reconocibles como la pérdida de la figura materna. El boca a boca sin redes sociales aún y esas rancias creencias religiosas, marcadas a fuego en la piel, se clavaban como espinas en la carne, como cuchillas en el alma. La vergüenza y la venganza, conocidas en todo el mundo con el nombre de una ´desafortunada` Carrie, con una madre inculta interpretada por Piper Laurie, más John Travolta en uno de sus primeros bailes y un maldito cubo. Al cubo donde iría a parar el toque romántico, que ahora, parece imposible en estos tiempos. Aquel lustroso coche, se marchó en dirección a una fiesta, con Brian de Palma y el cine, y le acercaría a su pasado más esotérico, desequilibrado... Más, otros, a una fosa común que enterrara para siempre, la terrible realidad... sobre sus cabezas.

Después de la masacre... siempre hay una... continuarían las conversiones sanguinarias salpicando nuestra posición acomodada en el centro del universo King, sobre la ciudad verde. Cerca de su propia identidad que llegaría sobre una cama, lavando sus propios trapos sucios, cerca de la sangre que salpicaría su carrera como escritor, los huesos fracturados, el apocalipsis conceptual de una pequeña familia, dentro de una pequeña comunidad en el estado de Maine (región de Nueva Inglaterra), asentamiento de los primeros estados y estrellas. Diabólica tierra arbolada, adoctrinada y desangrada, conocida también en pantalla como Salem´s Lot.
Lógicamente, ese terror se extendería como la Rabia, colgando de las barbas de algún vagabundo o fugitivo, o los belfos de un perro viscoso, casi demoníaco (pues, pensando bien, la raza más pacífica y rechoncha, sería la más aterradora para el público), acosando a plena luz del días, salpicando a nuestro mundo y otros conectados hoy. Lo común se volvía, eso, lo más amenazador, lo entrañable, lo que te sonríe, aunque en el pensamiento hubiera sus reticencias o fobias al respecto.

Por lo inesperado, nuestro mundo se fue incendiando a cada brillo, a cada pedalada, enloqueciendo a cada golpe de tecla repetitiva, repiqueteando en nuestras cabezas como un martillazo o un sonido del pasado... ¡no voy a hacerte daño! Cada paso en la nieve o pasadizo sombrío de la mente, se haría más insospechado, disfuncional, distópico y sobrenatural, o incluso, diría surrealista. Saltando a una nueva población recóndita, a un fotografía antigua o una barra de bar luminosa, en un ascenso al mismo corazón del creador, que perseguía sus idas y venidas en la carretera, a su máquina confundida entre el alcohol o las voces del más allá. Pero, esa es otra historia que todavía resuena, que nos acerca a individuos oscuros y peligrosos, de peinado destartalado y mirada viciosa, que traerá ecos de nuevos advenimientos en el futuro próximo. Si es que éste existe... qué se lo digan a Spielberg.
La muerte siempre ronda en las páginas, incluso en los ojos de un aficionado acérrimo de los sustos y muy celoso, con el mazo dando en los tobillos, hasta adentrarnos en un embrión larvado, bajo un torre mortecina. Un sitio menos norteño que su residencia infantil, recorriendo los espacios silenciosos, sólo sacrificados por los gritos de las siguientes víctimas... como en aquel baile de cruces, dentro de una granja soterrada de mecánica, arrastrado por un laberinto verde y blanco, sobre un lavabo coronado por unas tijeras, bajo la carrocería del Plymouth Fury del 58, entre maizales de 1922 a la espeluznante niebla... gritando en el Hotel Overlook, junto al innombrable Jack Torrance y el filo de un hacha.

Ahora, otra vez, tras los picos de las Rocosas del Sur, ruge el motor hacia un paradero incierto.
Luego, determinadas paradas, por The Stand, de pie, oteando el pasado en fotografías colgadas en la pared y ese Largo Camino hacia el futuro, a Su Zona de la Muerte y la de todos, atravesando puertas astilladas o temporales, recordando la noticia de unos ojos ardorosos, del can maldito que atendiera al extraño nombre de Cujo... allí en el mismo estado catatónico y lleno del estupor de una comunidad rural, llamada Castle Rock. Reyes y reinas de la pesadilla, ¡bienvenidos a su mundo!
Abran sus mentes... cierren los ojos.

La física del terror psicológico.

Pero, antes de este recorrido mental y huidizo que nos ocupa, otros nombres se abalanzaron sobre nuestra reposada tranquilidad de la noche, espesamente nublada, y empezaron a formar parte de nuestra vida, como una jaula a la falta de libertad. Semejante a los intérpretes de un teatro de la catarsis o los protagonistas de un psicoanalisis en las tablas, describiendo su muerte escenificada. ¿Ser o no ser? ¿Existir o morir? Quizás, volver a nacer...

Desde la mitad oscura de una sociedad enferma, cualquiera podría ser... La que mira hacia atrás como en una involución programada o maquinada por una mente externa, se concentran todas sus miradas, hasta esa zona siniestra de la existencia, o alma perdida más localizada. Más bien desproporcionada y borrosa, desconocida, sobre la que no se permite la visualización adecuada de los acontecimientos alrededor, ya que los hechos son inexplicables. Un lugar oscuro, donde seguimos oteando sus armas.
Una máquina de escribir y un mazo, un cubo sanguinolento y sus puñales, unos monstruos que aparecen de pronto, un motor ahogado y las fauces iracundas de la rabia, nieve sangrienta entre conexiones neuronales y sus ojos ardientes al fondo, atravesando la madera, el fuego, las balas. La oscuridad y la memoria, son armas, el fuego y los revólveres, evidencias, las creencias ancestrales y las cruces, el mito, la música rock y las yantas, la diversión, los globos rojos y los dientes, la violencia, los animales y el ruido, la naturaleza, las puertas que dividen mundos, lo otro... un maletero y una caja metálica, su cárcel.

Todo son piezas de un ajedrez que, separan o acercan, emplazamientos, rostros o tiempos.
Las ideas de ayer y hoy, se adaptan a estos, se complementan de la mano de un director y su cámara de los horrores, llamado Michael Uppendahl, que ha reflexionado sobre la vida o incidido en la muerte. Como en aquel lejano capítulo de The Walking Dead, ha visitado el exceso en viciados episodios de Mad Men y las vidas de Ray Donovan, por la American Horror Story, junto a las imprecaciones de Daredevil y otras Legiones endiabladas. El director ha estado pasando entre las nieves y condenas perpetuas de Fargo, hasta las rocas de este castillo de viajeros temporales, telepáticos e inquisitoriales. Creando lugares comunes sobre los cimientos del viejo King, su mentor del papel, subido al automóvil en la noche de los hielos, hasta el puente de los suicidios, cercando los laboratorios mentales y la cárcel, cubierto de pesadillas y alucinaciones, en los sucios sótanos, las ruinas del pasado, ondas de confusión, en colegios y hospitales ardientes, mansiones características, casas rurales, granjas infectas... las iglesias y los bosques, el fuego y la nieve.

De pronto se nos amontonan, con su increíble puesta en escena, una para cada personaje o transición pretérita, las imágenes y sonidos. Las sombras de nuestro pasado, junto a Mr. King y su orquesta desproporcionada de gestos e ideas contagiosas, compone una nueva extensión de su universo poliédrico, con diferentes episodios que pertenecen a cada rostro... Sissy Spacek y Brian de Palma, el genio de Stanley Kubrick con su repudia baldía, exquisito terror nebuloso de John Carpenter a Frank Darabont. ¡Ayyy! Jack "Torrance" Nicholson, si volviera (y vuelve), con la familia, en los campos altos de verdor, recordando como Bill Skarsgård se ríe (entre comillas) del olor ochentero de Tim Curry y su icono elevado, de la metodología o el pensamiento de Christopher Walken y Martin Sheen, de la música de la vieja Christine, del estigma ennegrecido de Ann Cusack y Mr. Mercedes, las señales de Rury Culkin y la vocación por los ´easter eggs`, de sus altavoces divinos, como la miseria de Alan Pangborn en aquel Michael Rooker, el fondo femenino o la fachada violenta de Dolores Claiborne y su pozo inundado de insultos, vejaciones bajo el eclipse, así como la fortuna de Paul Sheldon y el Rob Reiner de la eterna juventud, los poderes soterrados de Melanie Lynskey, tan comunes, las balas de un sheriff llamado Scott Glenn, con su mágica esencia sacada del apocalipsis, el ´furtivismo` vigilante de Noel Fisher, del curioso nombre de Jackie Torrance o Jene Levy, de la confusión de André Holland... En fin, de los escalofriantes ojos de un payaso... del infierno.

Sin embargo, a pesar de las referencias históricas, la física sangrienta se agolpa, a golpe de hacha. Muchas influencias con olor duradero a putrefacción con bandadas de negros agüeros u osamentas que se levantan de sus aposentos, en Castle Rock o más allá. Son discrepancias animales y neuronales a parte, donde abundan los héroes a la fuerza, con su mente o sus propias manos, volviendo a alguna realidad. Ayudando o intentándolo, pagando su precio, a víctimas anónimas que riegan los campos, con voces de ultratumba, susurros de otras vidas que regresan, ululando. Como el antiguo sheriff Pangorn, descubriendo el doblez de los viejos personajes y sus mitades oscuras, familias olvidadas, de aquí o allí. Visitadores de otras realidades, peligros de un dios menor, pero más iracundo, quizá.
Asesinos de recuerdos, con cuchillos y lenguas cortantes, a través de sus creencias inmortales o credos, que vinieron para descubrir en 1991, que el mal vino para quedarse en este pueblo. o que, otros viajantes en tránsito, desaparecen y aparecen en los huesos de un ínclito Henry Deaver.
Ahora, todo huele a hermético como una jaula de contención, entre la familia restringida o consumida por el fanatismo, sesgado como las ideas de un clarividente que escucha... oye y ve, lo que no debería saberse, sino escucharse.

Algo que permanece fresco, en la sombra, perpetuado en la conciencia, inmaculado como un refugio de bestias en nuestra mente. Ensombrecido por las muertes en orden aleatorio y exponencialmente en aumento, de hoy, un amor abierto a todas las posibilidades menos ciegas y alteraciones sorprendentes, pasadas a degüello, incluyendo los filos del odio, para su hermano gemelo. Mientras, otros espectadores menos habituados a tal estado de confusión o transgresión de los tiempos, se sentirán manejados por trámites superficiales o cuestiones no tan importantes, como una masacre en pasillos blanquecinos... cuando, ¡aún quedaría tanto por contar en la espesura!
En este dark Castle, la negritud y los estados alterados de conciencia de Mr. King, están guiados por las palabras televisivas de los guionistas Sam Shaw y Dustin Thomason, files manipulados para Hulu y muy seguidores, imponiendo el olor rancio de los huesos calcinados, las cadenas oxidadas, las visiones ¿reales? y las vestimentas rescatadas de un infierno alternativo. Mirando al horizonte, la condena, la longevidad, el homicidio, la reencarnación... o una resurrección.
Esto es sólo el principio, del todo o la nada.

Creencias... paranormales.

Muchas producciones visuales, comenzaron en esa autopista perdida y recalcando sus giros inesperados, en cualquiera de las cunetas de los ochenta, izquierda o derecha, más allá. Salpicando barrotes con sudor, sangre y necesidad, para volverse a sentir libre de la suciedad, del estigma social o la lástima. Desde la evidencia de George A. Romero, su otra mitad oscura y sus necrópolis adversas, en una cadena de reacciones devoradoras, a las primitivas esquelas en los periódicos de sucesos, que alteraban la realidad con la mínima brevedad. Con aquellos seres de Tommy Lee Wallace en las alcantarillas, en los cementerios vivientes más descriptivos o las visitas inesperadas del exterior, vómitos y cagaleras, humanas e inhumanas, sobre las complejas expresiones de Cronenberg o las disonancias de Lynch, genios hasta la sepultura, hasta la eficiencia de Carpenter para aterrarte, la magia carcelaria de Darabont en Rita Hayworth and Shawshank Redemption, circulando en paralelo, por la sinceridad universal de Spielberg en sus principios mundiales, sobre la carretera o su espectacularidad visual, templada en esta ocasión, salpicando la humanidad alegre y enfermiza de Rob Reiner. Por consiguiente, mediante definidas líneas, no tan insulsas como suponían sus detractores, que te llevaría a un mago del suspense contemporáneo, para lo bueno y lo muy malo, su impredecible imaginación mostraba el horror o el suspense, nunca vistos o retratados, recreando la singularidad de sus mundos paralelos... tocantes. Apocalípticos. El miedo representado por los rostros de todos y en su subjetividad, como nadie... como el gran mago, Alfred Hitchcock y sus pájaros.

Todos, sus experimentos, se dibujaron junto a los curiosos aficionados del otro lado, en la imaginación. Cercados por las barras de acero, laboratorios para lavados de cerebro, diodos sin necesidad de conexión, algo más natural y salvaje. Descubrirán los disparos a discreción, cámaras dispuestas para recrear un infierno de dudas, hielo crujiente bajo los pies del pasado, caminos forestales al más allá, conexiones del ahora con el futuro, camillas, ataúdes, drogas, cajas herméticas, abandono, almas en pena, hollín, cintas, máscaras, pensamientos carbonizados, disfraces infantiles... piezas de un ajedrez fantástico para reyes del terror o humildes huéspedes de King. Un arsenal metafísico, dispuesto a combatir el espantoso tedio, a romper el hielo de un fría noche otoñal, con ocasionales nubarrones de ambigüedad o silente anarquía, sangría amortigüada por la distancia, el genio envolvente y la deliciosa imaginación. En busca de sobrepasar los sufridos límites del entretenimiento y la moralidad. Por consiguiente, esas herramientas necesarias o imprescindibles, para crear el caos que buscamos. Para indagar en la propia historia personal de Stephen King, natural de Portland, que se aficionara al mundo del cómic con aquellas recordadas Tales from the Crypt (a las que rendiría homenaje en su guion para Creepshow) y graduado en una universidad próxima a la palabra, que se ubicara tras los suspiros del cementerio de animales, cruzando una carretera inoportuna. Casi residencia sagrada para dioses... o más bien endiablados, como todas las facetas ocultas de la mente desquiciada, alrededor de sus letras.

En definitiva, las localizaciones son el universo físico de claroscuros neuronales, de espacios rellenos con notas musicales para el oído y la mente, estados de agitación interior, visitando mundos, saltando entre épocas y espacios contaminados. Trazando nuevas huellas en la nieve, tan profundas como la memoria, señales de otra época, coloreada por gotas rojizas y sustos contemporáneos, que te zarandean y desencajan de la vía común. Que era un mero libro, con pastas negras, cubierto de hojas impregnadas de ideas radicales, condenas, sortilegios mágicos, ideas increíbles, sorteando caminos ininteligibles o audibles, de llantos derramados por víctimas inocentes, instrumentalizadas por la discordia, la fe, la mentira, lo inexplicable. Esta división fáctica, entre física de las ideas concretas o materiales y un algoritmo químico, casi expresado como un sortilegio incomprensible, rebosaría por los límites de esa realidad o nuestro entendimiento, al no comprender sus ramificaciones futuras. Pregonando como el sonido de la contra natura, otras aptitudes, visitas inquisitoriales o capacidades incontrolables.
En otro momento de esta novedosa historia, extendible en fascículos, se va ironizando sobre pueblos y casas olvidadas (menos que otros autores de maldición), que contienen los ojos desorbitados por la locura, las voces huidizas o mentes que envejecen, y nos concentramos en escucharlas en bosques inhóspitos. Con noticias accidentadas de fosas residuales, incendios comunes, cráneos fantásticos, caídas en celdas de terror, camas de ida y autos sin vuelta, más los regresos inesperados de otros... En definitiva, visiones que contrastan con esa juventud de antaño, la rebelde mentalidad, el grupo que cuenta contigo, los garajes roqueros para tipos duros, la música divertida o el desfase de antaño, fiestas vomitivas, pozos risueños, institutos de fe, crueldad, fealdad, horror... agujeros con vistas... a dramáticas penitenciarias.

Eso y más cosas oscuras, no tan divertidas (porque, sí, posiblemente falta algo de humor negro o ácido), incluye esta entrega de la serie Castle Rock, concertada con el rey, no del mismo, sino del terror escrito, que tiene su pensamiento en otras puertas, a las que llamará y con él, ese otro midas actual, conocido en Bad Robot y demás influyentes productoras de nuestro panorama televisivo, como J.J. Abrams. Él ´dios`actual, de la paradoja moderna, los viajes astrales, los mundos del droide en Westworld, de misiones imposibles y explosiones Fallout, el overlord de Dark Castle, en la penumbra.

Los viajes corpóreo-temporales.

Quedan los extraños viajes con cápsulas del tiempo, perpetradas en nuestra cabeza, sobre la magnitud de Sissy Spacek, Ann Cusack o el recuerdo de un nombre aterciopelado como una hoja de cortar, los discursos de Adam Rothenberg (reverendo joven) ante Jeffrey Pierce (elemental Alan Pangborn), la mirada perpleja de Terry O'Quinn, el alcaide del suicidio, incitado por aquel Padrastro y licenciado en las puertas del cielo de Michael Cimino, junto a "casi" recién llegados, Kris Kristofferson, Christopher Walken, Joseph Cotten, Isabelle Huppert, Sam Waterston, John Hurt, Mickey Rourke, Brad Dourif, Jeff Bridges... de miedo. Pasando del miedo familiar, los consejos o amenazas de C.J. Jones, cegado por sílabas y asesorado en ciencias ocultas, los asesinos caídos de la nada, más brutales como es habitual, por otro lado...otra historia de horror en pareja, negocio de restauración con vistas al hostigamiento conceptual.
Entre pretensiones, la edad, divagaciones, crisis, alteraciones de conciencia, alzheimer, conciencia superior, demencia, disgregación orgánica, división cerebral, desconexión mental, mutismo, intenciones ocultas, cables pelados, realidades sincopadas, creencia, pausa inerte, el adoctrinamiento, la negación, el fanatismo, puertas... el castigo. ¿Condena o salvación?
Como reconocería la misma Sissy Spacek: “Stephen y yo estaremos unidos para siempre”. Pues eso...

Así, con diferentes perspectivas para cada visión del ayer, nos entretenemos como nerviosos inquilinos del Hotel Overlook, tac, tac... tac, que pululan por los rincones de este viejo fantasma del cine, volvemos para visitar los barrios periféricos, edificios continentes del pasado, fotografías de un asunto peliagudo, que busca la soledad en paisajes inhóspitos, en el silencio del susurro o la turbulencia, son un condicionante del miedo contenido, en los entramados psicológicos de Stephen King y su analítica misteriosa o perturbadora, interpretador de sueños o pesadillas, altavoz crítico de medios de comunicación y maniobras gubernamentales. Es el tiempo de las puertas que se abren señalando otras vidas, o muertes.
El automóvil portaba el mal en el interior, y los sabíamos, como la locura se encaramó al teclado de un escritor, amarrado a un hacha o una cama, pasando minutos como horas, en un embrión mental que esperara ver la luz. Mientras en Cujo, las fauces depredadoras de Castle Rock, nos acorralaban desde el exterior, cuando en el filme Christine, era ella, la precursora de las tensiones o muertes por asfixia y se convertía en la protagonista principal del miedo. Hoy es una mirada, sin espasmos ni siquiera expresión. Esperando la siguiente caída accidental o ajusticiamiento progresivo.

Por tanto, para la serie de Hulu, el transporte es un mero contenedor físico, pues los viajes se realizan más con la mente y el sonido, atravesando conciencias difusas, en disposiciones que funcionan al igual que jaulas o puertas amenazadoras y separan las diferentes ideas. Además, el poder, la palabra de un ser superior, su justicia, el radicalismo o la penitencia agraviada, en forma de asesinatos crueles o marcas, supuestamente accidentales, se divisa atravesando bosques, corazones y caminos desiertos a ningún lado, o a todos. Aparcando en las calles de su centro pintoresco, sollozando en sus celdas esotéricas... Pero sobre todo, desmembrando el futuro, retratando el pasado, por ende, alterando las reglas. Confundiéndonos sobre estas conexiones metafísicas o psicológicas, los cadáveres de jóvenes sobre raíles, la marcha ondulante, como las ondas, del nuevo Castle Rock. Serán puertas a unas o prisiones... Expresa eso, la boca del sueco Mr. Skarsgård: “No quería verme encasillado y además estaban tan en secreto con el guion que no me dejaban leerlo. Menos mal que insistieron porque es uno de los mejores pilotos que he visto nunca”.
El sufrimiento de los/las protagonistas se corresponde con cierta visión teológica de la sociedad, o su universo, basada en el castigo por pecados cometidos (oscuros círculos rimados por Dante, dibujados por Boticelli) o la búsqueda de una verdad absoluta. Tal y como ocurriera sintomáticamente en otras historias esculpidas o soñadas, quizás el infierno somos nosotros.

Tanto eufemismo para expresar el castigo, que los no creyentes no llegarían a comprender sin las pruebas necesarias, mirando ventanas secretas, solamente por el estruendo de sus elementos macabros o palabras.
De aquí, la división entre aquellas creencias denominadas heréticas, que se fundamentan en relativismo moral o otras artes mentales que responderían a hechos surcados por la literatura de terror en Mr. Stephen King. Poderes sobrenaturales o incomprensibles científicamente, quizá retratados visualmente dentro de ese porcentaje del cerebro que no utilizamos o conocemos... pudiera ser, la voluntad para ver, escuchar... y sobreponerse.

La siguiente dimensión...

En los pozos hallamos toda la oscuridad... Ahora, dentro de los límites de la realidad, o plácidamente en el sillón frente a esta era de la televisión, nos vemos observados desde una perspectiva ilógica, compuesta de giros surrealistas en la pantalla, que reniegan de un plan, ya veremos u oiremos. Sin duda, tratarán de reivindicar la leyenda o el mito, con la necesidad de nuevas experiencias o sugerencias bifurcadas. Ventanas cerradas y secretas, de un nuevo Castle Rock por visualizar, de acuerdo, en esta ocasión... unas más acertadas que otras.
Por último, la disgregación material en diferentes mundos paralelos que, nos recuerdan ecos de sus novelas, bifurcándose y tocándose, produciendo viejas grietas, viajes temporales o alternativas a una realidad que revitalice algunos acontecimientos contados.
El futuro y el pasado, se reencuentran en una historieta de Roca Castillo, retorcida como las hélices cortantes de una podadora, produciendo lagunas en la memoria debido a causas específicas, sin declarar o definir en la pradera. El olvido de una enfermedad mental, la sincronicidad de apariciones y asesinatos, la posesión pasional, que identifica registros u ofuscaciones, como la culpa, la redención, la venganza y el amor.

El futuro va a depender de elementos como la presión social o policial, que observamos en The Dead Zone, fantásticos bajo los cimientos de una Torre Oscura, o imaginativos tal que un segundo cementerio de animales, perseguidos con trazos violentos, sin duda, un juego enrevesado. Algo divergente, que comenzara a tambalearse sobre la planicie comercial del cine actual y una ligera marcha atrás, en las ideas televisivas. No todo lo bueno, iba a durar para siempre.
TLo que parece meridiano, es que terminarían por sobredimensionar una carrera exitosa, para un novelista del terror o la ciencia ficción, que no ha sido más identificado con la formación de un imperio económico e influyente en la cultura contemporánea y visual, que con el mapeado inteligible de ciertos elementos comunes: caseríos, granjas, poblaciones, mundos, miradas, rostros, monstruos… dioses.

Un conjunto de perspectivas oscuras que se tendrán que alimentar de la nueva carne, en el infierno de condenados por una especie de deidad, que los próximos seguidores y criaturas de esta generación, se sorprenderán sonrientes al ser sometidos por el universo kingniano y sus condicionantes metafísicos, mágicos, psicóticos... repleto de procesos fantasmagóricos, espacios alternativos o estados criminales. Enfrentando la moralidad de una sociedad frente al conocimiento, la violencia y la nulidad emocional, ante el amor condicionado por el paso del tiempo.
Es la penúltima serie de la plataforma Hulu y producción Bad Robot/WB Tv, que encaja físicamente en nuestro recuerdos, aunque en una especie de nebulosa visual que avanza a saltos intermitentes.
Son reconocibles las estrategias del suspense, identificaciones que despiertan nuestro hambre de sustos, pero que suponen en ciertos capítulos, verdaderos rompecabezas, si bien mira hacia el futuro de la historia y sus personajes. Tendremos que comprobar si encajan también con otros.

Esta disyuntiva de realidad paralela, se aprovecha de nuestros sentidos, provocando una crítica severa, especialmente, por los caminos elegidos que nos convocan al terror accidental o provocado por artilugios más efectistas. Ya que este mal absoluto, condiciona las expectativas de impregnación cognitiva junto a la fantasía, debido a cierta grandilocuencia, que a algunos les puede resultar difusa o excesiva. Sobre aquellas idas y venidas, atravesando el submundo del Rey King y sus redes, es decir, alternando aciertos y recaídas narrativas, que alteran esa perspectiva del terror clásico o las reminiscencias sobre mitología de un poder presuntuoso y elevado. El sonido del silencio.
Por contra, lo más interesante podría ser, la elaboración de una estratificación temporal estudiada, dividida en diez capítulos con antecedentes reversibles, donde nos convertimos en observadores temporales de esos resortes internos del pensamiento. O tal vez, el sueño.

Sus miedos, estrategias y dudas, los protagonistas se agolpan en una cárcel transitoria o en los barrotes de una prisión mental, que contenga lo inevitable, con la perspectiva dañina de su poderoso y silencioso inquilino. El actor Bill Skarsgård (hijo de It), próximo Villano y Felipe II de España, nos aturde con su fría mirada y confunde, nos lleva al otro lado de su risueño payaso, que volverá, hacia un lugar más apartado y oscuro de la mente, su olor diabólico nos va impregnando en la inmovilidad, en la contemplación de la maldad intrínseca, frente a la mirada cristalina de la inocencia en los ojos de la pequeña, gran Sissy Spacek.
Castle Rock es la presa, esta es la bifurcación temporal, escrita sobre la palabra de un dios, los asesinatos más crueles de nuestro presente y otros misterios del pasado, donde para mí, el capítulo dedicado a Miss Sissy con su calidad interpretativa, inversamente proporcional a su estatura física, ofrece un curso avanzado sobre la psiquis humana, el desequilibrio de la memoria y aquellos errores acumulados tras folios en blanco. Enderazados por las piezas petrificadas colocadas estratégicamente en el guion. Cuando el mayor pavor del inteligente, sería la pérdida de la identidad o ese saber individual que nos personaliza o conforma como seres humanos. ¿Hacia dónde moverán la siguiente ficha?
Así, entre la confabulación de maldad absoluta y nuestra pequeña psicología, errante entre mundos, nos conmueve esta batalla con la fe y la razón, en blancas y negras, entre la universalidad y la privacidad del pensamiento, entre la sangre y la palabra. Los eternos conceptos de bien y mal, y el aderezo de un mundo alternativo, condicionado por la mente del creador. Sea palabra de King, o del otro.

Terminó el día de difuntos, cuando escribo, la visualización del Halloween comercial, es otro mito, y me aproximo a otros fantasmas... Se acuerdan de la búsqueda de esa eternidad mitológica o el deseo inmaculado de nuestra inmortalidad... hablamos de eternidad, replicación celular o una resurrección... ¿Qué reside más allá, tras nuestra ulterior desconexión... o el final de la primera temporada? Esperemos que el entretenimiento vaya en aumento, que nuestras retinas no se entretengan en puntos de fuga convaleciente, de un horizonte sin sentido… a no ser que la alternativa a dicha realidad, sea un mundo de lujuriosa fantasía o surrealismo enloquecido.
Este enredo, sería el mayor problema, ante el pavor de algo, eso II, demasiado ilustrado y visualmente insustancial, que directores y los guionistas Shaw y Thomason, deberían evitar a toda costa, para no caer en cierta redundancia teológica o filosófica.
Luego, no todos los fantasmas que nos acosan, serían producto de la conciencia de aquel Frank Castle acosado y su camiseta cadavérica, más cercano a la familia que a relevancias cuánticas, en oposición reverencial al habeas corpus. Cuando sus actos explotaban ante nuestros ojos, salpicando las paredes de una prisión colectiva de la sociedad actual.

El máximo terror es producto de nuestro cerebro, o reside en nuestro ser interior y pensante, distorsionado por la experiencia, los sueños... y eso Mr. King lo conoce de sobra en su propia vida personal y en el interior de su obra escrita.
En esta serie Castle Rock, reside una paradoja entre el efectismo cinematográfico y la no limitación de unas ensoñaciones, su trayectoria más sanguinaria ante la indagación cultural de ciertas raíces más esquivas, mágicas y arraigadas en el acervo tradicional de nuestro pensamiento colectivo. La falta de alternativa, traería un caos, la evidencia de esas huellas pretéritas o razones históricas, que se encapsulan o aprisionan en otra especie de cubo, frente a la imaginación y el poder de la mente, a la concepción de los llamados vigilantes. Ante la concepción de un futuro de tinieblas, la idea exagerada y radicalizada de un ser superior e inmisericorde con los pecados, no cometidos sin derramamiento, más que un icono vengativo y sacrificado, como the Punisher.

Tal vez por eso, sólo utilizamos un pequeño tanto por ciento de nuestro cerebro, porque ese incremento, también, podría ser manipulable en busca de nuevas puertas. Así, el hacha del pasado aterriza sobre nuestras conciencias, desmembrando el interés por las leyendas y ese próximo conocimiento de la vida eterna. Sin sarcasmo ni el humor característico del novelista, de cara a la próxima visita a Castle Rock. Porque, amenazan los guionistas, con que la jovencita Jackie, vuelva a recorrer los papeles pintados y moquetas, de un hotel...
Puede que las siguientes desapariciones, salten los pliegues temporales, atraviesen los agujeros de gusano de la carne, para asaltar nuevos terrores no identificados, así como los retratos decoloridos, de una época irrepetible que pareciera regresar, o intentarlo, en la televisión actual. Olores ochenteros, identidades, sus vidas u otras, del hoy al mañana, retornarán con otras revelaciones del terror psiológico o superposiciones siniestras del espacio kingniano... Si bien los afamados y guionistas en la sombra, deberán luchar contra las fuerzas irresistibles que tratan de confundirnos, de fáciles subterfugios ambivalentes y otras posibles experiencias sobredimensionadas en exceso. La imagen del ser y la esencia de un ente superior o profético, frente a la penitenciaria estatal de Shawshank en Maine, Nueva Inglaterra. Su casa... la nuestra.


Tráiler The Old Man & The Gun, de David Lowery.


Tráiler Office Uprising, de Lin Oeding.

Cinemomio: Thank you

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