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domingo, 18 de marzo de 2018

Phantom Thread / The Greatest Showman.

Phantom Thread (El Hilo Invisible)

Sí... supuestamente, una película con un hilo fantasma, establecería un candente universo de ocultación, o misterio inaccesible a simple vista. Un lugar donde residen las emociones, los secretos y los miedos.
Donde lo que somos o aquello que deseábamos ser, estaría conectado de manera austera, por ese halo o hecho invisible. Pudiendo ser algo oscuro y fabuloso.

Intervendría en favor de una historia que busca, esencialmente, el entretenimiento, manteniendo en vilo al espectador tras de personajes irreconocibles. Aunque manifestándose a través de alguno, indescriptible en el pasado confuso o polarizado al extremo, otra especie de monstruo que se devora a sí mismo, empezando por la mente.
Por ejemplo, cuando el envoltorio de una ficción cinematográfica, se esconde tras una terrible guerra y la salida a la luz de una sociedad taimada, el lujo se convierte en una medida estereotipada de los deseos y el comportamiento excéntrico. El mundo del puro vicio, actual, es una sombra en aquella especie de encorsetada sociedad.

El resultado de El Hilo Invisible, de Pual Thomas Anderson (There Will Be Blood, Inherent Vice), resulta tan divino como escrupuloso, tan suntuoso como si las hebras estuvieran cosidas por un modista experto en grandes y febriles encargos (digamos un rey de la alta costura visual o narrativa) y cuyos escenarios se retratan excelsos o majestuosos, recargados ante los atónitos espectadores... la mayoría de andar por la calle. Entonces, asomados entre los pulcros telares, se entreverían sus rostros taciturnos ante la soberbia o sobrepasados por el exceso. Tal vez, hasta fatigados.
Cualquier nexo o similitud con anteriores trabajos del director californiano y sus primeras y mejores películas, es tan invisible que, este último Phantom Thread, parece una isla contemplativa en su excitante panorama narrativo. Que no visual, donde los planos destacan por su amplia cobertura dramática y la luz se convierte en el punto de cruz del tejido cinematográfico.

Pero, también las escenas destacan por su contemplación admirativa, esa amplia dilatación en los tiempos de exposición de los distintos personajes, centrándose en las disquisiciones interiores de un notable Daniel Day Lewis, en sus últimas confecciones interpretativas, desmejorado ejemplar de un monstruo inquisitivo o fantasma enfermizo. Semejante a la contemplación de una perfección imperfecta, desmesuradas entre la insignificancia o la relatividad personal, algunos podrían suponer (sin saberlo a ciencia cierta) que las imágenes congeladas, olorosas o aromáticas, estarían rodadas tras el ojo maestro de un tal Sergio Leone, y no, pues parecen reflexiones estiradas, desprovistas de acción. Salvo un duelo interpretativo, prohibido, fuera de lugar y de tiempo.
En cambio, si estudiamos su variopinta cinematografía, comprobaríamos que el ojo de Mr. Anderson, es obtuso en más de una ocasión. Que su mente se entretiene en la excesiva planificación y acercamiento, casi espiando los pensamientos, y que las costuras narrativas, a veces, se dilatan ocasionando pérdida más que desasosiego...

Además, el actor británico Daniel Day Lewis en el interior de sus películas, parece una figura perfeccionada hasta la caricaturización, aunque divague o improvise en ocasiones, se exprese con gran elocuencia o pierda en retóricas elucubraciones privadas y muy personales. Es decir, que aquel hilo invisible, le convierta en un fantasmal personaje, elevado pero, no demasiado convincente. Intentando respirar ante la insinuante y desafiante cámara del realizador. Así que, exuberancia visual, que está claro me desafía, pues el último filme de Mr. Anderson & Mr. Lewis, ha puesto a prueba mis nervios de nuevo, con mi reticencia hacia el mundo de la moda.
Esa resistencia casi metafísica, también, hacia un desarrollo demasiado basado en el psicoanálisis de los escasos personajes, que flotan alrededor de un relato, por otro lado, poco interesante para un servidor. Seguramente, este tema que sirve de motor gráfico y onírico, es el retrato de un creador en las costuras de alto abolengo, que ni entiendo moralmente ni me atrae suficientemente, en el aspecto argumental de sus excentricidades.

El relato, basado en un lejano Balenciaga unido al Reino y no al diseñador español en París o sus fiestas luminosas, no me emociona lo más mínimo; porque me siento desconectado absolutamente con su problemática y el negocio. Si bien, a todos nos guste lo bello y lo perfectamente elaborado o cuidadoso.
En otro orden de cosas, e hilos fantasmales de postín, existe un cierto caos en las manifestaciones de dolor o cariño, de frustración ante la muerte de su protectora, que me descontrolan o me distraen dentro del guion original de Paul Thomas Anderson, estableciendo una conexión poco creíble sobre el complejo de Edipo en edades maduras y reflexivas. Desarrollando a un perfeccionista maniático, desequilibrado emocionalmente, obsesionado con esas medidas en busca de la virtud, sibarita matemático, pensador autodidacta, sadomasoquista ´light`, engreído progresivo, iracundo observador, asexualizado gastrónomo... acosado por un incontrolado recuerdo, adosado a su pecho... esto es, fagocitado personalmente por el recuerdo de una madre. Eso sí, entre retales, más que pañales.

Phantom Thread es brillante, pero pomposa y sibilina, tratando de embaucarte con un tema conflictivo, resaltando la debilidad intelectual ante la belleza supuesta, en la piel de la actriz Vicky Krieps (nacida en Luxemburgo), que haría las veces de cuidadora venenosa y enfermera plañidera. Esta es la decadencia de un artista en pos de esa atracción materna, en una rival femenina e inteligente, que significaría la depravación romántica del dolor y la sexualidad.
Por contra, la hermana es el bastión que mantiene su imperio, hasta que queda eclipsada por esa humildad o frescura, y descubre la esencia de la mujer reivindicativa o libre. Así, se produce el encuentro de la costura con la psicología, plasmadas ambas en los rostros y que significaría una parte de la ciencia neurológica, que tampoco me pone ni excita en demasía. Eso sí, rematada por dos figuras femeninas unidas, protectoras del lazo más visible y personal, hasta que se encaminan hacia la dramatización excesiva y la indulgencia física.

Phantom Thread luce espléndida en pantalla, condicionada por su métrica y la banda sonora de su habitual Jonny Greenwood (Radiohead), condicionada al detalle por esas lujosas habitaciones y confeccionadas imágenes, que esconden aquella enfermedad venenosa. Con una falsedad envolvente que no palpita, sino que acontece sin emoción, deambula estilizada ante un público adormitado o/, distante y resolviendo el misterio de su moralina, sobre la cuidada ambientación y representación del amor enfermizo... desquiciado por su pasado. Por tanto, según el patrón melodramático, el director Anderson ha vuelto a elaborar una de esas historias introspectivas, extenuantes, ralentizadas y, si se me permite, algo pedante, que te hacen sentir sus costuras en algún lugar incómodo de la fisionomía. Aquello incómodo que denota el primer agitamiento sobre la butaca, en exasperación silente, lo definirían.
Bueno, quizás es algo exagerado este comentario y bastante adornado en sus fragmentos críticos; mas, el presente solamente admite que se aburrió de manera soberana y prosopopéyica. Casi manipulado por las delicadas interpretaciones y los movimientos sugerentes de cámara.

Solicito ante los primeros planos y la entereza de sus actrices, algo incómodas en sus papeles, por las expresiones enfáticas y las elipses demagógicas. Por esta subordinación al restablecimiento dedicado del mal, que si bien, está presente en forma de sexualidad, es de una manera espiritual o diríamos fantasmal. Ciertamente incomprensible como un complejo visceral o la sangre envenenada.
Es notorio que el filme, reproduce esa peculiar y genuina idea (lo mejor sin duda), que manifestaría los deseos o miedos del protagonista, escondidos bajo la tela, como su magia con las agujas, el ojo con las medidas o la manifestación de sus emociones.
Todos pasean su palmito de forma palpable ante tal exhibición visual, en un desfile de egos que no me apasiona retóricamente, ni me siento representado formalmente, por tanto, mi mente se distancia del cosmos distante, dictatorial y enormemente frío. Tampoco diría que decepcionante, porque no se aproxima a mi perspectiva narrativa o mis preferencias cinematográficas. En conclusión, El Hilo Invisible es un tejido interesante, que viene con extraños pespuntes de psicología casi suicida, con máscaras resaltadas de tragedia griega y silencios rotundos, solamente alterados por los ataques repentinos de ira y frustración del protagonista.

No me acabo de creer su romanticismo lírico y la atracción entre la pareja protagonista, ni la fatalidad de esta parafernalia descrita dentro de un masoquismo elitista. Me resulta incómodo y semejante a un prêt-á-porter de andar por casa. Vamos que me interesa más, aquel hilo fantasma que la base pasión-odio-familia, aunque los atractivos mensajes ocultos, a alguien leí la influencia en su cine del Hongo de la Muerte, se desvirtualicen en realidad, o no se juegue con ellos para fomentar el suspense y un lado manipulador o depresivo. Por tanto, otro de esos bellos trabajos de Paul Thomas Anderson, que no estarán en la lista de mis destacados, considerando un condimento envenenado por el lujo excesivo y ese perdón maternal con final feliz. Por tanto, fueron felices, y comieron per... tortilla de espárragos! Colorín colorado este cuento se ha descosido... mejor un bocata de jamón y un buen tiroteo al estilo Leone. The End.

The Greatest Showman.

Entre aquel monstruo, y estos tan simpático y cantarines... existe una eternidad.
Por supuesto, The Greatest Showman y sus seres deformes, casi diría folclóricos y cercanos, está en las antípodas de aquel otro hilo anterior, enclaustrado en la soberbia y condicionado en la mente de un hombre-monstruo.

Y no sólo por que en esta adaptación de Broadway colorista y rítmica, esté protagonizada e interpretada por el actor australiano Hugh Jackman, divertido y eufórico en su entonación a la platea, sino por su ambientación y oficio. También, porque está dirigida por Michael Gracey en su primera producción y sueño cinematográfico, y se dirige a la búsqueda del éxito o la perfección, desde la igualdad y la humanidad colectiva, que se hallaría bajo los hilos rematados de una gran carpa circense, alejada del tufillo del lujo clasista y aquella moda más elitista.
Desde los focos de la marginalidad, nos balanceamos por la practicidad narrativa y las deslumbrantes focos de la amistad, en un gran teatro que vuelve a la vida, o más bien renace, tras aquellos míticos musicales de Broadway.

Los que nos visitaron a través de la gran pantalla del cine, desde aquellas representaciones infantiles de los primeros tiempos como My Fair Lady, Annie o Sonrisas y Lágrimas, hasta las magníficas representaciones visuales y narrativas, que nos ofrecieron en los setenta Hair, Jesucristo Superstar y Chicago; pero primordialmente, los increíbles mundos que retrataron al ritmo de la música obras imprescindibles hoy, como Grease, y mis esenciales All That Jazz o Cabaret. Aquellas con un maestro de ceremonias espectacular, majestuoso, brillante y sincronizado al unísono con su cuerpo de baile y compañeros de escena, desmenuzando las canciones y la banda sonora, dentro del relato, originario de un espectáculo teatral. Aquí elaboradas por el dúo Benj Pasek y Justin Paul, compositores y letristas también del musical La La Land y próximos artículos con acción real de Disney, como un Aladdin y una Blancanieves y los Siete Enanitos.
Los encargados de esta entretenida adaptación a la gran pantalla son su autora Jenny Bicks y el también director Bill Condon (DreamGirls, Mr. Holmes), a los que se acusa de reiterativos en el resultado final y poco creativos, algo ya manifiesto (por otro lado) en el último trabajo La Bella y La Bestia... Pero, como yo no conocía la obra original homónima, pues me da lo mismo la crítica, al no tener acceso material a dicho trabajo.
Ahora, tan sólo recordar que el neoyorquino Bill Condon tiene en pensamiento, nueva versión de La Novia de Frankenstein, junto a Javier Bardem... Palabras mayores y muy delicado territorio, ojo.

De The Greatest Showman, me ha gustado más su irresistible paso de baile, ecléptico en sonidos de jazz, blues y rock, y cargado de color, que el show montado alrededor de la figura del mítico P. T. Barnum y familia. Mucho más que la resabiada expresión del primer hilo fantasma del comentario, y menos que aquellos momentos iniciales de emprendimiento circense. Al lado de ese teatro fijo llamado Barnum & Bailey Circus, de representaciones vivas y coleando, que terminaría con parte de las ilusiones de sus habitantes, pero no con la derrota de las almas de los rescatados por el minucioso emprendedor. Ellos son los triunfadores de esta obra, sus ´distinguidos` afectados.
Acusado de idéntico libreto y la película, este supuesto plagio completo de la obra de Broadway... sin embargo, a pesar de lo evidente, mantiene una historia de crecimiento personal, muy del gusto general, porque representa la eficiencia de una labor determinante y además, el rescate de aquellos individuos que resultan maltratados por la sociedad y silenciados por sus familias... Como los verdaderos hombres y mujeres elefantes.

Nos retrotrae a esas historias imborrables de la Literatura, tratadas a golpe de batuta castigadora o otros relatos de personajes imprescindibles de la Humanidad, por su carácter resiliente y filantrópico, tan dedicados a su crecimiento individual o familiar, como al rescate de los desfavorecidos o despreciados por su aspecto físico. Que diría Mr. Beast, de esta gran coalición humanitaria, ya representada por el australiano Gastón, mirando realmente al interior... Todos somos humanos en apariencia, salvo en determinados rincones oscuros de nuestro cerebro.
Además, The Greatest Showman nos cuenta la vida del creador universal, el Barnum mitológico de ese Mayor Espectáculo del Mundo, que pregonase Charlton Heston y James Stewart, en las botas y fusta de Cecil B. DeMille. Un pista de pasiones del recuerdo, ahora animado por otros magníficos números (alguno determinado, demasiado nervioso, eso sí), junto a las expresiones pacíficas, del igualitarismo a coro, las opiniones personales de una especie de mago visual del entretenimiento familiar en el siglo XIX, ¡qué lejano ya! Sus dudas y miedos, las voluntades manipuladas, la concordia alcohólica y utópica, o la devastación de la crítica y los debilitados corrientes, intelectual o emocionalmente. Los que no ven más allá de sus puños y la violencia intrínseca.

El director novel, que parece preparar una adaptación cinematográfica de la serie japonesa de animación Naruto y un curioso biopic sobre Elton John titulado previsiblemente "Rocketman" como su mítica canción, ha demostrado que una adaptación cinematográfica sobre un musical, no tiene fronteras, ni tiene porqué resultar cansina o anodina a la fuerza. A pesar que, reconozco y respeto a algunas personas a mi alrededor a los que no les causa ninguna gracia, estas obras cargadas de ritmo, o se aburren ante luminosas coreografías y canciones... Vamos que, definitivamente, prefiero el carácter alegre y la diversión de este tipo de Shows o espectáculos en vivo, a las cerradas o psicológicas interpretaciones de la personalidad, introspectivas y recalcitrantes. Para gustos los colores, nunca mejor anunciado y presentado en este ámbito profesional...
¡Damas y Caballeros, bienvenidos al apasionante mundo del Circo! Antes de ser reconocido universalmente, como el Ringling Brothers and Barnum & Bailey Circus. ¡Entren y vean! Si no, Ustedes se lo perderán... y no disfrutarán.
The Greatest Showman, representa a aquel hombre brillante que convirtió un Museo de Ciencias Naturales, casi muertas, en un cálido hogar. Que deseó alcanzar las estrellas mediante un trapecio (de Charity) y el amor en los rizos dorados encarnados por la actriz Michelle Williams. Esperando en convertirse en la bestia, musical, Janis Joplin.

Tocar el sueño luminoso a cualquier coste, demasiado al parecer, pero que tendría que volver a sus orígenes para gritarlo al frente y perseguirlo sin desfallecimiento, uniendo los suyos (sueños) a las sonrisas de los espectadores y sus queridos niños, en una nueva era del entretenimiento para todos los públicos. Para ello, rescató del anonimato y la negación, a aquellos "seres", humanos diferentes al resto en el aspecto y nombrados como frikis... o miserablemente monstruos, por los supuestos inteligentes, apuestos, apolíneos, fuertes o completos en la fachada, en sus cuentas bancarias o las penumbras podridas de su corazón.
Mr. Barnum, creador de ilusiones, debió ofrecer lo mejor de sí mismo (y de sus amigos), encabezados por Zac Efron y Rebecca Ferguson (La Chica del Tren, Life), más un grupo de ágiles estrellas, interpretadas por Zendaya, Sam Humphrey y la humana barbuda Keala Settle. Fuerzas de la naturaleza, no solamente para ayudar a alcanzar el éxito personal y económico, sino para olvidar un falso nombre, un amor ficticio. Y ese nexo injusto, entre alta sociedad de la ciudad de New York en la segunda mitad del XIX y los nuevos ciudadanos modernos.

Algo diferencial de ambos universos, lo vemos en la cuidada ambientación de la época y las calles reflejadas, más que sobre los números representados con demasiada repetición de enfoques o la exageración de algunos movimientos coreografiados. Enfáticos y espectaculares, sin duda.
Lo mejor, por descontado, la música entonada por los propios protagonistas y su esfuerzo vocal, y el saberse rodear de esta gran familia.
Cada uno encaja a la perfección, tanto en el hogar como en su oficio, al sobreponerse a la distancia, a los insultos y actos violentos, a debilidades y frustraciones amorosas... siempre con ese espíritu emprendedor que abandona los momentos más oscuros, para abrirnos de par en par, el telón de los sueños ejemplares, con una sonrisa de niño. ¿Recuerdas cuándo acudías al circo, con tus hermanos y padres de la mano...? Pues, eso.

Transformarse en el Gran Showman de cara al público, es un reencuentro con el dulce educador de puertas para adentro, divertido y dinámico bailarín, peculiar parlanchín bebedor, guía y voz de los miserables, de pingüinos relegados, arrojado héroe de los singulares hombres y mujeres X, en definitiva, apuesto entre los distintos, volviendo de las cenizas y los cánceres más destructores de la sociedad. Es el actor sobre la tarima de los sueños, la figura primordial del espectáculo, The Great Showman es un presentador multipistas, padre de familia, en el recuerdo de los norteamericanos más ancianos y las fieras olvidadas, retirado y mirando un pequeño ballet. Dramáticamente alegre como un principiante enamorado, rotundo como un lobo estepario contra la marginalidad social, Mr. Barnum formará parte de este Mr. Jackman maravilloso, lleno de ritmo, amistad y la fuerza de su timbre, que compagina envidiablemente con escenas románticas y la fuerza de aquellos hombres de acción cinematográfica más devastadores, al estilo Logan.
En su debe, que la película prácticamente olvida las vidas paralelas, de sus protagonistas diferenciales... una pena.

Ambas historias contemplan diferencias enormes, tan radicalmente opuestas como un producto dirigido a estudiosos de lo enfermizo y los seguidores del mundo de la moda... esnobs emigrados contra emigrantes hechos a sí mismos, en una historia de superación, amor y recuperación de los valores olvidados por una sociedad que da la espalda y vulcaniza el mundo de Oz, el lugar de los sueños imposibles. Sin fronteras, ni pespuntes interesados.
Tú puedes creerlo, o no. Tú puedes acercarte a la luz de los focos y las bambalinas, a la efigie tras la barba impúdica que desprende este obra musical original de Broadway, o quedar con la amargura venenosa de una relación enferma y opresora... Algunos nos diferenciamos y emergemos con fuerza, nos quedamos con esos primeros luchadores antes de la fama y el dinero, con las costuras de una carpa y los vestidos de brillos o lentejuelas baratas, con las letras de sus canciones que llegan al corazón de las fieras, las coreografías acrobáticas y desafiantes, reiterativas y movidas en exceso tal vez, pero vistosas al mando de su batuta Mr. Hugh Jackman. Grandes bailes y sonrisas, inundan la compañía de este Greatest Showman y sus entrañables "criaturas".

Seres humanos con las mismas dotes, o mejores, iguales exigencias de vida que cualquier otro, por muy estirado, envidiable y complicado que fuera, de costuras para adentro, simpares y desnudas ilusiones... frente al escenario de los sueños.
Y sino, que se lo pregunten a aquella entrañable y divertida criatura, que llamaron El Jovencito Frankenstein... y sus divertidos monstruos, Mel Gibson y el recordado Gene Wilder, a la criatura de Peter Boyle, a Teri Garr y Madeline Kahn, a los diferentes Cloris Leachman y Marty Feldman, y al siempre admirado Gene Hackman.
... Recordando que, sin diferencia, no existiríamos.

Hugh Jackman, singing...


Tráiler Tourism Australia: Dundee - The Son of a Legend Returns Home, de Steve Rogers.



domingo, 14 de mayo de 2017

Logan & Deadpool.


La Garra Retráctil del Viejo Logan.

En el momento en que aparecieran en el mercado de los cómics, los famosos X-Men, también una figura se convertía en toda una revelación dentro del Western clásico, con el dúo Clint Eastwood dirigido por el romano Sergio Leone. En aquella época, pocos podían imaginar que sus personajes se tocarían en el futuro, mediante el metal de un Colt para el Hombre sin Nombre del spaguetti, traspasando el tiempo para convertirse en William Munny en Sin Perdón, y el de los nudillos extensibles de adamantium que confieren la identidad al viejo Logan en Marvel.
En ese preciso momento, nacería Wolverine de la mente de Len Wein, creador de La Cosa del Pantano, por tanto, mano a mano con Alan Moore y que sería sustituido por el guionista Chris Claremont, el renovador de la saga X-Men. Junto al historietista Herb Trimpe conocido por su trabajo en El Increíble Hulk, y uno de los dibujantes más reconocidos de Marvel, John Romita Sr., autor del éxito de algunos principales personajes de Stan Lee, como The Amazing Spider-Man.

Sin embargo, todo eso pasó hace tanto tiempo que, aquel héroe distinto y salvaje, en ajustado traje amarillo, lenguaje provocador y aspecto lobezno, se fue modelando y sufriendo alteraciones físicas o, de manera más drástica, psicológicas. Dudas mentales e identitarias que llevarán al hijo bio-genético de los antiguos hombres-lobo al abandono, ante amigos mutantes y decrépitos como Charles Xavier (atacado por la enfermedad de Alzehimer) o el curioso rastreador de aspecto vampírico Calibán, y acérrimos enemigos que gobernarán los Estados Unidos del futuro. Más concretamente, en un argumento paralelo sobre el año 2099, donde el viejo Logan se convierte en una figura accidentada y perseguida, renqueantemente adictiva. Un gruñón alejado, supuestamente, de la violencia dentro del universo Marvel. gracias a las exposiciones crepusculares del escritor Mark Millar y el dibujante Steve McNiven, autores también de la conocida serie Civil War.
En 2008, sus caminos se cruzaron, en una encrucijada entre el cómic de superhéroes, las road movies y las historias con vaqueros de vuelta de todo, desviándose de las raíces dinámicas para todos los públicos, donde prevalecía la acción, el humor juvenil y el entretenimiento sin excesivo derramamiento de sangre.

Pero, la historia ha seguido cambiando con la última entrega cinematográfica entre Marvel Entertainment y la Fox, a través de un posible cierre de la trilogía sobre el Lobezno. Ese anti-héroe conocido en hispano-américa también, como Garra o curiosamente Glotón. Con esta película desquiciada, ultraviolenta y desvencijada sobre su alter-ego llamado Logan que, a la vez, significará la despedida de sus actores principales, el gran Patrick Stewart demostrando su versatilidad y un convicente Hugh Jackman, recuperando la esencia del personaje de Marvel.
Quizás, menos acción o entretenimiento de base, pero, una atractiva puesta en escena para todos aquellos que desean algo más de trasfondo psicológico o un planteamiento adulto de los viejos cómics, como una medida drástica con que recalcular al personaje y su lado más humano o adictivo. En definitiva, debido a la edad prematura, los recuerdos de una vida como héroe y los excesos, algunos lectores no entendimos del todo aquella forma de "destruir" a Wolverine, el inmortal indestructible e irreverente, para encontrarle estos otros rasgos identificativos. Con la novedosa emotividad familiar que aparecía, de repente, como un fantasma salvaje e indómita plasmación ante el espejo. Una bifurcación de sí mismo, en mente, cuerpo castigado y en la sangre maldecida, de los mutantes.

Si deseeamos indagar en el pasado de la serie X-Men, en su trilogía dirigida por Brian Singer (Sospechosos Habituales) y Bret Rattner (Red Dragon), más las tres precuelas entre el mismo Singer y Matthew Vaughn (Kick-ass) descubrimos, quién sería el verdadero macho alfa. El jefe jubilado en limusina o diligencia, Lobezno, cuyo nombre de nacimiento es James Howlett (simplemente Logan) adquirió nombres diversos como Arma X en España y Glotón, Guepardo, Aguja Dinámica, Emilio Garra, Parche o Wolverine en Hispanoamérica. Cabeza de la nueva manada "marvelita", cubierta de andrajos, rincones vacíos en la memoria y cicatrices de la guerra pasada, cortes de adición violenta al estilo samurái y la enfermedad degenerativa rondando su identidad en la sombra.
Tendremos que aceptar en la actualidad, que el visceralismo o representación visible del filme, recae inconfundiblemente, en el director James Mangold (El Tren de las 3:10, Lobezno Inmortal) y materialmente, en el actor australiano Hugh Jackman. Porque, su Wolverine ha evolucionado diametralmente con las escaramuzas bélicas y efectos espectaculares de las precursoras, para mudarse a una piel debilitada, junto a la consumida y arrugada, surge el pensamiento pesimista de una injusticia fronteriza. Una consecución actual dentro de una época de penumbras y sentencias violentas en el cómic.

Un lugar sin futuro ni siquiera una clara renovación gremial, a pesar de la sangre y los genes. Ya que el traslado anticipado de aquella antigua naturaleza comiquera a su hermano mayor, el cine, poseía algunos inconvenientes visuales que, no casaban del todo bien con los gustos de nuevos espectadores sumados en los últimos tiempos y su carácter más comercial. Pero, este Logan ha disparado en el blanco, se ha encargado de derribar algunos muros (reflejos de la actualidad) como la imagen revolucionaria que se extiende a ambos lados de esa frontera cinematográfica.
Porque, el director y guionista James Mangold, se cubre con el polvo del camino y se ha encargado de derivar la historia del superhéroe juvenil, a un viejo pistolero en sus horas más bajas, para dotarle de la brillantez del solitario en horas y un aire de derrota que lo humaniza, que le confiere su pensamiento marginal y la profundidad de heridas pretéritas. Descubriendo su imagen más decrépita, Mr. Jackman se abre y acerca a un próximo movimiento final o la redención... o no.

Ambos protagonistas del filme, han evolucionado mentalmente, en su faceta creativa, demostrando que el talento se materializa en cualquier sentido del arte gráfico, aunque los géneros se den la mano con sus limitaciones narrativas, o precisamente por ello. Trasladando una historia atípica dentro del universo Stan Lee, a un concentrado o cóctel espectacular de personajes entrelazados, al más puro estilo del salvaje western. El socio decrépito o amigo envejecido, el husmeador de otra raza, el asesino sin escrúpulos y los esbirros, o la joven en problemas. Aunque hayan pasado años, tantos ya desde aquel intercambio o búsqueda de números de tebeos, siguen siendo parte del medio y siempre chocando frente a esta edición casi arrinconada, del viejo Logan.
No sé en que momento, descubrimos que bajo el trasfondo de X-Men (en concreto, tras la facha estereotipada del Lobezno), se hallaba un vagabundo algo cascarrabias y simpático para el gran público. Su incomprensión se trasladaba pesadamente, a sus ojos o cabeza con recuerdos, su pesadumbre hacia un alma derruida por acontecimientos emocionales y un apocalipsis genérico, hasta que despierta su naturaleza violenta. Casi conmovedora o desgarradora, pero ni de lejos, suponíamos que toda la frustración y marginalidad buscada, se daría de hocicos cánidos, con la sombra alargada de un cowboy. Una figura castigada físicamente por el éxito de sus aventuras e imbuida de desesperanza, entre la pena y la culpa.

Logan frustrado, borracho o drogado, silenciado en un rincón de la habitación, borrando o escondiendo su pseudónimo en un guardapolvos... es la reencarnación de los postreros Wayne o Eastwood, los fantásticos Mr. Clint y Mr. John enfrentándose a todos sus fantasmas del pasado. Sobre un mundo que se ha vuelto frío e intransigente con el forastero, que te mata y luego te escupe en la cara, maldito y enfermo... una especie de apocalipsis personal sobre un espacio asfixiante, que aprisiona hasta la extenuación o el cansancio. Esto es el guión de Logan, firmado por el director y Scott Frank.
Pero el pistolero de la garra de adamantium, posee demasiadas muescas infernales e imborrables dentro de su metálico corazón, que se pierden de momento, en la serie dibujada, para pasar a asustarse con las nuevas generaciones de renegados, que ensombrecen el panorama actual. Demostrando que con esa violencia extrema, su mirada y músculos se tensan más que nunca, hasta alcanzar su conocimiento más allá de una silla motriz o una amistad destructiva, gracias a la gran X de un auténtico Patrick Stewart o un escuálido y despierto Stephen Merchant.

Toda esta degeneración no tiene límite, quiere acabar con los viejos mutantes, con hordas de suplementación de caracteres y violencia extrema, si bien serán combatidos con las mismas armas, afiladas que harán que estalle el animal herido y acorralado. La sangre se aproxima, despertando a aquella fiera de vivos colores y transformándola en padre de la nueva jauría de héroes, tal vez alguna heroína como la pequeña y rugiente Dafne Keen. Nos acompaña con una pesadilla existencial que se incrusta en la mente de Logan, que remueve su memoria y la alimenta como un depredador reservaría una cantidad apreciable de caza a su camada, o será simplemente, una simple cuestión de supervivencia personal o venganza.
En la frontera, entre el cómic y el cine, emerge su figura cabalgando en la penumbra, ingiriendo bebidas de dudosa calidad y una barba indomable de pistolero, que disimula los vestigios de su antiguo alargamiento de patillas. Que cambia, balas certeras por cortes indescriptibles y masacres incontenibles, en una explosión de todas las maldiciones acumuladas. Sea en un aparcamiento o un bosque endiablado de rostros desdoblados, una lucha aderezada con rugidos de dolor y aullidos salvajes, para elevar al último redentor, como aquel Jinete Pálido.
Un camino o búsqueda de la esperanza, en la que es el primero en no creer.

Después, la estructura cambia al criminal mecenas, patrón de rancho y sus acólitos con gabardinas embarradas y botas de cuero marrón, hacia una versión actualizada que podría recordar a ciertos elementos de un westworld temático. O acaso, no sería una completa revolución, la invención de aquellos revólveres automáticos o Winchester 1873 de repetición... o las diligencias de la época, como limusinas incómodas donde se cruzarían los caminos en un futuro clonado y las raíces profundamente enclavadas sobre los personajes. Divertidos con animadas conversaciones o sorprendidos por un ataque sorpresa, una ráfaga de polvo en sus ojos. Un polvo del camino, que crece convertido en Laura... la fiera de mi niña.
Esa pequeña salvaje, que aparece vestida de pesadilla real y cuyas capacidades se ven recompensadas con una sarta de malhechores, a los que despedazar sin compasión, casi sin despeinarse. Cuesta asimilar una perdida indomable, al estilo Centauros del Desierto, empezar a familiarizarse o enseñar a manejarse con los instrumentos habituales en la mesa. Conocer a los rostros cercanos... pues, Logan sigue siendo un solitario, desconocido, con sentimientos, eso sí.
El cowboy de puños como estiletes, tendrá que ver su propio reflejo en el espejo, para gritarle que sigue siendo un hombre... que digo, un verdadero mutante (con capacidad para cierta regeneración) como cualquier otro. Y cuyo trabajo como conductor moderno de diligencias, dado al wisky de ínfima calidad, tendrá que ser aparcado en un rincón, como las diferencias del lejano Oeste. Oxidado y quemado en alcohol, al igual que el primerizo admite un cambio de roles más familiar y protector. Así se desvía de su exitosa carrera como conquistador. Este Logan, es el hijo de aquel, unos minutos antes de convertirse en trashumante y despedirse en el umbral de una casa en el desierto. Adiós, mi amor, mis amigos... ahora podré descansar, por fin.

El padre primerizo, esperanzado, lejos de su disfraz amarillento como la bilis de su interior, defiende a muerte a la sangre con la propia. Historia condenada, ella y su eficacia para ganar batallas perdidas de antemano, su guerrera. Lejos de caretas de orejas puntiagudas y pistolas, sólo al mando de sus arraigados puños, dedos cortantes al aire, para hacernos comprender a los de aquella generación, entre tebeos y sueños, que la historia siempre nos tiene reservada un nuevo destino. Una última persecución por el desierto o las montañas sangrientas, un último tiro de gracia, la venganza de un adiós con un pañuelo atado en el cuello... que esconda las cicatrices del pasado.
Han pasado los años, y Mangold montado a horcajadas sobre la productora Marvel, ha demostrado que el tiempo pertenece a los osados y que el destino es tan escurridizo, como ella, una pelea frente al espejo, con cuchillos clavados a la espalda...
Así, con entre el daño inflingido, la barba dejada y el eco de un orgullo que te hace sentir diferente, con ojos vidriosos por la arena o la ponzoña hallada en el camino y esa falta de sueño, oímos los quejidos de los nuestros o los sollozos de una recién llegada, las imprecaciones o maldiciones del enemigo; y Logan sigue siendo el mismo.

El Lobezno de nuestro pasado, más profundo y reservado, pero confrontado a los pistoleros, sin perdón. Entramados empresariales y robóticos, amenazas casi silenciosas, como el viejo Yul Brynner envuelto en un halo místico, mudo y fantástico. Logan se defiende con carisma y brillantez, extrae lo mejor de su historia y la reescribe el director Mangold, sentado sobre su diligencia frente a asaltadores sin escrúpulos, que circulan a toda velocidad en sus carros alados, fúnebres.
Recordando más de lo imaginado a otros enemigos, a aquel otro héroe frustrado, llamado Mad Max. Contra asesinos, violadores y seres despiadados en busca de la inocencia para ultrajarla, salvajes. Tal que tiburones siguiendo efluvios de su sangre a larga distancia, sintiéndola brotar con sus dentelladas. O una alimaña, para adiestrar y condenarla a un ejército futuro, cuyos elementos mecanizados tratan de eliminar la diferencia o la amistad de tantos años. Logan y ella, con sus calcados puños, golpean con toda la fuerza de... no de la ley, sino del poder. Al que contamina y despliega la nada en el horizonte, levanta muros de extrañeza. Ella es el polvo, en la niña de su ojo vidrioso...
Ahora lo entiendo todo, aquel Logan es sangre que defiende al hijo. Es el solitario que recorta su figura bajo el Sol. Es el indígena que defiende su territorio... o el lobo que defiende la manada. Es Hugh Jackman, antes del musical P.T. Barnum del circo en The Greatest Showman, mucho antes de la música de un Broadway 3D.

Logan Soundtrack, Hurt de Johnny Cash.





La ofensiva... en el corazón de Marvel

Con la X y la culpa cargando en su conciencia, ya se indicaba que este chico WWW (Wade Winston Wilson) con el alias de Merc with Mouth o Mercenario Bocazas, no iba a ser muy recomendable para menores de cierta edad, como amistad de algunos grupos elitistas del Universo Marvel también. Desde el lado amable o el malvado de la batalla entre humanos y mutantes.
Así, Ryan Reynolds protagonista de DeadPool desde su Twitter Oficial comentaba: "February 12th. There will be blood. Guns. F-bombs. And graphic, expertly lit French Unicorn sex. #deadpoolRatedR @deadpoolmovie".

Reynolds y su estilo irreverente de adolescente cabreado con el mundo, usando su lenguaje mordaz o sórdido se ha convertido en este Masacre, un anti-héroe bastante gamberro y sexual que se acerca al estilo gore más radical, con el uso de las armas para ´masacrar y rematar` enemigos. Pero, lógicamente la calificación para mayores de edad (excepto en determinados países) le acerca a otras figuras legendarias del cómic contemporáneo como Kick-Ass o el infernal aspecto rocoso y raras compañías de Hellboy, aunque en el fondo se hagan querer por sus divertidas ocurrencias.

Entonces, señalando que DeadPool ha nacido con el espíritu contrario al héroe clásico y sus aventuras no pertenecen a la habitual práctica de los ´marvelitas`, deambula este Masacre a ritmo de katanas y precisión demoníaca en el tiro. Una visión singular que utiliza otras maneras de relacionarse con el desprecio verbal y la lucha violenta, como el "mercenario bocazas" que pisa ágil pero inseguro, ambos desdibujados terrenos. Bien y mal.
Precisamente de este desdoblamiento de la personalidad humana, nacieron los X-Men en 1963, demarcando distancias entre una presencia agradable y cambios dramáticos en su estructura molecular o fuerzas, es decir, proclamar su derecho a ser diferente. Y tras la cultura gráfica de Marvel Comics a principios de los noventa, ahora en el cine DeadPool ha llegado para ocupar ese hueco adulto, salvaje y atrevido, dentro y fuera de las camas.

Sus creadores Fabian Nicieza y el dibujante Rob Liefeld también buscaron sus caminos aparte, volviendo a colaboraciones puntuales para Lee del grupo denominado The New Mutants o posteriormente X-Force, en episodios personales verdaderamente sangrantes en la defensa de sus trabajos y estilos. Quizás por ello, el personaje DeadPool o Ryan Reynolds por defecto, se guía por las emociones y la nula responsabilidad, alejándose de la inteligencia o la unión amistosa. Su acción es directa, mediante una palabrería reaccionaria o burlona, según atraviesa con calma y simpatía, los cadáveres tirados a su paso.
Sin embargo, para un individuo que ha perdido todo incluso la calidad de vida obtenida en libertad y amor, mantiene la esencia de los guerreros a la fuerza por venganza, cuando la desgracia se ceba con sus perspectivas románticas, convirtiéndole en un heredero de El Cuervo, El Motorista Fantasma, el monstruo de Frankenstein u otros muchos, como el mismo Hellboy salido de otro fuego infernal de los tebeos.

El director Tim Miller (en la producción de cintas como Malditos Vecinos o Scott Pilgrim contra el Mundo) abre las páginas de Marvel a la nueva sensación cinematográfica, con el nombre que proviene de la ciena apestosa de las apuestas mortales y de laboratorios subterráneos, que esconden al equipo mutante más oscuro. Lenguaje separado de la acción clásica en diferentes pasadas décadas pasadas y con que crecieron legiones de jóvenes ávidos por aventuras gráficas.
Por tanto, existe en mi fuero interno una confusa postura entre la llamativa e impactante estética, contra ese otro extremo decididamente violento. Pero, acaso en el mundo real de adultos (y otros) no convivimos con este carácter agresivo y gratuito con muertes violentas multiplicándose por doquier...

Deadpool ha roto la banca en producciones estigmatizadas con la R, Fox (con todos los derechos de mutantes) ha conseguido lanzar la película con el mejor estreno de la saga X-Men, y posiblemente la irrupción en otros medios o mercados interactivos más impactantes visualmente, dirigidos a esa juventud en formación aún. Una evolución cuestionable de radical armamento con profusión de elementos sangrientos salpicando las pantallas como asesino nada silencioso en X-Force. Repito, DeadPool no es recomendable para mentes que no puedan evaluarse dentro de índices correctos entre ficción o realidad.
Algo tocante a la psicopatía descerebrada e incontinencia verbal, apostaba por reírse del universo Marvel y Dc, con mutilarse un dedo y ver si un enemigo cercano no creía en su poder regenerativo.
Tim Miller renunció a un presupuesto millonario y decidió que con 58 millones, haría su trabajo nihilista de cambios acordes a los nuevos tiempos, y mantendría la figura héroe que permanece en la memoria y va desdibujándose a través de una máscara roja que amortigüe el impacto de sus heridas u otras cicatrices internas. Rompiendo la frialdad de una ventana de cine para dirigirse directamente al público. Stan Lee vio con inteligencia nuevos caminos para ciertos habitantes de su universo, teniendo que modificar las estructuras que regían dibujos y guiones para hacerlos más atractivos a generaciones habituadas a los conflictos más fuertes o reales, mezclados con el particular mundo de videojuegos. Por supuesto, esto transforma a superhéroes en espejos para una sociedad que posee los mismos defectos que ellos o guerreros erráticos que utilizan cualquier tipo de fuerza para salvaguardarlos del mal.

DeadPool se defiende solito con su vocabulario malsonante y escenas que explotan la gratuidad del uso de las armas. No vi desgraciadamente en el deslenguado DeadPool, ningún tipo de recriminación a esa violencia ni denuncia ante los últimos años de decadencia moral en nuestro planeta.
En cambio, quién decida ver este filme desde el punto de vista del entretenimiento puro y duro, observará cualidades fuera del carácter vengativo, como el enamoramiento hasta las cachas y activo en todos los terrenos. Demuestra y fundamenta su acción futura, resguardado en la comunicación con otros personajes y el mismo espectador, con su irreverencia obligada por trágicas circunstancias como aquellos shakesperianos amantes de Verona. Siempre funciona en el cine... forma parte de nuestro registro humano, se mantiene el pulso con una dinámico montaje de trucos visuales y banda sonora de gustos actuales, más algunos temas tabúes para Marvel, como gore o sexualidad. DeadPool es un calculado producto escrito por Rhett Reese y Paul Wernick (autores de Bienvenidos a Zombieland), que marca los nuevos tiempos a nuestros superhéroes de la infancia y su confusa posición. Ante la ambigüedad de términos como humor y burla, paz, justicia, amor, o la invariable singularidad de los humanos para elegir su propio camino.

Así define su creador Fabian Nicieza a Deadpool, en los últimos números de The New Mutants (números 98-100) y su sustituta X-Force en 1991, "un imbécil comparado con el héroe típico" y lo remataba con "no querrías que tu hija se casara con él".
No es crítica, sino atracción por diálogos imaginativos o depravados en busca de una ruptura del ritmo argumental y de rodaje, con sonoridad diferente a otras mega-catástrofes de Marvel y un personaje que transita estados de ánimo bifurcados como dos mundos paralelos. Con una línea difusa entre vida o muerte en el horizonte, reviste a un demonio con buenas intenciones o mala leche (según enemigos, o le transforman en héroe a su pesar) apostando por gag y sangre para combatir sus demonios interiores.
El cínico y descreído apenas sin valores, hace oídos sordos a consejos o amenazas provenientes de ambos extremos, defendiéndose a trompadas, sablazos y "chimichangas" como un independiente forjado en la sombría fábrica de Marvel Cómics. Algo así como una Hit Girl con mallas rojas y más alma negruzca en la sangre, versión extendida en katanas con la X de la violencia (no el sexo) a la espalda.

El monto de 58 millones en equipo técnico, rodando por la British Columbia en Vancouver (Canadá), reparto o efectos especiales de varias empresas (la lista de especialistas informáticos en el mundo es numerosa) ha mutado a unos 314 mundiales y subiendo, por tanto, DeadPool atraviesa con éxito esa frontera de lo adecuado. La infinidad de tirabuzones repetitivos en la acción, explosiones craneales sin remordimientos y algunas reflexiones serenas, entre el amor eterno o activos roedores, y sexualidad más explícita entre hombres y X-Men. Eso sí, con corazón bajo una piel de bestia insensible atraído por su bella en apuros.
Si bien me quedo con la estructura del guion que rompe con el, ya, clasicismo digital abundante y alimenta la comedia disparatada frente a ese universo de Apocalipsis moral... y próximas guerras civiles. Se acabó la inocencia... ¡Pasen y Logan!



Tráiler Dragonheart: Battle for the Heartfire.


Tráiler Blade Runner 2049, de Denis Villeneuve.


jueves, 3 de julio de 2014

Prisoners: celdas de cine.


¡Tras los incendios… Prisioneros!

¿A qué seres es van dirigidas las plegarias que enviamos a dioses preconcebidos?
Pareciera que un cielo plúmbeo nos devolviera las lágrimas sobre nuestras cabezas, sin ser demasiado escuchadas.
En grandes ciudades o pequeñas poblaciones como la que desarrolla esta terrible historia de Prisioneros, en Conyers (estado de Georgia).

Un mal día te das cuenta que es un canto desafinado y estéril, entonces te encuentras atrapado en tu pequeña población, con tu familia en la casa e inclusive, en ti mismo. Porque ese momento de celebración y recogimiento se fractura, las notas desentonan en un compás imponderable a nuestro entendimiento.
Y la lluvia borra las huellas de cualquier caravana del horror, aparcada frente al número de nuestro domicilio.
Las siguientes jornadas a la tragedia son una cuenta atrás y un mecanismo de frustración, con el que nos hallamos en una prisión infranqueable, sin alma ni amigos, apenas sin tus seres queridos, y por supuesto, sin tu raciocinio libre y diáfano.

Cuando los niños se convierten en prisioneros por la fuerza de mayores sin remordimientos, se convierten en presas semejantes a los tiernos venados disparados desde lo oculto del bosque. Y los sufridos padres y familiares son secuestrados con ellos, desprovistos del entendimiento del diálogo, sólo de escuchar aquello que queremos oír y actuar sin un camino muy definido.
Algunos incluso se transforman en verdugos por un sentimiento culposo por estar desprevenidos.

La venganza se sirve fría y el ánimo caliente nos hace tomar Prisioneros en sótanos terroríficos, como cárceles dónde se recluyen las frustraciones.
Al poco tiempo ya no nos reconocemos, hasta confundirnos con los verdaderos lobos, cazadores de esas tiernas presas.
Ya no sabemos quién es el prisionero, porque Prisioneros podemos ser todos en un instante.
Así, nos podemos encontrar esos lobos en viejas casas poco iluminadas, en la calle dentro de caravanas de muerte, en ordenadores repletos de pornografía prohibida o en los sótanos de cualquier vecindad.
Inteligencias devastadas por nuestras sociedades imperfectas.

El director de Québec (algo se está moviendo cinematográficamente en esta locialidad canadiense) Denis Villeneuve ya hizo una reflexión terrible sobre la separación traumática de los padres de sus hijos en su anterior y notable film Incendies. En Prisoners vuelve a desarrollarlo, esta vez ambientado en otro tipo de guerra igualmente violenta pero más cercana.
En el filme todos los protagonistas se ven recluidos en una pesadilla que es más habitual y personal que los incendios en una batalla en tierra extraña. Cuando se produce, salta a las primeras páginas de los noticiarios y el horror se transforma en debate social.

Villeneuve toma un conjunto de actores Prisioneros a los que exprime y saca sus lados más oscuros y dramáticos. En primer lugar, a las víctimas más débiles de la familia, las niñas pequeñas y hermanos que comienzan a hacerse un nombre en el mundo del cine.

En la octava celda hallamos a un actor guionista de nombre David Dastmalchian con su papel desasosegante y con un futuro brillante en su carrera cinematográfica (ya le vimos en una pepel en The Dark Knight y en Sushi Girl).
En los puestos 6 y 7, dos padres obligados por las circunstancias y con una amplia experiencia en la interpretación, son Terrence Howard (Iron Man, El Mayordomo) y la nominación del año pasado al Oscar por su papel en The Help, Viola Davis.

Tras las rejas, una madre destrozada, Maria Bello nos demuestra que cumple con creces en esta situación desesperada, aunque la edad no perdona. Sin embargo, una madurez que le viene bien para adaptarse a otros papeles.
Mientras que dos grandes actores ocupan los siguientes lugares a pesar de estar disfrazados, dificultando su identificación pero demostrando que están en plena forma para afrontar cualquier papel, tía y sobrino, son un Paul Dano (Looper, Ruby Sparks) intrigante y silencioso, junto a la gran Melissa Leo (The Fighter, Flight).

En su jaula de oro de gran estrella hollywoodiense, tenemos a Jake Gyllenhaal (que también participa brillantemente en la siguiente película de Villeneuve, Enemy), saliendo de su celda, últimamente más ocupada en papeles acomodados y simplones. Aquí interpreta a un detective presionado por su trabajo y el respeto de las leyes, desafiando los riesgos de su profesión o la vida de un inocente.

Sin embargo, Hugh Jackman se enfoca como gran ganador y su actuación se merece un habitáculo más amplio. Algo así como una gran fiesta, en la que se otorgue un premio a mejor actor, si el ciclón Matthew McConaughey (Mud, Dallas Buyers Club) se lo permite.

Una de sus mejores interpretaciones, en una notable película, en la cual el espectador se convierte en la presa de una tela argumental bien desarrollada, y con un Villeneuve en unos momentos espléndidos en la creación de personajes e historias cinematográficas. Es también, el gran vencedor por los riesgos que acomete en sus escasos trabajos de gran calidad.

**** Notable ***

miércoles, 9 de octubre de 2013

Prisoners: Hugh, Jake & Paul.



Prisioneros y Monstruos.

La inmovilidad corporal y/o mental forzosa.
Ellos están de moda (nosotros), son los protagonistas actuales de nuestras vacuas sociedades, son los elegidos de la gran pantalla para retratar historias de horror real. Bien sea en el espacio, en el mar o en las calles de cualquier ciudad, como en este caso Georgia. Pero podría ser un país indeterminado.
Son los parados, secuestrados y prisioneros.

Los acontecimientos se desarrollan como un día cualquiera. Bien pudiera ser en un traslado al centro comercial o al colegio. Así, naturalmente está tratada la historia de horror que acontece en el film Prisioneros, adornada con un estética oscura y macabra.
Estos hechos (cada vez más habituales en nuestras sociedades) nos espantan porque se adivina con demasiada realidad una cercanía en los crímenes.
Es verdad que el asesinato es terrible, pero acaso el secuestro no es morir un poco cada día. Morir en vida.

El director de Prisoners es el canadiense Denis Villeneuve, se ha consagrado ya como un fiel representante del drama más descarnado en torno a la familia. Ya que su anterior trabajo y durísimo, con el título de Incendies nos arrastró a un viaje con punto de partida aunque no de retorno, en la que los sentimientos materno-filiales nos hacen reflexionar sobre la guerra y las injusticias cometidas por los combatientes en pos de una idea política, social o religiosa.
Igualmente, este nuevo film nos golpea (con semejante falta de piedad) para entrever la degradación del individuo en cautividad física, y también la de ser prisionero de los vaivenes de la mente.

Una fue mostrar los horrores de la separación por la guerra, ahora es la forzosa con la recreación de un malsano ambiente en familias por culpa de otros monstruos más mundanos, y muy especialmente el daño sufrido por el encierro forzoso del ser humano.

Si bien en Prisioneros nos hallamos con la misma encrucijada sin salida, lo desmanes terroríficos como los secuestros nos llevan, en cambio, a una historia dónde la batalla se desarrolla en nuestras propias calles. A la vuelta de la esquina, entre las caras conocidas o no que nos rodean. La maldad pura del hombre, por que estos terribles actos los llevan a cabo los individuos de sexo masculino.
Sólo por el simple hecho de creerse dioses, con la capacidad divina de ajusticiar y castigar a sus semejantes. Son los nuevos verdugos de las sociedades modernas.

Denis Villeneuve nos despoja de toda vestimento o ornamento, para introducirnos en la desnudez de unos personajes sometidos a un estrés emocional como consecuencia de la búsqueda o investigación sin descanso, y la persecución de los monstruos internos y externos.
El Ser redentor que secuestra y maltrata a los pequeños, destroza nuestra calidad de humanos y a familias enteras. Como enterradores de corazones inmaduros e inocentes, con derecho a ocultar bajo tierra la siguiente generación de los pecadores.
Estos seres, creo yo, no tienen derecho a la compasión de nuestras leyes, pues son los criminales más detestables de toda la humanidad. Si por ello entendemos, racionalidad.

El segundo punto de interés a sumar es la otra batalla que se sucede sobre la pantalla en este desasosegante argumento (aunque puede también influir en algunos espectadores la extensa duración del film), es que Villeneuve maneja una situación de duelos interpretativos, entre féminas y sobre todo entre los actores masculinos.
Si bien en Incendies ocurría lo contrario, dejando el peso mayor en el sexo más sensible.

Así, tendremos a Viola Davis con Maria Bello y, por supuesto, la siempre magnífica Melissa Leo para mí la ganadora del duelo entre este trío. Ellas son las encargadas de arrastrar por los fotogramas la angustia de madres (en la mayoría de los casos) que se ven relegadas a luchar desde sus casas y fuera, ante las noticias que golpean a cuentagotas. Son las esclavas de la injusticia social y el terror.
A su pesar, deberán mostrarse fuertes, duras y enteras... y se desviven por llegar a la pantalla y la conciencia del espectador con actuaciones matizadas y controladas.

Como si notaran su papel, demandado por Villeneuve, de unas prisioneras por el guión creado por Aaron Guzikowski
y que, por tanto, los principales valedores de la acción creciente y la investigación interpretativa recayera sobre las espaldas de sus compañeros masculinos del reparto.
Realmente, las escenas más importantes están en sus rostros y sus ojos. Pues tienen la responsabilidad de la credibilidad de sentimientos de primer orden como la duda, la culpa y la venganza.

Estos tres nombres esenciales en sus papeles, van acompañados de un siempre correcto Terrence Howard como padre mártir y un inquietante y magnífico trabajo de una cara poco conocida como David Dastmalchian, que apareciera levemente en El Caballero Oscuro, en 2008.
Sin embargo, el siguiente trío no les va a la zaga.
Un ojo tremendamente azorado sirve para escoger la mirada asustadiza y salvaje de un actor en crecimiento constante como Paul Dano. Después Denis traslada la responsabilidad del caso al detective Loki, como un hermano consanguíneo del horror. Jake Gyllenhaal sufrirá con los errores, y las desgraciadas consecuencias de los actos criminales, con una interpretación a la altura de sus compañeros.

Por último, el cabeza de familia también lo es de la cinta. Hugh Jackman como pocas veces lo hemos visto en la gran pantalla, se apodera de ella en la mayoría de ocasiones.
Hugh es el gran vencedor del reto interpretativo de esta segunda hornada de buenos personajes.
Por tanto, calidad por ambos lados de la película. El argumento y la actuación, para unos Prisioneros de nuestra sociedad enferma.
Aunque para este blog, un poco inferior al anterior trabajo de Denis Villeneuve... Incendies.

*** Buena ***

Cinemomio: Thank you

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